Muchos autores han escrito sobre el oficio de ser poeta. Un ejercicio de la metaliteratura que pretende ahondar en la inconmensurable naturaleza de la poesía, como género que se presta para el análisis de la psiquis de quien se entrega a la intuición o emoción omnisciente, y doblega el lenguaje en un intento por apretar, entre sus dedos, las células muertas del cuerpo-espíritu como “el soplo / sobre el polvo infinito / de la memoria, sobre / la experiencia vivida, / la historia, los deseos, / las pasiones del hombre”, escrito por José Agustín Goytisolo en “El oficio del poeta”.
Después de leer “El poeta”, del laureado estadounidense George Wallace, y reflexionar un poco, me transporté al conocido Período De La Violencia en Colombia que se desató por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948 y conllevó a la guerra entre conservadores y liberales. Para entonces, Colombia estaba bajo la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla, y el hostigamiento entre militantes de un partido y otro fue la premisa para el nacimiento de grupos guerrilleros como las Farc y el ELN. En Estados Unidos, en cambio, gozaban de una creciente prosperidad y, mientras los ricos cerraban filas con los suyos, Wallace crecía ayudando a lavar platos en el restaurante de su padre.
¿Y esto qué tiene que ver con “El poeta” ?, se preguntarán. Pues un año antes de que se creara el Frente Nacional, cuyo objetivo era sacar del poder a Rojas Pinilla, crear un acuerdo político entre los partidos Liberal y Conservador y dar, por fin, un ‘cese’ a la horrible noche de nuestro himno nacional, en Colombia nació el importante movimiento literario y artístico vanguardista denominado Nadaísmo, fundado por el autor Gonzalo Arango a mediados de los años 50, y que tuvo su esplendor en los 60, en plena revolución cultural estadounidense y guerra fría, cuando George, quien fue musicalmente precoz, tenía 11 años de edad y ya tenía participación en la escena musical de Long Island, la cual produjo artistas como The Young Rascals, Billy Joel y Shangri-Las.
El nadaísmo, que ni siquiera el mismo Arango fue capaz de definir con precisión, nace en Medellín, Antioquia, como un modus vivendi de protesta social que les hacía oposición a los cánones culturales impuestos por la iglesia, la academia, el gobierno y las tradiciones de una Colombia permeada por la violencia, el analfabetismo y la corrupción. Su objetivo era, según dijo en el Primer manifiesto nadaísta de 1958: "No dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio". Fue una época en que, por una especie de apogeo dionisiaco y la influencia del existencialismo francés, los beats, quienes estaban en auge en Estados Unidos, los dadaístas y el surrealismo, los jóvenes artistas se sublevaron y cuestionaron el orden establecido a través de la poesía en acción, el panfleto y el manifiesto, incluyendo al joven Wallace, quien declara “no estoy listo para Colón y las violaciones / ni para Andrew Jackson o El Camino de las Lágrimas / tampoco para Horace Greeley / o la errancia y la locura del francés / envuelto en las míseras pieles”.
Entre las acciones del Nadaísmo, como declaración de guerra al sistema social y a la profanación de sus instituciones, hubo quema de libros, saboteo de congresos de intelectuales católicos, asistencia de hombres a lugares que se consideraban sólo para mujeres y viceversa, etc., más tarde, recurrieron a la iconoclastia, la blasfemia y la permanente crítica a la moral burguesa.
Los nadaístas percibían la formación intelectual como un padecimiento e invitaban a reinventar las formas comunes de ser y hacer y, en especial, a un replanteamiento de la visión de la estética. Paralelo a esto, la ola hippie iba en creciente y, a menudo, se fusionaba con el nadaísmo, el cual, a pesar de estar caracterizado por un nihilismo que se oponía al academicismo y a las influencias dominantes contemporáneas, fue un movimiento abierto que tuvo seguidores de toda clase, tanto así, que también promovió el uso de drogas y el libertinaje sexual. El mismo Arango, quien fue apodado como el “Profeta” o “Monje”, participó de los excesos en fiestas bohemias que llamaban “el maravilloso cotidiano”, sin embargo, al igual que Wallace, quien, más tarde, no se salvó de fumar hachís y de caer ebrio sobre alguna alcantarilla, como artistas librepensadores, lograron mantener la lucidez y anteponerse, no sólo al desafuero y la decadencia, sino, también, la estética tradicionalista, en la que consideraban preponderante la floritura, y las imposiciones de la estética estanislista.
