Narrativa de César Vallejo

El movimiento consustancial de la materia

 

 

 

     Las paralelas no existen en el espíritu ni en la realidad del universo. Se trata de una mera figuración abstracta de la geometría. No cabe paralelismo dentro de la continuidad, una y lineal, de la vida. La historia y la naturaleza se desenvuelven linealmente y, en esta única línea, solitaria, los hechos humanos y los fenómenos naturales se suceden, uno tras otro, sucesiva y nunca simultáneamente.

 

     El paralelismo de una línea férrea no tiene mayor realidad viviente que el de dos líneas que se trazan en una pizarra. Dos árboles o dos niños que nacen en un mismo instante, tampoco constituyen un paralelismo efectivo. En todos estos casos la ilusión geométrica no se sustenta en hechos objetivos, sino que participa de la naturaleza de otras tantas ficciones de los sentidos o abstracciones de la inteligencia, como cuando se ve, desde un tren en marcha, que las casas desfilan o cuando, moviendo circularmente un tizón encendido (véase Pascal), creemos ver y constatar un aro de fuego, etc.

 

     La vida es una sucesión y no una simultaneidad. Las paralelas aparentes de una línea férrea no se desarrollan a la vez, sino una después de otra. Los hombres no conviven, sino que se suceden de uno en uno. Los pueblos tampoco conviven, sino que se suceden. La pluralidad es un fenómeno del tiempo y no del espacio. El número 1 está solitario de lugar. El 2 y los guarismos subsiguientes, dígitos o compuestos, no existen como realidad objetiva, sino como figuraciones abstractas del pensamiento.

 

     La vida no se ensaya en varias formas a la vez. Sino en varias formas sucesivas. Un planeta no tiene un destino diverso al de los otros planetas, sino el mismo y único fin que los otros no han podido realizar. Una piedra ensaya idéntico destino que un molusco y ella marcha antes o después de un hombre, pero no al mismo tiempo que él. Si se pudiera figurar la evolución de la vida, se la representaría por una fila de seres y de cosas, de uno en fondo. En el terreno abstracto, los seres y las cosas se desenvuelven con un aparente carácter multitudinario. Pero, esto no es la realidad substantiva. Bajo la ilusoria simultaneidad de las cosas y los seres, reposa, en el fondo, la realidad exclusivamente sucesiva y en marcha del universo. La masa es más un desfile que un remolino. La asíntota surgente de la historia tiene más de línea que de punto.

 

 

 

 

 

Ruido de pasos de un gran criminal

 

 

 

     Cuando apagaron la luz, me dio ganas de reír. Las cosas reanudaron en la oscuridad sus labores, en el punto donde se habían detenido: en un rostro, los ojos bajaron a las conchas nasales y allí hicieron inventario de ciertos valores ópticos extraviados, llevándolos en seguida; a la escama de un pez llamó imperiosamente una escama naval, tres gotas de lluvia paralelas detuviéronse a la altura de un umbral, a esperar a otra que no se sabe por qué se había retardado, el guardia de la esquina se sonó ruidosamente, insistiendo en singular sobre la ventanilla izquierda de la nariz; la grada más alta y la más baja de una escalinata en caracol volvieron a hacerse señas alusivas al último transeúnte que subió por ellas. Las cosas, a la sombra, reanudaron sus labores, animadas de libre alegría y se conducían como personas en un banquete de alta etiqueta, en que de súbito se apagasen las luces y se quedase todo en tinieblas.

 

     Cuando apagaron la luz, realizose una mejor distribución de hitos y de marcos en el mundo. Cada ritmo fue a su música; cada fiel de balanza se movió lo menos que puede moverse un destino, esto es, hasta casi adquirir presencia absoluta. En general, se produjo un precioso juego de liberación y de justeza entre las cosas. Yo las veía y me puse contento, puesto que en mí también corcoveaba la gracia de la sombra numeral.

 

     No sé quién hizo de nuevo luz. El mundo volvió a agazaparse en sus raídas pieles: la amarilla del domingo, la ceniza del lunes, la húmeda del martes, la juiciosa del miércoles, la de zapa del jueves, la triste del viernes, la haraposa del sábado. El mundo volvió a aparecer así, quieto, dormido o haciéndose el dormido. Una espeluznante araña, de tres patas quebradas, salía de la manga del sábado.

 

 

 

 

 

Estos escritos fueron tomados del libro Contra el secreto profesional, publicado por el Gobierno Bolivariano de Venezuela, por medio de la Fundación Editorial, el perro y la rana, Caracas Venezuela, 2012.

 

 

César Abraham Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco, Perú, el 16 de marzo de 1892. Sus padres fueron Fue el menor de once hermanos, su abuelo era un sacerdote gallego y su abuela una india mestiza. La familia pensó en dedicarlo al sacerdocio, lo cual marcó su formación y explica la presencia en su poesía de abundante vocabulario bíblico y litúrgico. Sus estudios primarios los realizó en el mismo Santiago de Chuco, pero desde abril de 1905 hasta 1909 estudió la secundaria en el colegio San Nicolás de Huamachuco. Inició los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Trujillo y de Derecho en la Universidad de San Marcos (Lima), pero abandonó sus estudios para instalarse como maestro en Trujillo.

 

En 1916 frecuentó el grupo El norte y se enamoró de María Rosa Sandoval, pero no tardó en irse a la Lima, donde conoció a lo más selecto de la intelectualidad limeña. En 1918 publicó su primer poemario: Los heraldos negros, en el que son patentes las influencias modernistas, sobre todo de Julio Herrera y Reissig.

 

En esta época trabajó como profesor en el colegio Barros, y en el Colegio Guadalupe. Su madre murió en 1920 y al volver a Santiago de Chuco fue encarcelado injustamente durante cien días, acusado de haber participado en el incendio y saqueo de una casa. En la cárcel escribió la mayoría de los poemas de Trilce. Trilce anticipó gran parte del vanguardismo que se desarrollaría en la década de los veinte. En este libro Vallejo lleva la lengua española a límites insospechados: inventa palabras, fuerza la sintaxis, emplea la escritura automática.

 

Cuando es liberado embarcó en el vapor Oroya el 17 de junio de 1923 en dirección a Europa. Llegó a París el 13 de julio. Allí consiguió mantenerse como redactor en Variedades, Amauta, El Comercio y Mundial, pero lo importante fue que inició su amistad con dos de los grandes poetas hispanoamericanos: Juan Larrea, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y conoció a Tristán Tzara.

 

En 1930 el gobierno español le concedió una modesta beca para escritores. En 1932 se afilió al Partido Comunista Español, regresó a París, donde vivió en la clandestinidad, y donde, tras estallar la guerra civil, reunió fondos para la causa republicana, que le inspiró una de sus últimas obras: España, aparta de mí este cáliz.

 

En París se casó con Georgette Phillipart en 1934.

 

César Vallejo falleció el 15 de abril del 1938, un viernes santo con llovizna en París, pero no un jueves, como escribió en su famoso poema:

 

“Me moriré en París con aguacero,

 

un día del cual tengo ya el recuerdo.

 

Me moriré en París —y no me corro—

 

tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.”

 

 

 

Fuente biográfica: Escritores.org

Foto: Vallejo en Fontainebleau, 1926. Autor: Desconocido. Fuente: Visión del Perú N°4.

Homenaje Internacional a César Vallejo. Lima, 1969

 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0