TETRAMORFOS

 

EDUARDO CHIRINOS, TETRAMORFOS, LIMA, PEISA, 2018

 

Tetramorfos es el nombre que eligió Eduardo Chirinos para esta colección de textos de distinto género que, al igual que los textos bíblicos, conviven con total naturalidad en el libro.

La clave para entender a cabalidad este proyecto poético nos la da el mismo Chirinos quien en su “nota del autor” menciona el lugar donde empezó a escribir este libro, y nos anuncia que la variedad de fuentes empleadas en su redacción (evangelios canónicos y apócrifos, bestiarios antiguos, canciones, ensayos teológicos) se avienen armónica y naturalmente con sus invenciones personales.

En el introito, “habla” en primer lugar Ezequiel con un texto intervenido, pero muy cercano a la versión bíblica (capítulo primero, versículos 1 al 13). Luego “habla” Juan desde su destierro en la isla de Patmos, esa pequeña isla volcánica del mar Egeo: “Yo, Juan estuve en la isla llamada de Patmos, por testimonio y palabra de Jesús” dice el Apocalipsis 1, 9 (pero también pareciera ser creación del autor). Finalmente, “habla” el narrador, quien cuenta que Christus Pantokrator, el "soberano de todo" o en un sentido más literal el "sustentador del mundo" con sus atributos de hombre, toro, león y águila, le pide que escriba un libro. El libro que escribe en respuesta a esta petición se divide en cuatro capítulos que corresponden a los cuatro atributos de Jesucristo reunidos en la representación iconográfica del Tetramorfos y asociados desde el siglo VI con los evangelistas. 

El libro primero está dedicado a Christus homo (Mateo). Este evangelista escribe su mensaje en hebreo o arameo y dedica buena parte de él a la infancia de Jesús, que el narrador presenta tan bien en las “escenas de la vida familiar”. El atributo y el símbolo de Mateo es el ángel o también el hombre por incidir en la humanidad de Cristo, o mejor dicho de Ben Yosef (el hijo de José). El ángel simboliza tanto la anunciación como el nacimiento del hijo de José y en la iconografía se sitúa a la derecha de Cristo.

Este libro comienza presentando la genealogía de Jesús, quien pertenecía al linaje de David. El narrador asegura que no se sabe a ciencia cierta quién era Mateo, pero sí se conocen sus leyendas: el control de los dragones, tenía el don de lenguas. Mateo el leví, el alcabalero, el grande de Dios es el elegido para que la palabra de Jesús llegue hasta nosotros. Luego intercala comentarios o “reescrituras” como la suya sobre el evangelio de Mateo: Lessing, Jerónimo (con notas de san Juan de la Cruz), Caravaggio, Pasolini, Bach… Unas hermosas bienaventuranzas que cito a continuación y más hipótesis sobre la vida y muerte de Mateo.

 

Las Bienaventuranzas (según los apuntes de Mateo)

 

Al ver reunida a toda aquella muchedumbre, Jesús subió al monte, se sentó disponiendo alrededor a sus discípulos y se puso a hablar:

 

 “Bienaventurados los pobres de espíritu porque entrarán sin darse cuenta en el Reino de los Cielos.

         Bienaventurados los que lloran a solas porque nadie los verá sino el espejo de su propia alma.

          Bienaventurados los que no temen expresar su ira porque de ese modo la expulsan de su corazón.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados y jamás volverán a saber de sus enemigos.

Bienaventurados los compasivos con imaginación y los alegres con sabiduría porque saben que ninguna criatura es superior a otra.

Bienaventurados los de corazón limpio, los que se avergüenzan de sumar con los dedos, los que se atreven a amar sin esperanza.

Bienaventurados los que tienen oídos y no oyen porque escuchan con los ojos y saben comprender con el silencio.

Bienaventurados los que dudan porque dudar es un signo de sabiduría, y dudar después de cada prueba un signo de dignidad.

Bienaventurados los maestros que enseñan por placer y los alumnos que aprenden sin obligación.

Bienaventurados los que saben que la música no miente, que la pintura no engaña, que la poesía es inteligencia y también consolación.

