Poesía de Pablo Acevedo

 

 

[Sin título]

 

 

 

Porque vine con mis dos alas mis dos alas de leche mis dos alas fruncidas

 

Porque calzo un corazón de altísimo peregrinaje

 

Peno un caracol atragantado en el foso de la piedra de los siglos

 

Mi azul es el paso leve de los cuerpos

 

Mi azul es el gris azul de un puño sordo

 

Mi azul es el borde de los tránsitos

 

O una antorcha encendida por la risa

 

O un misterio de ojos indecible

 

 

 

En el engranaje de los vientos

 

Dos estaciones se aman en un alarido

 

El bosque incuba un sueño de pájaros inflamados en mi verdad indígena

 

Una nube atolondrada es una perla a la que ha fecundado un suspiro de erizo

 

Disparo mi apariencia mi acuarela impaciente

 

Hacia un extenso mapa de asaltos

 

Y me apercibo de una tristeza como un cojín sin arras como un cigarro póstumo

 

Una tristeza de ergotina

 

Una tristeza de báscula para medir la muerte

 

 

 

En el vasto clarimente de mis ojos

 

Las estrellas arden por instinto

 

Y de nuevo los días y las noches y su tránsito nervioso

 

Y los días y las noches y su cáscara de infarto

 

El sol que he visto sin sus gritos

 

Es un enorme alrededor que se persigue

 

Es un súbito molinete de tiempo

 

Es una boca de barro o una luna descabellada o una ceja de oro

 

Es un seno tácito

 

Un pulmón frenético un músculo de luz

 

El sol que he visto sin clamores

 

Es el pomo enrabietado del paraíso

 

 

 

 

 

ÉTICA DE ANIQUILACIÓN

 

 

 

Je connais le désespoir dans ses grandes lignes.

 

ANDRÉ BRETÓN

 

 

 

El cuchillo abre su verja de aullidos incendiarios. Algún corazón acaso me aventaje en lo referente a ese mar aguerrido en que naufragan los silencios, o a la espuma de una boca apresurada (que no es la tuya). Pero puedo trepar un árbol que crece para adentro de su semilla, e incluso talar las aves que parasitan el sueño linfático de sus ramas. Mi grito de recién-nacido es un horizonte en que despunta el primer hombre. Vuelvo de la desesperación para ofrecerte mi furor en una cuna abatida. Tal es mi desprecio. Tal es que me he vuelto piadoso. Algún animal se encela en mis muñecas, y un reloj atónito ama la cifra sangrada de una piedra que no decidí arrojarte. Vuelvo de la desesperación para ofrecerte una enfermedad de dígitos imposibles. Vuelvo de la desesperación para desesperarme. Vuelvo de la crisis que aún no he conocido. Una hazaña en las mejillas. Una furia agasajada entre los dientes.

 

 

 

De Onirisma (2001)

 

 

 

 

 

oda a la polilla

 

 

 

polilla del insomnio, tu eléctrica flor

 

se extraña de la ciega obstinación

 

con que tratas, inútilmente,

 

de rozar su estigma. y aunque,

 

fanática y sin saberlo,

 

transportas el polen de tu excentricidad

 

—acaso impregnada

 

en los estambres del ensueño—,

 

se avergüenzan los muebles,

 

testigos inapetentes

 

del impetuoso embate de tus alas.

 

 

 

¡tú, aciago insecto,

 

que no entiendes de primaveras,

 

y eres estrago en los armarios tumultuosos

 

de la tristeza!

 

 

 

no es esta bujía espuria,

 

incapaz de conmover mis soledades,

 

pendón de abrasadora divinidad,

 

sino un ultraje a la noche,

 

una manzana sin metafísica

 

malograda antes de la mano

 

recolectora.

 

 

 

pero si has de consumirte

 

—nocturna, ¡golosa de la luz!—,

 

si en tus alas hay

 

una suerte de elegía:

 

que mis palabras resuelvan

 

tu dramático holocausto;

 

que estos amuletos

 

de una hoguera Antigua

 

inflamen tu presencia no abolida;

 

 

 

¡que mi Voz te haga crepitar de misterio!

 

 

 

 

 

ejes de rotación

 

 

 

no se hace de noche: ¡yo entro en la noche!

