La esfinge
El ser más inesperado es uno mismo:
hasta las esfinges nos miran con ojos asombrados.
Rubor
Existe una tristeza
de estar triste y también
existe una vergüenza
cruel de tener vergüenza.
Dibujos
Junto al agua, los grillos
con su canto dibujan
formas de las estrellas.
Sacrificios puros
Le basta a la mentira, la mentira.
¡Pero cuántas mentiras la verdad necesita
para que la comprendan!
Celos y vanidad
Toda audacia de la timidez
despierta la envidia de los vanidosos
como toda conquista o belleza de un muerto
despierta el odio de los celosos.
Contradicción
Por no querer sufrir sufrí muchísimo.
Por no buscar la dicha fui feliz.
Única Sabiduría
Lo único que sabemos
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado.
Perpetuidad
¡Qué hermafrodita es el remordimiento!
Dilección
Con preferencia siempre recordamos
los queridos defectos de la dicha;
recordamos también con preferencia
de una persona amada los pecados.
Cuadro apócrifo
La santa se convierte en prostituta;
el león, el mono, el ángel, el pez en un jardín;
cuatro niños que juegan a la mancha, en una playa.
Con las vicisitudes del tiempo o casualmente
aparece en la tela de cuadro otra pintura
que fue la original ¡como nuestros recuerdos!
Consecuencias
Amamos en un ser
a todos los demás
cuando ese ser nos ama.
Odiamos en un ser
a todos los demás
si ese ser no nos ama.
Vanidad de vanidades
Vivimos para una casa que no podremos construir,
para un viaje que no haremos
y para un libro que nunca
llegaremos a escribir;
como un dibujo trazado
en una hoja cuyos límites
exiguos no han permitido
la inclusión total de un plano.
Nocturno
Sueñan las casas que son barcos cuando
de noche hay viento, oscuridad y lluvia.
Estado de gracia
Con qué bondad nos escuchaba Dios
cuando aún no sabíamos hablar.
Inocencia
Conocí la lujuria
dentro de un catecismo
blanco de mi primera
comunión, con la pura
prematura lujuria.
Imitaciones
Nunca el zorzal cantó su canto definitivo
porque canta solo
el canto de los otros pájaros:
él no lo sabe y cree que inventa
siempre la misma melodía,
que otro pájaro siempre imita.
El agua
El agua de la lluvia
y el agua del arroyo
no son tan persistentes
como ella cuando llora.
Apremio
Nuestra impaciencia por morir proviene
de tener que morir sin remisión.
Perplejidad
Por qué si me arrodillo
rezando, siempre pienso:
“Qué hacen mis pies, ahora”.
Estar desesperados
Algunas veces en nuestra tristeza
estar desesperados nos consuela.
Soledad
En algunas personas
amamos a personas
que no existen ya;
en otras, amamos a nadie,
ni a esa misma persona.
Estos poemas fueron tomados de la Revista Surco Sur, Digital Commons, 6-30-2018
Silvina Ocampo nació en el seno de una rica familia burguesa, lo que le aseguró una excelente educación. Viajó de joven por Europa, estudiando pintura en París y frecuentó importantes círculos literarios.
Fue una de las fundadoras de la revista literaria Sur, de gran calado en la primera mitad del siglo XX, donde conoció a su futuro marido, el también escritor Adolfo Bioy Casares. Su primera antología, pues destacó sobre todo el campo del relato, apareció en 1937 bajo el título de Viaje olvidado.
Ocampo destacó también en el campo de la poesía, llegando a recibir el Nacional de Poesía de Argentina, y publicó varias novelas. En 1959 logró el reconocimiento general de la crítica gracias a La furia. Publicó también relatos dentro del género infantil y estrenó una pieza teatral, Los traidores. También habría que destacar sus textos biográficos que recogen toda una época de la literatura argentina, junto a Bioy Casares y Borges.
Fuente biográfica: Literalia
Fuente fotográfica: Infobae
Escribir comentario