Poesía de Berman Bans

FLASH BACK

 

 

 

Cómo se agita tu silueta, esa sombra pendenciera,

 

ocultando el rostro en la barnizada cómoda del cuarto.

 

Otra vez estoy en mi adolescencia, en la tierra extraña

 

de los nombres calcinantes, de los destellos verbales,

 

de los rostros arrasados. Y temo, no tu cuerpo transitorio

 

desnudo y de perfil apenas insinuando su pelambre,

 

sino tu sombra recelosa oculta en el barniz

 

asumiendo anonimatos sin duda amenazantes.

 

Aquí tengo todo lo que necesito para volverme loco:

 

la cédula de intruso para atravesar, sin apegos,

 

la hostilidad de las ciudades;

 

el gesto del excomulgado ante las banderas cadavéricas;

 

las volutas saliendo de la pipa

 

imitando una serpiente de humo incesante;

 

la visión de tu cuerpo revistiéndose a dos manos

 

en el cálido desgano de la tarde, y tu sombra

 

                                                            [atrapada en el barniz

 

mirándome sin rostro

 

esperando a que salgamos, huérfanos iracundos,

 

para lanzarse sobre mí y perseguirme por pasillos

 

                                                                      [desastrosos

 

de una memoria que se hunde, ciudad en escombros

 

sepultada bajo el sopor de otras postreras ciudades,

 

hacia el sediento país del no retorno

 

en que se fueron convirtiendo tus abrazos.

 

 

 

 

 

BAJO LA TIERRA SIN NOMBRE RITUAL

 

 

 

Después que el silencio cultivó sus higos

 

debajo de las olas de mi lengua,

 

espuma y sal en el ritmo de sus rabias,

 

y el drama familiar, sin pena ni gloria, pereció

 

                                                              [en blanco y negro

 

como esos viejos films que nadie entiende:

 

olvidadas sombras para cazar fantasmas.

 

 

 

Después que el silencio, caverna sin bisontes,

 

cultivó en mis ojos sus viñedos

 

y paraliturgias incendiarias;

 

inmerso en ese túnel a petición de un viejo roble,

 

la boca reseca absolutamente despatriada,

 

mis ojos filmaron las pesadillas de los ciegos:

 

el tiempo era una tumba pintada en cada cara.

 

Después que el silencio prendió en llamas

 

el lomo gris de templos cuneiformes

 

y la blancura tersa de un abdomen volvió a ser

 

el centro del mundo para un par de labios

 

y una lengua

 

en ese asombro de nombrar, con rústicas

 

                                                             [cuerdas divorciadas

 

de los tímpanos,

 

la avidez de tu cuerpo marcado por finas cicatrices,

 

he vuelto a nacer, rostro muerto sobre tu rostro vivo,

 

para decir tu nombre: abadapalabra.

 

El desierto es tu manera de arrodillar al hombre.

 

Ahora purifica con tu fuego

 

la avidez de mi lengua sedienta de tu vino.

 

 

 

 

 

BAILE PARA INVOCAR LA LLUVIA

 

 

 

Danzando sin motivos en el charco de estériles nostalgias

 

empecé a afeminarme

 

como diría mi padre y el padre de su padre

 

hasta el asombro de los espejos en ruinas

 

donde se esculpen nítidas escenas del niño duro de matar

 

atento a la sintaxis de los insultos

 

o a la inútil pesantez de los nudillos.

 

Así descubrí, alejándose en los ojos de ese niño,

 

al hombre de los viernes asido a su sombra,

 

renuente a viles paraísos,

 

transitando desnudo, y sin adioses, por el ocre

 

                                                                [yermo de los días

 

hacia lentas noches de silencios insectívoros.

 



 

EREMUS

 

 

 

Si este poema fuera mi celda de penitencia

 

donde el ayuno pronunciase más destructoras las palabras,

 

eremitorio picapedrero o dolmen del mismo insomnio

 

que celebra liturgias de fuego

 

en las planicies blanquecinas de los ojos,

 

los ojos del amor a la hora del destiempo y del no-yo

 

que a veces culmina en la hoguera del nosotros,

 

se colmaría de silencio cada letra

 

para entretejer tu nombre

 

indescifrable con el aliento de la tierra calcinada.

 

 

 

Si este bloque fuera mi búnker ante el asalto

 

de tentaciones sostenidas a pan y agua y hierbas amargas,

 

murales donde pasean desnudos los Padres del desierto

 

como espectros azotados por la arena del pasado:

 

ancianos rememorando a jóvenes descalzas

 

que alegremente trituran uvas

 

en medio del otoño revestido de castaño.

 

 

 

Si fueran mi búnker, estos bloques mal armados,

 

otras cabelleras me cantarían sus canciones espontáneas

 

en bosques indomables congregados por la

 

                                                    [recurrencia de los sueños

 

durante noches redundantes en que las madres

 

celebran el solsticio de verano.