Bienaventurados aquellos que son insultados y perseguidos por sus creaciones porque de ellos será el Reino de los Cielos”. (P.   )

Christus Leo, Marcos, es el protagonista del segundo libro. Marcos, aparentemente, sería el sobrenombre de un tal Juan. El objetivo principal de su evangelio es demostrar que Jesús es verdaderamente el hijo de Dios. Una vez muerto, el cuerpo del evangelista fue trasladado a Venecia y fue ocultado en secreto debajo de una columna, con el tiempo, ya nadie se acordaba dónde estaba y las piedras mismas pusieron al descubierto el cuerpo de Marcos. Su símbolo es el león, porque su evangelio empieza con la predicación del bautista que es “la voz que –como lo haría un león- clama en el desierto”. Simboliza la resurrección y también se sitúa a la derecha de Cristo. Como en el caso de Mateo, tampoco se sabe quién es Marcos (el narrador se lo pregunta una y otra vez). Al no tener noticias ciertas, el narrador recoge e inventa leyendas vinculadas con los leones, que pasan por bestiarios, canciones, emblemas, poemas, genealogías, milagros, martirios, pinturas de Ghirlandaio.  El libro incluye además la genealogía de los leones de la Metro Goldwyn Mayer, más escenas de la vida familiar, hipótesis sobre la muerte de Juan, el Bautista y una reflexión sobre el significado de los símbolos:

“Lo que importa es el significado de los símbolos, no su autenticidad. Hay que reconocer que, más allá del significado de moral que motivó esa invención (o quizás precisamente por ella), se trata de una historia que cuenta con los ingredientes necesarios para ser recreada y recordada a través de los siglos. Pregúntenle si no a Tiziano, a Oscar Wilde, a Richard Strauss”. (p. 77)

 

El libro III está dedicado a Christus Vitulus, Lucas, nacido en Antioquía de Siria, según la tradición es compañero de Pablo. Médico de profesión destina sus escritos a los cristianos provenientes de la gentilidad y su objetivo era demostrar que Jesús es el salvador de todos los hombres; por ello su genealogía llega hasta Adán. También se le suele atribuir la redacción de los Hechos de los Apóstoles. Su símbolo es el buey o el toro que suele entenderse como una alusión al sacrificio de Zacarías, sacerdote y padre de Juan, el Bautista. El toro es el animal de los sacrificios y Lucas trata extensamente el sacrificio de Jesús en la cruz y se sitúa a la izquierda de Cristo. En el intento de develar la identidad de Lucas, el narrador se pregunta quién era y asegura que lo poco que se sabe es el significado de su nombre que deriva de lux que significa erigirse o elevarse, y por ello, ilumina a todo aquel que escucha la palabra del Altísimo. Luego, se pregunta por el destinatario del evangelio, Teófilo, y dice, “no era nadie y era todos, porque Teófilo significa ‘el amigo de Dios’.”

La anunciación a María en el Evangelio de Lucas, descrita por el narrador a partir de L’Annunciazzione della Vergine de Paolo Veronese, ofrece tres exquisitas razones por las cuales le gusta el cuadro:

“1. Porque la Virgen se lleva la mano al pecho, como preguntándose si es a ella a quien busca el Arcángel Gabriel.

2. Porque tiene el torso ligeramente ladeado hacia la izquierda, en sentido contrario al vuelo del Arcángel Gabriel.

3. Porque su gesto sugiere la posibilidad de que el Arcángel Gabriel se haya equivocado.” (P.  )

Luego el libro ofrece menciones a pasajes del Evangelio contados a partir de la figura del buey como figura del pesebre:

“Aquella tarde pastaba tranquilamente cuando vi llegar a la pareja. Él parecía cansado, pero animoso; ella era joven y hermosa, pero tenía una barriga enorme y le costaba trabajo caminar. Deben ser de Galilea, pensé. En esa época venían muchos galileos para registrarse en el censo y era difícil encontrar posada. Cuando volví al establo para descansar y calentarme un poco, vi que la pareja se había instalado entre las pajas y que la pobrecita estaba sufriendo los dolores del parto. Le pregunté al burro qué debíamos hacer y me dijo nada, simplemente estar allí. Tenía razón. Nuestra presencia era suficiente y ellos no necesitaban otra cosa. No podíamos saber que así cumplíamos el anuncio del profeta Isaías: “El buey conoció a su amo, y el burro del pesebre a su Señor.” (P.    )

