MAJAKUAGY-MOUKEIA (extracto)

 

 

El presente capitulo forma parte de la novela Majakuagy-Moueheia publicada en 1964 por la editorial El Corno Emplumado.

 

Ana Mairena es el pseudónimo de la escritora mexicana, Asunción Izquierdo Albiñana.

 

 

 

MAJAKUAGY-MOUKEIA

 

 

 

Primer canto de la testificación de las canciones de Ica

 

 

 

Cehuanamoah, escuchad vosotros, los destinados a entender del conocimiento memorable, porque es a mí solo, neceaut Ica, a quien ha sido encomendado por los Dioses el fluir de la voz en el lamer eterno de las formas y es por ello que, de ellas, me es dado tomar su contorno justo y jamás otro alguno engañoso.

 

Cehuanamoah, escuchad, que no ha requisito del cual un líquido no tome forma y medida al llenarlo; así habrá de ser mi canto amoanerimetzi (delante de vosotros). ¡Canto del iniciado para los neófitos!

 

De cierto que mi canto no está hecho para escurrirse en las enmalezadas y sucias naxaihtitzi, esto es, en las orejas de los esclavos. Pasen ellos de largo y quédense conmigo los que en la ciega oscuridad anhelan conocer de la dureza que hirió su frente en la noche de su primer tropiezo y de todas las demás durezas que ha seguido y seguirán hiriéndolos.

 

1)    He aquí que he de testificar de lo que fue primero en el tiempo cuando el tiempo no era.

 

2)    Chuéti, la tierra, no era la tierra ni el sol era el sol.

 

3)    No existían los días porque noches no había para apartarlos y todo era un xacuat, un solo día interminable y luminoso en el hervor continuo de Tait, el fuego.

 

4)    Y todos los dioses residían en él, por él y para él; porque lo luminoso se halla en el corazón y en el principio de Todo.

 

5)    Flameando en el espacio, el Gran Devorador no advirtió el instante en que la presencia de sus propias escorias acumuladas enfriáronse  y se hicieron espesas y devinieron en tinieblas.

 

6)    Y las tinieblas acabaron mordiéndose el centro del corazón

 

7)    Entre Ellas y Él entablóse feroz batalla en medio de estampidos horrísonos que rompieron, ya para siempre, el Gran Silencio deslumbrante.

 

8)    Y la división fue hecha.

 

9)    Tait, el fuego, dejó de ser uno y único. Abatido por la derrota redondeó su cuerpo en un disco plano y advino Ichimainoxat por cuyo rosto resplandeciente nuestro Padre, el sol, Creador de lo viviente, Tayoappa, se muestra a los vivientes.

 

10) Pero aconteció que la noche terminó por enseñorearse del espacio obligándolo a crear en su negrura, aun cuando suspendidas del firmamento quedaron astillas encendidas de su divino cuerpo. Y unas fueron los dos ojos gemelos y ardientes de Xurabetzi, las tres esquirlas llamadas Neupacatzi, las cuatro lunas Añahupi, Meapurbeaohraca, Meapurbeyaorizt y Purhuateaxe y el Gran Carro Urca Puazt, a más de su hijo bienamado Tabatzi que había de precederlo en cada una de sus salidas.

 

11) Y no fue eso todo, puesto que su divina sustancia adivino penteante, circuló en ondas invisibles y abrasadoras y desgajó la tierra en las bocazas pavorosas de los volcanes para en seguida ir a esconderse, huidizo, en las entrañas de su misma escoria.

 

12) Y cuando parecía que la primera noche había vencido totalmente a Tait, he aquí que, del oriente, renació espléndido Tayoappa, Señor de Dioses, Dios de Señores, cabeza flamígera y victoriosa sobre el ombligo opaco de la tierra; invicto Guerrero Rojo, tigre moteado, que reanudó la batalla con sus siete flechas lumínicas dando caza a la tropa de las tinieblas.

 

13) Y fue la aurora y la tarde del primer Día. Y desde entonces hubo noches y días: tecáritzi y xaucatere. Sol, Viento, Tierra y Agua. Tayoappa Ahti apoan Chuéti, es decir, sol y agua sobre tierra; porque del agua Tayoappa había de crear más tarde todo lo nacido.

 

14) Empero y después de estas cosas cumple a mi canto advertir a todos aquellos que me escuchan que, si bien desde mi primer día entre los primeros, tras la primera derrota de la primera noche seguídose han innumerables victorias aurorales de nuestro Padre el Sol, éstas habréis de recibirlas con saludos humildes, oblaciones piadosa y gritos de éxasis; pues que no existe pacto divino alguno que asegure eternamente su resurrección periódica en la débil y pálida aparición en germen con que todos los días lo vemos levantarse por el Oriente. Mirad, pues, que hagáis como os ordeno para que viváis y os vaya bien y tengáis largos días sobre la tierra, vosotros y nuestra simiente.

 

 

 

 

 

El presente capitulo fue extraído de la novela Majakuagy-Moukeia editado por la editorial, El Corno

 

 Emplumado en 1964, México D. F. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Ana Mairena. Seudónimo de Asunción Izquierdo Albiñana, escritora mexicana nacida en San Luis Potosí. Fue un caso extraño de voluntad literaria cuya máxima notoriedad la debió a su aún oscuro asesinato, junto con su marido, el político Gilberto Flores Muñoz (tema de un impresionante reportaje novelesco, Asesinato, 1985, de Vicente Leñero). Asunción escribió dos libros de versos, ocho novelas y una farsa teatral no representada. Inició su obra novelesca con Andreida. El tercer sexo (1938), audaz y truculenta. El nombre de la autora se convierte en Alba Sandoiz en La selva encantada (1945), llena de rasgos autobiográficos, y en Taeztani (1946), evocación novelesca de los antiguos nayaritas; y se vuelve Pablo María Fonsalba en La ciudad sobre el lago (1949), que intenta ser la biografía de la Ciudad de México. La crítica es tan objetiva y pertinente que determinó un visible mejoramiento en el estilo de su siguiente novela, Los extraordinarios (1961), firmada por Ana Mairena, y finalista en el Premio Biblioteca Breve de 1960, de Seix Barral. Cambió el lenguaje y la congruencia de la trama, aunque ésta acrecentó la propensión truculenta. Una parte de Los extraordinarios es la novelización del crimen entonces famoso de la Cassola y su amante, asesinados a puñaladas; y otra, una supuesta leyenda indígena para desahogo del rencor de la autora contra el presidente Ruiz Cortines, quien no eligió como candidato presidencial a Flores Muñoz, marido de Asunción. Como lo ha hecho notar Leñero en el capítulo de Asesinato, que dedica a “La obra literaria de Asunción Izquierdo”, son perturbadores los frecuentes relatos de muertes violentas que aparecen premonitoriamente en estas novelas.  © José Luis Martínez

 

 

 

Semblanza tomada de la página El Poder de la Palabra

 

 

 

Fotografía extraída de la página Secretaría de Cultura INBA

 

 


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