Ensayo de Fer de la Cruz. Ballena 52

 

Introducción

 

Desde el título, el poemario Ballena 52 (2018), del mexicano Jorge Contreras[1], remite a la migración, por su referencia explícita a la famosa 52-hertz whale o “ballena que canta a 52 hercios” (Fischer, 2021). Esta frecuencia es más aguda que la del canto de cualquier especie conocida de ballena, por lo que ninguna otra es capaz de escucharla. Se ha mapeado su ruta migratoria, cuyo rango también difiere del de otras en el Pacífico norte. Solo existen reportes sonoros de la Ballena 52, mas no de ningún avistamiento. Aún se ignora si pertenece a una especie conocida y sufre de alguna anomalía, o si se trata de un único ejemplar conocido de una especie nueva para la ciencia. También se le llama la “ballena más solitaria del mundo” (Fischer).

Jorge Contreras se hizo poeta en el exilio y a partir del exilio. En la adolescencia, tras haber recibido amenazas de muerte en su natal Tizayuca, Hidalgo, México, su familia lo mandó a Chiapas y a Oaxaca en el sur del país, y, luego de unos meses, recaló en casa de su hermano en Ciudad de México, donde vivió tres años. Fue allí donde se integró a un taller literario e inició su formación escritural. Su obra poética aborda diferentes formas del exilio a lo largo de alrededor de diez títulos publicados. En Ballena 52, entre otros temas que veremos, sobresale el del amor incondicional concebido desde dos lecturas complementarias: La primera, como el hogar al que se retorna desde diversas formas de soledad y extravío, para alcanzar la trascendencia. La segunda, como fuente de poesía asociada al canto de la ballena solitaria, que en el exilio explora en su interior y encuentra otros cantos empáticos.

 

 

El otro ante la página a partir de Levinas

 

Estos motifs —el exilio, la empatía…— colocan a la poesía de Jorge Contreras en sintonía con el pensamiento de Emmanuel Levinas, para quien la condición de exilio es lo que orienta la subjetividad hacia valores trascendentales de amor universal y respeto (Doukhan, 120). Levinas llegó a tal conclusión tras reflexionar que, en el libro del Éxodo, los hijos de Leví recibieron el exilio como don divino. Lo que en el Génesis fue impuesto como maldición, en el Éxodo conlleva una bendición en la forma de la vocación a levantarse como testigos del Señor en otras tierras, en conexión con un orden más elevado. Para Levinas, a partir de ese momento, tras verse arrancado de su tierra, el pueblo de Leví comprende que no es en tierra alguna sino en la conexión humana que se encuentra el terruño verdadero (120). De ahí, Levinas elabora su sistema filosófico abarcador, con base en el deseo de un acercamiento genuino hacia el otro, de fusionarse con él en un total respeto de su alteridad.

Para Levinas, la verdad se le manifiesta solamente al yo individual que no se siente en casa dentro de la cosmovisión en la que se encuentra. En consecuencia, no puede haber discurso racional ni epistemológico sin un sentido de conexión entre el yo y el otro (122). En su planteamiento estético, Levinas describe al arte como lo que deshace los intentos de estabilidad, al concebir al artista, en el contexto moderno, como representación de la voz de la condición humana vulnerable (123). Los principios que enlazan a toda la gente en una gran comunidad humana se extienden también al planteamiento ético de Levinas (120). En este, la orientación hacia la Bondad es hacia el otro, cuyo rostro es el sentido que orienta la búsqueda de la verdad y permite los juicios morales: Para Levinas, el rostro del otro es el criterio absoluto de la verdad (76). Su planteamiento ontológico implica el reconocimiento de una forma específica de lo absoluto que oriente toda verdad como necesidad en la lucha contra la tiranía (75).

Finalmente, esto conduce al planteamiento ontológico de Levinas, que implica el reconocimiento de una forma específica de lo absoluto que oriente toda verdad como necesidad en la lucha contra la tiranía (75). El sentido que plantea de lo absoluto orienta la búsqueda por la verdad, como para Platón, con la diferencia de que Levinas dirige esta noción, como se ha señalado, hacia el rostro del otro (76). Como vemos, el exilio, para Levinas, tiene la función levítica de recordarnos que somos espíritu además de materia, y que en la fragilidad se encuentra la riqueza espiritual de una humanidad definida por su capacidad de oír la voz y el ruego de otro en necesidad, de igual a igual (124).

