Poemas de Elena Bono

EL ABEDUL EMANA

 

 

 

El abedul emana oscuridad a cielo y tierra.

 

Quizás la noche ha permanecido todo el día escondida

 

para escapar de la luz,

 

abre sus ojos, en vano, para verse a sí misma,

 

temerosa y herida por un estruendo desconocido:

 

la voz del río o el viento entre las montañas o su corazón.

 

Pero poco a poco lo que se ignora ya no duele;

 

todo era tan simple: cerrar los ojos y mirar.

 

El tiempo que destrozaba su corazón es ahora

 

un sueño paralizadoy sólo dura un instante.

 

 

 

 

 

TEMPESTAD

 

 

 

Me desgastas con tu amor

 

tú eres como el mar.

 

Inmensamente el mar

 

se precipita hacia la tierra.

 

Sobre la tierra se abate

 

y grita

 

y se destroza.

 

Huye para volver

 

aún más violento,

 

un deseo lo empuja:

 

dar muerte

 

y morir.

 

Mutuamente la tierra

 

lo espera

 

lo llama,

 

dispuesta, negra, desesperada

 

sobre las aguas:

 

sobre su muerte.

 

 

 

CADA DÍA DEJÁNDOTE

 

 

 

Cada día dejándote,

 

todos los días diciéndote adiós

 

aprendo la muerte, amor,

 

y la angustia de la última separación.

 

En ti la muerte aprendo

 

y toda angustia

 

y temblor.

 

En ti me pierdo

 

como en una tierra inmensa, desconocida

 

y cuando te recorro por completo,

 

todavía

 

ignoro todo de ti,

 

y no se nunca

 

quien soy a tus ojos

 

ni que es lo que me queda de mí, amor,

 

cuando tú te alejas,

 

aparte de muerte y dolor.

 

 

 

 

 

MI ALMA TIENE SED

 

 

 

Mi alma tiene sed.

 

Tengo que encontrarte

 

en lo más hondo de mí

 

como agua viva

 

en el corazón de una gruta,

 

que se estremece de luces

 

y de ecos lejanos.

 

 

 

 

 

NO BASTARÁ LA MUERTE

 

 

 

Corazón repleto de selvas y de ruinas,

 

caballos ensangrentados y viento,

 

montañas

 

y pájaros blancos

 

corazón sin fin,

 

no bastará la muerte,

 

para domarte,

 

ni los aguazales del sueño.

 

 

 

 

 

MARÍA MAGDALENA

 

 

 

Los soldados se reían de ella:

 

“Eh tú guapetona de ojos llorosos”.

 

Pero a ella no consiguieron arrancarla

 

de aquella cruz,

 

clavada con las uñas como estaba,

 

sollozando sin voz.

 

Y después se puso a secarle los pies

 

con su melena,

 

limpiaba la sangre

 

y no se atrevía

 

a levantar la mirada para ver su rostro.

 

 

 

 

 

EL CANTO DE LA MONTAÑA

 

 

 

Solamente quien va a morir cada día

 

puede cantar así.

 

Era como si cantaran

 

los torrentes,

 

las altas hierbas salvajes,

 

las montañas.

 

Vuestro corazón

 

todo lo abarcaba:

 

hierbas, aguas, montañas,

 

corazón humano

 

más grande que la muerte.

 

 

 

 

 

EXPULSIÓN DEL PARAÍSO DE MASACCIO

 

 

 

Expulsión del Paraíso terrenal de Masaccio.

 

Llora Adán, se cubre el rostro con las manos

 

y llora Eva, elevando su semblante al cielo:

 

son tajos oblicuos sus ojos,

 

su boca un agujero negro

 

en un grito tan largo como el tiempo,

 

mujeres de Marzabotto

 

o mujeres de Santa Ana de Stazzema,

 

o mujeres de las Fosas Ardeatinas,

 

esposas, hermanas, hijas, madres.

 

 

 

 

 

CORAZÓN MIO, VUELVE A LAS MONTAÑAS

 

 

 

Corazón mío, vuelve a las montañas

 

a las mullidas tumbas de hierba

 

donde el sueño de los muchachos

 

es largo, sereno.

 

Mi corazón destrozado.

 

 

 

 

 

FLORES ROJAS

 

 

 

Flores rojas

 

que florecen altas

 

en las montañas.

 

El viento las mece

 

lentamente,

 

las acaricia ese viento

 

que recuerda.

 

 

 

 

 

de Cerrar los ojos y mirar (Benilde, Sevilla, 2016)

 

Elena Bono (1921-2014) es una de las voces más representativas de la literatura italiana contemporánea: novelista, ensayista, poeta y dramaturga. Su obra poética en  castellano está reunida en una antología bilingüe (italiano-castellano) titulada Cerrar los ojos y miriar, editada y traducida por Mercedes Arraiga y Daniele Cerrato para la editorial Benilde de Sevilla, España.

 

Fuente biográfica proporcionada por Zingonia Zingone

 

Fuente fotográfica Wikipedia

 

 

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