DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
Este juicio comienza
una serie de ensayos
con la felicidad
como una luz
insuficiente
para cubrir las sombras
pero dispone del don
de reducir
en su recogimiento
los desvelos del hijo.
resulta transparente
o es oscura
mientras sirva de espejo.
A fin de cuentas
las sombras son el tiempo
que recubren mi gozo
sin mellarlo.
Al fin y al cabo
no son estas palabras
las que observo
sino lo que tú escribes
en el fondo del libro.
EL SER QUE VA A ESCRIBIR
Se muere lentamente. En plena oscuridad.
Y brilla un poco el cuerpo
antes de despojarse de la orina. Se muere sin sentido
al elevar los ojos y vernos a su lado. Madre y padre
en el miedo de no encontrarse
a solas. De haber perdido aquella única fe
que levantaron juntos debajo de la casa. Los escombros
de Dios. Las esquinas barridas de la infancia
y en plena decadencia los marcos de las puertas. Ventanas
hasta el piso para mirar si Dios seguía enterrado.
Se nos muere un riñón
de un infarto cardiaco: sustituye
la bilis al corazón y deja su amarillenta faz
como el ámbar que cubre a los mosquitos. Con una gota
basta para reproducir al pterodáctilo emergente.
Una gota con forma de canica
como las del recuerdo del trabajo en la fábrica: tréboles
y bombochas (Chava Flores
de fondo). Para sobrevivir, Pichicuás
pinta su raya igual que los cimientos
en plena devoción del ágata en la boca. Encharca
dura como raíz de lo que fue
maleza, luego jungla y terminó
extinguiendo la fe de Cupertino en los dragones. Con esa luz
la piedra y luego el fuego. Un grito
que se niega a morir
delante de las hijas. Que guarda
en sus alvéolos todo el humo del miedo
y aparece de noche. Y parece dormido, sin
embargo se muere. Comparte sus cenizas
de forma anticipada en un escalofrío. Un tono medular
parasimpático, como si fuera un chiste. Las gracias
que fueron de los nietos y sienten todavía
recorriendo su espalda al darnos
un abrazo. El ser que va
a morir (coral en los pulmones) ya no puede
hacer nada con esa luz vidriosa
que descubren sus labios. Los años de violencia
amor mal educado
van desapareciendo de sus costras. Sus dedos
son más duros bajo esta nueva luz. Un bisturí pequeño
abre sus pensamientos: madre y padre
lo ven. Baja un poco
la vista y busca atravesar una cortina de ámbar
llegar hasta el jardín de los brazos que se extienden afuera
y despedirse. No lo logra. Le estorban nuevas alas. No consigue
tocar otra mano en la suya. Le ha fallado el sentido
que mantuvo en secreto. Y esa falta de
tacto con la que dice el médico: “ha llegado la hora”
nos confunde con él. Se cimbra el piso.
Hay un temblor de Dios mientras se hace el silencio
desde una bocanada (chiras pelas) que detiene
el reloj, nuestra coraza.
ACTA DEL JUICIO
No somos las mujeres
que intentamos, ni seremos
los hombres que quisimos.
Este vocabulario es inservible
mientras no reformemos el artículo a la ley
más allá de una letra en nosotres.
Sin embargo
en ese sin embargo que alguien nos
arrebata, hay un poco de vida.
Detrás nuestro, quizás:
un tal vez en la espalda
que vuelve a lo que fuimos.
Y allí, a un golpe
de salvarnos, siempre habrá otro
fiscal que nos regrese el juicio.
PRESUNTOS IMPLICADOS
Algo se me fue contigo…
Manuel Alejandro
Algo se nos va
perdiendo con la literatura: alguna
libertad de ser románticos, ilusos, cursis, por el temor a parecer
menos intelectuales (quizá desencantados) en un siglo que apuesta
por la deshumanización y la homogeneidad
aunque la disfracemos de sarcasmo y frescura. Se le llama poesía
a casi cualquier cosa fuera del corazón, mientras
no duela, no incomode las vísceras, pero sí las pupilas
de quien afuera lee, quien aplauda las ausencias de un pálpito
que ensucie la humanidad en uso. Borrón en el papel
sin que nos manche el músculo o el hueso. Ese “yo”
ahora maldito, bastardo, insuficiente
para hablarle de usted y respetuosamente a lo que no comprendo
y aparto de mi vista para no avejentarme de ese “nos”
ya tan lejos de “mí” que parece otra cosa. Pero ellos
lo sabrán: a “yo” no le interesa lo que no arde.
“Yo” no es algo que al otro me preocupe.
Me preocupas más “tú”. Si tú te vas
se muere lo que pienso, aunque no escriba.
Robert Frost nos conmina a cambiar las ideas por lenguaje
pero no es tan sencillo. Ya vi que los pronombres
alteran nuestro ritmo. Imagina si ocurre
la síncopa del alma. Yo tendría un aneurisma
en el verbo vivir. No podría conjugarlo
si no implica estar juntos.
Por eso pienso en “tú”.
Si el corazón dictara los etcéteras
no agobiaría la espera con su temblor de sueño.
