Ensayo sobre Azarías H. Pallais

La sotana raída

 

A Noel Pallais, in memoriam.

 

 

El sacerdote y poeta nicaragüense Azarías H. Pallais pertenece al infrecuente linaje de quienes basan su comportamiento en la coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen. Con dieciséis años ingresó al Seminario Conciliar San Ramón, en León Santiago de los Caballeros, y de veintiuno fue desterrado con seminaristas, clérigos y el obispo Simeón Pereira y Castellón por la hostilidad que contra la iglesia católica desató el gobierno liberal del autócrata general José Santos Zelaya. En tales condiciones, entre 1907 y 1911 residió en Europa, obtuvo la licenciatura en Derecho Canónico, fue ordenado sacerdote por el arzobispo parisino León Amette, estudió en la Universidad de Lovaina, aprendió latín, griego y hebreo, y culminó su Doctorado en Teología en el prestigioso Seminario Romano. 

 

Tales precedentes aquilatan la esencia de una persona singular, que en palabras del obispo Silvio Báez, vivió intuiciones que la Iglesia asumiría después del Concilio Vaticano II. En efecto, cuarenta años antes, el padre Pallais, como verdadero cristiano, encarnó y aplicó a su vida las enseñanzas del Evangelio. Para él, la solidaridad con los pobres era la base fundamental de la autenticidad cristiana, primero en su vida y luego en su pensamiento y predicación. Y si las radicales transformaciones de la década de 1960 conmocionaron a la Iglesia, es fácil imaginar las resistencias y traumas que, en la fosilizada jerarquía católica de Nicaragua, causó el actuar de quien, consecuente con el evangelista, dejó todo y siguió las enseñanzas de Jesucristo.

 

Sus enfoques pastorales e intelectuales le crearon contradicciones y sanciones con la jerarquía católica desde su regreso a Nicaragua en 1911. En Semana Santa de ese año, monseñor Pereira y Castellón lo suspendió a divinis por una homilía predicada en un templo de Nueva Segovia. En la práctica de su apostolado, cuando para la Iglesia no era prioridad acercarse a los jóvenes, él potenció la pastoral juvenil. Con tal propósito creó El ágape de Tarsicio, grupo juvenil integrado por sus alumnos del Instituto Nacional de Occidente (INO) quienes, mediante obras sociales y culturales, evangelizaban en comunidades.

 

Congruente con sus ideas, el padre Pallais enfrentó con lucidez, humor e ironía las bufonadas del poder y advirtió a obispos proclives a coquetear con los poderosos, del inevitable peligro de falsificar su misión eclesiástica. Desde esa óptica, era lógico que se identificara con los marginados y explotados, rechazara la ocupación extranjera y discrepara con la perversa conducta de los caudillos de su época.

 

En 1940, después de criticar al dictador Somoza García, monseñor Agustín Tijerino y Loáisiga lo envió a la parroquia Santo Tomás de Corinto, equivalente a ser condenado al ostracismo, pues la mayoría del pueblo de aquella zona era analfabeta. Ahí también se amistó con los condenados de la tierra, época evocada así por el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal: ―Los que no tenían donde dormir en Corinto dormían en su humilde casa cural: generalmente prostitutas, borrachos, vagos, limpiabotas… él dejaba su catre y dormía sobre el escritorio. Si a la mañana siguiente le habían robado algo, no le importaba. Además, las puertas de su casa no tenían cerradura… Su relación con los indigentes causó escándalo y desprecio entre jerarcas de la iglesia propensos a los oropeles de la aristocracia. Él no les dio la menor importancia.  

 

Fue uno de los clérigos más cultos de su época. En 1916 dio su célebre discurso en las exequias de Rubén Darío, a quien conoció cuando llegó a morir a Nicaragua; en 1927, ingresó a la Academia Nicaragüense de la Lengua; entre 1926 y 1930 dirigió el INO, siendo destituido por la inquina del poder y acusado de contrabandista y ladrón de vitrolas. Entre 1930 y 1936 fue docente en el Seminario San Ramón; en 1933 dio un recital en San Pedro Sula y tres conferencias en la Universidad Nacional de San Salvador, donde recibió el doctorado Honoris Causa. Fue amigo y mentor de los poetas del Movimiento de Vanguardia Pablo Antonio Cuadra, José Coronel Urtecho y Joaquín Pasos. Publicó A la sombra del agua (1917), Espumas y Estrellas (1919), Caminos (1921) y Epístola católica a Rafael Arévalo Martínez (1947). Caminos lo consagró como uno de los tres grandes de la generación postmodernista, junto a Salomón de la Selva y Alfonso Cortés.

