EL ABEDUL EMANA
El abedul emana oscuridad a cielo y tierra.
Quizás la noche ha permanecido todo el día escondida
para escapar de la luz,
abre sus ojos, en vano, para verse a sí misma,
temerosa y herida por un estruendo desconocido:
la voz del río o el viento entre las montañas o su corazón.
Pero poco a poco lo que se ignora ya no duele;
todo era tan simple: cerrar los ojos y mirar.
El tiempo que destrozaba su corazón es ahora
un sueño paralizadoy sólo dura un instante.
TEMPESTAD
Me desgastas con tu amor
tú eres como el mar.
Inmensamente el mar
se precipita hacia la tierra.
Sobre la tierra se abate
y grita
y se destroza.
Huye para volver
aún más violento,
un deseo lo empuja:
dar muerte
y morir.
Mutuamente la tierra
lo espera
lo llama,
dispuesta, negra, desesperada
sobre las aguas:
sobre su muerte.
CADA DÍA DEJÁNDOTE
Cada día dejándote,
todos los días diciéndote adiós
aprendo la muerte, amor,
y la angustia de la última separación.
En ti la muerte aprendo
y toda angustia
y temblor.
En ti me pierdo
como en una tierra inmensa, desconocida
y cuando te recorro por completo,
todavía
ignoro todo de ti,
y no se nunca
quien soy a tus ojos
ni que es lo que me queda de mí, amor,
cuando tú te alejas,
aparte de muerte y dolor.
MI ALMA TIENE SED
Mi alma tiene sed.
Tengo que encontrarte
en lo más hondo de mí
como agua viva
en el corazón de una gruta,
que se estremece de luces
y de ecos lejanos.
NO BASTARÁ LA MUERTE
Corazón repleto de selvas y de ruinas,
caballos ensangrentados y viento,
montañas
y pájaros blancos
no bastará la muerte,
para domarte,
ni los aguazales del sueño.
MARÍA MAGDALENA
Los soldados se reían de ella:
“Eh tú guapetona de ojos llorosos”.
Pero a ella no consiguieron arrancarla
de aquella cruz,
clavada con las uñas como estaba,
sollozando sin voz.
Y después se puso a secarle los pies
con su melena,
limpiaba la sangre
y no se atrevía
a levantar la mirada para ver su rostro.
EL CANTO DE LA MONTAÑA
Solamente quien va a morir cada día
puede cantar así.
Era como si cantaran
los torrentes,
las altas hierbas salvajes,
las montañas.
Vuestro corazón
todo lo abarcaba:
hierbas, aguas, montañas,
corazón humano
más grande que la muerte.
EXPULSIÓN DEL PARAÍSO DE MASACCIO
Expulsión del Paraíso terrenal de Masaccio.
Llora Adán, se cubre el rostro con las manos
y llora Eva, elevando su semblante al cielo:
son tajos oblicuos sus ojos,
su boca un agujero negro
en un grito tan largo como el tiempo,
mujeres de Marzabotto
o mujeres de Santa Ana de Stazzema,
o mujeres de las Fosas Ardeatinas,
esposas, hermanas, hijas, madres.
CORAZÓN MIO, VUELVE A LAS MONTAÑAS
Corazón mío, vuelve a las montañas
a las mullidas tumbas de hierba
donde el sueño de los muchachos
es largo, sereno.
Mi corazón destrozado.
FLORES ROJAS
Flores rojas
que florecen altas
en las montañas.
El viento las mece
lentamente,
las acaricia ese viento
que recuerda.
de Cerrar los ojos y mirar (Benilde, Sevilla, 2016)
Elena Bono (1921-2014) es una de las voces más representativas de la literatura italiana contemporánea: novelista, ensayista, poeta y dramaturga. Su obra poética en castellano está reunida en una antología bilingüe (italiano-castellano) titulada Cerrar los ojos y miriar, editada y traducida por Mercedes Arraiga y Daniele Cerrato para la editorial Benilde de Sevilla, España.
Fuente biográfica proporcionada por Zingonia Zingone
Fuente fotográfica Wikipedia
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