Juan Carlos Acevedo

 

 

 

 

SALMO PARA DESPUÉS DE LA GUERRA

 

“Tal vez la poesía, (…)

puede ser la prueba irrefutable,

o cabeza de un prontuario definitivo

de que Dios existió alguna vez”.

Héctor Rojas Herazo.

 

Señor,

ahora somos frágiles…

los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)

habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo.

Señor de los remendados,

ya no podemos elevar oraciones:

conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,

tal vez un Poema que sirva de diálogo

para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.

Señor,

como tus llagas,

las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.

También hemos caído y nos hemos levantado

para espantar los pájaros de la angustia

que anidan en nuestras lágrimas.

Señor de los fragmentados,

redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,

herederos del miedo,

para que la fragilidad se desvanezca y

retornen a nuestra voz y nuestros sueños

y nuestras casas las Bienaventuranzas.

 

Así sea.

Del libro: Los amigos arden en las manos

 

PALABRAS  DE ARENA

 

La fotografía habla de 1990.

Adivino un mar de papel,

desnudos los pies presagian un sueño.

En la mano una botella para guardar el trópico.

Verano del 90, el tren arriba,

una mujer sostiene un arco iris sobre su cabeza,

mis ojos se apresuran a consumir mis sueños.

Escucho la voz de Jorge,

la risotada de Marco,

el aullido de Alejandro.

Once… último grado en la escala a la libertad.

Cambio la ciudad y su pesado frío

por el furioso naranja del Caribe.

 

Es el año 2 mil,

la hermandad de 1990 ha envejecido,

Alejandro no aúlla... es odontólogo,

Marco maldice cifras, números... es contador,

y Jorge... ¡por fin! es ingeniero.

Yo, en cambio, continuo de viaje,

descubro colores nuevos bajo la piel del mar,

beso labios jugosos en cualquier estación

y escribo poemas.

 

Lástima, diez años después uno comprende:

Jorge, Marco, Alejandro

sepultaron sus sueños en la arena blanca

y sumergieron su libertad en el océano.

 

 

Del libro: Los amigos arden en las manos

 

 

 

 

 

 

 

 

CARTA  DEL NAVEGANTE

 

 

«Alguien me ha dicho

que al final de esta calle

encontraré unas manos»

Fernando Arbeláez

 

Uno le apuesta a la vida y debe pagar un precio.

Este devenir entre hoteles, aviones o autos,

esta magia de conocer pasajeros

siempre ajenos a la música de las hojas;

este sueño o manía

de hablar más con sombras que con hombres.

Uno le apuesta a la vida y gana.

Pero ella nos recuerda el saldo de adioses,

de amigos de ocasión y amores de fiebre en carnaval.

Uno le apuesta a la vida y vaya sorpresa cuando reclamamos el premio

y descubrimos que los demonios siguen allí y los fantasmas también.

Uno le apuesta a la vida y nadie nos dice

que el sueño jamás volverá a nuestras manos,

tampoco habrá quien nos salve los domingos,

ni mucho menos beberemos leche de mujer

para alimentar el niño que no sabe hacer

otra cosa que tejer palabras.

Uno le apuesta a la vida

y puede recoger una amante al filo de la espada,

un amigo encargado de espantar

los pájaros de la angustia que anidan en nuestras lágrimas,

y un jardín –que sin saberlo- sembramos en hojas de papel.

Uno le apuesta a la vida

y en los bolsillos llevamos dinero suficiente para el juego

donde siempre ganamos más soledad

y el vacío de las madrugadas de abril.

 

Del libro: Los amigos arden en las manos

 

 

LA DONCELLA DE  ORLEÁNS

 

«... como si las cosas más bellas

 tuvieran el peor destino»

Martín Alosno

 

Es 30 de mayo en 1431,

una joven camina descalza

por la plaza de mercado en Ruán,

sus escasos 19 años encierran todo lo mágico,

lo fantástico, lo brutal.