 

no despunta el día: ¡yo salgo de la noche!

 

 

 

mamo el calostro de las nubes,

 

pisoteo los bigotes de las estrellas.

 

 

 

la noche nos espía por ser

 

más oscuros que la noche.

 

el día nos vigila por haber nacido

 

más claros que el día.

 

 

 

bebo el menstruo de las quimeras,

 

vomito el esqueleto en los portales,

 

¡me rompo los nudillos con la aurora!

 

 

 

sucumbo. o no sucumbo.

 

 

 

los días y las noches se esfuerzan

 

en ser la Noche, en ser el Día.

 

 

 

en el escrutinio de las horas

 

lanzo la madeja.

 

 

 

nodía... nonoche...

 

 

 

abofeteo el dado del horizonte:

 

todo es Origen, y comienza.

 

 

 

De Cazamariposas (2006)

 

 

 

 

 

CUM DEUS LŪDIT FIT MUNDUS

 

 

 

Hay en mi alma inútil queja

 

sollozo remoto de mis sombras castradas

 

(¡allá en las afueras cantan

 

sus testículos de luz!...)

 

Y un dolor antiguo que ni dolor

 

El gozne de los crepúsculos

 

su herrumbrosa aria

 

Un oído cenital y una ceguera

 

por exceso de visión interior.

 

 

 

Hay espejos abolidos en un mediodía sin fe

 

Un pupitre en llamas en los confines

 

de la Vía Láctea

 

El ocaso de los sentidos en que despunta

 

        el Sol inexorable de lo no.

 

 

 

Hay mariposas del error crepitando en las antorchas

 

La perdición del mar y una nieve parpadeante

 

La rotación del sexo                 

 

El aullido de la metamorfosis.

 

 

 

Hay un algoritmo de belleza o de masacre

 

Puentes derruidos sobre eternas primaveras

 

Un bacilo de obscuridad

 

Una noche que ni aún

 

Una tumba que no es.

 

 

 

Hay en mi inteligencia

 

dos torres invertidas

 

mas siempre una y la misma

 

Torre de energía

 

En su centro un olivo inmemorial

 

irradia no sé qué luz de otro mundo

 

y al envés un sagrado pozo baña

 

las raíces de la eternidad.

 

 

 

Hay troneras de lo turbulento

 

que deletrean mil abismos

 

Pájaro de humo picoteando

 

el maíz de la alegría

 

o los higos dulcísimos del tedio

 

llenando su buche de larvas esplendentes

 

antes de volar a un nido de doble fondo

 

y regurgitarlas en las bocas de los muertos.

 

 

 

Hay un éxodo fatal en las fronteras del alma

 

Un haz de luz hiriendo el azul párpado de las letanías

 

Una carencia tallada en el borde de los siglos.

 

 

 

Hay una centella prodigiosa en la crin del horizonte

 

Un lúgubre cometa y un solo Apocalipsis

 

Una lámpara sin aceite

 

Un círculo perfecto.

 

 

 

Ay… un llanto infinito

 

que se dobla

 

en las negras campanas de mi Torre.

 

 

 

 

 

LA CANCIÓN DEL TIMONEL (I)

 

 

 

¿A qué océano del inconsciente

 

dirige el sueño sus devotas naves?

 

¿A qué vientre palpado por esquifes

 

de un íntimo asedio?

 

¿Al ojo de qué espiral este afán

 

sus barcas oscilantes?

 

 

 

De nada me sirvieron las conquistas

 

De nada estos párpados culpables

 

ya de tan inocentes

 

─mariposas clavadas con lujosos

 

alfileres       mas siempre

 

el mismo alfiler de la belleza─

 

De nada me sirvió el aleteo

 

fibroso de mis peces de luz mientras

 

boquea en el trasmallo del insomnio

 

mi destino

 

De nada me sirvió la vida entera

 

la espuma de este parto de diamante

 

donde naufraga la raza humana

 

Pues son mis manos duras losas son

 

palomas otras       lentos epitafios

 

ladrados por la muerte

 

Y es todo vacío donde aquí:

 

pesada llama        lodo de relámpago

 

virutas de resurrección minutos

 

de eternidad recién parida no

 

Todo tristeza náutica y todo

 

azul cartografía del dolor.

