Paul Celan: el recuerdo devora

 

El suicidio de Paul Celan (1920-1970) estaba largamente anunciado en su poesía. Como dice Carlos Ortega en el prólogo a sus Obras Completas, “Nadie vio el salto de Paul Celan desde el puente Mirabeau ese día de abril de 1970. En los siguientes, su falta al trabajo como lector de lengua alemana en la École Normale Supérieure no levantó alarma alguna, ni tampoco sus vecinos se sorprendieron del correo que atestaba, apilado, la rendija del piso en que vivía solo. Su mujer, la artista gráfica Giséle de Lestrange, llamó, preocupada, a un amigo para saber si su marido se había marchado tal vez a Praga. El primero de mayo un campesino descubrió su cuerpo diez kilómetros río abajo. Sobre la mesa del poeta se encontró una biografía de Hölderlin abierta por un pasaje subrayado: ´A veces el genio se oscurece y se hunde en lo más amargo de su corazón”.[1] Como muchos supervivientes del horror, Celan difícilmente pudo sobrellevar a lo largo de su vida ulterior esa mezcla de culpa, indignación y absurdo que implicó la violencia política de toda índole de la que fue testigo y víctima. Paul Antschel nació en Czernowitz, una pequeña ciudad de la región de Bucovina, la cual aunque agrupaba a un gran número de judíos de habla alemana, había sido cedida a Rumanía, tras la caída del Imperio Austrohúngaro. Paul Celan pasa su infancia y adolescencia en la pequeña ciudad hablando con fluidez alemán y rumano y aprendiendo hebreo, según el deseo de su ortodoxo padre. Goza de la entrañable compañía de la madre, una esforzada lectora autodidacta que le trasmite el gusto por las letras y soporta la presencia lejana y hostil del padre, que se empeña en formar al joven en la tradición judía y de infundirle ideas conservadoras.  Celan es un lector ávido, tiene gran afición y facilidad por los idiomas (aprende francés para sus predilecciones literarias y luego ruso), descubre pronto su vocación literaria y en la adolescencia (un tanto por llevar la contra al padre) se inflama con el apoyo a la República española.  Cuando Celan tiene la edad para hacer la carrera de medicina, el acceso a los judíos ya está vedado en Alemania y su familia lo manda a París. En esa ciudad, sus estudios son poco exitosos, pero implica su gran descubrimiento de la cultura y la poesía francesa, su socialización con círculos literarios y bohemios y la confirmación de su vocación.  Regresa a su país en plena guerra y le toca, primero, la invasión rusa que, aprovechando la distracción alemana, quiere anexarse el territorio y, luego, el contragolpe del ejército alemán, apoyado por Rumanía. “En las primeras veinticuatro horas, los alemanes ayudados por los rumanos, casi llegaron a borrar definitivamente de la ciudad los más de 600 años de presencia judía: incendiaron la gran sinagoga, colocaron el distintivo amarillo a muchos judíos, torturaron, ultrajaron y asesinaron a los líderes de la comunidad, y durante las semanas siguientes a otros 3000 más. Al resto, unos 45 000, los confinaron en un gueto construido en la vieja judería”. [2]

 

Tras esta ola fatídica de represión, que Celan y su familia han sobrevivido milagrosamente, se piensa que la barbarie ha amainado y regresan a la ciudad.  Cuando la represión vuelve a surgir, una familia amiga les ofrece refugio seguro. “Celan consiguió un escondite en la fábrica de cosméticos de Valentín Alexandrescu, un empresario rumano, pero su madre no quiso esconderse. Un fin de semana, después de la cena, Celan les dijo que la fábrica de Alexandrescu ofrecía todas las seguridades, y que podían permanecer allí uno o dos años. Paul abandonó la casa convencido de que sus padres le seguirían. Los esperó toda la noche en las oficinas de la fábrica, pero no llegaron. El lunes, al regresar a su casa, encontró la puerta clausurada. Sus padres habían sido deportados”.[3]

 

Aunque aparentemente Celan pudo prolongar su vida y mantener cierta funcionalidad por varias décadas: publicar libros, casarse, administrar cierta celebridad, lo cierto es que ya estaba tocado. “Hacia 1965 aparecieron las torturas psíquicas. La depresión convocó otras desgracias: el insomnio, las dudas, el desánimo, y sobre todo, lo más importante: la convicción de que sin la fortuna dorada de otros tiempos su poesía no tenía sentido. Celan se internó varias veces en una clínica psiquiátrica y combatió sus fantasmas más adversos, pero no pudo o no quiso salir adelante. A finales de los años sesenta, el poeta era un hombre solitario, devorado por el remordimiento, del que nunca pudo reponerse.”[4]

 

Paul Celan enfrenta la paradójica necesidad de testimoniar, mediante el lenguaje poético, la máxima degradación del lenguaje sufrida por la barbarie y que bien describe George Steiner en Lenguaje y silencio.  Pero Celan no sólo quiere nombrar la experiencia de un lenguaje vacío sino que también quiere nombrar la experiencia inenarrable por excelencia que es la muerte.    Toda escritura de la posguerra tiene que ver con el desastre de la cultura, con la catástrofe histórica y con la muerte.  Esto era una forma de pensar habitual en la posguerra y la sostienen desde los pensadores de la escuela de Frankfurt (es famoso el aserto de Adorno) hasta pensadores hoy olvidados como Jean Cayrol.  Celan utiliza el hermetismo como una vuelta al lenguaje privado que renuncia quizás a la comunicación convencional, pero no a la connotación. Y es precisamente mediante esa abstracción y opacidad que Celan testimonia, como nadie, una crisis del lenguaje y una crisis de la vida. 

