Poesía de Ramón Martínez Ocaranza

Horas de otoño

 

 

 

En el otoño,

 

amada,

 

los seres y las cosas

 

tienen un vago tono

 

de gris melancolía.

 

 

 

Parece que la rosa

 

de la existencia

 

fuera

 

cayéndose

 

de sueño.

 

 

 

Nos llegan,

 

por ejemplo,

 

desde lo más lejano,

 

(nuestras barcas perdidas

 

reciben los mensajes más profundos)

 

capítulos caídos

 

en la novela inexorable

 

que no escribimos nunca.

 

 

 

Llegan raras señales

 

tocándonos las puertas

 

del corazón,

 

y al tiempo

 

de estarlas recibiendo,

 

se modifica el mapa

 

que por sospecha construimos

 

para entender la vida:

 

viejas desilusiones

 

que sin saber por qué

 

nos fueron amargando:

 

promesas al oído escuchadas

 

por ángeles cautivos:

 

vanas eternidades

 

que nos recuerdan toda

 

la voz

 

de lo inasible,

 

y,

 

sobre todo,

 

el Reino

 

del Árbol

 

Poderoso

 

que nos nutrió de bienes

 

no correspondimos

 

por nuestro limitado

 

sentido de deseo.

 

 

 

 

 

Dia de Muertos

 

 

 

I

 

En las pirámides nocturnas

 

gritaban las flores de la muerte

 

para que Quetzalcóatl se llenara

 

de palomas terribles.

 

 

 

Oremos por el tiempo de los itzcuintles amarillos

 

y de los triángulos oscuros de los cascabeles

 

para que los millones de otoños que han pasado

 

se llenen de amapolas.

 

 

 

Nunca la muerte tuvo tantas

 

melancolías de serpiente

 

como cuando los llantos de los ataúdes

 

rodaron por las escalinatas

 

y cuando Huitzilopochtli maldijo

 

los vientres negros.

 

 

 

Porque días llegarán

 

en que la sangre de los sacrificados

 

inundará la conciencia del tiempo

 

y los ojos se saldrán de las tumbas

 

para clavarse en los espejos vacíos.

 

 

 

Los Códices no mienten:

 

los veinte días del TONALAMATL

 

llorarán los hijos de las flores

 

las madres de las flores

 

y las doncellas de las flores.

 

 

 

II

 

Porque los Dioses se vestirán de luto

 

el día de las ofrendas

 

y porque las apátzicuas del lago

 

dirán los salmos de Curicaueri.

 

 

 

Porque la danza de los cocodrilos

 

extenderá sus mantos negros

 

para que lloren las escalinatas

 

en los dulcísimos senos de Coatlicue.

 

 

 

Porque los mirasoles

 

inundarán de lágrimas el mundo

 

cuando se cumpla el jeroglífico

 

de las entrañas nocturnas.

 

 

 

III

 

Y entonces las palabras

 

dieron el cumplimiento

 

de las magnolias sumergidas.

 

 

 

La flor del corazón

 

la yoloxóchitl

 

pintó de negro sus espumas.

 

 

 

Y las centzonhuitznáhuac quebrantaron

 

la hora de la vida.

 

 

 

Y Quetzalcóatl lloró

 

como no había llorado nunca

 

un Dios sobre la tierra.

 

 

 

(Poema tomado de su obra inédita

 

EL LIBRO DE LOS DIAS)

 

 

 

 

 

Porque naciste para eso

 

 

 

Puntual como la noche

 

cuando se precipita sonando sus estrellas,

 

es tu pasión:

 

codicia ineluctable;

 

selva de grandes pájaros;

 

aventura de sueños;

 

desatado poder de arquitectura.

 

 

 

Todo grita al contacto de tus ojos enormes,

 

cuando ausente,

 

lejana,

 

le propones tú misma

 

la conquista del mundo.

 

 

 

Tal una mariposa

 

de saludables gritos coronada,

 

que de pronto perdiera la memoria,

 

lirica, vegetal, inexorable,

 

caminas hacia rutas inéditas,

 

hacia raíces infinitas

 

no por amplias menores a tu sueño

 

y te derrumbas en estatua.

 

 

 

Porque naciste para eso:

 

para ser escultórica.

 

 

 

Párpado sin orillas sobre las amapolas;

 

lirio de las escalas celestes:

 

blanco metal aéreo donde las golondrinas

 

construyen sus palacios.

 

 

 

Y pensar que eres mía.

 

 

 

¡Ah, las noches inmensas coronadas de astros!