 

 

 

De Estrella varada (2012)

 

 

 

 

 

CINEGÉTICA

 

 

 

              no es una imagen determinada     lo que deseo, sino el grupo maravilloso       de todas las posibles.

 

 

 

                                    PAUL VALÉRY

 

 

 

La Poesía es territorio de caza superior.

 

 

 

Cuando me aventuro en la noche,

 

con mi tristeza huroneando

 

la madriguera de la madrugada,

 

levanto la presa y disparo

 

mi cañón de luz.

 

 

 

Después debo cobrarme

 

la pieza portentosa.

 

Rastrear un animal de pura intensidad

 

oculto en la maleza del lenguaje.

 

Acechar el milagro.

 

Batir un extenso idioma de símbolos,

 

con ojeadores de misterios

 

que hagan sonar

 

el cuerno de caza del espíritu.

 

Soltar una jauría de verbos entusiastas

 

y acosar lo maravilloso.

 

Conjurar el azar. Redimir

 

la espera.

 

 

 

La palabra no es el blanco,

 

sino acaso

 

el movimiento de retroceso

 

de mi fusil.

 

 

 

 

 

LAS VIÑAS

 

 

 

Para un soñador de la materia, ¿no es una uva bien compuesta un bello sueño de la vid? ¿No ha sido formada por las fuerzas oníricas del vegetal? En todos sus objetos, la Naturaleza sueña.

 

 

 

GASTON BACHELARD

 

 

 

 

 

Yo me paso la vida de cosecha en cosecha,

 

alargando mi mano tremebunda

 

a la cepa de la noche,

 

entre vástagos de desesperación

 

y un sarmiento de locura,

 

racimando el inspirado fruto

 

en la soledad de mi destino.

 

 

 

Yo vendimio en largas jornadas sin cansancio

 

las íntimas viñas que un alto albedrío

 

injertó en mi alma donde el agraz madura,

 

regada por surtidores infinitos

 

y bajo un sol sin clima, pero rotundo y sabio.

 

 

 

A veces me subo a la parra

 

como un tonto inmaculado,

 

con la escala del amor donde las aves

 

picotean las uvas bañadas por el sol,

 

y juego con mis pensamientos

 

cerca de las nubes.

 

 

 

Desde allí observo al Padre Eterno

 

creando el mundo a golpe de imagen;

 

y al Vendimiador futuro,

 

con su podadera de diamante

 

—como diría el profeta sajón─,

 

aguardando en la víspera del gran anhelo.

 

 

 

Mas este amargo hollejo de los días contados,

 

esta soledad mal pronunciada,

 

esta gramática del tedio murmura

 

dolores inhabitados,

 

esforrocinos sin fruto,

 

malogrados pámpanos

 

en los ojos de los poseídos.

 

 

 

La Jornalera impía

 

avanza entonando su fúnebre canto…

 

arranca de raíz las vidas vides

 

y arrójalas a un fuego inconfesable,

 

a aquella estrella difunta

 

y a aquel mar exacto.

 

 

 

Paralizado por el terror de nombrarla,

 

yo la contemplo;

 

sin avanzar me adentro

 

en el sombrío bodocal

 

donde negros avispones

 

circundan el aciago fruto

 

cual hordas en torno

 

a un prócer infernal.

 

 

 

En el dormido cráter madura

 

un secreto vino

 

(deletéreo o salutífero)

 

cuya espuma es la violencia del choque,

 

el magma de la imaginación

 

que crea islas;

 

a la vez expiración interior,

 

cálido apagarse

 

de una llama en su promesa

 

de erupción futura.

 

 

 

        Mas luego que rozado

 

por celeste rayo...

 

        al punto que lamido

 

por el misterio...

 

        ¡alcanzado no más

 

por el centellante

 

        bucle de la inspiración!...

 

sacude mi cuerpo un divino temblor

 

apenas impregno los labios

 

del acerbo mosto,

 

y pierdo al fin los ojos

 

en una ebriedad difícil:

 

 

 

Más temible

 

que lo que no vendrá…

 

 

 

Más amenazador

 

que el filo de una hoja

 

ebria de belleza emasculada…

 

 

 

Más intenso que el zarpazo

 

de una quimera…

 

 

 

De Los oficios (2015)

 

 

 

 

 

[Sin título]

 

 

 

La chispa no es migaja mansa,

 

no es escama de reverberación

 

en los crepúsculos licuados,

 

ni pavesa posada en una forma

 

donde yacer inerte.