El libro continúa con la adoración de los Reyes Magos, anónimo florentino de finales del siglo XV y los monólogos de Simeón y Ana en el templo de Jerusalén de Ambrogio Lorenzetti; escenas de la vida familiar, el buey cubista de Gino Severini; el toro como animal del holocausto, de las inmolaciones que tan caras resultaban a los dioses; y una mención a los medicamentos recomendados por san Lucas, el médico quien propone tres clases de medicamentos: los curativos, los mejorativos y los preventivos. Las bienaventuranzas con guiños a Machado, Borges y Vallejo; el toro en los bestiarios y otra vez en la pintura: Aertsen, el Greco, Zurbarán. Y termina con un guiño a Cortázar con las muertes de Un tal Lucas.

El último libro explora la figura de Christus avis, Juan, el redactor del más abstracto de los evangelios, cuyo tema central es la fe a partir de las enseñanzas de Jesús. También a Juan se le atribuye la redacción del Apocalipsis durante su destierro en la isla de Patmos. Su símbolo es el águila, probablemente en alusión al alto contenido espiritual del evangelio. El águila, según san Isidoro[1], es el único animal que puede mirar de frente al sol; es decir, a Dios. Se sitúa a la izquierda encima del toro.

De acuerdo con Santiago de la Vorágine [2], Juan quiere decir “gracia de Dios, o en quien está la gracia, o al que se le ha concedido gracia alguna o a quien Dios ha hecho alguna donación. A través de estos cuatro significados, se comprenden mejor los cuatro privilegios de los que disfrutó Juan: el amor que Cristo le tuvo, la incorrupción de su carne (el cuerpo del evangelista desapareció y se cree que subió al cielo en cuerpo y alma), el haber sido el confidente de Cristo y el último: el haber sido elegido para hacerse cargo de la madre de Jesús. El propio Jesucristo le da el sobrenombre de Bonaerges, o sea, hijo del trueno, probablemente por la fuerza de su voz o la violencia de su temperamento. Se le asociaba también con el rayo (por la luz) y con el trueno (por la voz).

Este libro, como los de los evangelistas anteriores, también se cuestiona infructuosamente sobre quién es Juan, el pescador, el hijo de Zebedeo y pasa revista a las pinturas: Leggenda della vera croce de Piero della Francesca; el lamento de Juan en Patmos, los atributos del águila según los bestiarios, Cristo como ave, la muerte de Juan y la leyenda de su cuerpo incorrupto.

Una escena de la vida familiar describe muy bien la sección:

 

Escenas de la vida familiar, 3

— ¿A dónde vas con tanto apuro, Ben Yosef?

— A ver a mi primo Juan, el que predica en

el desierto.

— ¿Te refieres a Juan el chalado, Ben Yosef?

— (Riéndose) No le digas así, madre. Juan

está dedicado en cuerpo y alma a bautizar

fieles y anunciar la llegada del Mesías. Como

apenas descansa, el pobre anda descuidado de

ropas y parece algo loco, pero es una persona

que merece todo mi amor y mi respeto.

— Merecerá todo tu amor y tu respeto, Ben

Yosef, pero si quieres que te bautice ponte tu

mejor túnica y péinate, que pareces un león.

A ver si uno de estos días vas al peluquero.

— Como tú digas se hará, pero ahora no tengo

tiempo. Hasta pronto, madre.

— Hasta pronto, Ben Yosef. Y dale mis saludos

a Juan, dile que su mamá lo extraña.” (P.    )

 

Luego de los cuatro libros o “evangelios” hay una Coda que cierra el volumen. “Cumplidos cuarenta y dos días y cuarenta y dos noches”, el narrador entrega el libro pedido por Christus Pantokrator y Eduardo Chirinos nos lo regala a nosotros, sus lectores. Nos regala este libro en el que conviven armoniosamente la erudición con el humor y la poesía con la prosa. Nos regala una relectura contemporánea de los evangelios, su palabra referida a los tetramorfos. Por ello y para cerrar, bien podríamos servirnos del inicio del evangelio de san Juan, el águila, el apóstol más querido:

“En el principio, ya existía la palabra; y aquel que es la palabra estaba con Dios y era Dios. Por medio de él Dios hizo todas las cosas: nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla”.

 

Libro I

Christus Homo

(Mateo)

 

Escenas de la vida familiar, 4

 

—Aquí tienes unas monedas para tus gastos. Tómalas, Ben Yosef, y vuelve a casa cuando quieras.

