GACELA MÍA
Para Jacqueline
Primer Movimiento
Por la casa de los pájaros, a la sombra de un bosque primigenio,
me fue desvelado el secreto,
el frotado barro de las estallantes resurrecciones.
Pura delicia, ella
cae sobre mí
desde el árbol altísimo del deseo
y se encostilla
para que yo exista palpitando extasiadamente,
relámpago tras relámpago
de la sexualidad
que deja navegar nuestros cuerpos
amándose
en ardua pertenencia,
matrimoniados
por la ley de las caricias,
cosa real
de un gran oficio: Amar sin refreno
el fogoso cuerpo
empecinado en el remolino,
en la historia que empieza
una vez más
embriagando con vino
de la viña que fomenta profecías
oídas clamando
desde el abecedario del prodigio.
¡Todo lo puedes,
oh varona dispuesta
a girar entre las yemas de mis dedos!
¡Humedece la soledad que me resta
y hazte adorablemente ágil
para agasajarte a destajo!
¡Ay, cómo alabo
esta gracia divina procurándome
amparo!
Oh Dios, qué de gustarme
esta carne salaz que no deserta
de mi voracidad entera,
salvada ya de toda confesión
y pródiga en juramentos
que atropellan el vientre de fuego
más cerca del fondo…
Siglos que amontonaron su resaca
para adormecer al mundo
mientras la Enviada
esté aquí, virgen
a la cascada de mi manantial…
La hora nueva
es en la tierra humeante
del rosedal,
en la ribera de dos brazos
porteando ofrenda tan hermosa,
en el lecho de aprendiz
donde mezclo
los alientos del primer contacto…
Segundo Movimiento
En la hora temblorosa se abren las compuertas del cielo.
Un antiquísimo deseo destila su metafísica
para que llueva por los aires la simiente.
Aquí mi Amada
usando
la vara mágica por la boca y la manzana,
floreciendo entre aromas de evasión
o galas delirantes,
torciéndose junto a la eternidad de mi sangre
que prevalece
como cedro ardiendo
en sitio fragante donde el espíritu
se derrama
hasta clarear lo oscuro.
“¡Encélate, Amado, porque el cielo
es todavía! ¡Pasa por la horquilla del relámpago
y atrévete a descifrarme por entero!”.
Heme ahí,
honrando
el altar del exilio, la lámpara entre mis manos,
el lecho que no es ajeno a las delicias,
la lanzadera de mis huesos…
¡Ah, que me encierren con los pies desnudos
y se abra para mí el hospicio
o el jardín donde al final se clama!
“Mi Amado es benevolente,
mi Amado me arrebata,
mi Amado viene para que yo siga,
mi Amado me remoja en los calores de la tarde,
mi Amado se despoja para que yo reciba…
¡Canta, oh pájaro del Edén,
canta sobre la colina que multiplica las visiones!”.
Debo ir a la Esposa,
fecundarla bajo el círculo del sueño,
darle agua de más vida para que nada tema
mientras se entrega a la fuerza
del designio, mientras siente el sismo
y huele la miel silvestre de este linaje mío
tan oreado por las travesías.
Voy hacia ti,
Esposa de mi siembra y mi cosecha,
voy
hacia el ángulo
de tus genuflexiones.
“Mi cuerpo se despierta virgen.
Ven, Amado de las andaduras con espino.
Ven, que te daré cálidos chubascos de confidencias.
Ven, que ya no quiero más calma en las aguas
que se me empozan”.
Esposa mía,
gacela de los sagrados bosques,
¡No me quedo con los brazos cruzados
y voy hacia tu espacio
para el examen de pesas y medidas!
EL DESEO BAJO EL SOL
Primer Movimiento
El deseo bajo el sol,
el aroma del hogar, la calentura de la sangre resucitándome
al giro de la rosa irresistible
bajo el vientre complacido y espejeante.
¡Oh, Dios que inflamas la piel y las estrellas,
Dios para tantas razones de lo humano, Dios
que nunca asfixias, pues voluntad tuya es preñarnos
de Amor hasta desfallecer!
¡Tiembla la vida cuando sucede!