 

 

 



[1] Ortega, Carlos, “Prólogo” a las Obras completas de Paul Celan, 6ta ed., Madrid, editorial Trotta, 2009. p. 10

[2] Ibid. p. 15

[3] Pérez Gay, José María, “Paul Celan: una cicatriz que no cierra” en Paul Celan, Sin perdón ni olvido. Antología, México, UAM, 1998. p. 88

[4] Ibid

Armando González Torres. Nació en la Ciudad de México en 1964. Poeta y ensayista. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México. Ha colaborado en Viceversa, Letras Libres, Nexos, el suplemento Laberinto de Milenio, Confabulario de El Universal, entre otras revistas y suplementos culturales. Becario del FONCA en ensayo 1995 y 1998. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1995. Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes, 2001, por Las guerras culturales de Octavio Paz. Premio Jus, 2005, por Instantáneas para un perfil de Gabriel Zaid. Tercer lugar en el Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, 2011, en la categoría de ensayo. Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas, 2008, por La pequeña tradición. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry, 2015, por País de ladrones.

 

Semblanza tomada de la página Enciclopedia de la literatura en México.

 

Fotografía tomada de la página web del autor.

 

 

Paul Celan. (Paul Anczel; Chernivtsi, Rumanía, 1920 - París, 1970) Poeta alemán. De origen judío, Paul Celan fue educado en la tradición jasídica e inició estudios de medicina y de literaturas románicas en la Universidad de Chernivtsi, que hubo de interrumpir en 1942, ante la invasión alemana de Rumanía.  Entre 1945 y 1947 vivió en Bucarest, donde aparecieron sus primeros poemas. Poco después se trasladó a París, ciudad en la que estableció su residencia definitiva, dedicándose a la traducción y a la enseñanza en la Escuela Normal Superior. Se suicidó arrojándose al Sena.

 

Considerado junto con Hans Magnus Enzensberger el poeta en lengua alemana más importante de la posguerra, Paul Celan se mantuvo vinculado al Grupo 47, al que pertenecieron el mismo Enzensberger y destacados narradores como Heinrich Böll, Günter Grass, Siegfried Lenz y Uwe Johnson. En la obra de Celan concurren influencias muy diversas que van desde la tradición hebrea hasta el simbolismo francés (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé), los surrealistas (Paul Éluard) y algunos clásicos de la lírica alemana (Hölderlin, Rilke). Los traumas de la persecución durante la guerra y del asesinato de sus padres en un campo de exterminio nazi inciden en algunas de las composiciones de su primer libro de poemas, Adormidera y memoria (Mohn und Gedächtnis, 1952), articulado en cuatro partes y al que pertenece la célebre Fuga de la muerte, expresión conmovedora del destino del pueblo judío.

 

De las tensiones entre las esferas del sueño, espacio del inconsciente, y de la realidad, ámbito de lo histórico-fáctico, surge un complejo entramado de imágenes y símbolos de un hermetismo que irá depurándose cada vez más en su producción ulterior, aunque la poesía fuera para Paul Celan ante todo un "espacio de comunicación", y también de comunicación con lo trascendente. Su lenguaje poético intenta en cierto modo la negación de la mera expresión y el reflejo de las cosas, de los acontecimientos; se compone de espacios vacíos y de palabras arrancadas al silencio. El punto de partida de la mayoría de sus composiciones es, sin duda, la muerte y la destrucción provocadas por la devastación que la guerra trae consigo, así como el intento constante de buscar una comprensión del propio yo, un intento tristemente fallido.

 

Tras la publicación de títulos como De umbral en umbral (1955), Rejas de lenguaje (1959) y La rosa de nadie (1963), esenciales dentro del conjunto de su obra, aparecieron Cambio de aliento (1967), Coacción luminosa (1970) y, póstumamente Finca del tiempo (1976), donde la condensación y el despojamiento verbal alcanzan sus más altas cotas. Destacan asimismo sus versiones de poesía francesa (Paul Valéry, René Char), italiana (Giuseppe Ungaretti) y rusa (Sergei Esenin, Ósip Mandelstam) al alemán. En 1960 le fue concedido el prestigioso premio Georg Büchner de las letras alemanas. 

 

Biografía tomada de  la página "Biografías y vidas,  la enciclopedia biográfica en línea".

 

 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0