—Muchas gracias mamá, pero no las necesito. Te prometo que mañana vendré a visitarte por la noche.

—¿Por qué no vienes más temprano, Ben Yosef?

—Porque tengo una cita importante con Mateo.

—¿Hablas del alcabalero, al que llaman Leví?,

—Ayer pasé delante de su tienda de impuestos y se me ocurrió llamarlo. Sin pensarlo dos veces abandonó su oficio, dejando sobre la mesa las cuentas incompletas y sin cerrar.

—Así debe ser, Ben Yosef. No se puede servir a la vez al Señor y al dinero.

—Qué frase tan bonita, mamá. ¿Me la prestas?

 

 

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“Tomad y comed que éste es mi cuerpo, y ésta es mi sangre” (Mt 26:26)

 

Leo en el blog de una amiga que donar sangre es revivir el ofrecimiento ritual de la Última Cena. Según ella, cuando donamos nuestra sangre actualizamos las palabras de Cristo: “Tomad y comed que éste es mi cuerpo, y ésta es mi sangre”. Hasta que leí ese blog no había caído en la cuenta de lo que significaba el hecho de que ninguna gota de la sangre que circula por mi cuerpo sea originalmente mía: toda me fue donada antes de que cumpliera un año, hecho que –según un testigo de Jehová al que cometí la imprudencia de escuchar amablemente– me condenaba al fuego del infierno. Prefiero, con mucho, la interpretación de mi amiga. No sólo es más elegante y más tranquilizadora, sino también más noble. De los humores que circulan en el cuerpo, la sangre ha sido el más privilegiado por nuestra cultura. No hay razón alguna para negarse a sacrificar algunos mililitros: que la reciba una persona a la que jamás conoceremos es suficiente para participar, aunque sea modestamente, de la tradición literaria, mitológica y religiosa. Me gusta pensar que yo fui una de esas personas. Que, sin saberlo, esa tradición me fue donada hace más de cincuenta años.

 

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Libro II

Christus Leo

(Marcos)

 

 

Maybe I’m a Leo

(Deep Purple + Juliana de Norwich)

 

Peeping round the door I got a big surprise

 

En aquel tiempo yo deseaba apartar los ojos del crucifijo, pero no me atrevía, pues sabía que mientras contemplara la cruz estaba seguro y a salvo. No quería poner mi alma en peligro y ese crucifijo me aseguraba del miedo tan grande que sentía frente a los demonios. Entonces un consejo vino a mi razón: “Mira al cielo, a tu Padre”. Lo primero que hice fue abrir la puerta, pero vi solamente el cielo abierto y vacío. Alguien mejor que yo se había llevado a mi Padre, ¿dónde estará Él ahora? Tal vez se esté riendo de mí, pero reír es muchas veces comprender. ¿Él me comprendía? Si no hubiera sido tan necio y orgulloso podría verlo en toda su majestad. Entonces caí en la cuenta de que entre el crucifijo y el cielo no había ningún demonio que pudiera afligirme. Y comprendí que el cielo era Él. Que Suya era la voz que me decía: “Registra por escrito las palabras que escuches en boca de Simón Pedro. Y si flaquean tus fuerzas recuerda que Yo estaré a tu lado, que entre todos los fieles te he elegido para seas el León”.

 

 

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El zapatero de Alejandría cuenta su versión de lo ocurrido con Marcos, también llamado Juan

 

Las cosas no siempre son como las muestran los pintores, ni siquiera aquel Giovanni Mansueti, quien imagina la escena en una plaza llena de gente y de ancianos venerables con turbantes enormes. Las cosas fueron más simples, pero también más inesperadas. Aquel día me encontraba trabajando cuando apareció en la tienda un forastero de aspecto imponente y a la vez amable. El forastero puso en mis manos un par de zapatos rotos y me pidió que por favor los arreglara. Dejé para más tarde lo que tenía pendiente y me apliqué en remendarlos con todo el arte que pongo en mi oficio. Pero he aquí que en un descuido me herí gravemente la mano izquierda y exclamé “¡Único Dios!” Al oír estas palabras, el forastero dijo: “Parece que el Señor quiere bendecir mi apostolado”. En ese momento no entendí a qué se refería, el dolor era tan grande que nublaba mi espíritu y entorpecía mi entendimiento. Pero ese estado duró poco. El forastero tomó un puñado de polvo, lo mezcló con saliva y lo aplicó en mi mano lastimada, curándola repentinamente. Solo entonces le pregunté quién era. “Soy un siervo del Señor”, me dijo. “Me gustaría conocer a tu amo”, le dije. “Yo haré que lo conozcas inmediatamente”, me dijo. Y desde aquel día empezó a catequizarme y a instruirme en la verdadera fe.