En los años 70, Arango declara su retirada del Nadaísmo, acto que sus compañeros consideraron como “traición” a la ideología del movimiento. Empieza, entonces, una nueva etapa en su escritura y, por influencia de su última mujer, la inglesa Angela Mary Hickie, retoma posiciones de carácter religioso. Durante esta época, Wallace, luego de cinco años, se despide de la Universidad de Syracuse, donde conoció a Allen Ginsberg y estudió con W. D. Snodgrass. Más tarde, como un verdadero trotamundos, probablemente inspirado en la figura del cowboy americano, emprendió una carrera de 20 años, incentivado por el trabajo ocasional, la búsqueda de servicio comunitario y la curiosidad intercultural, donde exploró los Estados Unidos, Europa y Asia.
Todo esto se trató de un fenómeno cultural, no sólo en Colombia, sino en gran parte del globo, que partió de la mano de una generación que ansiaba a toda costa la libertad y una renovación de todo lo existente, pero que, a muchos, los conllevó, paradójicamente, a unirse a los gobiernos de turno que más detestaban, a morir de sobredosis, a contraer sífilis, a perder la razón, etc. Diría que pocos lograron elevarse por encima de la maraña de apreciaciones subjetivas con las que creyeron trascender o alcanzar importancia en una sociedad donde se sentían ninguneados como artistas y/o humanos, defendiendo así todo aquello que provenía del caos o lo provocara.
Ambos poetas, Arango y Wallace, a pesar de las muchas diferencias circunstanciales y geopolíticas, defendieron la libertad poética y la imaginación artística, con obras cargadas de un humor excepcional, música, protesta y trasgresión, y de una alucinante combinación entre la ciencia y la mística.
Algunos intelectuales consideran que, los nadaístas, tan sólo fueron jóvenes con pensamiento crítico que crearon controversia y no una capilla de escritores realmente comprometidos con la literatura, sin embargo, entre los aportes del Nadaísmo, expuestos por María-Dolores Jaramillo, encontramos el cuestionamiento de la tradición literaria, la defensa de la autenticidad, la conversión de la poesía en un evento multitudinario, el impulso a la crítica literaria y artística, propuestas de nuevos cánones e ideas, el esencial humor, presentación de escritores y pensadores que no se conocían ni leían en Colombia en los años 60 como Baudelaire, Nabokov, Joyce, Camus, entre otros.
Lamentablemente, Arango fallece en un accidente de tránsito en 1976, a los 45 años de edad. La continúa difusión de los textos del nadaísmo fueron cobrando cada vez más importancia en el panorama de la literatura y del pensamiento de los colombianos. Para algunos, el nadaísmo sigue vigente en la inconformidad de los jóvenes y de ciertos escritores y lectores. Hoy en día, el Nadaísmo es objeto de estudio para historiadores, literatos y filósofos.
Por fortuna, todavía nos quedan grandes joyas que testimonian la revolución cultural de los años 60, como lo es Wallace, quien, a partir de 1988, comenzó a construir comunidades de poesía desde una base de operaciones en Huntington, Long Island, creando así Walt's Corner, una columna en el periódico Long Islander (fundado por su ídolo Walt Whitman) en Long Island. A finales de los años 90, fue reconocido como una figura preeminente en la poesía regional, y fue nombrado el primer poeta laureado del condado de Suffolk, Long Island, en 2003, cuando su compromiso con la poesía beat y post-beat se había consolidado. Un profesor, un promotor, un poeta y un artista en el completo sentido de la palabra que ha llevado la poesía a nuevos escenarios y expresiones artísticas, incluyendo la radio y performance; y que se declara a sí mismo como “un estudiante de la revolución en las calles que son del pueblo / (y, por lo tanto, también mis calles) / y que son literatura”.
Arango, en su Manifiesto Poético visiona que "el poeta fundirá en su canto la ciencia del cosmos y la poesía cósmica". ¿Este es el poeta del siglo XXI?, me pregunto y vuelvo a leer “El poeta” de Wallace, pero entonces, rememoro aquel verso del poema “La salvaje esperanza” de Arango que dice “éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras”, y me vuelvo a preguntar ¿qué tan lejos o tan cerca o tan oculto está el poeta del futuro que Gonzalo mencionó?
Por ahora, alucinamos con que, en palabras de Wallace:
“el poeta es un cuarto / abandonado / en una ciudad terrible / vive con los muertos / obsesionado con la memoria / en lo alto una desnuda / bombilla se balancea / dentro de su cabeza merodean jaguares / jaguares y chacales / todo el día se le va llenando / la cabeza como al fregadero / atascado el grifo que gotea / es un hombre con una misión / es un hombre con un pequeño / problema con el juego / llena un boleto de la lotería / con todos los números equivocados / ¡qué risa! el poeta es / un detective sin placa / él está presente / en la escena del crimen / todos lo ignoran / ¿a quién le importa de todos modos? / cuando los policías se van / se prueba toda la ropa del armario / nada le queda bien / se llena los bolsillos con / caramelos duros y crema para la piel / es un recogedor de trapos / y todo lo anterior / la historia humana está anudada / en su puño como una soga / es presa fácil para los amantes / y mercaderes de sueños / habla todos los idiomas / todas las frases pronunciadas por / las naciones perdidas están / en juego en su cabeza / su cerebro está en llamas / su cerebro está manchado / su cerebro está hecho de jeroglíficos / vive en la tumba de los reyes olvidados / su lengua es de pinturas rupestres / su testamento fue escrito / por un niño asustado / y la ciudad lo aborrece / no tiene dinero para gastar / y nada que ofrecer / excepto palabras sólo palabras / cuando el casero llega a la puerta / el poeta finge estar muerto”.
