Poesía de Rafael Courtoisie

TIRANOS TEMBLAD (2010)

 

 

 

El crucificado

 

 

 

La cara está muda. Parece muerto. Y lo está.

 

 

 

Pero va a resucitar.

 

La voz del resucitado se escapa entre las llagas, entre las bocas abiertas en pies y manos por los clavos y en la testa por las puntas de las espinas.

 

 

 

La herida de la lanza en el flanco no cesa de manar palabras.

 

 

 

Y cada una dice lo que escuchas.

 

 

 

 

 

Tribulaciones de la jirafa

 

 

 

-No hay bufanda que alcance.

 

 

 

-No quepo en el tren.

 

 

 

-He perdido la almohada.

 

 

 

-Salen muy caras las corbatas.

 

 

 

-Me duele la garganta: el fin del mundo.

 

 

 

-No hay mal que por bien no venga.

 

 

 

-Yo no me inclino ante nadie.

 

 

 

-Toco el cielo con la boca.

 

 

 

-Y con las puntas de las orejas.

 

 

 

-Me gusta África.

 

 

 

 -Desde arriba, la realidad tampoco es fácil.

 

 

 

 

 

POESÍA Y CARACOL (2008)

 

 

 

La poesía del caracol

 

 

 

En la persistencia hay un sacrificio y en el sacrificio hay un goce y en el goce hay una disipación que requiere, austera, la mecánica de otra persistencia.

 

 

 

¿Cómo salir del ciclo, cómo librarse, cómo construir con el fuego, con las llamas que consumen la ofrenda del sacrificio ese lugar del goce, sin que nada se entrometa?

 

 

 

Uno a uno, ciertos elementos fraguan la apariencia de episodios de una dicha, de una felicidad instantánea y nítida.

 

 

 

Calcáreo, sabe que va a perder, que siempre va a perder, pero es esa obstinación por estar, esa lentitud sin fin, sin placer ni gracia visibles, lo que lo salva.

 

 

 

Tener cáscara y paciencia: ese es el secreto.

 

 

 

Un manto duro, un misterio que cubra las partes sensibles del cuerpo, la carne viva de la verdad. Una determinación exterior, un exoesqueleto, la razón pura del afuera, empecinada, que puntualice, que sólo por estar ponga las cosas del universo en su sitio: dentro y fuera del caracol.

 

 

 

Y, en su lugar, la muerte.

 

 

 

 

 

La erótica del caracol

 

 

 

La distancia, trazada entre el deseo y su objeto, es simplemente carencia.

 

 

 

Por todas partes se distribuyen los bultos informes de un abismo puntual hecho de cosas. Las cosas se interponen entre las cosas.

 

 

 

Para saber hay que olvidar, para olvidar hay que haber sabido. El vacío, el no saber está lleno hasta el tope, atiborrado de un conocimiento anterior que olvidó el caracol del cerebro dentro de su larga marcha cubierto, protegido por la cáscara de la cabeza, por la caparazón del cráneo y su pelo.

 

 

 

A veces, el caracol asoma por los ojos. En ocasiones por la lengua.

 

 

 

Un pétalo no puede odiar, no gozan las nubes de las piedras.

 

 

 

Salvo cuando llueve y el caracol lame la luz de la vida con la punta morosa de los cuernos.

 

 

 

 

 

No es caracol

 

 

 

Un hombre cae al fondo de su propia agua corporal y allí se disuelve como un terrón de sueño.

 

 

 

Es un jardín de nada. Extremo, brazo sin cuerpo.

 

 

 

Un mensaje que la mano de ese brazo que se hunde desesperada expresa, gesticula sin que nadie entienda.

 

 

 

Un dedo de esa mano, una uña de esa mano, la marca de la uña en la pared de los días, el cuerpo en el tiempo, el sueño disuelto.

 

 

 

 

 

El pie de la letra del caracol

 

 

 

De pronto una taza está llena de nada. Se toma, se bebe esa nada.

 

 

 

Un tren atestado descarrila, una manera de ser debiste y alguien borra lo que escribe el caracol sin manos, el caracol sin pies, el hombre simplemente.

