Poesía de Ana Nadal Quirós

Tres son los dátiles

 

que te comes cada tarde.

 

 

 

Son bolsitas arrugadas y feas

 

como testículos de viejo.

 

Miento. Tus testículos de viejo

 

son arrugados, pero no son feos.

 

Todo lo que engendra vida

 

no puede ser sino bello.

 

 

 

Yo quiero llegar a vieja como tú,

 

arrugada como un dátil,

 

después de haberme comido

 

la vida que me diste.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Es el inconfundible olor

 

a bloqueador solar.

 

 

 

Esta tarde, cuando subí

 

a tu carro,

 

volví a los días de escuela

 

cuando queríamos ir delante

 

en la chevy marrón.

 

 

 

La emisora era siempre tuya

 

y nos convencías

 

de que la música de Bach

 

es capaz de concentrar

 

el universo entero.

 

 

 

Nos molestábamos igual,

 

sobre todo, yo,

 

que solo quería

 

canciones con letra.

 

 

 

Ahora voy siempre delante

 

y la emisora es mía.

 

Pero no la prendo.

 

 

 

Solo quiero escuchar

 

tu olor

 

a bloqueador solar,

 

que impregna el carro

 

que ya no guías

 

y me lleva

 

a aquellos días

 

en los que la vida

 

era una variación

 

sobre cuatro notas.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

No era tristeza

 

lo que decían

 

tus ojos.

 

 

 

Era deseo

 

de eternidad.

 

 

 

De Las medias de Nureyev, Ediciones del Flamboyán, 2024

 

 

 

 

 

POSTALES PASAJERAS

 

 

 

Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat…

 

                                                         -Baudelaire

 

 

 

Cómo decir el tedio

 

cuando el viento es seco

 

y la sed quema el pescuezo

 

 

 

No es el diablo 

 

el que mueve los hilos

 

es la vida disfrazada

 

de postales pasajeras

 

bonitas

 

saturadas

 

 

 

de color brillante muerte

 

 

 

la que camina sobre el alero

 

y asoma juguetona

 

el pie sobre el abismo

 

 

 

 

 

HAY DÍAS

 

 

 

Hay días en los que

 

la vida está regida

 

por la fuerza paradójica

 

que nos empuja

 

a atacar la cumbre

 

desde la apática comodidad

 

de un sofá

 

 

 

es ahí

 

en la posibilidad

 

de la acción

 

que se instala la poesía

 

 

 

 

 

TAMBIÉN TE DIGO

 

 

 

cualquier dolor se hace añicos

 

ante la risa de los niños

 

que no conocerán el futuro

 

 

 

De La hierba húmeda bajo mis pies (en edición)

 

 

 

 

 

LA SALA BLANCA

 

 

 

La sala blanca está llena

 

de edades que esquivan el tiempo

 

mirando el móvil o

 

la pared,

 

contando las líneas del suelo,

 

escuchando las quejas

 

de una voz que no conoce,

 

buscando consuelo en la leche materna si

 

no es que se ha ahogado

 

en su propio llanto de sueño.

 

 

 

Qué secreto contará esta vez

 

la máquina que atrapa los colores

 

y las formas,

 

los diminutos ríos de sangre que

 

irrigan el ojo que amenaza

 

con no ver.

 

 

 

Mientras tanto pienso en

 

la muerte. Porque es lo que tienen

 

las salas blancas,

 

puños de verdad no solicitada,

 

de recuerdos imprudentes

 

que rellenan los espacios

 

entre las gotas que dilatan

 

y la inyección intraocular. Siempre

 

aparece el padre y su agonía,

 

cuál será la pena de

 

la hermana,

 

la del enfermero que sonríe,

 

la de la mesera del bar de al frente

 

que abre a las tres,

 

 

 

el miedo a no ser más en este

 

mundo de horrores tan moderno,

 

de pájaros sin plumas que

 

disparan fuego sobre “gente que sobra”

 

(así lo escribió mi amigo Pedro),

 

 

 

en este mundo lleno del amor

 

de un hijo que

 

apenas asoma la nariz en

 

esta fiesta triste…                                                                 

 

¿llegaré a su madrugada?

 

 

 

¿llegará a su madrugada?

 

entonces empiezo a llorar como

 

una niña que solo quiere que

 

su madre le cure el ojo

 

como le curaba las rodillas peladas

 

y sucias de bicicleta

 

sin rueditas

 

 

 

 

 

TORMENTA NOCTURNA

 

 

 

La lluvia

 

 

 

tilde esdrújula

 

del mundo

 

 

 

 

 

EPIFANÍA DE SUPERMERCADO

 

 

 

Estaciono en el viento gris y

 

agrietado de domingo

 

dispuesta a alimentar

 

a mi perra.

 

La calle arde.

 

Un baile de ojos viejos

 

que miran a ninguna parte,

 

y camino hacia la

 

puerta por la calle fea,

 

rota,

 

y piso lamparones de

 

suelo sucio de cocina.

 

 

 

Frente a la puerta que

 

se abre en un abrazo gigante

 

mi existencia se revela:

 

es esperma en microscopio.

 

 

 

¿Esto somos?

 

 

 

Pasaremos como un punto más

 

de la línea infinita del tiempo,

 

cada uno con su compra y

 

con su muerte.

 

 

 

Así de insignificantes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ana Nadal Quirós (Puerto Rico, 1980) es doctora en literatura española e hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Ha publicado artículos periodísticos, así como trabajos académicos y creativos, en distintos medios nacionales e internacionales. Su estudio sobre la poesía mística de Ernesto Cardenal, Ernesto Cardenal: la expresión poética de la experiencia mística, fue editado en 2014 por Anamá Ediciones. En 2021 publicó la colección de cuentos Cucaracha Americana (Ediciones del Flamboyán) y, en 2024, el poemario Las medias de Nureyev (Ediciones del Flamboyán). Algunos de sus poemas han sido incluidos en antologías, entre ellas No digo mucho porque somos más. Antología de poesía contemporánea de Puerto Rico (Elefanta Editorial, 2025).  En 2026 publicará La hierba húmeda bajo mis pies (Valparaíso Ediciones).

 

 

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Ana Nadal Quirós


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