Ensayo sobre Juan Gelman por Víctor Manuel Mendiola

     Los tiempos cambian. Hace más o menos diez años hubiera sido casi impensable que un poeta como Juan Gelman (Buenos Aires, 1930), con una trayectoria política de militancia en los montoneros y un pensamiento de izquierda -visible obra-, hubiese podido ganar una de las preseas literarias más importantes de México, el premio Juan Rulfo. Más bien habría sido un candidato para una distinción en otra parte del mundo, tal vez muy lejos de aquí o muy cerca, como el premio Casa de las Américas -por fortuna, para él y para nosotros, no obtuvo ese galardón. En México, el "gusto" de esos años buscaba autores con un lenguaje no sólo más "sofisticado" sino más abstracto, tanto en un sentido filosófico como sobre todo lingüístico.

 

     Nos parezca bien o mal, la poesía de Gelman tiene un gran interés. Gelman ha escrito una poesía esencial, que, si no es propiamente una antipoesía, sí es una poesía de lo humano en su forma más inmediata. Aunque en su obra podemos encontrar textos con temas sociales e invocaciones políticas, sus mejores composiciones son aquellas donde no hay lucha de clases sino el reconocimiento del otro, pobre de un modo o rico de otro. Sus poemas son el escenario de una ocupación: la conciencia, si no de un deber, sí de una relación de afecto; y, al mismo tiempo, son el espacio de una preocupación: el sentimiento de que todo se vuelve olvido, la alegría más plena o el dolor más agudo.

 

     Al detectar la idea de una poesía social en oposición a otra no social y al encontrar el despropósito que consiste en pensar que existe un determinismo dialéctico entre los menudos acontecimientos cotidianos y los grandes hechos sociales, la poesía de Gelman puede desilusionarnos, pues nos percatamos de que él ha practicado las ceremonias y las oraciones de que un culto: el culto a la Revolución, el culto a Cuba, el culto al Pueblo. En los poemas políticos de Gelman, recogidos en selecciones como Antología de la poesía hispanoamericana actual (1987) de Julio Ortega, hay frases difíciles de oír sin inquietarse. Por ejemplo:

 

 

 

en la Habana levantada por la marea dulce de la revolución

 

debajo del amor estabas,

 

en cada rostro de miliciano y miliciana mirando el mar amigo y enemigo

 

estabas...;

 

 

 

o esta otra:

 

 

 

el pueblo aprueba la belleza

 

bajo la bota policial escribe.

 

 

 

 

 

      Estas frases son desconcertantes cuando sabemos el horror y el sadismo que esconden las palabras miliciano o pueblo en los regímenes totalitarios. No son las palabras de una voz; son los ruidos, los gruñidos, del silencio.

 

     Sin embargo, en medio de estas contradicciones y de la lucha admirable contra el terror de Estado en Argentina en la época de las dictaduras y después de ellas, encontramos muchos otros poemas que nos causan gran sorpresa y emoción. En esos poemas vemos cómo la pasión social de Gelman es una ternura y un intento por comprender, como cuando dijo:

 

 

 

amor que se serena ¿termina?

 

¿empieza? ¿qué nueva

 

vejez le espera por vivir?

 

 

 

     En ellos aparece una entrega tan desvalida como cariñosa reforzada con el uso de diminutivos. Además, nos damos cuenta de que en los poemas de Gelman lo principal no es la dicotomía individuo / sociedad, hombre / historia, lo inmediato coloquial / lo mediato comprometido. Lo principal, en esos poemas, es una imaginación con los pies en la tierra, a trompicones ya tumbos, salpicada de barro, de barrio, del vidrio de las cosas; subversiva, sí, pero de un modo muy diferente a como opera la rebeldía de los cultos ideológicos o religiosos; una imaginación con arboladura, pero también con raíces. Consciente de este factor decisivo en su poesía, que crea situaciones inesperadas y llenas de humor, él mismo dijo:

 

 

 

te juro que no estoy haciendo surrealismo

 

y menos en esta edad en que toda alma es mala.

 

 

 

     Esto es lo interesante de la poesía de Gelman. Él, que ciertamente no tiene la pretensión de producir alguna forma de automatismo y que vivió de una manera intensa el dominio de las ideas, pone en acción con frecuencia un surrealismo muy original o, si se quiere, una poesía de una imagina- muy libre y absurda y, de una manera extraña, llena de una verdad compartida y natural. Su cariño se manifiesta en composiciones que urden con mucha precisión expresiones bruscas y disparatadas, pero inteligibles, como cuando dice:

 

 

 

 y a dónde se habrán ido tus piernas que

 

ya estaban en camino de ser buenas y

 

jugaban con la tierra antes del rubor

 

y estaban llenas de mentira de magia de crueldad

 

y tenían un loto en la mano.

 

 

 

 

 

     En estas líneas, aparte de la ambivalencia graciosa del adjetivo "buenas" y la concupiscencia de la fórmula "antes del rubor", nos sorprende que las piernas tengan "un loto en la mano". Un regalo. Asimismo, su cariño se manifiesta en una rabia de amor, con una fuerza expresionista, como podemos ver en el excepcional poema largo "Carta a mi madre";

 

 

 

habré querido no salir nunca de vos

 

me expulsaste y lo expulsado te expulsó.