 

 

 

 

 

El pez en el agua

 

 

 

El pez no está en el agua: el agua está en el pez. El cuerpo está en el pensamiento. La carne está en el cuerpo. El cuerpo está en la carne que lo piensa.

 

 

 

¿Cómo puede la sustancia sostener el cuerpo?

 

 

 

Paciente, brilla y fluye como una piedra viva, el agua piensa en pez.

 

 

 

 

 

AMADOR (2005)

 

 

 

La sed

 

 

 

Todo es vergüenza en la sed. Todo se palpa, es arena.

 

 

 

La arena corre en las partes, en el aire curvado, en las caderas. La sed cimas y valles, boca y piernas.

 

 

 

La sed, el jugo.

 

 

 

Entre las piernas, el cuerpo como un reloj de arena, con la cintura adelgazada por donde apenas pasa el tiempo, por donde escurre el grano de sílice, el tumor de la erección, largo, instantáneo.

 

 

 

A la sed hay que tratarla bien. Darle agua.

 

 

 

La sed escurre. Quiere más. El mundo es arena. No hay mar, todo es médano y orilla, sal que se mueve, salitre, sal de sudor, sal de momento, salada, curva, nalga.

 

 

 

Mar y Mar Mediterráneo. Mar Tirreno. Mar Jónico. Mar Negro. Mar Dulce. Mar Caribe.

 

 

 

Alga marina, marea de la sed de los sargazos, sed de la sed, agua salada, sed de la sed, baba marina.

 

 

 

En la sed hay un pozo central, un sol de inercia, una gota sublime de gran fuego. Una lengua que arde constreñida, quasar.

 

 

 

Una raya que se ama, un cuerpo abierto. En la sed habla la profundidad con palabras secas.

 

 

 

Amar la sed es alejarse, internarse en el desierto, volverse anacoreta. Perderse en el Sahara de sus costas, lejos para siempre de la lluvia, de la vulva verdadera, lejos de los aljibes, delas cachimbas, de los pozos y arroyos, de los ríos, lejos del vaso fresco y dulzor, de los oasis, lejos del cielo, lejos de la nube y la culminación, cerca de la caída, lejos del aire húmedo de la madrugada, lejos de la luna, lejos del hueso sumergido, exacto, del placer.

 

 

 

Puede lamerse hasta el cansancio y seguirá en su sitio como una estatua enorme llena del cauce de su falta. Porque, aunque se la busque, no se encuentra; y aunque uno se le acerque se aposenta en el mundo cabal de sus bordes: iguales, húmedos, llenos de gotas de sed.

 

 

 

Triste es la sed, su soga quieta. Vana es la sed, llena de nada. Gota hasta el tope sin recipiente, ciega es la sed, sin agua que la ayude. Sana es la sed, pues ciertas noches, sobre la herida caliente posa su astro, una gota de luz indestructible. Por eso se la busca y se la come, se penetra. Por eso se quiebra y se la quiere. Se quiere a la sed como a sí mismo, y en la sed uno se busca, busca la calma inalcanzable. Por eso intenta responder.

 

 

 

Saciarla.

 

 

 

 

 

La desterrada

 

 

 

In memoriam Delmira Agustini

 

In memoriam Juana de Ibarborou.

 

 

 

La patria es el pubis.

 

 

 

El Monte de Venus.

 

 

 

La pradera entre las piernas.

 

 

 

No tengo patria.

 

 

 

¿Qué patria tendría en esta vida, qué lugar frente al Pater, huérfana desde siempre en un abismo sin voz?

 

 

 

Ni siquiera soy quien escribe. Vivo fuera del lenguaje.

 

 

 

El bocado que engullen los obesos, los bulímicos y poderosos del mundo, no me nutre. Como ausencia. Vivo sola en la república del silencio, sobre la falda de un dios que no existe, de un dios hembra, de una divinidad mujer parecida a la luna y al golpe del mar sobre las rocas. No el mar: la mar sobre las rocas.

 

 

 

Mater maris. Mater et magistra.

 

 

 

La mar sobre la Tierra, desterrada.

 

 

 

Vivo en el aire, sobre lo que existe y no.

 

 

 

Y es tarde.