Y siempre sucede en la turgente carnalidad desbordada,
ofreciéndose a los labios de la abeja primaveral
en dulce tránsito sin término, desnudando
los pétalos hasta sus adentros, degustando la Flor
sin importar el ruido cotidiano.
Siempre sucede el caudal que cambia la temperatura:
climas y fragancias, néctar del jardín.
¡Milagro del otoño semejándose al verano!
Manjares probándose en lecho de silvestre Paraíso,
tan sediento de goces tras diez mil años oculto:
reanudo el júbilo con los sentidos fogosos,
pongo la Flor a la altura de mi pecho y aguas dilatan
lo que arquean las caricias.
¡Oh paladar agradándote en el vergel!
El Árbol crece para los instantes terrenales: se enraíza,
se agolpa, da sombra por Ella: embiste
porque desea llenar la alforja vacía, porque busca
Tierra Prometida o nutrientes que lo mantengan erguido,
fuerte contra vientos destructores de renuevos.
Por Ti luce entero el Árbol, estremeciendo la Flor
que custodia, el fruto constante del Amor en comunión.
Estando con Ella, no quiero ningún destierro,
y clamo por eso:
“¡Si planean mi exilio, que el Amor los destruya!”
Bordeo las laderas del deseo, ágil en la tentación
para cada encuentro que no esconde un adiós,
la posibilidad de que el frío entumezca las ramas, agriete
la tierra, seque el manantial donde remas
tan a gusto, perdida toda extranjería
en la orilla que aprietas para evitar desengaños.
¡Conmoción al extender las manos!
¡Conmoción al recibir la recompensa!
¡Conmoción al percibir la fragancia de la flor!
¡Conmoción al palpar la cereza del jardín!
¡Conmoción ante la proximidad del éxtasis!
Segundo Movimiento
La llamada permanente bajo el roce de los cuerpos
y esos arpegios de una Flor invitándote
a conocer sus arterias antes que algún inoportuno
levante su voz por las inmediaciones,
antes que se sequen las raíces en lo más profundo de mí,
de Ella, de nuestras sombras perfectas y habitables.
¿De qué profundidad surgen las aguas que me levantan
tras relativa calma?
¿Dónde el lugar de la confiada celebración
para la sagrada entrega?
A veces no consigo amparo ni cuando asoma la mañana.
A veces no se vierte la savia: la torpeza quiebra
el deseo cuando falta una gran pancarta que diga:
“Te quiero”.
¡Ya no voy deprisa, pero mantengo mi tacto de geólogo
en medio del huerto cerrado!
Y otra vez Dios logrando que el viento no recline el Árbol,
otra vez Dios trayendo hacia mí
a la hermosa que se cubre con tropical orquídea,
mientras mi alma da empujones queriendo estar ya
sobre la forma exacta del fruto.
¡Flor o Princesa, nunca más te me escabullas!
Tercer Movimiento
Los abrazos que desnudan para que el deseo pernocte
antes y después de lo claro y lo oscuro,
amaneciendo entre la Rosa, años y años anotando mensajes
en el libro de las Revelaciones, en la memoria
donde todo lo nuestro reluce
como un relámpago sobre selvas y mesetas,
donde Sus palabras mantienen el poder de convencer
a dos que se aman en estado de gracia.
¡Este hombre que suelo ser yo, puede ver
la silueta de su dama en el río que pasará mañana!
PASO AL LENGUAJE DEL ALMA
(Los poetas)
Nos resucita el lenguaje del alma,
el hondo acento de tablas resonantes trasladando
sílabas electrizadas desde la boca bendita del trueno.
Nos regresa la nunca apagada promesa que tapa el yerro
de los hombres. Nos precipita a la existencia
el deseo impreso en sangres que germinan asombros.
Nos amanece el fogonazo acantonado en el predio
donde descansan las revelaciones. Nos enraíza
lo insondable que gobierna con maestría
el mediodía de la creación, plegando su corazón
saltarín para colocarnos años encima.
Así vamos acumulando premoniciones, como si sucediesen
existencias enseñando cómo horadar secretos, cómo
cambiarnos de traje para el viaje donde nos lavarán
las cicatrices de todos los inviernos.
¿Estamos en diálogo con las venas del enigma,
con su lengua adiestradora de cada destino?