 

 

 

Si estos ladrillos carcomidos por la lluvia,

 

si estas piedras escupidas por el viento

 

fueran la celda con mi desnudez a cuestas,

 

y se pudiera ver la llama que consume

 

las áridas quemaduras de mi lengua

 

otros pájaros nos cantarían de memoria

 

como una blasfemia erguida contra el cementerio.

 

 

 

Y no estarías al borde de las sombras

 

esperando estertores proferidos en tu nombre

 

ni serías visible en esa niebla que pone tristes a los niños

 

y es el perro sin pupilas que anuncia tu llegada

 

con la humedad de los difuntos perdidos en los mares

 

y que escribe tu nombre impronunciable en

 

                                                              [todas las ventanas

 

en un idioma solo conocido por el viento.

 

 

 

Pero ahora la celda es una curvatura que simula

 

                                                            [el vientre de la tierra,

 

donde el polvo de los huesos ensaya su temida contradanza:

 

el regreso al aliento súbito de las refrigeradoras

 

antes de ver, por última vez, el patio de los orígenes:

 

predios donde un niño era el mago de las sílabas ardientes,

 

donde las cabras del abuelo eran nuestras bicicletas oxidadas

 

y las palabras eran piedras ígneas para escribir

 

                                                                    [el signo de piscis

 

en la piel analfabeta de árboles sin hojas.

 

Ahora la celda despide un olor a tierra fresca.

 

Ningún temblor quedará después de las palabras.

 

Ningún rumor quedará después de las raíces.

 



 

PROFESIÓN DE FE

 

 

 

Que el fuego te renombre,

 

llamarada perenne en el pozo, con la fiebre

 

en los huesos y el ardor en los labios,

 

brasero del lenguaje

 

prendido surtidor para el leño del oprobio.

 

Eras el rostro blanco en las negras pesadillas

 

                                                                     [de mi infancia;

 

la voz con mi nombre entre las sombras,

 

el caballo desbocado con las crines como llamaradas

 

o la columna de humo en los espejismos de Sonora

 

que mis ojos vieron

 

desde el abrazo de las zarzas.

 

¿Quién dijo que Heráclito el Oscuro

 

ardería en negra antorcha?

 

¿Quién dijo que la noche era la maldecida fragua?

 

Oscura llamarada al fondo de las cosas,

 

Nadie te pronuncia al borde del abismo,

 

Carmelo del orgasmo, cosmos en llamas,

 

furia ígnea del orgasmo mismo. Aquí todo

 

                                                             [comienza de nuevo

 

en la llamarada abrasadora del principio

 

y en la ceguera del fuego en boca del sumerio

 

contra el viento de tu nombre ardiendo sin testigos.

 

 

 

 

 

QUIÉN

 

 

 

¿Quién será el que anda

 

viviendo de nuevo mis veinte años?

 

Las ciento diez libras de pura

 

                                                ira

 

por las calles revoltosas de Managua,

 

sin empleo, 

 

                   sin dinero, 

 

                                     sin testigos,

 

con el signo de las noches

 

en la mirada ofrecida a las cenizas del bestiario.

 

Andará durmiendo el día en bancas públicas

 

o en retorcidos catres

 

con las botas rotas de patear piedras

 

y la lengua virgen inmersa en temibles sopas tan insípidas,

 

lengua con veloces papilas para el fósforo,

 

quemadura experta

 

en argot de ladrones y en insultos

 

pendencieros del barroco. Este famélico hijo de la gran

 

furia

 

cómo le hará para tirar la piedra sin esconder la mano,

 

permanecer en los veinte con el mismo fuego

 

oscurecido del pernicioso Heráclito, incólume en las ganas

 

de incendiar el templo

 

del lenguaje que le dieron

 

para incinerarse cada noche

 

sombra a sombra.

 



 

BORDERLINE

 

 

 

Quién aprendiera el barroco

 

en las obesas de Rubens

 

o en el tenebrismo violento de Caravaggio,

 

y no en las columnas torcidas,

 

torpes sierpes de cemento,

 

sosteniendo templos abandonados

 

en plazas yermas

 

de polvorientos pueblos

 

donde la vida empieza en lágrimas

 

y caca

 

al borde de puentes tenebrosos

 

adornados con la carne desnuda

 

de cadáveres mutilados.

 

 

 

Pirús, surtidores de espinas,

 

¿A qué reina coronan en los espacios pelados?

 

Del desierto en pedregales oscuros,

 

de sus nombres para siempre olvidados,

 

transpirando el olor de la muerte,

 

inmigrantes cercados por pájaros.

 



 

POMPAS FÚNEBRES

 

(Confutatis)

 

 

 

Los profetas no volverán.

 

Así salgan sus cuerpos en las noticias 

 

sepultadas sus voces por tanto elogio. 

 

Poesía el arte de lo imposible

 

hecho finalmente posible

 

en boca de los más locos. 

 

No has de pasar la censura

 

ni con premios atiza fuegos

 

ni escribiendo en paredes públicas

 

como dijo el poeta nórdico:

 

Política el arte de lo posible

 

hecho finalmente imposible

 

en los discursos sutiles del odio.