En el poema insignia del libro Ballena 52 —el que le da título—, la voz lírica llega a comparar al narratario lírico con el monstruo del laberinto del mito clásico reafirmándose en su soledad. Veremos que dicho narratario puede leerse como su propio yo del pasado que encuentra al minotauro y termina encontrándose también a sí mismo en el otro que es el laberinto (“el laberinto es el otro”, 35). Es en el extravío que encuentra la otredad y, con ella, la redención. El poema resulta el relato mismo convertido en el canto de la ballena, escuchado por esa otredad atenta y solidaria, de modo que, en el punto culminante, la ballena descubre que en realidad no está sola, que su canto sí es escuchado y que quien lo escucha le canta a ella también: “Te comunicas con esa ballena / no está sola” (39).

 

 

El canto hacia sí mismo

 

Este poema se maneja en varios planos interpretativos, uno de los cuales implica la lectura metapoética sustentada en numerosas referencias a la escritura (poema, “rumiar las palabras”, esgrafiar paredes, “papel con versos”, el cuaderno y la hoja en blanco, en las líneas 1-9). El narrador lírico describe el recorrido del yo que emprende el camino tortuoso de la escritura del poema, se adentra en un laberinto en el que la voz lírica parece liberarse del control del autor en el devenir formal de la escritura: (“te soltaste del hilo rojo [d]el creador”, 34). Esta línea igual puede representar el desorden de los pensamientos del autor en la escritura del borrador inicial. O quizá, entre los niveles de significación, este sea el punto que da inicio al extravío en la caverna. Leído de este modo, el poeta empieza buscando su voz, emite su poema como canto de ballena solitaria y se encuentra a sí mismo en su yo del pasado que lee el poema y escucha su canto. El poema resulta el relato mismo que se convierte en el canto de la ballena solitaria, el cual es escuchado por el lector que lo lee/escucha atento y solidario.

Páginas adelante, el libro incluye un poema breve titulado Poética, que le hace eco a esta interpretación, pues describe autorreferencialmente el desafío de la escritura de un poema evitando los lugares comunes para expresar lo inefable. Aquí, el poeta especula sobre la idea de borrar las líneas escritas hasta alcanzar un silencio elocuente para que “alguien pueda leer todo lo que no escribiste / con solo ver la hoja en blanco / y te comprenda” (56). Al igual que el poema Ballena 52, puede leerse como una llamada de auxilio en busca de la empatía del otro (de quien lea el poema). Aunque Poética resulta efectivo en su brevedad —es un arte poética lograda—, el poema Ballena 52 profundiza más en el tema de la búsqueda de empatía de quien lee, y además materializa dicha empatía al incluir a un lector e incluso a una lectora, siendo representados en la persona de un narratario lírico en segunda persona y uno más, femenino, en tercera, como se verá.

La función posible de la poesía como medio de comunicación solidaria y empática se explicita en las referencias no solo a la ballena solitaria sino también a la capacidad de comunicación de los árboles: “Existe un árbol  / que envía [mensajes siderales] a todos los árboles / por sus raíces que son venas de luz” (35), así como a otras formas de comunicación no verbal: “agita las feromonas del reino mineral” (36). La referencia a la meditación también es explícita en el símbolo devanagari del Ōṁ que aparece dos veces. Ya en este tono, se describe un tránsito del caos a la armonía, de la soledad a la solidaridad, de la oscuridad a la iluminación e incluso —como se verá— de la consideración del suicidio al deseo de vivir. También se verá que el poema permite otra lectura simultánea y complementaria, como un asomo al plano de lo absoluto —lo poético desde lo inefable— percibido como elemento orientador en la conexión con el otro, a la manera de la ética de Levinas.