No queremos decirlo de pronto. No entramos en ello
como si fuera una contienda ganada.
Hemos acogido al Espíritu que dona lo necesario.
Sabemos de los hilos que sujetan nuestros cuerpos,
del germen sembrado para que el milagro sea cotidiano
y pase por nuestra garganta, ya convertido
en manantial de invocaciones. Es difícil no arder
en medio de lo oscuro, protegidos por los párpados
del silencio habituados al paso de los cielos
más taciturnos, atados a la esponja del recomienzo.
Quizás sea ocasión para saludar a los arcángeles.
Quizás vayamos al otro hemisferio con la varita mágica de la alegría.
Quizás los pájaros llenen el aire de silbidos premonitorios.
Quizás sólo vendimiemos
hipnotizadas horas de guardia.
Alguna vez los desastres muestran su negra faz y dejan
que escuchemos el trombón que exaspera hasta la zozobra.
Alguna vez no vemos el faro que advierte de escalofriantes
acantilados. Alguna vez los zarpazos nos hacen añicos.
Marchamos por el desierto de las calamidades, aprisa
pestañeamos ante mortajas o amuletos de tupidos odios.
¡Ay con esta plantación de catedrales extenuadas!
¡Ay con estos medicamentos acribillando cuerpos!
Seguimos adelante porque sentimos las heridas
que nos hacen culpables a todos, que nos instalan
en la plaza pública donde se practica el oprobio.
Mas, he aquí que agarramos el cable de alta tensión
que contiene lo venidero y lo presente, el fragor del pasado
y la honda luz que logra aclimatarse
en la ciencia del corazón coronado de mensajes.
Somos miembros de un linaje dispuesto a todo sacrificio.
Y así nos hundamos en el foso, vamos descarnando
atropellos, mostrando por nuestra cuenta
lo que al hombre lleva a la ruina.
No es el oro el que nos traba la mandíbula
sino la ofrenda enamorada, capturados pero libres
en medio de realidad tan poderosa
que los amanuenses no logran describir.
¡Váyase al infierno quien se cree rico por sus diamantes!
El amor nos hace danzar como en las mejores fiestas,
al tañido de un eco amarrado a lo desconocido.
Divino es el amor que nos deja el alma ricamente
ataviada para la pura entrega.
Por las puertas del día paseamos nuestro amor,
orgullosos como el trovador que cautivó a la doncella.
Alguien dirá: éstos son unos complicados
que se preguntan dónde comenzó el misterio.
Nosotros decimos: si no estás comprometido
con el futuro, sigue soez en tu presente.
Ayer nos dedicábamos a cosas olvidables pero un bisturí
operó nuestros sueños, dejando heridas que solo
curaran cuando los pulmones amanezcan cantando
la sencillez de renovados pactos.
No necesitamos E-mail o WhatsApp para comunicar
que están volando pájaros heridos o que la primavera
llegó con sus fragancias silvestres. Hoy cargamos
las piedras del ángulo que antes arrastraban los herejes.
Séanos permitido forcejear con la descripción del comienzo,
con la duda el interior del grito virgen o con la atmósfera
que nos recarga el alma por ser víctimas de saltimbanquis
que nos colocaron cadenas de fuego.
Vengan unos minutos de descanso para este lenguaje
desgarrado con el que rompemos
el fango que atora el caudal de nuestras vidas.
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta peruano-español y profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca (entre 1992 y 1998), y es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Poemarios suyos publicados son: La voluntad enhechizada (2001); Madre Selva (2002); Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003); Pájaros bajo la piel del alma (2006); Hombres trabajando (2007); Cristo del Alma (2009); Estación de las tormentas (2009); Savia de las Antípodas (2009); Aquí hago justicia (2010); Cartografía de las revelaciones (2011); Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011); Prontuario de Infinito (2012); La piedra en la lengua (2013); Memorial de Tierraverde (2014); Los éxodos, los exilios (2015), El pie en el estribo (2016); Ante el mar, callé (2017) y Barro del Paraíso (2919). Su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi (Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio Humberto Peregrino (Brasil, 2015), el premio Andrés Quintanilla Buey (España, 2017) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Alfredo Pérez Alencart.
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