 

 

 

     Además, al detenernos a sopesar las líneas de sus poemas, descubrimos que en ese lenguaje sincopado trabaja al mismo tiempo una visión formal, con recortes muy bien pensados, donde una frase se encadena con la otra por un juego de inercias y paradas en seco al iniciar una nueva frase sin avisarnos, suprimiendo pausas y mayúsculas desde la capitular que debería iniciar el poema-o introduciendo intervalos con diagonales, de tal forma que vamos en una corriente con diques; cabalgamos en un ritmo con jorobas. Y entonces nos damos cuenta que esta poesía, en apariencia tan sencilla y directa como el habla, está calibrada de una manera perfecta. Tiene una forma.

 

     La vida de Juan Gelman podría haber representado las vicisitudes clásicas de los poetas más radicales del siglo XX; no las representó porque la rebelión de Gelman no acabó cuestionando, con la misma pasión, sus primeras convicciones. Sin embargo, quien conozca -aunque sea nada más un poco el camino de Gelman, no puede dejar de comprender por qué su vida siguió ese derrotero. Una lucha constante y una situación familiar terrible crearon un destino. De cualquier forma, habría sido tan increíble admirar la rebelión de Gelman contra Gelman, Esto lo hubiera llevado a una estatura mayor. Quizá temple, sentimos todavía lo haga. Los que vislumbramos su temple, sentimos que puede ser.

 

 

 

 

 

Este ensayo forma parte del libro Breves ensayos largos, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, en 2001.

 

 

Víctor Manuel Mendiola: nació en la Ciudad de México el 8 de agosto de 1954. Poeta, ensayista y editor. Estudió Economía en la UNAM. Es director de la editorial El Tucán de Virginia desde 1980. Coordinó Ediciones La Giganta y editó la colección Pago en especie de la SHCP. Participó dos veces como editor invitado en la Feria del Libro de Frankfurt. Entre 1998 y 2000 fue presidente del Pen Club México. Colaboró en Cuadernos Hispanoamericanos, El Ángel, El Semanario Cultural, La Jornada, Nexos, y Vuelta. Fue becario INBA/ FONAPAS, 1980; y del CME, 1980. Fue miembro del SNCA de 1997 a 2000. Visitó Banff, Canadá, como escritor residente. Es miembro de la mesa editorial de la revista Nexos (2005) y director del Festival Internacional de Literatura, Letras en el Golfo. En el 2005 obtuvo el Premio Latino de Literatura, por su libro de poemas Tan Oro y Ogro, otorgado por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York. Primer premio en la categoría de novela del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario “Sor Juana Inés de la Cruz” 2010.

 

 

 

Fuente biográfica: Enciclopedia de la Literatura en México

 

Fuente fotográfica: Cultura UANL

 

Juan Gelman Burichson (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930 - México DF, 14 de enero de 2014). Poeta, traductor y periodista argentino, está considerado como el poeta más importante de su generación. 

 

Hijo de emigrantes judíos ucranios, ejerció diversos oficios antes de dedicarse al periodismo. Por su actividad periodística y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México.

 

Durante su ausencia de Argentina llega a estar condenado a muerte por la dictadura argentina; sufre muy de cerca el drama de los "desaparecidos" cuando su hijo y su nuera pasan a formar parte de esta dolorosa lista.

 

En su juventud colabora en el periódico Rojo y negro. Es uno de los fundadores del grupo de poetas "El pan duro" y es también secretario de redacción de Crisis, director del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción de Noticias. También ejerce como traductor en la UNESCO. Desde 2007 colabora con el periódico de Buenos Aires, Página 1/2.

 

Poeta adscrito al realismo crítico, consigue un estilo particular partiendo de un realismo crítico y del intimismo. Son constantes en su poesía la presencia de la cotidianeidad, el tono político, la denuncia y la indignación ante la injusticia.

 

De su producción poética conviene destacar Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Sefiní o Cólera Buey, así como Los poemas de Sidney West, Traducciones, Fábulas, Relaciones, Hechos y relaciones o Si tan dulcemente. Escribe Exilio en colaboración con el periodista argentino Osvaldo Bayer; otras de sus obras son Citas y comentarios, Hacia el sur, Composiciones, Carta a mi madre y País que fue será.

 

La antología Pesar todo es galardonada con el premio de poesía José Lezama Lima, que concede la Casa de las Américas cubana. En 2005 publica una nueva antología, Oficio ardiente, que reúne poemas publicados a lo largo de casi cincuenta años y algunos otros inéditos.

 

En el ámbito musical escribe dos óperas, La trampera general y La bicicleta de la muerte, dos cantatas, El gallo cantor y Suertes, y varios LP.

 

A lo largo de su vida recibe numerosos galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía en 1997 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005; además tiene el título de ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires.

 

En 2007 obtiene el Premio Cervantes, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas, y dos años después la Asociación de Poetas Chinos le otorga el Premio Antílope Tibetano. El 14 de enero de 2014 muere rodeado de su familia en su domicilio de la capital mexicana, donde residía desde 1988.

 

El escritor Juan Gelman, premio Cervantes 2007, depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 3 de mayo del 2050. Es una de las personalidades que deja un objeto personal en la antigua cámara acorazada de la sede central del Instituto.

 

 

 

Fuente biográfica: Instituto Cervantes

 

Fuente fotográfica: Ministerio de Cultura Argentina

 

Escribir comentario

Comentarios: 0