Bruja, virgen, profeta y soldado

combatió en los campos de Orleáns,

de Reims y de Saint-Pierre- le Moutier.

Profetizó el ascenso al trono de Carlos VIII

y condenó a muerte a Pierre Cauchon - su verdugo -.

De ello da fe la historia.

Pero tú, Juana,

la analfabeta de Domremy,

la niña que creyó en la palabra oral

que voló sacra de los labios del campesino

a tus oídos de niña en celo, celo de sabiduría y lucidez...

Tú,

el temor del poder monárquico, eclesiástico, militar,

la niña que derramó lágrimas de Mayo en la Torre de Ruán...

la doncella que no conoció amor de hombre,

la misma que vio orinarse de miedo

a quienes tus palabras tocaban...

la que se consumió en una fogata

hecha al tamaño de tus soledades,

 

 

 

 

 

 

 

 

mientras reyes, obispos y generales

esperaban que un ángel o un demonio te salvara...

Respóndeme:

¿Qué piensas ahora que la Iglesia

lava sus errores llamándote Santa Juana de Arco?

Esta noche de mayo no responderás porque

«no hay sitio para una palabra más»

Del libro: Los amigos arden en las manos

 

 

POEMA  CON PUENTE

 

Invierno otra vez.

En las esquinas la noche comienza su ritual

 

Hombres solos fuman la primera bocanada de niebla

y se encaminan al muladar del centro.

Otros, en grupos dispares -en edad y vicios-

destapan la primera botella de alcohol antiséptico

y ríen a carcajadas feroces y rotas.

 

En el parque

los obreros recogen herramientas y frío que llevarán a casa

sin más palabras que las del saludo torpe

y con sus vozarrones -de hombres heridos- pedirán la cena.

 

Sobre el puente una mujer llora

sin más atención que la de su pequeña hija

que abrazada a ella seca sus lagrimas

mientras comienzan a quemar sus delgadas manos.

 

Invierno otra vez.

En las esquinas la noche comienza su ritual.

Madre e hija caminan bajo una lluvia de agujas

que perforan sus sombras y sus sueños.

Del libro: Los amigos arden en las manos

 

 

 

 

VENDEDORA DE SOLES

Una flor en las manos de una niña es una lámpara, lo supo entre campos de margaritas silvestres, era la época del maíz y del café. Después la guerra y el horror, el espanto y la huida. Sus manos acostumbradas al trigo maduro y al agua limpia no supieron hacer otra cosa, y la soledad de las calles la arrojó al silencio. Vende flores en el parque central. Una noche, sus manos -iluminadas por un girasol resplandecieron en la cantina y Don Alfredo conoció el amor. Ella le ofreció un ramillete de astromelias y él quiso comprarle su amarga sonrisa de días sin pan. La mujer vende flores, flores que en sus manos son heridas de una historia que no eligió vivir.

 

Del libro: Historias alrededor de un fogón

 

FANTASMA DEL VIENTO

Bajo la sombra tutelar de la nostalgia

veo una mano, un cuerpo arqueado, otra sombra.

Me reconozco en medio de la sala

y pienso entonces en días más felices.

Me descubro siendo el mismo hombre

que nunca ha volado y jamás cruzará el mar.

Sé que soy un aprendiz de la luz y el movimiento,

apenas un hombre de provincia

que no puede hablar de altos edificios,

de luces de ciudad,

y elegantes prostíbulos con olor a menta.

Se muy bien que las autopistas

y los vendedores de marihuana me son ajenos

y el ruido ensordecedor de la guerra me es propio

porque mis huesos hacen parte de este país de ausentes.

No conozco las montañas

ni puedo distinguir los nombres de los árboles.

Soy de pueblo,

apenas salgo al traspatio de la casa

a ver en las cuerdas de la ropa

una gota sujetarse a la vida.

Mi viaje más largo ha sido a la Plaza de los Negros

donde gentes pobres venden cuerpos y maíz.