          Han pasado algunos años de eso. Ahora yo, Aniano, el humilde zapatero que remendó el calzado de Marcos, soy obispo de Alejandría.

 

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Escenas de la vida familiar, 3

 

—¿A dónde vas con tanto apuro, Ben Yosef?

—A ver a mi primo Juan, el que predica en el desierto.

—¿Te refieres a Juan el chalado, Ben Yosef?

—(Riéndose) No le digas así, madre. Juan está dedicado en cuerpo y alma a bautizar fieles y anunciar la llegada del Mesías. Como apenas descansa, el pobre anda descuidado de ropas y parece algo loco, pero es una persona que merece todo mi amor y mi respeto.

—Merecerá todo tu amor y tu respeto, Ben Yosef, pero si quieres que te bautice ponte tu mejor túnica y péinate un poco, que pareces un león.

A ver si uno de estos días vas al peluquero.

—Como tú digas se hará, pero ahora no tengo tiempo. Hasta pronto, madre.

—Hasta pronto, Ben Yosef. Y dale mis saludos a Juan, dile que su mamá lo extraña.

 

 

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Libro III

Christus Vitulus

(Lucas)

 

 

 

La natividad contada por el buey que figura en el pesebre

 

Aquella tarde pastaba tranquilamente cuando vi llegar a la pareja. Él parecía cansado pero animoso; ella era joven y hermosa, pero tenía una barriga enorme y le costaba trabajo caminar. Deben ser de Galilea, pensé. En esa época venían muchos galileos para registrarse en el censo y era difícil encontrar posada. Cuando volví al establo para descansar y calentarme un poco, vi que la pareja se había instalado entre las pajas y que la pobrecita estaba sufriendo los dolores del parto. Le pregunté al burro qué debíamos hacer y me dijo nada, simplemente estar allí. Tenía razón. Nuestra presencia era suficiente y ellos no necesitaban otra cosa. No podíamos saber que así cumplíamos el anuncio del profeta Isaías: “El buey conoció a su Amo, y el burro del pesebre a su Señor”.

 

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Escenas de la vida familiar, 1

 

— Madre, ¿me permite salir a jugar con mis amigos?

— Sí, Ben Yosef, puedes salir a jugar, pero no más de una hora. Recuerda que hoy

es sábado.

— Gracias, madre. En una hora estaré de vuelta.

—¿Qué haces, pequeño Ben Yosef? —preguntó un maestro de la Ley.

—Hago gorriones de barro —dijo Ben Yosef—. Ya tengo como doce.

—¿No sabes que hoy es sábado y eso no está permitido? —le increpó el maestro de la Ley

—¿Ah, no? —dijo Ben Yosef, y dando palmas ordenó a los gorriones—: ¡a volar!

 

Y así lo hicieron para maravilla de sus amigos y del maestro de la Ley.

 

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Escenas de la vida familiar, 2

 

—¿Qué hacías en la terraza, Ben Yosef?

—Jugaba con mis amigos, madre.

—¿Y por qué estabas solo, Ben Yosef?

—Porque todos huyeron al ver caído a Zenón, creyéndolo muerto.

—Sus padres te acusan de hacerlo caer y no supe qué decirles. ¿Es verdad que ese niño está muerto, Ben Yosef?

—Murió, pero lo resucité porque era un buen amigo. Míralo, allí viene caminando con sus padres.

 

Los padres de Zenón glorificaron al Señor por el milagro cumplido y adoraron a Ben Yosef.

 

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Escenas de la vida familiar, 4

 

—Padre, tengo ya doce años, ¿Me permite dar un  paseo a solas?

—Sí, Ben Yosef, pero no tardes que pronto debemos continuar nuestro camino a casa.

—¿Por qué has dejado salir solo a Ben Yosef?

—Porque quiere regresar al Templo para instruir a los maestros de la Ley.