 

¡Ah, tus sueños de abismos!

 

¡Ah, las inmensidades de tus brazos terrestres!

 

 

 

Y amarte como te amo, es la locura;

 

es el mejor teorema de la dicha,

 

de la vida

 

y la muerte;

 

es naufragio total;

 

canto de alondras;

 

es júbilo de entrega, de dominio,

 

de poseer tu blanca, elemental, dulce dulzura.

 

 

 

 

 

(Tomado de su "Plaquette" AVIDO AMOR de 1944)

 

 

 

Otoño Encarcelado

 

 

 

 I

 

Mi muerte es un meditado viaje,

 

para que así se cumpla la escritura.

 

De aquí nos vamos a la sepultura,

 

camarada Ramón, sin equipaje.

 

 

 

No nos despediremos del paisaje

 

con arrebatos de literatura.

 

Coje tu muerte bien, por la cintura,

 

y vámonos al diablo, sin coraje.

 

 

 

Después de todo, no perdimos nada,

 

y llegamos al fin de la jornada,

 

como cuando nacimos: simplemente.

 

 

 

Camarada Ramón, sólo te ruego

 

que cuando vivas en el dulce fuego,

 

no te olvides que fui tu confidente.

 

 

 

II

 

Para la perfección, me falta todo.

 

Para la vanidad, nada me falta.

 

Es que la perfección está tan alta,

 

como la vanidad está en el lodo.

 

 

 

Con mis penares voy, codo con codo,

 

buscando el verde salmo que me falta.

 

Porque lo estrecho del camino, exalta

 

la perfección, de diferente modo.

 

 

 

Yo siempre quise ser, en las edades,

 

predicador contra las vanidades,

 

porque la vanidad, del mundo es.

 

 

 

Pero no vi la luz del testimonio,

 

y me perdí en las trampas del demonio,

 

por las orillas del Eclesiastés.

 

 

 

 

 

III

 

Por los caminos del quebrantamiento

 

seguí los signos de tus huellas puras.

 

Fui tan desventurado en aventuras,

 

que sólo tuve eusencias de contento.

 

 

 

Memorias de tu amor, fue mi sustento,

 

en el descanso de las piedras duras.

 

Y van las cuentas de mis desventuras,

 

cobrando mi dolor, al cien por ciento.

 

 

 

Por las ventas de todos los caminos,

 

luchando con gigantes asesinos,

 

me ganaron la lucha los venteros.

 

 

 

Y para mitigar todas mis penas,

 

sólo quiero que beses mis cadenas,

 

bajo la noche llena de luceros.

 

 

 

IV

 

Yo que di por perdido lo ganado,

 

como di por ganado lo perdido,

 

ruedo sobre mi círculo de olvido,

 

como si fuera circulo olvidado.

 

 

 

Lo que yo tuve, todo fue prestado,

 

y por prestado, ya me lo han pedido.

 

Yo no debí jamás haber nacido;

 

porque hasta de nacer me han acusado.

 

 

 

Que ya nadie recuerde mi osadía,

 

de haber perdido lo que más quería,

 

como un caracol sobre la arena.

 

 

 

Mi vida se redujo a pocas cosas:

 

a ver el mar y a cultivar las rosas.

 

Y por tan pocas cosas, tanta pena.

 

 

 

(Sonetos tomados de su "Plaquette" de 1968)

 

 

 

 

 

Zapata

 

 

 

La mala yerba nutre de pánico al jilguero,

 

al ruiseñor, al trigo, a la esperanza;

 

lo que la germinal sangre del héroe

 

en tiempo edificara

 

desde el Cuauhcalli,

 

desde Chilpancingo,

 

desde la Patria desterrada y sola,

 

sacrílegos fantasmas disfrazados

 

de ciencia, destruían

 

con trágicas prisiones.

 

 

 

San Juan de Ulúa sonaba sus pesadas cadenas

 

sobre los pensamientos del mar y de la historia;

 

un horrendo minuet de parisinas

 

nostalgias

 

ensayaban

 

veinte momias de México;

 

y tres poetas,

 

-lindos engarzadores de cristales-,

 

arrullaban la fiesta.

 

 

 

Vino luego un chacal de venenosa furia

 

armado por espíritas.

 

Fué cuando renaciste del polvo y de las lágrimas;

 

del encinar; del ronco torrente; del barranco;

 

de la mansión del escondido rifle;

 

del surco; del breñal; de la sedienta chosa.