Conozco, a ojo cerrado, los callejones de la Plaza de Mercado

sé a qué huelen pisos y paredes

y puedo entrar de espaldas en la vieja biblioteca.

Soy un hombre encerrado en sus palabras.

Prisionero justo de mis miedos.

Emperador del polvo, del silencio, del ayuno.

Tomo aguardiente en cantinas

donde mi padre sentiría vergüenza

y juego el juego ruin de los reproches.

He dejado el alma en un camastro

y he besado a la belleza en los tobillos.

Soy un hombre simple

que amenaza al odio con palabras,

que sale cada día a quitar las vendas a los muertos,

a curar heridas en los brazos de mis hijos,

a limpiar cuchillos que manchan las calles

de este triste barrio de provincia.

Estoy aquí

bajo el dintel de mi puerta -sin cerrojo-

sin más amuletos que estos versos,

ofendiendo los recuerdos,

escuchando un coro de ángeles que desconozco.

Estoy aquí -Fantasma del viento-

observando en los alambres del patio

                    una gota temblar mientras se sujeta a la vida.

 

Del libro: Los huéspedes secretos

 

TEATRO DE LA MEMORIA

 

En el sueño

veo al niño que perdí un medio día de 1985

el ruido de la guerra lo ahuyentó.

Desde entonces

lo busco

envuelto en las gasas de la fantasía.

Hoy ha dejado de llorar.

Lo observo y aprendo que cada mañana.

Juega a ser feliz,

escucha la voz del latonero

cambiando golosinas por cartón

o el llanto del perro

que llega desde el solar

donde el juego y la risa espantaban brujas.

Añora la mano de Padre –para llevarlo a la escuela,

a partidos de fútbol donde nunca anotó un gol.

Esa mano

le enseña juegos, ríos, estadios, historietas

y señala sin titubear el rincón de los castigos.

 

En el álbum del sueño

la mano de Padre

se borra de las fotos donde sonrío.

Su mano señala calles que desaparecen,

altas ventanas que desdibujan las casas del sur,

y amigos perdidos bajo la luz de las luciérnagas.

 

El niño que fui

juega a ser feliz

en el álbum de los sueños.

 

Al despertar la soledad de la casa me llena de horror.

 

Del libro: Los huéspedes secretos

 

UN TREN SILVA PARA ENCENDER LA AUSENCIA

“… aquí, en la Tierra, hace mucho

comenzó a llover

y me he extraviado -como tantos-

en la soledad”

Santiago Mutis

 

Rudimentario crece este amor

en el pequeño espacio que habita tu voz.

Llegas en la estación del pan,

y me recuerdas que el tiempo -ajeno y amargo-

es apenas un beso o una caricia

en medio de los sueños donde siempre llueve.

 

Rudimentario y frágil,

hecho de miedos y esperanza,

de soledades y puertos

a donde llega la noche

recordándonos

que es el último vagón de un tren

que silba para encender la ausencia.

 

Rudimentario como el canto de los niños,

como el color de las astromelias

como tu sexo tibio donde está mi reino.

Crece entre calles sin nombre,

entre gentes grises de oficina

y listas de mercado y goles en la tele.

 

 

 

Así,

elemental y cursi,

subordinado y lleno de costuras,

veo pasar este amor,

lo veo en el parpadeo del amanecer,

en las gotas de leche derramadas en la frente de tus hijos,

en el desespero y en el llanto

y en silencio de la madre que eres.

 

Rudimentario como la piedra,

como el árbol primigenio de Adán,

como el agua fresca de tu vientre.

Este amor

hereje y cómplice,

compañero y verdugo

crece

mientras un tren silba

para encender la ausencia.

 

Del libro Correo de la Noche

 

CONJURO

 

Contra las aves

que destrozan los cielos de abril,

escribo tu nombre.

 

Para ahuyentar esa bandada de sueños rotos

que oscurecen los días mejores,

pronuncio tu nombre.

 

Como antídoto para espantar

los pájaros de la angustia

que se despiertan en mis adentros,

canto tu nombre.

