
[Sin título]
Porque vine con mis dos alas mis dos alas de leche mis dos alas fruncidas
Porque calzo un corazón de altísimo peregrinaje
Peno un caracol atragantado en el foso de la piedra de los siglos
Mi azul es el paso leve de los cuerpos
Mi azul es el gris azul de un puño sordo
Mi azul es el borde de los tránsitos
O una antorcha encendida por la risa
O un misterio de ojos indecible
En el engranaje de los vientos
Dos estaciones se aman en un alarido
El bosque incuba un sueño de pájaros inflamados en mi verdad indígena
Una nube atolondrada es una perla a la que ha fecundado un suspiro de erizo
Disparo mi apariencia mi acuarela impaciente
Hacia un extenso mapa de asaltos
Y me apercibo de una tristeza como un cojín sin arras como un cigarro póstumo
Una tristeza de ergotina
Una tristeza de báscula para medir la muerte
En el vasto clarimente de mis ojos
Las estrellas arden por instinto
Y de nuevo los días y las noches y su tránsito nervioso
Y los días y las noches y su cáscara de infarto
El sol que he visto sin sus gritos
Es un enorme alrededor que se persigue
Es un súbito molinete de tiempo
Es una boca de barro o una luna descabellada o una ceja de oro
Es un seno tácito
Un pulmón frenético un músculo de luz
El sol que he visto sin clamores
Es el pomo enrabietado del paraíso
ÉTICA DE ANIQUILACIÓN
Je connais le désespoir dans ses grandes lignes.
ANDRÉ BRETÓN
El cuchillo abre su verja de aullidos incendiarios. Algún corazón acaso me aventaje en lo referente a ese mar aguerrido en que naufragan los silencios, o a la espuma de una boca apresurada (que no es la tuya). Pero puedo trepar un árbol que crece para adentro de su semilla, e incluso talar las aves que parasitan el sueño linfático de sus ramas. Mi grito de recién-nacido es un horizonte en que despunta el primer hombre. Vuelvo de la desesperación para ofrecerte mi furor en una cuna abatida. Tal es mi desprecio. Tal es que me he vuelto piadoso. Algún animal se encela en mis muñecas, y un reloj atónito ama la cifra sangrada de una piedra que no decidí arrojarte. Vuelvo de la desesperación para ofrecerte una enfermedad de dígitos imposibles. Vuelvo de la desesperación para desesperarme. Vuelvo de la crisis que aún no he conocido. Una hazaña en las mejillas. Una furia agasajada entre los dientes.
De Onirisma (2001)
oda a la polilla
polilla del insomnio, tu eléctrica flor
se extraña de la ciega obstinación
con que tratas, inútilmente,
de rozar su estigma. y aunque,
fanática y sin saberlo,
transportas el polen de tu excentricidad
—acaso impregnada
en los estambres del ensueño—,
se avergüenzan los muebles,
testigos inapetentes
del impetuoso embate de tus alas.
¡tú, aciago insecto,
que no entiendes de primaveras,
y eres estrago en los armarios tumultuosos
de la tristeza!
no es esta bujía espuria,
incapaz de conmover mis soledades,
pendón de abrasadora divinidad,
sino un ultraje a la noche,
una manzana sin metafísica
malograda antes de la mano
recolectora.
pero si has de consumirte
—nocturna, ¡golosa de la luz!—,
si en tus alas hay
una suerte de elegía:
que mis palabras resuelvan
tu dramático holocausto;
que estos amuletos
de una hoguera Antigua
inflamen tu presencia no abolida;
¡que mi Voz te haga crepitar de misterio!
ejes de rotación
no se hace de noche: ¡yo entro en la noche!
no despunta el día: ¡yo salgo de la noche!
mamo el calostro de las nubes,
pisoteo los bigotes de las estrellas.
la noche nos espía por ser
más oscuros que la noche.
el día nos vigila por haber nacido
más claros que el día.
bebo el menstruo de las quimeras,
vomito el esqueleto en los portales,
¡me rompo los nudillos con la aurora!
sucumbo. o no sucumbo.
los días y las noches se esfuerzan
en ser la Noche, en ser el Día.
en el escrutinio de las horas
lanzo la madeja.
nodía... nonoche...
abofeteo el dado del horizonte:
todo es Origen, y comienza.
De Cazamariposas (2006)
CUM DEUS LŪDIT FIT MUNDUS
Hay en mi alma inútil queja
sollozo remoto de mis sombras castradas
(¡allá en las afueras cantan
sus testículos de luz!...)
Y un dolor antiguo que ni dolor
El gozne de los crepúsculos
su herrumbrosa aria
Un oído cenital y una ceguera
por exceso de visión interior.
