Celebraciones de puras tragedias
En memoria de Juan Ramírez Ruiz
Milton era la niebla goteando, gateando.
Hablábamos así del Paraíso Perdido.
Hablábamos así de Robert Graves y de
sus dioses mediterráneos,
pero estábamos muy ebrios para creerle.
Un poeta peruano sabe más que no
es bueno
ser poeta y peruano o que debe
escribir en voz muy alta cuando
lo arrojan por finados campos.
A las seis de la tarde no estás.
Ya habíamos intercambiado nuestros poemas
sobre Mario Luna,
ya habíamos descubierto
el misterio de su nombre.
Celebraciones de puras tragedias,
que hasta el júbilo estaba en el hospital.
A las seis de la tarde eres pero no estás.
Hay precipicios de voces
sin edad ni cordura,
grillos rezando
a la brevedad.
Estoy hablando
de la ausencia y no tengo apuro.
Ya habíamos adelantado algo presintiendo
los colores de lo incierto:
azul de los golondrinos
que migran sin responderse a qué suelo se deben.
Recordarte en el viento furioso del arenal
es el camino oscuro
que ya has recorrido desde el puente Virú.
ya el bus embiste a la poesía.
Algo nos falta. Algo nos abandona.
Es el zorro color de plata
que aúlla cuando por las dunas
honra por juanrra se apega la primera luz.
Dos verdades
Una verdad es que cuando croan
las ranas del altiplano
en pocos momentos empezará a llover.
Definitivamente nunca fallan coro y tormenta.
Tienen la precisión que le debe a la fascinación
la algarabía del poema.
Las batracias no necesitan de la videncia o religión
ni de la ciencia o filosofía.
Apenas aplican el canto aprendido
desde su nacimiento oliendo el viento
lo que su pecho despertará
la plegaria melodiosa que no distingue
sino el júbilo compartido
por el agua vaciará el lago del cielo.
¿Podríamos llamarlo felicidad o solo aprendizaje
depurado en millones de años?
¿Y qué hemos aprendido nosotros en el mismo tiempo
que no sabemos cantar hasta hoy con el mismo fervor?
Sicofonía de duendes
Para Rebeca López, esposa de Mario Santiago P.., im
Imagino ese amor en el mercado de los estruendos
con sus aires cifrados y lluvia coreográfica solar.
Allí el poeta le arroja palabras que ella devuelve
convertidas en una revolución de marimbas.
Ya la fragilidad gatea y todo lo mutuo entre ellos
son nubes que hijos estrujan para derramar
incendios,
propagándonos, contaminándonos,
como si las piruetas o los garabatos fuesen
la única escritura posible
en las playas de la mugre verdad.
Imagino esa sonrisa de los cumplidos
y miles de saltos apaches con flores
pintadas en las uñas para invocar
la reducción de las multitudes
al rincón donde ellos se besan.
Cielo de lentos saqueos
con transacciones directas de Dios
de las libretas azules donde el rebelde
traza el jadeo de un revolcón de arena
y la Rebela se sienta en la silla
de la reconciliación
echando el ojo a los chicos
que ya son tres, con el padre incluido,
ingresando a la guerrilla del resplandor.
Qué trizaduras de calles podemos imaginar
porque el poeta nunca descansa sin no ve a la poeta
en su sombra brincando por el empedrado
con el lenguaje de la oscura ternura,
que no arranca hablando sino simulando
los paisajes que juntos hubieran querido fundar.
Imagino a dos en el cuarto que siempre están
con cadenas de interminable fiesta,
huyendo a un espacio vertical donde los planetas
suavemente se rozan y vuelven
a separarse
en un ciclo que dura un cubo de tiempo en tu mano.
Y son motociclistas o correcaminos y
son desiertos o meros pasajeros de brevedades
los que tras el polvo
los ven embarazados por la bruma,
huella tras huella regándonos de papel cometa.
Ella tan bella en la calma y él endiablado
de tan huracán misterio.
Los imagino caravanseros
imponiendo con sus caricias a las olas a detenerse.
Imagino un horizonte de espuma y un galope tendido
de transparencia,
El nido de los rebeldes
jugando a la persecución o a las encondidas.
Después regresan para duplicarnos las llaves
con que nos abrieron las almas.
Queda entonces
un rebrote de encendedores,
queda la imagen de su nueva casa,
ese milagro de un holograma cascada que solo canta.
Y todos bailamos sicofonías de duendes.
Respiradero de las cifras celestes
Si el amor es sonido,
música
reducida a los gemidos de dos,
eso nos recuerda que renacemos
dilatando las cifras celestes
en la máquina de ventilar
a un asmático Dios.
Incierto Universo
El hombre abandonado
Sigue siendo el Hombre Eterno.
Roland Barthes
En una indetenible desorientada
travesía por el desierto
un loco calato carga
una cruz y un costal
donde la escoria
de la desolación
aloja al huracán del incierto universo
arrastrando el peso
de la gran explosión
que dio inicio al dolor de la vida.
Estos poemas forman parte del libro Aquí sobra la eternidad (2000-2011), publicado por Ediciones Sin Fin, Ciudad de México, septiembre de 2016.
TULIO MORA (Huancayo, Perú, 1948). Escritor y comunicador social. Ha publicado los libros de poesía Mitología (1ª edición, Ediciones Arte/Reda, Lima, 1978, 2ª edición con prólogo de la profesora Consuelo Hernández, Ediciones Art. Lautrec, Lima, 2001), Oración frente a un plato de col y otros poemas (Ediciones Volcán Maduro, Lima, 1985), Zoología prestada, con ilustraciones del pintor Ricardo Wiesse (Taller Alberto Escalante, Lima, 1987), Cementerio general, Premio Latinoamericano de Poesía, (Lluvia Editores, Lima, 1ª edición 1989, 2ª edición 1994), selección traducida al inglés bajo el título A Mountain Crowned by a Cemetery, (Red Beck Press, Bradford, Inglaterra, 2001), País interior (Premio Copé, 1ª edición, Ediciones Copé, Lima, 1994, 2ª edición, Bisagra Editores, Huancayo, 2009), Simulación de la máscara (Ediciones Hora Zero-Ediciones El Nocedal, Lima, 2006), Ángeles detrás de la lluvia (Colección Húnikos, Lima, 2009), con ilustraciones del artista plástico Alfredo Márquez y Aquí sobra la eternidad (1ª edición, FECP, Lima, 2012). Asimismo, es autor de dos antologías del Movimiento Hora Zero-Infrarrealista, del cual ha sido integrante: Hora Zero, la última vanguardia latinoamericana de poesía (Colección Ateneo de Los Teques, Venezuela, 2000) y Hora Zero: los broches mayores del sonido, FECP, Lima, 2009). También ha publicado tres libros de género periodístico sobre violaciones de los Derechos Humanos durante los años de violencia política que vivió el Perú (1980-2000): Y la verdad será nuestra defensa: el caso de Barrios Altos (APRODEH, Lima, 1ª edición 1996, 2ª edición 2002), Días de barbarie: la matanza de los penales (APRODEH, Lima, 2003), Aquella madrugada sin amanecer: los desaparecidos del Santa (APRODEH, Lima, 2004).
Semblanza tomada del libro Aquí sobra la eternidad (2000-2011), publicado por Ediciones Sin Fin, Ciudad de México, septiembre de 2016.
Fuente fotográfica: Página El Comercio Perú
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Berger Tatiana (miércoles, 11 octubre 2023 17:15)
Hola quisiera conversar con los editores de la revista . Muchas gracias, este es mi correo bergertatiana0@gmail.com