 

Al elevar una plegaria para bendecir

tu cuerpo, amado bajo la fiebre de mayo,

subrayo tu nombre.

 

Para escribir, con la tibia luz de julio,

la palabra amor,

deletreo tu nombre.

 

Frente al furioso rio de los días

que desdibuja el futuro

enuncio tu nombre.

 

Cada letra, cada sílaba es un conjuro

contra la peste del olvido,

por eso hoy libero tu nombre.

 

Del libro Correo de la Noche

 

Juan Carlos Acevedo

 

Manizales. Colombia. Poeta, ensayista y divulgador cultural.

Ha publicado los libros de poesía:

·       Palabras en el purgatorio (Colección Lyrica Species 1999).

·       Palabras de la Tribu (Editorial Manigraf, 2001).

·       Los Amigos Arden en las Manos (Editorial Universidad de Caldas, 2010)

·       Noticias del tercer Mundo (Editorial Caza de Libros 2010).

·       Todos sabemos que el poeta es un fantasma (Colección Tulio Bayer 2012)

·       Los huéspedes secretos. (UCEVA 2014)

·       Correo de la Noche (Secretaría de Cultura de Caldas. 2019)

 

Además de libros como:

·       Bitácora de ciudad. Crónicas. (Editorial Manigraf 2014).

·       Las letras que nos nombran. Historia. (Banco de la República. 2017)

·       Un corazón de papel. Crónicas (Secretaria de Cultura de Caldas. 2018)

 

Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” Casa de Poesía Silva y el VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos.

Su libro Los Huéspedes secretos fue finalista el Premio Nacional de Poesía que convoca el Ministerio de Cultura de Colombia.

Sus poemas hacen parte de:

·       El Amplio Jardín. Antología de poesía colombiana y uruguaya. (Embajada de Colombia en Uruguay. Ministerio de Educación del Uruguay. 2005)

·       12 Poetas Colombianos. Punto de Partida. (Universidad Autónoma de México. 2007)

·       Antología de Poesía Contemporánea. México y Colombia. (Cangrejo Editores. 2011)

·       Orizont Literar Contemporan. Rumania. (Rumania. 2014)

·       Alhucema 32. Revista de Poesía y Teatro. (España. 2015)

·       Colombia Poetry. (Valparaiso. Ediciones. Atlanta. 2019).

·       Canícula - Antología bilingüe de poetas colombianos contemporáneos. (Atenas.2019)

 

 

También se encuentran en las antologías de poesía colombiana:

·       Nuevo sentimentario. (Editorial Luna Libros. Bogotá. 2019)

·       Poetas en el Equinoccio. (Fundación Sartapalabras. Pereira 2018).

·       La idea que verdece (Editorial Cuadernos negros. Armenia 2014.)

·       El rayo que no cesa. Antología poética. (Ediciones Cuervo de Papel. Bogotá 2013)

·       Vive la Poesía. Poetas en la Uceva. (Universidad Central del Valle. Colección Cantarana. 2011)

·       Panorama Virtual de la Nueva Poesía Colombiana (Corporación Ulrika y Ministerio de Cultura de Colombia. 2009)

·       La música callada, la soledad sonora. (Fundación Orlando Sierra Hernández. Panamericana 2008)

·       Descanse en Paz la Guerra (Casa de Poesía Silva. Bogotá 2003)

·       Inventario a Contra Luz (Arango Editores. Bogotá 2001)

 

·       Nuevas Voces para Fin de Siglo (Epsilon Editores. Bogotá 1999). 

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Comentarios: 2
  • #1

    Ana Milena López de Vélez (martes, 06 octubre 2020 11:47)

    Juan Carlos......aquí....embelezada, suspirada, asombrada, arrobada, suspendida, ensoñada, engolosinada, aromada en sus versos, feliz¡¡¡��������

  • #2

    Carol G Jagger (sábado, 17 octubre 2020 15:13)

    Una calidad superior, pocas veces vista ya. Un gran poeta.