Ese cuerpo que abandona su gis en la figura
echada en los supuestos, como si todos
los presuntos implicados fueran Dios, pensaría:
el sexo del poema es infinito
pero el género es todos.
Y luego (porque existo) me duele más tu madre
que se nos fue
unos años después de nuestra boda. Y no hay verso en el cual logre
dudar si es que hubo incendio. No hay
poema que pueda cicatrizar la herida de tus ojos
ni ese cielo nocturno de algunas desveladas.
La jurado lo sabe. También ella se ha ido
aunque el juicio final sea una escalera
que baja al corazón de todos (por lo tanto, ninguno).
El dolor no me sacia ni me llena.
La poesía no embellece si hace falta
en la palabra madre o la silabación
del hijo (¿qué pronombre?).
La palabra nunca
nos transparentará como una
lágrima: su reflejo
inexacto
da cuenta de las pérdidas
cuando los que se van
somos otros
no ese tú
que nos hizo
del ojo al corazón
en su ceguera.
Si hubiera un dios en la poesía
si no se hubiera ido de los poemas
serías el unigénito
aunque te condenaran
nada más
por ser
tú
el exilio de todos.
Pero si hubiera un dios en la poesía
estaría en ese gis, cual residuo del fuego
que da forma a la ausencia.
MARCADOR: 0 - 0
Hay poemas que no quieren
ser peces y se quedan
flotando
en la línea divisoria de la prosa
más sucia. Peces
cuyas branquias son
versos y se empeñan
en obtener
pulmones.
Hay poemas que se sienten
gigantescos cetáceos
y en el plancton comparten
la lengua que a todos los devora.
Hay poemas que muerden
el anzuelo de las viejas
vanguardias y terminan
enganchados al hilo
de la vida
tan efímero
y débil
que se
rompe
al leer
los.
MEDIOS DE CONTENCIÓN
[PREJUICIOS DE POR MEDIO]
Hay poetas para quienes la luz
(ese rastro de Dios en las palabras)
representa lo viejo, como si por estar
a la sombra de tópicos
comunes (con sus microcultivos, metástasis, lanzallamas, transtierros)
escaparan de aquella
transparencia del lenguaje. De sus múltiples
gasas se despojan y ríen. Y su público ríe. Y todos
tan felices con aquel nuevo traje
se alejan de la luz, o eso parece
pero son transparentes incluso
en su ceguera. Tal retórica blanca
del vacío o la desolación
la festeja como precocidad el despistado
aunque Deniz lo asentara circa en los años setenta
y uno, una década atrás, naciendo apenas a unos versos
tan miopes y sin visión central
considera la luz como un prodigio (adrede
consigno el gatuperio).
Hay poetas a los que nadie les dio un beso de niños
o que fueron besados
demasiado. El hambre o el exceso
de ese verso ruidoso los hace censurar
a quienes ven distinto, a quienes
abrazaron de tal forma la luz que olvidarían
sus miedos. Esa luz que se filtra en las venas
al pensar en voz baja, para
sí, no importando si hay cámaras delante
o hace una sombra de árbol, de padre
protector ante sus otros hijos.
El más débil
escribe sus poemas debajo de esa luz, aunque luego
la apaguen sus propios compañeros: no
caigas en esa tentación de iluminar con velas
lo que es mejor a oscuras, lo conminan. Como si fuera un beso
oscuro lo prefiere quien se ríe estrepitosamente
de llevar el disfraz de su mentor y amigo. Cuyo traje de zombi
arrastra por su casa sin levantar ni polvo.
Y luego ya no ríe
porque a sus descendientes los aviva
otro sol. Esa luz
que, aunque no la prefieran
está encima de todos.
Poemas tomados de [Contra] Dicción (UANL; 2022, Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal 2021.
Luis Armenta Malpica (México, D.F. 1961) radica en Guadalajara, Jalisco, desde 1973; es poeta, ensayista y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras en 2008 y Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, en poesía, en 2013 entre muchos otros; sus reconocimientos más actuales son: Diplôme d’Excellence Librex en el Salón del Libro de Iași, Rumanía (2017); Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe, Canadá-México (2017); Cavaler al Poeziei Capitalei Marii Uniri Iași, Rumanía (2018); Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada (2020), Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal (2021) e Iguana de Oro y reconocimiento por la Cátedra Huston de Cine y Literatura del Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara (2022).
Sus títulos más recientes son Enola Gay (Vaso Roto, España, 2019), Chiamatemi Ismaele (Fili d’Aquilone, Italia, 2019; primer finalista del Premio Letterario Camaiore, de Italia, y finalista del Premio Internacional La Lira de Oro, de Ecuador) y [Contra] Dicción (UANL, 2022).
Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, bengalí, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, maya, neerlandés, portugués, rumano, ruso y taiwanés.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Luis Armenta Malpica.
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Cristina Marti (domingo, 20 noviembre 2022 21:52)
Incoherentes, necias, ilogicas, inconexas, desatinadas, disparatadas, enmarañadas, discordantes, oscuras,caoticas, absurdas,
no pongo tildes porque no vale la pena....