 

 

Lo que hay en el abismo

 

Entre las líneas iniciales del poema Ballena 52, una alusión directa a la consideración del suicidio resulta intrigante: “cuando guarda silencio la mirada / ves dándote un tiro en la cabeza” (34). La mirada silenciosa parece prefigurar la soledad. En El hombre y lo divino (1955), María Zambrano nos recuerda que, para Heidegger, la existencia es proyecto de ser, mientras para Sartre, la soledad total es la nada[2]. Prosigue definiendo al otro como el que impediría la completa soledad del ser humano, si esto fuera posible, o el otro en plural que, para Sartre, constituye el infierno[3]. A lo largo del poema en cuestión, la soledad parece ser concebida inicialmente como la nada en el angustiante sentido que vemos en los planteamientos existencialistas mencionados, pero líneas arriba la voz lírica transita hacia una significación más gozosa de la soledad, a partir de la meditación como forma de dirigir la mirada amorosamente hacia el interior de uno mismo y, en consecuencia, hacia lo trascendental y hacia el otro.

A los citados planteamientos sobre la nada enmarcados por el Existencialismo, Zambrano agrega que lo contrario de la nada no es algo sino alguien, el otro que se encuentra en el extremo opuesto del páramo constituido por la ausencia de alguien, y que ese páramo o desierto es la nada, un hueco o abismo (216). También emplea la metáfora de un abismo al plantear lo que se oculta en la palabra Dios: el abismo que queda en el hombre que lo niega. Plantea que, al negar el hombre a Dios, queda “abismado” al separarse abismalmente la relación entre ambos[4] (164). La metáfora del abismo puede aportar una lectura alternativa a la idea del laberinto en el poema Ballena 52. El laberinto puede equipararse con una caverna donde habitan monstruos. Primero, el —o narratario— lírico se encuentra atrapado en la oscuridad —como en la noche—, pues los monstruos le obstruyen el paso hacia la luz o el acceso al amanecer: “te impiden descubrir la alborada” (34). El monstruo representa el extravío en el entorno caótico citado: “minotauro es andar de un lado a otro / sin encontrase” (35).

Zambrano también habla de la capacidad del amor para desplazar el centro de gravedad del hombre, en un movimiento en el que dicho centro se traslada hacia el ser amado, quedando fuera de sí incluso cuando la pasión amatoria desaparece[5]. Para ilustrar este movimiento, cita a Teresa de Ávila en el verso «Vivo ya fuera de mí», más bien como ejemplo de una disposición en el ser humano para emprender un vuelo hacia fuera de sí mismo, hacia una vida verdadera, y se refiere al amor como “agente de lo divino en el hombre” (320).

El libro Ballena 52 abre con el poema Una idea en el comienzo, cuya voz lírica se autodefine en el pasado, a partir de heridas sufridas o del aislamiento memorado: “Fui un grano de arena en el desierto” (13). Más tarde, se refiere al autodesplazamiento en un sentido de búsqueda interior: “descálzate, deja el cuerpo como una sandalia / y comienza a caminar a flor de eternidad” (19). El personaje lírico redefine también su entorno, en el que descubre que la ausencia es ilusoria: “La ausencia / es el lugar / que todos ven vacío / menos yo” (28). El movimiento puede leerse tanto en el sentido aristotélico —de la potencia al acto— como en el exílico. De cualquier forma, el desplazamiento prefigura el encuentro con uno mismo y con el otro. Esto nos abre la posibilidad de otra lectura a la aparente soledad de la ballena que, al cantarse a sí misma (a su yo del pasado) sana viejas heridas y se cura de dicha soledad: “ahora el pasado que te canto es perfecto. / Te comunicas con esa ballena / no está sola. / No lo habías notado antes” (39).

 

 

La vuelta del exilio en la huella de Marina

 

La dedicatoria del poema Ballena 52 a la novelista y catedrática española Marina Perezagua[6] también arroja luz sobre el poema: “Marina es una rama de dicho árbol” (36). Es quien recibe el canto emitido de la ballena y los mensajes siderales que ese árbol de que forma parte les comunica a otros árboles a través de sus raíces: Marina también “escribe historias como los árboles” (36). Es una tercera persona en femenino quizá identificada como la mujer del pasado que holló el barro que se volvió piedra, eternizando su huella, en cuyo cuenco “[a]ños ahora / alguien se detiene” (37).