 

 

 

 

 

TODO ES POCO (2004)

 

 

 

Cortarse el pelo

 

 

 

Cuando alguien se corta el pelo corta al mismo tiempo la oscuridad, los hilos de la sombra.

 

 

 

Se corta el hilo opaco del pensamiento, la línea del sol oscuro que anima la cabeza. El largo cabello del cerebro. El peluquero asesino, con sus tijeras, mata el pelo. Lo cosecha.

 

 

 

¿Para qué?

 

 

 

Para nada.

 

 

 

Los hombres y las mujeres se cortan el pelo, y así cortan las líneas de la vida. Los cabellos del silencio. Cortan el pelo y los deseos.

 

 

 

El peluquero intenta distraer al cliente con su cháchara, con su majadería, con su bla bla de presidente.

 

 

 

El peluquero habla, sí, pero al cortar el pelo sólo se escucha la voz de la muerte.

 

 

 

 

 

Cebolla

 

 

 

La poesía es un objeto que no se puede tocar, un cuerpo invisible dentro de otro cuerpo invisible dentro de otro cuerpo invisible dentro de otro cuerpo invisible dentro de otro cuerpo invisible. Y así sucesivamente, sin detenerse.

 

 

 

Una cebolla. Pero crece.

 

 

 

Una cebolla con alas, bajo tierra. Viva.

 

 

 

La cebolla es una cebolla con alas.

 

 

 

Si se le saca al sol y se intenta pelarla, si se le quitan las delgadas alas invisibles, concéntricas, se comprueba que cada capa oculta una subsiguiente, que cada pétalo translúcido cubre otro pétalo interior y así para siempre: no se llega nunca el centro de la cebolla, la cebolla se deshace del tiempo, sin que se alcance su núcleo de bulbo de alas, enterrado.

 

 

 

Quien intenta desnudarla se queda sin centro y sin nada, se queda sin cebolla.

 

 

 

Y llora.

 

 

 

 

 

 

 

 

Rafael Courtoisie nació en Montevideo el 22/11/1958. Poeta, narrador y ensayista. Profesor en el Centro de Formación de Profesores del Uruguay, en la Universidad Católica del Uruguay y en la Escuela de Cine del Uruguay. Ha sido Profesor Invitado y ha dictado seminarios y conferencias en varias universidades extranjeras.

 

Ha recibido, entre otros, el Premio Fundación Loewe de Poesía (España), el Premio Plural (México), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio Internacional Jaime Sabines (México) y el Premio Blas de Otero (España).

 

Su obra poética está integrada, entre otras obras, por Palabras de la noche (Caracas, Monte Ávila, 2006).Poesía y caracol (Sevilla, 2008), Partes de todo (Torrequemada, Madrid, 2012), Santa Poesía (Lima, 2012, Montevideo, 2012), Tiranos temblad (Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 2010) libro que obtuvo el Premio Extraordinario de Poesía José Lezama Lima (Cuba, 2013). Ha compilado varias antologías:Antología Plural de la Poesía Uruguaya del siglo XX (Seix Barral, 1995), Antología de la poesía uruguaya del siglo XX (Editorial Visor, Madrid, 2010, junto con Basilio Belliard), Plata Caribe (Poesía Dominicana y Uruguaya del siglo XXI) y Antología de microrrelatos uruguayos del siglo XXI (2011), entre otras. En narrativa ha dado a conocer Santo remedio (Madrid, Lengua de Trapo, 2006), Goma de mascar (Madrid, Lengua de Trapo, 2008) y El ombligo del cielo (Santiago de Chile, 2012).

 

Ha traducido a Emily Dickinson, Sylvia Plath, Raymond Carver, Mario Luzi, Valerio Magrelli, y Alessio Brandolini. También, King John, de William Shakespeare.

 

Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, rumano, uzbeco, bosnio y turco, entre otros idiomas.

 

Fue recibido como miembro de número el 29 de agosto de 2013 por el académico Ricardo Pallares.

 

Su discurso de ingreso se tituló En medio del camino de la vida, la celebración de la poesía.  

 

 

 

 

Fuente biográfica Academia Nacional de Letras Uruguay

 

Fuente fotográfica: Rafael Courtoisie

 

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