 

Pese a su bondad y sabiduría, fue escarnecido con saña. En 1953, la Universidad Nacional de Nicaragua le ofreció el doctorado Honoris Causa, pero a última hora se lo dieron al embajador norteamericano. En desagravio, sus amigos, incluido el poeta jesuita Ángel Martínez Baigorri, lo homenajearon en León. En 1954, su sobrina Salvadora Debayle ―esposa de Somoza―, le ofreció pasajes a Europa para conmemorar el centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María. El dictador lo impidió y se burló. Al volver a Corinto enfermó de apendicitis, se complicó la cirugía y murió de un infarto en León, el 7 de septiembre de 1954. Nunca fue ascendido a obispo ni la Iglesia nicaragüense ha reconocido sus aportes pastorales.

 

Lo imagino enjuto, cansado de años, sombrero de palma, zapatos gastados y sotana raída, camino a la Eternidad, y recuerdo los versos de su Entierro de pobre: Ya sabes, amigo, no quiero que vengan los otros conmigo. Los otros, aquellos del otro camino, los que me dijeron: es agua tu vino. Los que sacudieron mi rama florida para tejer burlas, en charla subida… diles que no es cierto, que quién les ha contado que me hubiese muerto, que estoy bueno y sano y así no dirán sus majaderías de parrampamplán: Noble, generoso, digno, caballero, ciudadano probo, patriota sincero, de firme carácter, hombre superior... y otros disparates del mismo color…  

 

 

 

Costa Rica, enero 14, 2023.

 

Mario Urtecho. (Diriamba, Nicaragua, 1954). Autor de Voces en la Distancia, ¡Los de Diriamba!, Clarividencias, Los nicaraguas en la conquista del Perú, Mala Casta, La mujer del padre Prado y otros cuentos, y 200 años en veremos.

Editó la Revista Literaria El Hilo Azul y ha revisado obras de prestigiados novelistas, cuentistas, poetas, historiadores y ensayistas, incluida la antología Pájaros encendidos de Claribel Alegría y la poesía completa de Leonel Rugama y Ernesto Cardenal.

Cuentos, ensayos y artículos suyos fueron publicados en diarios nicaragüenses, Revista y Antología de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Revista Cultural Centroamericana Carátula, Memoria del Encuentro Internacional Rubén Darío en el centenario de su muerte, Editorial Alfaguara, Editorial Nuevo Ser (Argentina) y L´Ordinaire Latino-américain (Toulouse, Francia).

Semblanza y fotografía proporcionadas por Mario Urtecho

 

Azarías H. Pallais (León, 3 de noviembre de 1884 – Corinto, 6 de septiembre de 1954), fue un poeta, sacerdote y humanista nicaragüense, perteneciente al grupo del Vanguardiusmo. Licenciado en Derecho Canónico y ordenado sacerdote en París en 1908, continuó con sus estudios universitarios en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. En 1911 regresó a Nicaragua, y entre 1911 y 1926 se dedicó a la docencia en el Instituto Nacional de Occidente, donde dio clases de latín, griego, francés, literatura, gramática castellana, filosofía, historia, moral y religión. En 1916, en el funeral por Rubén Darío, al que llegó a conocer, fue el encargado de pronunciar uno de los discursos que sería de los más recordados. Gran conocedor del griego, inició la traducción de La Iliada que llegó a concluir y que, a su muerte, se extravió. SUS OBRAS: A la sombra del agua (León, 1917), Espumas y Estrellas (León, 1919), Caminos (León, 1921), El libro de las palabras evangelizadas (León, 1923), Bello tono menor (León, 1928), Epístola católica a Rafael Arévalo Martínez (Lima, 1946), Piraterías (Managua, 1951), Glosas (Managua, 1971).

 

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Comentarios: 2
  • #1

    Fidel Torres Guevara (martes, 11 abril 2023 13:45)

    Nunca supe de Zacarías, a pesar de mi cercanía con Noel Pallais, portador genético del talento, arte y humanidad que le legó su tío abuelo.
    Zacarías y Noel, vidas dignas y memorables, deliberadamente sepultadas por quienes narran una historia que justifica su poder. Sin embargo, siempre hay "arqueólogos" de tesoros de la integridad humana, que nos permite conocer riquezas que se quisieron esconder.
    Muchas Gracias Mario

  • #2

    Francisco Corrales Gómez (viernes, 14 abril 2023 19:53)

    Felicidades Mario. Excelente.
    Saludos a Fidel Torres.