
Poemas inéditos de Su sombra de pájaro
El polvo ardía en la piel
y la fuente llamaba
quedando bajo su amparo
lo perdido
íbamos de prisa por el decumano
íbamos hacia el teatro
guiados por los versos
recitados por su boca
que esperaban
con su toda luz y su toda noche
por mí
Alguna vez la vida derramó sus dones
Y ahora ella
cierra los ojos
y yo
adivino la arboleda
donde habita lo que enlumbra.
Pardea
y el tornasol del pozo
semeja un revoloteo de palomas
cuando su sonar acusa
la aparición de lo súbito
ese lenguaje que cae
como un choque de piedras
retenido en el arqueo del pez
Su bóveda constelada
descubre trozos de ánfora y lápidas
y algún pedazo de mosaico
incrustado en su techo
¿la rispidez de la belleza?
¿la armonía de lo dispar?
Y hubo días
que contemplar fue ser uno con el agua
trasluz que dejó su reflejo
en el bosque dibujado por sus arcos.
Mirar la estrella y el río
hilar el agua por su rompiente
y soñar gaviotas y monte
donde la bruma refugia su signo
Soñar te decía
tomando tu brazo con fuerza
al mirar cuán pequeños eran nuestros pies
frente al vado de cantos verdes
Qué poco importó el desconcierto
cuando la vida se nos detuvo
porque algo la empujó hacia el arenal
a sabiendas de que lo querido
no la esperaría
Y bajo el albor del presagio
para que lo ido no fuese tolvanera
huimos hacia la otra orilla
llevando con nosotros
la inmensidad de lo vivido.
La niebla
acerca el cielo a las manos
y exacerba los sentidos
deshojas el rocío sobre mi espalda
y el deseo es una sombra
buscando cauce donde brotar
Somos aquellos de siempre
y el encuentro se demora
cuando se viene de tan lejos
Y basta un levísimo roce
para que lo consumado sea su silencio
y el cuerpo recobre su memoria de alba
Ven Amado
entremos más adentro en la espesura.
Alguna vez al caer de la tarde
el canto del muecín entremezcló sus versos
con aquellos que me decías quedamente
para despertar las maneras del olvido en mí
olvidar por ejemplo la sed
o la pertenencia al paisaje
o el torzal que ata y desata los nombres
que nos engarzan
porque la pasión es un saberse
tan uno del otro
que el hallazgo no es el cerco
sino el intuirse desde el origen
aún de que porte consigo
la borrasca y la ventura
signadas en el canto del muecín
al caer de la tarde.
Un jardín o un juramento
cuando se es un destino
o el asombro de un instante
esto me vas diciendo
en el Patio de los Naranjos
con sus arcos y sus embelesos
echando a suerte las frases
que escriben la desmemoria
con la que se nace
y quisiera que esta agua
se quedara en el murmurar
con el que me sonríes
cuando tuyo es el callar
y mía la forma del lenguaje
que atrapa un puro amor
en el cual perdernos.
Y sí
otras palabras
que no fueran la danza de su paso
otras que te contaran lo que veo
si la mesa está puesta
y el jarrón tiene lirios
si las llaves las he dejado entre las hojas
de algún libro
Quieres el recuento de lo que ocurre
lo que nos sujeta al mundo y a sus maravillas
la intensidad que acompaña el retorno
eso lo que se percibe y lo que se atesora
el sol en la hiedra elevada del contrafuerte
las montañas recortadas por el amanecer
Y quisiera contarte que cuando era niña
madre amarraba cascabeles a mis pies
para escuchar mi ir y venir por la casa
en la premonición
que inicia con el alumbramiento
y en el anhelo ciego de que su repique
desviase la mordedura en el tobillo
Yo sé y no sé lo de la muchacha indecible
y a veces hay fragmentos que vislumbro
cuando su pisada acusa la ceguera de su unción
y se aquietan los cipreses
cuando me apaciguo porque la luz
se te ha enredado en las palabras
y en mí se ha vuelto una presencia.
Nacer al deslumbre
cuando la cadencia
de tu respirar
pauta el desvelo
Distraigo el insomnio
con las fichas de tus dedos
con las sombras y sus matices
atrapando el silbo de mi infancia
en el Patio de las Doncellas
—A un arroyuelo claro a
beber
vi bajar un día una paloma—
y tu cuerpo bajo mi amparo
un claustro o un huerto sellado
en el secreto que nos anuda.
La huida fascina por su promesa
¿o era el río que en su limpidez
iba develando caracolas de barro
y la humareda en su materia?
pedrusco de mármol que guardas en el bolsillo
y que acaricias para suavizar el filo de su herida
delineas una cartografía distinta
con el movimiento monótono de tus dedos
ahí donde la ruina es señal de lo que persiste
y señuelo del estremecer
arcos y lajas aguardan desmadejados
nuestros pasos por Al Zahara
y el corazón confiesa el perfume de los naranjos
el sonido remoto de la fuente
que reza por nosotros una plegaria.
Un cordel rojo atado a la muñeca
una moneda traída desde Oriente
que alguien ha dejado caer
por levantar el rezo en ruego
y que ha encontrado reposo
en un peldaño de entrada al templo
soberanía ya de los helechos
Sorprenden las conchas
y el pétalo en ofrenda
la flama de los cirios
la penumbra y el frescor de su aire
El repaso sólo importa
si quien acaricia el muro
encuentra entre sus grietas
un cordel rojo
que retiene lo que se calla
un simple cordel rojo
contra la mala fortuna.
El cantal y su resplandor
claro que atravieso para volver
al barrio de la Santa Cruz
e ir tras el cascabeleo
de no sé cuál presentir
como si en el creyendo
pudiera sepultar a mis muertos
o hallar el nudo que aprisiona
y desatar su veladura
allí donde el signo
es pájaro y arboleda
que dice por tus labios
el pasar de las nubes.

Mariana Bernárdez, poeta y ensayista, realizó estudios de maestría y doctorado en Letras Modernas y de maestría en Filosofía. Su trayectoria enlaza la creación poética con el ámbito académico y el editorial. Imparte seminarios y cursos sobre “poesía y conocimiento”. Ha sido traducida al inglés, italiano, portugués, catalán, francés, rumano, árabe y griego moderno. Cuenta con más de 30 títulos publicados entre poesía y ensayo. Ha sido ganadora del Proyecto Editorial del Instituto Mexiquense de Cultura, en el género de ensayo, en dos ocasiones, en 2005 con La espesura del silencio; y en 2012 con el libro Después de los mares; distinguida con la beca de la Fundación Zambrano 1997; con la del FONCA-SNCA en el género de poesía 2018-2021; Mención Honorífica Única del Premio Nacional de Literatura XXXV Fuentes Mares, 2020 con Aliento traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa, 2018, quien también tradujo Escríbeme en los ojos, Lisboa; finalista en el XXXII Premio Loewe de Poesía, 2019 con el poemario Rumor de niebla; con el Mérito Universitario Bárbara Andrade, Universidad Iberoamericana, 2020; ganadora del Naji Naaman Literary Prize por “La extrañeza maravillada” 2023; con el Reconocimiento Académico al Mérito de la Mujer Mexicana otorgado por la Academia Nacional de Historia y Geografía de la UNAM 2025, entre otros.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Daisy Zamora
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