—¿Y por qué te hizo creer que iba a dar un paseo?

—Porque tiene doce años y es importante que aprenda a tomar sus propias decisiones.

En tres días me acompañarás al Templo y lo reprenderemos por desobediente. ¿Te parece bien, María?

—Me parece bien, Yosef.

 

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Libro IV

Christus Avis

(Juan)

 

 

Leggenda della vera Croce, 1

(Muerte de Adán)

 

Seth, hijo mío, estoy a punto de morir y no quiero cerrar estos ojos sin que cumplas esta voluntad.

—Pídeme lo que quieras, padre, que haré lo imposible por complacerte.

—Quiero que vayas en busca del Arcángel Miguel y le pidas tres semillas del Árbol del Bien y del Mal.

—¿Y para qué las quieres, padre?

—No preguntes, hijo mío, sólo obra. Una vez que tengas esas semillas, las pondrás en mi boca cuando esté agonizando. Mi deseo es que me entierren con ellas.

—Como tú digas se hará, padre.

 

Y de esas tres semillas brotaron los árboles con los que se construyeron las cruces del Calvario.

 

 

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Guía de peregrinos que visitan las plazas de Roma

o mis problemas con el Espíritu Santo

 

El Espíritu Santo es la entrada

del significante en el mundo

 

Jacques Lacan

 

 

1. Si tu cabeza fuera ensuciada por una paloma resiste el impulso inicial de limpiarla, eso la esparcirá todavía más. Espera mejor a que se seque, así se desprenderá limpiamente de tu cabeza.

 

2. Si tu ropa fuera ensuciada por una paloma límpiala inmediatamente, así evitarás que se manche.

 

 

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Lo que pensó Juan en el episodio de María Magdalena

 

Yo tampoco supe qué decir, por eso fui prudente y me quedé callado. Estábamos cenando en casa de Lázaro cuando la mujer que llaman María Magdalena entró con una libra de perfume, ungió los pies de Ben Yosef y los secó con su propia cabellera. El perfume estaba hecho de nardo puro y olía como lo ángeles, pero el silencio era tan incómodo y denso podía ser cortado con un cuchillo. Ben Yosef nos quería a todos por igual, pero me parecía extraño su amor a las prostitutas, a quienes trataba con cariño porque ante sus ojos se arrepentían de sus pecados y lo seguían fielmente a todas partes. Pero Judas habló. Le dijo que con el dinero de ese perfume se podrían conseguir trescientos denarios para ayudar a los pobres, que bien lo necesitaban. Ben Yosef lo miró a los ojos y le dijo: “Déjala, pues lo tenía reservado para mi entierro. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”. ¿Quiso decir Ben Yosef que pronto iba a morir y que la única que lo sabía era María Magdalena? Me resisto a pensar en la muerte de alguien tan puro y tan bueno como Ben Yosef, pero ahora la siento cercana. Dolorosamente cercana.

 

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Leggenda della vera Croce, 3

(Sueño de Constantino)

 

—Esta noche he tenido un sueño muy extraño, madre. Por tal razón me siento turbado y muy inquieto.

—Cuéntamelo, hijo. Mañana es tu batalla con Majencio y no conviene que sientas turbación alguna.

—Estaba en el Puente Milvio pasando revista a mis soldados cuando, de pronto, apareció en el cielo una cruz con una inscripción en letras de oro que decía: “Con este signo vencerás”.

—Hijo mío, ya no sabes qué inventar para darte valor. Pero las invenciones son tan buenas como los sueños si te dan seguridad. Te prometo que si ganas esa batalla yo misma iré a buscar esa cruz y la pondré a tus pies.

—¿En verdad lo harás, madre?

—Sí, hijo mío, que no te quepa ninguna duda.

 

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Lamento de Juan en Patmos (+ John Lennon)

 

The eagle picks my eye,
the worm, he licks my bone.

 

 

Por culpa de Domiciano estoy aquí, desterrado en esta isla solitaria. Ese inicuo que se cree señor y dios del universo nunca podrá doblegarme. No sabe que Dios está conmigo, que sólo Él es el Alfa y el Omega, el principio y el fin de todas las cosas. ¿Pero acaso me escucha? Hay días en que me siento tan miserable que desearía morir. Hay noches en las que me siento tan solo que desearía no haber nacido. Mi padre es del cielo, mi madre es de la tierra, pero yo soy del universo. ¿Merezco este destino? El Águila picotea mis ojos, el gusano lame mis huesos. Qué lejos está el día en apoyé mi cabeza en el hombro del Señor y me dijo que era su discípulo más amado. Si al menos tuviera visiones, pero aquí sólo hay nubes negras, nieblas azules que turban mi mente y rodean mi alma.

