
Este es mi lugar en el mundo
A la derecha del pecho un hombre muere de cáncer
(garganta),
prisión del humo
que escarba túneles
de los pulmones a la tráquea.
Este es mi lugar.
Del largo de mis venas son mis raíces.
Crecí bailando entre hospitales de lactantes
y hospitales de delirantes;
conozco el lenguaje de los que mueren
soñando no sentir hambre.
Este es mi lugar en el mundo;
destino escrito por el dedo de Dios
sobre un pergamino
tirado a la mitad del laberinto.
Del largo de mis venas son mis raíces,
callejones oscuros
para comerciar el sexo,
para podrirse devorado por lombrices.
Estas son mis raíces;
el llanto de un niño oculto de los ojos de las bestias,
aguacero que se lleva las estrellas,
flores que perecen en fino polvo bajo la nariz.
Del largo de mis venas son mis raíces,
avenidas infestadas de gritos,
papel de protesta en las bardas,
cuerpos blindados a las balas del poder
Estas son mis raíces.
Floreceré sin miedo en cualquier rama.
Alzheimer
Padre vomitó sangre toda la noche,
nadie supo explicar la causa de su enfermedad
o porqué veía bestias y liebres pastando a mitad de la sala,
ni el origen de su nueva manía de lanzar los pies al cielo
para cabalgar sobre caballos invisibles con alas de aire.
Conocíamos bien las señales de que padre moriría:
el color de arena de su cuerpo, su saliva densa cual fango
y la piel que aparentaba comerse todo lo que había debajo.
Sus muñecas crujían como ramas de árbol seco.
Entendí que su cuerpo no volvería a sostener mi cuerpo.
Los médicos dijeron que el cerebro de padre fue destruido por el Alzheimer.
Padre olvidó el nombre de todos los colores menos el azul,
olvidó el rostro y la edad de sus 13 hijos y que se había casado dos veces.
La mente de padre encalló en una tierra distinta
donde cabalgaba sobre caballos alados entre praderas de nube,
algo parecido al paraíso de un condenado a muerte.
Nadie puede verte
Nadie puede verte Marianela;
tus pasos son apenas la caída de una hoja en un lago,
un quejido extendido entre los pasillos de un psiquiátrico.
Nadie puede verte;
cuerpo desnudo que florece en un cuarto revestido de algodón y de blanco.
Nadie puede verte;
dibujas un lirio en tu sangre
para que lleguen a ti las aves intoxicadas con Prozac.
Nadie puede verte;
hoguera donde arde la vida que se aleja;
silencio diseccionado en la morgue de un hospital.
Nadie puede verte;
tu madre dejó de cantarte cuando tenías dos meses; tu madre se extinguió;
cadáver que se pudre en una navaja sin filo.
Nadie puede verte
hija de nadie,
tienes el olor de las flores que nacen en el panteón.
Nadie puede verte,
sombra paralizada en un pasillo blanco;
eres un número en el inventario
de los seres que van esperando la muerte.
Libélula
Hace tiempo que dejé de sentir que tengo un cuerpo,
el amor me olvidó y no supe cuándo.
El dolor fue como una lágrima amotinada tras de mi ojo;
estoy ciega del ojo que mira a la vida.
Ayer fui una mariposa suicida,
vagando por caminos donde no florece nadie.
La ciudad entera es una tumba
y todos estamos aquí para llorarnos.
Seré una danza que se olvida en un prostíbulo
donde los monstruos juegan a ser humanos,
y la gente pensará:
esa no es una mujer,
es una libélula sin brazos.
Al cielo le gusta arder
Al cielo le gusta arder
sobre los hombros de Dios.
Aves de fuego caen sobre los hombros de los niños
que no se hincan a rezar antes de comer
pues no han comido.
¿De qué tamaño es el hambre del niño que ha sido abortado?
Se necesitan treinta y siete cuerpos como cimientos
para elevar una capilla
y dar un sermón sobre la muerte.
Hay tantos huesos sobre esta tierra
que Dios complacido tendrá una catedral
hecha con tabiques de costillas y dientes de leche.
Exilio
Preparo el exilio de mis propias huellas;
ser de nada y del mundo,
/una sombra/
Sobre la ventana de un rascacielos
una mujer contempla su muerte;
si yo fuera Dios, la empujaría,
para ver cómo se arranca las alas con los dientes.
Santo Domingo
Recuerdo Santo Domingo
con sus aguas filosísimas;
espuma que revienta en la orilla del mar
como un barco encallado por naufragio.
No hay horizonte suficiente para albergar la bastedad azul
donde las nubes surcan el cielo
en su delirio herido de ser pájaros.
Siento una pena ahogada por todas las manos tibias
que jamás conocerán el enjambre
de agujas acuosas desgarrando su dermis.
[Tan poco conocemos el precio de la belleza:
no hay felicidad que no cueste cierto grado de olvido.]
Si pudiera elegir una tumba, sería esta
un lugar frente al vaho previsorio de la derrota,
microespacio anclado al fondo de tu pupila
Vivir es renunciar al vuelo seguro
por la búsqueda de la palabra sepultada
bajo lápidas de arena.

Estefania Licea
Doctorante en Ciencias Sociales. Autora de los Libros: La tumba de las magnolias, (poesía), Ganador del Certamen Literario “Toluca llena de vida 2023”, El amor es un plato que se sirve crudo (psicología) Rosa María Porrúa Ediciones, (2015) y Este es el manicomio de Dios, Marianela (poesía), Ed. uno4cinco, (2020); segunda edición The Booke 2023. Ganadora de los premios “Diaguita de Oro” en Literatura, Chilecito, la Rioja, Argentina (2018), “Mujer destacada en la Cultura” la Plata, Argentina (2019), “La Huella que dejó tu violencia” Poesía Feminista, el Tabo Chile (2020).
Semblanza y fotografía proporcionadas por Estefania Licea
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