Karakul
Rumanía / 2015
En verano, las cigüeñas anidan en los postes de teléfono.
Sus crías asoman por los bordes redondos de paja,
Y a veces caen sobre el asfalto
Donde los gatos salvajes devoran sus huesos en un instante.
Los nidos permanecen vacíos todo el invierno, hasta que
Las cigüeñas regresan otra vez a los mismos nidos.
Este invierno, ISIS ha estado en los noticieros,
Pasándoles el cuchillo por la garganta a los periodistas,
Prendiéndole fuego a los soldados cubiertos de gasolina adentro de una jaula,
Arrojando estudiantes homosexuales desde los techos de las mezquitas,
Reduciendo a escombros los sitios históricos—
Mejor comenzar de nuevo con crueldad
Para que el mundo pueda ser purgado de su pasado.
Aquí, como en muchas partes del Este,
Todo hombre de cierta edad
Lleva un karakul de lana en invierno.
Los mejores sombreros se cosen con pieles
De fetos de cordero sacados del vientre,
Comprados por políticos para ostentar y agitar
Mientras marchan en los desfiles de la fiesta nacional.
Luego sigue la piel de los recién nacidos
Sacrificados cuando se deslizan desde la madre al prado.
Cada piel equivale a un sombrero.
Es la artesanía y el material,
La aguja de madera que teje infinitos
Mientras la bobina desenrolla el pelaje,
Su incomparable textura suave y líquida,
Con matices sutiles que van
Desde la cáscara de huevo hasta el negro noche del norte.
Eso distingue al karakul, pero aun así,
En el fondo de mi mente perviven
Los cadáveres arrugados, las madres
Que claman por sus crías, y los hombres
Que siguen perfeccionando su arte.
Vestido de novia
Ese Día de Brujas me puse tu vestido de novia,
nuestros hijos se asustaron y no nos hablaron durante días.
Me afeité las piernas hasta suavizarlas, alboroté cada hebra de mi pelo,
me puse lápiz labial, rímel y sombreado
me moví como una actriz joven en la pista de baile.
Nunca me había sentido tan sensual –
colegiala católica y puta de barrio.
En la cama, ataviados, sin terminar, fantaseábamos:
nos apretamos y fundimos, como mellizos separados que han sido negados.
Tú fuiste mi tímido novio. Amor, yo era tu novia.
El peine de mi padre
Cuando mi madre insistió
Que tomara algo,
Su peine de aluminio Life-Time de cinco pulgadas
Ya estaba en el bolsillo trasero de mi pantalón -
El peine que lo vi usar
Durante miles de mañanas
Para peinar su cabello hacia atrás
Mientras esperaba mi turno
Frente al espejo del baño.
Yo empuñaba un peine de plástico marca Ace, de 39 centavos,
Con un poco de Brylcreem
Para alisar mi cabello antes de la escuela,
Pero desde hace años uso su peine,
Como él hacía bajo el chorro de agua gélida,
Luego deslizaba por mi cuero cabelludo
Solo las púas más cortas
De esa herramienta de vanidad y ética laboral
En forma de guillotina.
Por favor, toma algo, dijo ella
Mi padre, muerto hace tres días, pero
Yo ya había tomado el único objeto
Que sabía que tocaría cada día
En un imprevisto ritual
Para peinar el dolor.
Magdalena
Donatello, 1453
La madera parece llorar,
El álamo blanco todavía vive.
El pelo suelto sujeta el vestido
Harapiento en la cintura y tiras rotas
Cubren las llagas de los muslos.
Junta las manos hacia la oración,
Aunque las palmas nunca se tocan.
Ojos cavernosos y labios resecos
Expresan su angustia—
Después de haber sido testigo de que su hombre
Saliera de la inmensa tumba
Solo para desvanecerse y dejarla atrás,
Ella sabe que su fe no necesita
Más profundidad, pero al igual que su carne
Debe petrificarse. Tú y yo
Vacilamos ante esta estatua de metro ochenta y ocho
Ignorados por la pecadora,
Nosotros, los que no importamos.
Su mirada no es al cielo, es al infinito,
Y si nos volteamos podremos vislumbrar
El mundo que seguirá existiendo
Cuando uno de nosotros se haya ido.
para Mihaela
Cuando el profesor de artes plásticas
Asignó naturalezas muertas de un solo objeto,
Elegí el plátano por su forma y color,
Pero rápidamente el plátano
Pasó durante los días de mi dibujo,
De verde-virando-a-amarillo
A amarillo como una lila,
Al ámbar de la yema de huevo,
A trucha pecosa,
A derrame de petróleo,
Mientras lo mallugado del rabo ascendía,
Deformando el fruto,
Infiltrándose más allá de su pobre piel
En el ambiente apacible de adentro—
Mantel, tazón, muro de ladrillos blancos—
Mientras hacía bosquejos una y otra vez
La descomposición, la implacable podredumbre,
Hasta que cuarenta hojas de papel negro
Tapizaron las paredes de mi casa,
Cada bosquejo una tesis del rechazo consciente,
De todas las cosas del mundo y
A su vez todo lo que no son, cada una
Un espejo del fracaso, cada una
Mi velo, mi mortaja,
Mi nube oscura,
Cada una mi último
Borrador.
Traducción de Frances Simán
Frances Simán (Honduras, 1984). Es miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Fundadora de la editorial Los Amorosos y parte del consejo editorial de Cisne Negro en Honduras. Ha traducido varios libros de poesía entre ellos ¿Qué es poesía? de Lawrence Ferlinghetti, Exhausto en la cruz de Najwan Darwish, Algunos poemas fugitivos de Mihaela Moscaliuc y Poemas ascendentes de Michael Waters. Recibió el Premio Inca Garcilaso de la Vega 2023 por sus aportes a la traducción y edición en Honduras, y el Premio Equinoccial 2023, homenaje en el Festival de Poesía Paralelo Cero, Ecuador.
Semblanza proporcionada por Frances Simán
Fotografía de Fernando Andrade
Los libros de poesía de Michael Waters incluyen Pagan Sky: New & Selected Poems 2000-2025 (2026), Sinnerman (2023), Caw (2020), The Dean of Discipline (2018), Darling Vulgarity (2006, finalista del Premio del Libro del Los Angeles Times), y Parthenopi: New & Selected Poems (2001, finalista del Premio de Poesía Paterson). Es autor de un libro de ensayos, The Bicycle and the Soul (2024), y ha coeditado varias antologías, como Border Lines: Poems of Migration (2020) y Contemporary American Poetry (2006). También ha recibido becas de la Fundación Guggenheim, del Fondo Nacional para las Artes de Estados Unidos y de la Fundación Fulbright. Vive sin teléfono móvil en Ocean, Nueva Jersey.

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