Hay espejos abolidos en un mediodía sin fe
Un pupitre en llamas en los confines
de la Vía Láctea
El ocaso de los sentidos en que despunta
el Sol inexorable de lo no.
Hay mariposas del error crepitando en las antorchas
La perdición del mar y una nieve parpadeante
La rotación del sexo
El aullido de la metamorfosis.
Hay un algoritmo de belleza o de masacre
Puentes derruidos sobre eternas primaveras
Un bacilo de obscuridad
Una noche que ni aún
Una tumba que no es.
Hay en mi inteligencia
dos torres invertidas
mas siempre una y la misma
Torre de energía
En su centro un olivo inmemorial
irradia no sé qué luz de otro mundo
y al envés un sagrado pozo baña
las raíces de la eternidad.
Hay troneras de lo turbulento
que deletrean mil abismos
Pájaro de humo picoteando
el maíz de la alegría
o los higos dulcísimos del tedio
llenando su buche de larvas esplendentes
antes de volar a un nido de doble fondo
y regurgitarlas en las bocas de los muertos.
Hay un éxodo fatal en las fronteras del alma
Un haz de luz hiriendo el azul párpado de las letanías
Una carencia tallada en el borde de los siglos.
Hay una centella prodigiosa en la crin del horizonte
Un lúgubre cometa y un solo Apocalipsis
Una lámpara sin aceite
Un círculo perfecto.
Ay… un llanto infinito
que se dobla
en las negras campanas de mi Torre.
LA CANCIÓN DEL TIMONEL (I)
¿A qué océano del inconsciente
dirige el sueño sus devotas naves?
¿A qué vientre palpado por esquifes
de un íntimo asedio?
¿Al ojo de qué espiral este afán
sus barcas oscilantes?
De nada me sirvieron las conquistas
De nada estos párpados culpables
ya de tan inocentes
─mariposas clavadas con lujosos
alfileres mas siempre
el mismo alfiler de la belleza─
De nada me sirvió el aleteo
fibroso de mis peces de luz mientras
boquea en el trasmallo del insomnio
mi destino
De nada me sirvió la vida entera
la espuma de este parto de diamante
donde naufraga la raza humana
Pues son mis manos duras losas son
palomas otras lentos epitafios
ladrados por la muerte
Y es todo vacío donde aquí:
pesada llama lodo de relámpago
virutas de resurrección minutos
de eternidad recién parida no
Todo tristeza náutica y todo
azul cartografía del dolor.
De Estrella varada (2012)
CINEGÉTICA
no es una imagen determinada lo que deseo, sino el grupo maravilloso de todas las posibles.
PAUL VALÉRY
La Poesía es territorio de caza superior.
Cuando me aventuro en la noche,
con mi tristeza huroneando
la madriguera de la madrugada,
levanto la presa y disparo
mi cañón de luz.
Después debo cobrarme
la pieza portentosa.
Rastrear un animal de pura intensidad
oculto en la maleza del lenguaje.
Acechar el milagro.
Batir un extenso idioma de símbolos,
con ojeadores de misterios
que hagan sonar
el cuerno de caza del espíritu.
Soltar una jauría de verbos entusiastas
y acosar lo maravilloso.
Conjurar el azar. Redimir
la espera.
La palabra no es el blanco,
sino acaso
el movimiento de retroceso
de mi fusil.
LAS VIÑAS
Para un soñador de la materia, ¿no es una uva bien compuesta un bello sueño de la vid? ¿No ha sido formada por las fuerzas oníricas del vegetal? En todos sus objetos, la Naturaleza sueña.
GASTON BACHELARD
Yo me paso la vida de cosecha en cosecha,
alargando mi mano tremebunda
a la cepa de la noche,
entre vástagos de desesperación
y un sarmiento de locura,
racimando el inspirado fruto
en la soledad de mi destino.
Yo vendimio en largas jornadas sin cansancio
las íntimas viñas que un alto albedrío
injertó en mi alma donde el agraz madura,
regada por surtidores infinitos
y bajo un sol sin clima, pero rotundo y sabio.
A veces me subo a la parra
como un tonto inmaculado,
con la escala del amor donde las aves
picotean las uvas bañadas por el sol,
y juego con mis pensamientos
cerca de las nubes.
Desde allí observo al Padre Eterno
creando el mundo a golpe de imagen;
y al Vendimiador futuro,
con su podadera de diamante
—como diría el profeta sajón─,
aguardando en la víspera del gran anhelo.
Mas este amargo hollejo de los días contados,
esta soledad mal pronunciada,
esta gramática del tedio murmura
dolores inhabitados,
esforrocinos sin fruto,
malogrados pámpanos
en los ojos de los poseídos.
La Jornalera impía
avanza entonando su fúnebre canto…
arranca de raíz las vidas vides…
y arrójalas a un fuego inconfesable,
a aquella estrella difunta
y a aquel mar exacto.