El poema describe un lenguaje como “código incomprensible a la inteligencia” (36), “como el rumor del árbol muerto / o el fuego vivo en la ceniza fría” (37), que no se escucha con los oídos y cuya “visión no está en los ojos” (37). Cabe asociar este lenguaje simultáneamente como la conexión espiritual con el yo meditativo y como el concepto de lo poético basado en lo trascendental, lo sublime o lo inefable, que busca una conexión emotiva con el otro, incluso a través del tiempo, a lo largo de vidas pasadas. Esta comunicación metatemporal cobra sentido en la metáfora de la huella solidificada que es encontrada años después, y con la mención del interlocutor lírico que ha “muerto inúmeras veces” (34). La idea de lo poético como lo inefable, trascendental y propenso a ser inspirado se apoya incluso en el paratexto de la dedicatoria: “Para Marina Perezagua que me inspiró varias visiones”. Aunque en tercera persona, Marina parece ser también narrataria lírica del poema —o co-recipiendaria— probablemente identificada con el tú lírico, pues “[e]lla [también] lee este poema / y encuentra un canto / de cincuenta y dos hertzios” (38). La conexión del narrador lírico con Marina es representada en la presencia de dos tortugas que prodigan amor: “En algún lugar de la tierra dos tortugas / veteranas de amar caminan lento / igual a dos montañas cada paso es un volcán / cada beso es el estruendo de 52 hertzios” (38).

En una versión del poema Ballena 52 leída en YouTube, Contreras sustituye el nombre de Marina por el pronombre personal “ella”. Considero acertada la inclusión del nombre propio en el libro, ya que personaliza a la mujer al tiempo que contribuye al campo semántico marino prevalente en el poema (“Ballena 52”, 2021). En dicha lectura en voz alta, Contreras ejecuta cada aparición del símbolo devanagari como sendos cantos del Ōṁ prolongados durante varios segundos. Al leer las líneas entre uno y otro Ōṁ, su inhalación recrea el susurro del oleaje. Es en estas líneas que aparece la huella mencionada de la mujer —que aquí identificamos con Marina—, dentro de la meditación realizada “[e]n una cueva del Tíbet / [por] un monje / […] hace mil años” (37), y es al final de esas líneas que “[a]ños ahora / alguien se detiene en la huella pétrea / y mantra un canto” (37). En el poema, el encuentro del yo con el otro empático ocurre dentro de la meditación. Es el momento en el que parece cumplirse lo que el libro ya celebra en la línea final de un poema anterior titulado Paraíso recuperado: “Volver a ti es regresar del exilio” (25).

 

 

Una noche moteada de estrellas

 

          El poema Ballena 52 hace dos referencias explícitas a la leyenda hebrea de los treinta y seis justos, según la cual existe este número de seres anónimos de conciencia superior, llamados lámed vavniks, que secretamente actúan en nombre de Dios para promover la paz en el mundo (Satz)[7]. Cabe concluir que la ballena solitaria es planteada en el poema como uno de estos seres cuya historia fue encontrada por el narratario lírico: “Encontraste la historia de los treinta y seis / los justos que amparan la medida del mundo” (34), o incluso que el árbol —como personaje capaz de comunicarse— también sea uno de estos seres[8].

El cincuenta y dos no solo aparece como el número de hercios del canto de la ballena solitaria. También es mencionado en las líneas “Cada 52 secretos hay una palabra / que abre una puerta que camina en un puente / que navega en un ojo que es barco” (38). En la secuencia palabra > puerta > puente > ojo > barco > luz > noche estrellada (luminosa), el lenguaje parece ser la llave con la que se accede a la iluminación. Según esta lectura complementaria, el canto de la ballena ya no es llamada de auxilio para encontrar ayuda o compañía, sino mensajes cargados de la sabiduría del Cosmos: “La noche es una ballena moteada de estrellas / saltando en el infinito donde esparce galaxias / y su mirada son universos mirándote” (38). El autoexilio interior es positivo si se toma en cuenta que “los lugares son estados de conciencia” (38). Sin embargo, no se pierde el sentido de retorno al hogar (a la Ítaca mítica) o a la gracia de Dios en la historia de Jonás, personajes que aportan a los campos semánticos exílico y marino: “Hay una ballena que canta en una frecuencia única / en su vacío vive un hombre llamado Jonás / tiene a Ulises recitando a Homero / entre sus páginas de hueso” (38).