 



[1] San Isidoro, Etimologías, vol. II, XII, 7, 10-11, p. 107: «El águila toma su nombre de la agudeza de su vista (acumen oculorum) […] Cuentan también que mira de frente los rayos del sol sin cerrar los ojos, y que por eso coge a sus polluelos con sus garras y los sostiene ante los rayos del sol, considerando dignos de su raza los que mantienen la vista inmóvil; en cambio, a los que ve que parpadean, los abandona como deshonra de la especie».

[2] Vorágine, Santiago de la, La leyenda dorada, ed. Fray José Manuel Macías, Madrid, Alianza, 2001, p. 65

 

Eduardo Chirinos (Lima, 4 de abril de 1960- Missoula, Estados Unidos, 17 de febrero de 2016)1 fue un poeta y escritor peruano. Perteneció a la llamada Generación del 80, junto a poetas como José Antonio Mazzotti, Rossella Di Paolo y Raúl Mendizábal.

 

Hijo de Eduardo Chirinos Quesada y Ana María Arrieta Lostaunau. Cursó su educación secundaria en el Colegio de la Inmaculada (1967-1977). Ingresó a la Facultad de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde en 1985 se graduó de bachiller con mención en Lingüística y Literatura. En 1988 obtuvo su licenciatura.

 

Comenzó a publicar desde muy joven en la revista estudiantil Calandria. Sus primeros poemarios fueron: Cuadernos de Horacio Morell (1981), Crónicas de un ocioso (1983) y Archivo de huellas digitales (1985); por este último obtuvo el Premio Copé 1984. Viajó a España con una beca del Instituto de Cooperación Iberoamericana (1986).

 

A su vuelta a Lima en 1988 se desempeñó como periodista cultural y profesor de literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En 1993 viajó a los Estados Unidos para completar sus estudios en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), donde se doctoró con una tesis sobre el silencio en la poesía hispanoamericana que el Fondo de Cultura Económica publicó con el título La morada del silencio (1998).

 

Desde entonces residió en diversas ciudades estadounidenses: New Brunswick, Binghamton, Filadelfia y Missoula. Se desempeñó como profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Binghamton (1999), la Universidad de Pensilvania (1999-2000) y la Universidad de Montana (2000-2016).

 

Murió en febrero de 2016 víctima de cáncer.



 

 

Fotografías cortesía de la esposa de Eduardo Chirinos, Jannine. 

Martina Vinatea. Profesora principal del Departamento Académico de Humanidades, adscrito a la Facultad de Ciencias Empresariales. Es doctora en Historia por la Universidad de Navarra y doctora en Filología Hispánica por la UNED (España). Es licenciada en Lingüística y Literatura con mención en Literaturas Hispánicas por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Ha sido acreedora al Premio extraordinario de investigación 2013-1014, otorgado por la UNED, Madrid (España). Integra el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, donde dirige el proyecto “Estudios Indianos” (www.estudiosindianos.org), que desarrolla iniciativas relacionadas con la gestión y divulgación del patrimonio textual y artístico del período colonial en coordinación con el Centro de Estudios Indianos (CEI) de la Universidad de Navarra (España). Además es codirectora del Centro de Estudios Indianos de la Universidad de Navarra. Es miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas (AIH) y de la Asociación Siglo de Oro (AISO).

Sus áreas de especialización giran en torno de la Literatura colonial (siglos XVI, XVII y XVIII), literatura sagrada y devocional, lírica colonial, crítica textual (ecdótica), métrica y rítmica, morfología, sintaxis y redacción académica. En la Universidad del Pacífico dicta los cursos obligatorios Nivelación en Lenguaje, Lenguaje I y Lenguaje II; y el electivo Literatura y sociedad en el Siglo de oro español e hispanoamericano.

 

 

Semblanza tomada de la página Universidad del Pacífico.

Fotografía extraída de la página Universidad del Pacífico. 

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