 

 

 

La censura que el camarada practicó

 

como un comisario de pueblo sórdido.

 

La lumbre encendida antes 

 

ahora vuelta contra su rostro.

 

 

 

La turba asaltando el canto de los fieles. 

 

El templo profanado a la hora del ofertorio.

 

Las patadas, 

 

                      los improperios,

 

                                                  los tubazos

 

contra la gente

 

frente al atrio pétreo 

 

y el terror en las caras del coro.

 

La misma catedral persignada 

 

a punta de insultos y consignas y plomo.   

 

 

 

Los profetas no volverán. 

 

Confutatis 

 

                 maledictis

 

“Todo el país en manos de una loca”

 

                                                   ( EC dixit)

 

flammis

 

               acribus 

 

                             addictis. 

 

 

 

El verbo rebelde contra el Estado.

 

La palabra alzada contra las tinieblas. 

 

“No me jodan, esos no son ni socialistas ni cristianos”

 

dijo el Hijo del Hombre

 

                                      camino del Calvario.

 

Otra víctima del régimen disfrazado de República. 

 

Los profetas no volverán.

 

Pero el verbo encarnado se alzará siempre

 

contra la dictadura de la Salvación Pública.

 

                                           La pareja temible 

 

  y su horda de muertos aburridos.

 

¿Sentenciados a las llamas? 

 

 

 

Voca me cum benedictis!

 

 

 

¿Quién creyó en nuestra noticia?

 

¿Quién se ocupó de su generación? 

 

¿Quién fue insultado dentro de su féretro,

 

el oficio de difuntos asaltado a gritos?

 

¿Quién llamó a los dictadores 

 

criaturas de polvo,seres de heno?

 

 

 

El vidente necio.Su ataúd no viajó  

 

por calles y veredas y carreteras

 

a la vista de los hombres

 

bajo las nubes negras que ensombrecen el país.

 

 

 

La tierra que sigue siendo pasto de la noche

 

no alzó su voz para despedir al camarada

 

con honras fúnebres

 

                         y cantos de muchachas 

 

                                                             y redobles de tambor.

 

“Como si de los funerales de un héroe se tratara”

 

Las plazas solas,

 

                            las ventanas cerradas.

 

El viento solo llevando su clamor. 

 

Las hordas de cacería 

 

detrás de su mortaja. 

 

Los noticieros asombrados a la hora del horror.

 

“El ermitaño recogido en sí mismo, huyendo del poblado,

 

Sings by himself a song”.

 

                                      said Walt Withman.

 

Arrancado de la tierra de los vivos

 

maldecido por las turbas de su pueblo

 

odiado por Herodías desde su mansión,

 

pusieron su tumba en el silencio

 

su sepultura anónima al este del Edén

 

                                       tomado el cáliz del vértigo

 

en la noche de los crímenes 

 

                                               por las calles del Terror.

 

Confutatis 

 

                   maledictis!

 

 

 

Los profetas NO.

 

 

 

¡Vidente! ¡Monje enamorado!

 

Mencióname entre los bendecidos

 

desde las cenizas ofrecidas a tu Dios.

 

 

 

 

 

EPITAFIO PARA LA POESÍA POLÍTICA

 

(Dies Irae)

 

 

 

No se hagan los suecos

 

tentados por la épica.

 

Ningún epigrama hará temblar a los políticos.

 

Los dictadores no leen poemas.

 

¡Qué los van a asustar con octasílabos!

 

Mejor conspiren contra el horror

 

en los rincones de las tabernas

 

y ofrenden a los muertos

 

las cenizas de sus himnos.

 

No esperen otras cosa

 

que encarnar el verbo

 

como las moscas verdes

 

                                         en el triste rostro de Cristo. 

 

No me invoquen ni echen de menos

 

cuando llegue el turno de los ofendidos.

 

Si conspiran las horas contra los sepelios

 

aquí los espero con mi rostro ígneo.

 

Si no me encuentran en el jardín pétreo

 

ni en las hediondas aboneras de los populismos

 

no me toquen trompetas en el cementerio

 

ni me llamen para escarnecer al enemigo.

 

No crean del todo en el sudario de mi silencio.

 

Como dijo el poeta en su poemínimo:

 

 

 

Sólo por joder

 

                        yo voy a resucitar

 

                                                     de entre los muertos

 

He dicho.

 

 

Berman Bans (Managua 1976). Fraile capuchino y escritor. Graduado en Filosofía y Humanidades por la Universidad Católica de Costa Rica. Ganador del Certamen de Publicación de Obras Literarias 2011 del Centro Nicaragüense de Escritores en la categoría de poesía con Bitácora de un naufragio (2011). Es, asimismo, autor del libro de cuentos La Fuga (2013) y del poemario Huésped de tu sombra (2017). Es ganador del Premio de Poesía Ernesto Cardenal In memoriam con el poemario Tiempo de Catacumbas (2020). Es director de la revista Álastor.




Semblanza y fotografía proporcionadas por Berman Bans.

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