
RÉQUIEM POR NUESTROS PADRES
Nos une la muerte de nuestros padres,
el hábito de las mañanas en el viejo hospital
donde aprendieron a despintar sus soledades.
Yo tenía treinta años cuando entendí
que los inmortales tienen tumbas
y, aunque no vivió el horror de la pandemia,
Papá sabía que el horizonte preparaba
un veneno, una venganza.
Lo escribió cuando lo abandonó la voz,
por eso gritaba con sus manos,
ya no cantaba, la música se redujo
a la percusión de un reloj,
a la cuenta regresiva de la fiesta.
Nos une la indolencia de las puertas,
la historia inacabada de la esfinge,
la singularidad de aquellos animales
que intuyen cómo sucede el tiempo,
la muerte del día en sus pelajes.
Los árboles caen sobre la hierba,
se agitan con el agua,
rechazan el tacto de las tormentas
porque quién sino sus ramas
para el acopio natural de la hojarasca.
Nos une la ausencia de nuestros padres,
sus tierras al otro lado de la cordillera,
los nombres que heredamos
y esta ciudad como el antiguo cementerio
a donde vienen a morir los elefantes.
CEREMONIA FINAL
Escribo tu voz en esta biblioteca,
sobre la luna de un teclado
en cuyos cráteres baila
un temporal de espasmos,
la incertidumbre de un hombre
que ha perdido
la cumbre más alta
de todos sus lenguajes.
Aquí
no hay estaciones
que rompan
el orden
de nuestros calendarios,
pero hay sol tocándome
la sangre,
hay lluvia
tocándome las lágrimas.
LA RUTA DEL FRÍO
¿Conoces la ruta del frío?
Leí algo sobre sus alamedas,
sobre la forma cómo seduce en la nieve;
leí que tiene la voz ultramontana,
el timbre de un alce que afila con el hielo,
por eso el águila la escucha
como quien planea otra pirueta,
un vuelo en círculos que evoca
las marcas del último zarpazo.
¿Conoces la ruta del frío?
Sé que habita entre los dientes
de la mujer que vuelve a Leonard Cohen
y, como él, también inventa un animal,
ese silencio donde me oculto
con la puesta del sol y la garúa.
Conozco la fragilidad del frío,
conozco la calle donde detiene sus manos:
la estela que lo atrapa
sutilmente
en los tejados.
PLAZA GARIBALDI
Busqué la voz de mi padre en Plaza Garibaldi,
crecí imaginándolo cantar en su pérgola,
el sombrero como quien torea al tiempo
agitándolo con la mano izquierda,
los comensales de San Camilito
detenían sus mandíbulas para dejarse arrobar
por sus falsetes: por el águila que soltaba,
por la bestia que domaba en su garganta;
busqué el fuego de mi padre en Plaza Garibaldi,
fui armado con el escapulario donde guardo
la lumbre de todas sus canciones,
y me detuve allí cuando cruzaron
las sombras de Infante y de Negrete,
sus fantasmas en perpetua competencia,
sus coplas deteniéndose con picardía
en la incrédula reacción de una guitarra;
fue como si todos los transeúntes
de Lázaro Cárdenas, Guerrero
y el barrio de Tepito,
se pusieran de acuerdo para cantar
los temas que mi padre interpretaba;
yo fui por la voz de mi padre a Plaza Garibaldi,
quería verlo allí, quería escucharlo
en impecable dueto con Antonio Aguilar
o Miguel Aceves Mejía, pero Plaza Garibaldi
era un sueño en la memoria de mi padre,
por eso se marcharon los fantasmas,
los comensales de San Camilito,
los transeúntes de La Lagunilla y de Tepito;
la noche no es para reconstruir canciones:
en la pérgola de Plaza Garibaldi
un niño aún busca a su papá
disfrazado de mariachi.
TREN DE ATERRIZAJE
Escribo un libro sobre los aeropuertos
que han despegado en mis poemas,
en sus páginas hay puertas de abordaje,
salas donde levitan emociones,
controles migratorios
exigiéndole a mis palabras
la visa de sus imprecaciones.
Escribo sobre el árbol que crece
como quien inventa un jardín,
un almácigo en el tren de aterrizaje,
la voz del capitán
con la seguridad de quien conoce
el idioma de las turbulencias,
el asombro de un halcón
que espanta las palomas.
Un aeropuerto es una ciudad,
la lumbre de sus calles,
el sueño de quienes sobreviven
al incendio de sus soledades,
es un hombre que apunta en su libreta
a la mujer que captura los aviones.
La vida es eso: disfrutar el vuelo;
escribo un libro para no perder el viaje.

HAROLD ALVA. Piura, Perú. Abril de 1978. Escritor, editor y promotor cultural. Director de Editorial Summa. Preside la organización del Festival Internacional Primavera Poética y la Fundación Iberoamericana para las Artes. Es autor de los libros: “Spleen” (2025), “Ejercicios de escritura” (2024), “Ceremonia” (2023), “Tocado por la lluvia” (2022), de las antologías poéticas “El libro de los cuervos” (Plural, Bolivia, 2025), “Hábitos de caza” (Círculo de Poesía, México, 2025), “Monologo del sopravvissuto” (Di Felice Edizioni, Italia, 2024, traducción de Emilio Coco), “A tiempo completo” (Universidad Juárez Autónoma de Tabasco), México, 2024) y “La épica del desastre” (Valparaíso Ediciones, España, 2020). Fue Director Cultural de la Cámara Peruana del Libro. Ha participado como expositor en diversas ferias de libros y festivales de poesía en Estados Unidos, México, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, España, Grecia, Italia y Portugal. En 2021, el Ayuntamiento de Salamanca (España) lo declaró Huésped Distinguido. Es miembro del Consejo Internacional de la Fundación Vicente Huidobro (Chile), de la revista Códice (EEUU) y de El Golem, Revista Literaria.
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