Paralizado por el terror de nombrarla,
yo la contemplo;
sin avanzar me adentro
en el sombrío bodocal
donde negros avispones
circundan el aciago fruto
cual hordas en torno
a un prócer infernal.
En el dormido cráter madura
un secreto vino
(deletéreo o salutífero)
cuya espuma es la violencia del choque,
el magma de la imaginación
que crea islas;
a la vez expiración interior,
cálido apagarse
de una llama en su promesa
de erupción futura.
Mas luego que rozado
por celeste rayo...
al punto que lamido
por el misterio...
¡alcanzado no más
por el centellante
bucle de la inspiración!...
sacude mi cuerpo un divino temblor
apenas impregno los labios
del acerbo mosto,
y pierdo al fin los ojos
en una ebriedad difícil:
Más temible
que lo que no vendrá…
Más amenazador
que el filo de una hoja
ebria de belleza emasculada…
Más intenso que el zarpazo
de una quimera…
De Los oficios (2015)
[Sin título]
La chispa no es migaja mansa,
no es escama de reverberación
en los crepúsculos licuados,
ni pavesa posada en una forma
donde yacer inerte.
No es grávida viruta, ni residuo
mudo de la exfoliación del metal.
Sustancia viva apenas sin volumen,
inestable e inespecífica,
la chispa es sacudida
súbita de los frotamientos,
la interjección de la materia,
el grito de su caricia crispada.
Loca huida de sí (¡oh cegadora diáspora!),
únicamente origen;
un súbito relumbre en el fugaz
autodeslumbramiento de la piedra.
Raedura incandescente
consumiéndose en su propia avidez,
la chispa es puro énfasis;
el diminuto guijarro de luz
que un vesánico hondero lanza
entre los cuerpos percutidos;
urgente y aleatoria
dispersión de un fulgor mayor;
menudo meteoro de energía
que la imaginación
recrea en sus insomnios.
Poco y mal y a deshoras duerme
el poeta entregado
a sus vivísimas ensoñaciones.
Mas, pese a esta insana
proclividad morbosa
que le imponen las fluctuantes imágenes
de su mundo interior,
¿no acostumbra a cantar el corazón,
prendido en alabanza,
merced a esta potencia
con que el hombre transforma
por la emoción la vida?
¿No bailan para él,
vástago predilecto,
en su continua ceremonia
los pululantes seres
—retozantes de eternidad—
que llenan los fenómenos?
Bello abejorro azul
que polinizas el estigma
de mi asténica musa,
sátrapa de las jaras
o irenarca del ládano,
verruga asordinada
en las granadas incipientes,
parsimonioso obispo bendiciendo
el perfumado patio,
joya con que remata
la novia su corona de azahar,
o allí donde el amor grabara
torpemente sus nombres,
carpintero de los dinteles…
Yo te celebro, oscuro zumbador
del indehiscente hastío;
orondo apóstrofo sinalefando
los florales versículos;
sibarítico punto sobre el tallo
de las íes, o topo
de la jocunda jota (vestigial
espiritrompa de la mariposa
lírica, crepitada ya en abeja:
¡seráfica centella de la imagen querúbica!).
Hónranos, cascabel nuncial;
zapador de la primavera
activando el secreto mecanismo
de la flor; imperial mecenas.
De Numen (2024)

Pablo Acevedo (1977) es Doctor «Cum Laude» en Literatura Española por la Universidad Complutense de Madrid, donde también es Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (tras haber realizado los estudios de doctorado en la Universidad de Granada), y Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba, donde reside y ejerce docencia.
Como poeta, es autor de los libros: Onirisma (Granada: Dauro, 2001), con prólogo del profesor Joaquín Roses, Catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Córdoba; Cazamariposas (Palma de Mallorca: Calima, 2006); Estrella varada (Madrid: Polibea, 2012), con prólogo del escritor venezolano Juan Carlos Chirinos; Los oficios (Madrid: Devenir, 2015) y Numen (Granada: Nazarí, 2024), ambos últimos con prólogo del propio autor. Sus poemas han sido antologados en diversas publicaciones españolas e hispanoamericanas, de entre las que cabe destacar: Siete samuráis II (Granada: La Isla del Moro, 2005), Territorios comunes: antología de textos literarios. Andalucía-España, Jalisco-México (Salta [Argentina]: Biblioteca de Textos Universitarios, 2006) o Los jueves poéticos II (Madrid: Hiperión, 2008).
Colaborador de la Cátedra Góngora a mediados de la década pasada, ha publicado, como ensayista, el extenso monográfico Estética del caos. Una aproximación al concepto romántico de ironía (Barcelona: Carena, 2019).
Semblanza y fotografía proporcionadas por Julio César Bustos
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