 

 

 

Sonó de pronto un caracol, un cuerno,

 

un panhuehuetl de ronca arquitectura;

 

y por las nopaleras pasaste galopando

 

en tu caballo lleno de montes y de siglos

 

 

 

Una canción de embravecida espera

 

poblaba tus dominios.

 

 

 

Y por los ofendidos caminos de tus ojos,

 

pasaron muchedumbres, enarbolados pechos,

 

espadas escribiendo la justicia del hombre.

 

 

 

Nada como tus ojos de patriarca terrestre:

 

manaban de tus tiernos manantiales, palomas;

 

venados dando gritos de moradas pradera::

 

zenzontles;

 

golondrinas;

 

enamorados lirios;

 

pero también jaguares;

 

serpientes melancólicas;

 

innumerables cantos de águilas cautivas.

 

 

 

Eras el campesino más callado del mundo.

 

Trabajabas la tierra con tus lágrimas puras.

 

Sembrabas esperanzas. Coleccionabas nubes.

 

Había en tus heredades cempoalxochiles tristes,

 

horas de reflexivas lontananzas;

 

crepúsculos brumosos;

 

albas llenas de sombras;

 

magueyeras de cóleras salvajes

 

que desde el fondo de las espesuras

 

esperaban los gritos, las campanas,

 

las estremecedoras convulsiones del pueblo.

 

 

 

Y un día te levantaste con la palabra TIERRA

 

cargada de destino

 

que comenzó a sonar por las inmensas

 

latitudes humanas

 

como los teponaziles en las manos de un tig

 

tierra para el maizal enamorado;

 

tierra para las hondas geologías;

 

tierra donde galopen los caballos

 

enamorados de las lejanías;

 

tierra de los cenzontles encantados;

 

tierra del cempoalxóchitl y la orquídea;

 

tierra donde olvidar la flor del llanto

 

para sembrar las flores de la dicha;

 

tierra para el crepúsculo agobiado;

 

tierra para la madre desnutrida;

 

tierra para el camino vulnerado;

 

tierra para las verdes golondrinas;

 

tierra donde morirse de esperanza;

 

tierra donde morirse de alegría.

 

 

 

Pero en el fondo obscuro de la Patria sonaba

 

una danza de sombras.

 

 

 

Y la palabra TIERRA cala asesinada.

 

 

 

(Tomado de su "Plaquette" Alegoría de México, de 1959).

 

 

 

Estos poemas fueron tomados de la revista El centavo, número 80, volumen II, Junio-Julio 1969, Morelia, Michoacán, México.

 

 

 

 

Ramón Martínez Ocaranza: nació el 5 de abril de 1915 en Jiquilpan de Juárez; muere el 21 de septiembre de 1982. Poeta. Realizó estudios en el Colegio de San Nicolás Hidalgo, donde obtuvo el grado de Bachiller y en la FFyL de la UNAM. Fue alumno de Agustín Yañez y de Julio Jiménez Rueda, en las cátedras de Teoría Literaria y Literatura Mexicana, respectivamente. Publicó poemas y artículos en los siguientes periódicos y diarios de la República Mexicana: Boletín Mensual de la Universidad Michoacana, Calandria de Tolvañeras, Defensa Nicolaita. Periódico Estudiantil,  El Centavo,  El Espectador,  El Nacional,  El Universitario,  El Zorro,  Estampa, La Cigarra, La Espiga y el Laurel, La República, La Verdad , La voz de México, La Zona, Pliego, Renglones, Vida Nicolaita y Voces. Al lado de Enrique González Vázquez dirigió la revista Voces y junto con Raúl Arreola Cortés fue fundador de la revista Pliego. En 1945 fue secretario de la redacción del periódico La Voz de México, órgano del Partido Comunista Mexicano.  Fue designado director de la Biblioteca Pública de Hidalgo en 1953. Durante veinticinco años se desempeñó como académico de la Universidad Michoacana, ocupando diversos cargos, con una interrupción de 1966 a 1968, debido a su intervención como presidente de la Federación de Maestros Universitarios en las luchas estudiantiles, movimiento que culminó con la ocupación militar de las instalaciones. Además el poeta fue encarcelado, junto con su esposa e hijas y liberado por acuerdo presidencial, debido al reclamo de intelectuales y grupos culturales. Manifestó su apoyo a diversas luchas sociales como la Guerra Civil Española.En su honor, se creó la Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza, A.C., la cual está dedicada al estudio y divulgación de su obra.

 

 

Fuente biográfica: INBAL

 

Fuente Fotográfica: revolución.news 

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