I
El número I en las Tablas del Tarot:
el prestidigitador, el farsante.
Oye los aplausos enguantados y la respiración retrocediendo,
las paticas del micro arañando el jarro
por debajo de la mesa de granadillo,
pic pic pic, pero la distancia borra el sonido.
Si no lo escuchan con asombro, la maruga será una colada de plomo,
pero es el asombro sonriente, la carcajada entre el polvo
de la plaza, como moscas nacidas del carrillón.
¿Quién respira? pero el aguador mira al melonero
y se sonríen, tendrán que esperar el final que rubrica la mentira.
Es la mentirilla en la flauta agrietada,
la que rompe el escalamiento numerado
De la camella, el jinete y el turbante,
o la voz cejijunta que dictó que un pañuelo indiano
no pueda parir un gallito con un perejil en el pico,
cuando un pañuelo abierto reproduce toda la cara de la luna,
la inmóvil palidez y todos los murales del infierno.
II
Avanzan conmigo hacia el árbol del pan
y nos aprieta la noche claveteada.
Los clavos de oro con el ajo del desierto.
Los amigos buscando la ciudad amistosa,
detrás del espejo de los árboles que impiden crecimiento
secreto, el dátil como un murciélago en la luna.
Cada árbol se aprieta con la secesión de los árboles
y el tonelete verde rueda por la hojosa canal.
Recuéstate, última pregunta de la sangre inmunda
y cuéntanos las estrellas del vaivén prometido.
Es un aullido, un pedazo arrugado
de terciopelo que entona como los rollos de una pianola.
III
Sobre nuestra cabeza el anillo de los pájaros azules.
Y cada evidencia una forma de maldición,
graznando, extendiendo el ala sobre el acantilado,
las formas banales del suspiro y las mediciones del tiempo.
Los sacos de arena avanzando, el carrillón de aquí
hasta la medianoche, dos tajos silenciosos.
Bajando, y la escalera con la primera puerta,
y la oscuridad saltando como un rodeo con una campanilla.
Pero a veces la oscuridad se escinde,
las órdenes galopando tropiezan con la primera puerta
y adormecidos peinamos el candelabro como los pájaros azules.
IV
Dime, pregúntame, susurra, di la brisa.
Se acerca su inconfundible:
¿qué has hecho en la mañana?
Mi cara cerrada en el centro de lo lívido,
y entonces ¿cómo estás del pecho?
¿Has tenido algún disgusto en el trabajo?
Te preocupas mucho, recuérdate de tu padre
que se murió tan joven,
ésas son las cosas que tienen importancia,
lo demás es pasajero, lo demás es poco,
muy poco, ¡tan poco!
¿Cómo comprender, entonces, la infinita numeración de la muerte?
Cómo ella se pega al pez de cabeza resbalante,
a lo que se escapó antes de que el pañuelo se abriese.
El momento en que llega la muerte a la amistad,
aunque la amistad sigue su incesante caminata,
pero al llegar a la esquina una frase es de la muerte,
al discutir una palabra silbó la flecha de la muerte.
Cada uno de los amigos se queda en su casa con la muerte.
¿Y el amor? La manera de repasar una garganta
con los dientes o con la saliva fría que no dice
y se extiende como la astilla morada de las ruinas.
Cuando el día comienza con el amanecer de las abejas
o la noche se extiende para morder el mantel del mediodía,
es la mitad amistosa, la mitad y la sombra del amor,
los días suenan incompletos, las nubes sin sabor.
Pero un día la muerte recobra el absoluto de su oleaje,
y su ola lenta reina en la extensión de nuestra espalda,
entonces comprendemos que la amistad estaba muerta y el amor extinguía.
V
Pero hay una envoltura superior
a nuestra decisión y a la palabra,
amistad y amor se quedan inmóviles
como el jabalí acorralado
antes de la primera mordida.
Las palabras amistad y amor
se han quedado como dos armadillos,
se miran debajo de su corteza estelar
y esperan la envoltura que los recoja
y los lleve a una graciosa
pista de patines,
donde los de la chaqueta de seda blanca
bailan con los de pantalón de pana negra.
Pero todo desaparece en el crescendo
de una cabalgata que es la envoltura estelar,
tiene de la lluvia que desciende
y el vapor de la tierra que asciende
sin ojos conocidos.
La envoltura que nos ve
y nos aprisiona.
Tampoco nosotros la vemos
y nos lleva en coche cerrado.
Es el antifaz
que vuela como una mariposa,
y donde colocamos nuestros nuevos ojos
de animal carbunclo.
La envoltura nos lleva cerca de un árbol
y el árbol comienza en nosotros sus carcajadas,
poemas no publicados en libros
mientras pasa el jabalí puliendo los muslos sagrados
y el armadillo sonriendo los nuevos patines.
VI
Dichoso voy entre tinieblas
que así desatan el árbol,
que preguntan entre anillos
el lento sabor del agua.
Nadando voy por lo oscuro,
abren valvas los moluscos
en la noche acariciados,
sin manos que reconozcan
la ronda del carboncillo sin nombre.
Las dos puertas del espejo,
una, tiene la voz tapada,
que huye a la casa en la playa,
escudo y techo de arena,
que va destruyendo el rostro.
La otra puerta sonando, sonando,
sopla llamas al espejo,
voltereta de la noche, juglar
con un pisapapeles inmenso,
sale en la noche por la corteza
de los árboles quemados.
Dichoso toco lo oscuro,
cerrazón de la invención de la casa,
cada capítulo es hoja
de un árbol que cabecea
en la nocturna playa,
donde sólo se oyen cantos
que ahuyentan
a los músicos absortos.
Ataco huyendo,
retrocedo para clavar
a la noche sin métrica
cabellera sin estrellas
semejantes a la evaporación de los rostros.
Dichoso voy en la niebla,
avanza caballo blanco.
Voy huyendo y traigo la noche
con la cabeza inclinada.
Poema tomado de Poesía Completa, José Lezama Lima, publicado por Letras Cubanas, 1985, La Habana, Cuba
José Lezama Lima. Nace el 19 de diciembre de 1910 en el Campamento de Columbia, en las proximidades de La Habana, donde su padre era coronel. Ya en la capital, participa en los alzamientos estudiantiles contra la dictadura de Machado y se matricula en Derecho. Desde 1929 hasta su muerte, vivirá primero con su anciana madre y, más tarde, con su esposa en una casa de la parte vieja de la ciudad, tolerado a duras penas por el régimen, y sólo abandonará la isla durante dos breves estancias en México y Jamaica. Poeta, ensayista y novelista, patriarca invisible de las letras cubanas, desde 1944 hasta 1957. Fundó la revista Verbum y estuvo al frente de Orígenes, la más importante de las revistas cubanas de literatura. Obeso y asmático desde la infancia, muere el 9 de agosto de 1976.
Semblanza tomada de Ediciones Era.
Fotografía tomada de la página QueensLatino.
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