 

 

Conclusión

Durante su vida profesional, Jorge Contreras se ha dedicado de lleno a la escritura de poesía y a la promoción cultural, siendo el director de diversos festivales internacionales de poesía, como el Ignacio Rodríguez Galván[9]. En este festival promueve el legado de Rodríguez Galván y, a diferencia del común de los festivales culturales, el amor incondicional y el medioambientalismo son planteados como temas centrales. En la carta invitación firmada por Contreras se lee: “es menester de los poetas elevar la palabra al amor, la fraternidad, la renovación de la naturaleza” (De la Cruz, 6). En la edición 2019 del festival, el discurso inaugural estuvo a cargo de la poeta Zingonia Zingone, quien asistió en persona desde Roma, Italia. Esta poeta resaltó

“el amor como medicina para curar la enfermedad de la tierra y sus habitantes. El amor —agregó— es reconocer que sin ´el otro´ y ´lo otro´ no somos” y que “[a]mar al otro y a lo otro es amarse a uno mismo” (De la Cruz, 6).

En su adolescencia, Jorge Contreras encontró refugio en la poesía a partir de un autoexilio forzoso y lo sigue encontrando en la vida adulta. Para él, como para Levinas, el exilio fue asumido a la larga como un don, no importa si divino o de las circunstancias. Escribe y promueve la poesía bajo la convicción de que, como nos recuerda la función levítica del exilio en Levinas, no solo somos materia sino también espíritu y comunidad. Ballena 52 también conlleva una poética que ejerce la poesía en cuanto a su capacidad de librar el abismo negacionista de la trascendencia que menciona Zambrano. Con esta convicción Contreras se plantea no como un hombre religioso sino espiritual.

Como confirman su obra poética abordada y los lineamientos del festival de poesía que dirige, el amor incondicional encontrado a partir del exilio y fortalecido a través de la meditación, es lo que ha movido la vida profesional y el ejercicio escritural de este poeta, por su capacidad para iniciar el movimiento del centro de gravedad de la persona hacia fuera de sí misma, en un viaje interior extático, como en Teresa de Ávila. Aunque mantiene una postura esencialista de la poesía, vinculada a lo trascendental y lo inefable —también en esto coincide con Zambrano y Levinas— la vigencia de su poesía consiste en su propuesta que tiende a humanizar al público lector, como alternativa al odio y temor hacia el otro diferente y alienado, en discursos que imperan en los ubicuos ámbitos de la política, de los que la poesía —y las y los poetas— no siempre se distancian.

 

 

Obras citadas

 

“Ballena 52.” 12 oct 2021, https://www.youtube.com/watch?v=VuGs0xo-aug. 10 nov 2021.

Contreras, Jorge, Ballena 52. Buenos Aires Poetry, 2018.

De la Cruz, Fer. “El amor en los tiempos de Mérida. Discurso de aceptación del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2019.” Poemas espirales, Libros del Marqués, 2020.

Doukhan, Abi. Emmanuel Levinas. A Philosophy of Exile. Bloomsbury, 2012.

Fischer, Andrea. “La historia de la ballena que canta a 52 hercios, la más solitaria del mundo.” National Geographic en español, 20 feb. 2021. https://www.ngenespanol.com/animales/la-historia-de-la-ballena-que-canta-a-52-hercios-la-mas-solitaria-del-mundo/. 16 oct. 2021.

“Jorge Contreras.” Enciclopedia de la Literatura en México (elem), http://www.elem.mx/autor/datos/129403. 15 nov. 2021.

Mazzola, Lars Charles. “Sefirot - Tree of Life.” Geneseo, SUNY Geneseo, 2001, https://www.geneseo.edu/yoga/sefirot-tree-life. 17 nov. 2021.

Muñoz Fernández, Ángel. “Ignacio Rodríguez Galván.” Enciclopedia de la Literatura en México (elem), 2017, http://www.elem.mx/autor/datos/3204. 19 nov. 2021.

Satz, Mario. “La leyenda de los treinta y seis justos.” Diariojudio.com, 26 ene. 2015, https://diariojudio.com/opinion/la-leyenda-de-los-treinta-y-seis-justos/95884/. 18 nov. 2021.