 

 

 

No es grávida viruta, ni residuo

 

mudo de la exfoliación del metal.

 

 

 

Sustancia viva apenas sin volumen,

 

inestable e inespecífica,

 

la chispa es sacudida

 

súbita de los frotamientos,

 

la interjección de la materia,

 

el grito de su caricia crispada.

 

 

 

Loca huida de sí (¡oh cegadora diáspora!),

 

únicamente origen;

 

un súbito relumbre en el fugaz

 

autodeslumbramiento de la piedra.

 

 

 

Raedura incandescente

 

consumiéndose en su propia avidez,

 

la chispa es puro énfasis;

 

el diminuto guijarro de luz

 

que un vesánico hondero lanza

 

entre los cuerpos percutidos;

 

urgente y aleatoria

 

dispersión de un fulgor mayor;

 

menudo meteoro de energía

 

que la imaginación

 

recrea en sus insomnios.

 

 

 

 

 

[Sin título]

 

 

 

Poco y mal y a deshoras duerme

 

el poeta entregado

 

a sus vivísimas ensoñaciones.

 

Mas, pese a esta insana

 

proclividad morbosa

 

que le imponen las fluctuantes imágenes

 

de su mundo interior,

 

¿no acostumbra a cantar el corazón,

 

prendido en alabanza,

 

merced a esta potencia

 

con que el hombre transforma

 

por la emoción la vida?

 

¿No bailan para él,

 

vástago predilecto,

 

en su continua ceremonia

 

los pululantes seres

 

—retozantes de eternidad—

 

que llenan los fenómenos?

 

 

 

Bello abejorro azul

 

que polinizas el estigma

 

de mi asténica musa,

 

sátrapa de las jaras

 

o irenarca del ládano,

 

verruga asordinada

 

en las granadas incipientes,

 

parsimonioso obispo bendiciendo

 

el perfumado patio,

 

joya con que remata

 

la novia su corona de azahar,

 

o allí donde el amor grabara

 

torpemente sus nombres,

 

carpintero de los dinteles…

 

Yo te celebro, oscuro zumbador

 

del indehiscente hastío;

 

orondo apóstrofo sinalefando

 

los florales versículos;

 

sibarítico punto sobre el tallo

 

de las íes, o topo

 

de la jocunda jota (vestigial

 

espiritrompa de la mariposa

 

lírica, crepitada ya en abeja:

 

¡seráfica centella de la imagen querúbica!).

 

Hónranos, cascabel nuncial;

 

zapador de la primavera

 

activando el secreto mecanismo

 

de la flor; imperial mecenas.

 

 

 

De Numen (2024)

 

 

 

 

 

Pablo Acevedo (1977) es Doctor «Cum Laude» en Literatura Española por la Universidad Complutense de Madrid, donde también es Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (tras haber realizado los estudios de doctorado en la Universidad de Granada), y Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba, donde reside y ejerce docencia.

 

Como poeta, es autor de los libros: Onirisma (Granada: Dauro, 2001), con prólogo del profesor Joaquín Roses, Catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Córdoba; Cazamariposas (Palma de Mallorca: Calima, 2006); Estrella varada (Madrid: Polibea, 2012), con prólogo del escritor venezolano Juan Carlos Chirinos; Los oficios (Madrid: Devenir, 2015) y Numen (Granada: Nazarí, 2024), ambos últimos con prólogo del propio autor. Sus poemas han sido antologados en diversas publicaciones españolas e hispanoamericanas, de entre las que cabe destacar: Siete samuráis II (Granada: La Isla del Moro, 2005), Territorios comunes: antología de textos literarios. Andalucía-España, Jalisco-México (Salta [Argentina]: Biblioteca de Textos Universitarios, 2006) o Los jueves poéticos II (Madrid: Hiperión, 2008).

 

Colaborador de la Cátedra Góngora a mediados de la década pasada, ha publicado, como ensayista, el extenso monográfico Estética del caos. Una aproximación al concepto romántico de ironía (Barcelona: Carena, 2019).

 

 

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Julio César Bustos

Escribir comentario

Comentarios: 0