Con el anterior remate, es inevitable evocar el poema “Autopsicografía” del portugués Fernando Pessoa, donde dice: “El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”. Después de toda aquella revolución cultural, concluyo que, hoy en día, hay dos clases de poetas: el que QUIERE SER y el que ES. Ninguna revolución de sangre y ron podría liberarnos de nuestros demonios. Quien ES sabe que, como dijo Giovanni Quessep, “el ser no es una fábula”, pues ha hecho de sí mismo un canto, un poema.
Para emanciparse de los grilletes del sistema -cualquiera que sea-, no basta con fingir la muerte o la locura, ni siquiera basta con enorgullecerse de la pobreza; en este sentido, es mejor fingir estar vivos para no perder el equilibro ante las vicisitudes que conlleva el cuerpo-espíritu, reconociendo que morir a nuestros miedos, complejos, frustraciones y culpas, es la única manera de liberarnos de toda flaqueza e intransigencia. De este modo, aunque sin pretenderlo, alguien que nadie conoce o que todos ignoran se vuelve la voz con que canta el misterio. Lo que dijo Gloria Fuertes, es verídico: sale caro, señores, ser poeta.
María Del Castillo Sucerquia, nacida en Barranquilla, Colombia (1997), es una poeta bilingüe, escritora, agente literaria, tutora, médica oriental (Neijing, España) y traductora (francés, inglés, italiano, portugués, ruso, griego, español y alemán). Reconocida y laureada traductora de muchos escritores alrededor del mundo y conocida por ser un gran puente entre ellos autores de lengua extrajera y el mundo del habla hispana. Directora del foro literario y revista Read Carpet. La Alianza AHCASA Marroco-México y el mundo le otorgó doctorado ad honorem en Humanismo Trascendental (2021). Tiene experiencia en radio y actuación (teatro y cine). Ha participado en numerosos festivales de poesía, recitales, foros, conferencias y encuentros culturales. Ha recibido numerosos premios internacionales por su labor como traductora y promotora desde Filipinas, India, Marroco, Siria, entre otros. Sus poemas han sido publicados en diversas antologías, revistas, periódicos y sitios web nacionales e internacionales (Filogicus, Libresta, María Mulata, Bharatha Vision, Alaraby Aljadid, Azahar, Atunis Poetry, El Heraldo, Muelle Caribe, Crisol, Uttor Kota, Sol y Luna, Protikotha, Sindh Courier, entre otros). Y traducidos al canarés, árabe, francés, bengalí, uzbeko, italiano e inglés. Es traductora y columnista en las revistas Vive Afro (Colombia), Cronopio (Colombia), Ablucionistas (México), Palabrerías (México), Poesía UC (Venezuela), Poéticas Marcianas (México), Atunys Poetry (Bélgica), Kametsá (Perú, Lima), Akjö Ki (Costa Rica), Cardenal (México), entre otras.
Semblanza y fotografía proporcionadas por María del Castillo Sucerquia..
George Wallace (22 de marzo de 1949, Hempstead, Nueva York, Estados Unidos) es un poeta y promotor de poesía. Obtuvo residencia en Walt Whitman Birthplace y fue el primer poeta laureado del condado de Suffolk. Es autor de 36 libros de narrativa y poesía, publicados en Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Macedonia e India. Es una figura prominente en la escena de la actuación de poesía de Nueva York. Durante mucho tiempo viajó internacionalmente para actuar, dirigir talleres de escritura y dar conferencias sobre temas literarios. Enseña escritura en Pace University (NYC) y en Westchester Community College. Ha realizado residencias de investigación en el Centro de Estudios Helénicos de Harvard en Washington DC. Su trabajo se recopila en la Colección de Secciones Especiales, Instituto de Estudios LI de la Universidad de Hofstra. George es editor de Poetrybay.com, coeditor de Great Weather for Media y editor de Long Island Quarterly y Walt’s Corner, una columna de poesía semanal en The Long Islander, un periódico comunitario fundado por Walt Whitman en 1838.
Semblanza proporcionada por María del Castillo Sucerquia.
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