Zambrano, María, El hombre y lo divino. Alianza editorial, 2020.

 

 



[1] Jorge Contreras Herrera es principalmente poeta y gestor cultural. Ha dirigido varias ediciones del Festival Internacional de Poesía Ignacio Rodríguez Galván. También es director de la asociación cultural Ablucionistas A.C. Salud y Felicidad a través del Arte y la Cultura. Nació en Tizayuca, Hidalgo, México, en 1978 (elem).

[2] Capítulo La última aparición de lo sagrado: La nada.

[3] En la obra teatral A puerta cerrada (1944).

[4] Capítulo Dios ha muerto.

[5] Capítulo El infierno terrestre: la envidia.

[6] Marina Perezagua (Sevilla, 1978). Doctora en Filología por la Universidad de Nueva York. Recipiendaria del Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2016 por su novela Yoro, otorgado por la FIL de Guadalajara. Amiga personal de Jorge Contreras.

[7] Esta idea surge de Isaías 30, 18: “Porque el Señor es un Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él” (Satz).

[8] La palabra árbol aparece diecisiete veces a lo largo del libro, ya sea en singular o en plural. La primera mención es en el poema Una idea en el comienzo: “Fui el rescoldo en la caja de pandora / una chispa del fuego de Prometeo, / una hoja del árbol sefirótico” (13). En la cábala, se le llama árbol sefirótico al árbol de la vida, como representación gráfica de las diez Esferas de Emanación que reflejan el acceso de lo divino en el ámbito humano, la manera como la Conciencia Suprema se manifiesta en la Creación (Mazola, 2001).

[9] Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842) fue un iniciador del Romanticismo en México. Como Jorge Contreras, nació en Tizayuca, Hidalgo. También como él, fue mayormente autodidacta. Entre 1836 y 1840 publicó La hija del oidor, la obra de teatro La capillaManolito el pisaverdeLa procesiónTras un mal nos vienen cientos (Muñoz Fernández).

 

Fer de la Cruz es maestro en español por Ohio University y cursa el doctorado en español de la Universidad de California, Irvine. Ha participado en congresos académicos en México y EE.UU, además de festivales literarios y ferias de libro en Francia, Cuba y México. Ha publicado más de veinte libros, principalmente de poesía (lírica, satírica y para niñas y niños), pero también de narrativa y traducción literaria. Ha recibido dos premios internacionales y dos nacionales de poesía. Es originario de Yucatán, México (nacido en Monterrey, NL, México, en 1971), y está convencido de que “lo poético” no se encuentra solo en las esferas celestes de lo sublime y lo inefable sino también en las situaciones mundanas sobre asuntos palpables, paisajes sonoros, vericuetos y meandros de la existencia humana policroma.

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Fer de la Cruz.

 

Jorge Contreras Herrera  (1978). Poeta, ensayista, editor, promotor de lectura y gestor cultural. Es director de Los Ablucionistas A.C. Salud y Felicidad a través del Arte y la Cultura, y director del Festival Internacional de Poesía Ignacio Rodríguez Galván y Del Festival Internacional de Poesía José María Heredia. Compilador de la antología Tributo a Sabines: he aquí que estamos todos reunidos; es autor de los libros de poemas Inventario de caricias, ¿Quién soy otro sino tú?, Poemas del candor, Otro que fui y El espejo adecuado. Ha colaborado con revistas como Círculo de Poesía (México), La Raíz Invertida (Colombia), Electrón Libre (Marruecos), Taqafat (Jordania) y en La Revista de la Universidad de México. Poemas suyos han sido traducidos al árabe, al italiano, al portugués y al inglés. Ha sido jurado en el Premio Estatal de Poesía de Tabasco José Carlos Becerra, el Premio Nacional de Poesía Joven Josué Mirlo y el Premio Nacional de Literatura convocado por el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Isste) en 2016. En la XXIX edición de la Feria Universitaria del Libro, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), fue galardonado con el Reconocimiento Universitario al Fomento de la Lectura Profesor Rafael Cravioto Muñoz.

 

Semblanza proporcionada por Jorge Contreras

Fotografía de Francisco Escobar Caligari

 

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