Poesía de Mohamad Alaaedin Abdul Moula en traducción de Rifaat Atfé

MUERTOS EN MI CORAZÓN

 

 

 

Los silenciosos te llevan despidiéndose de ti

 

 

 

Te tira el tiempo desde la torre del medio día, como si fueran una fruta prohibida, que lleva épocas de verano grises a caballos que no tienen otra descendencia que guerra y catapultas que cortan los cuellos de la lengua. Te lleva el pobre, como si fueras una perla clavada en una flecha de un buceador, que ha robado hasta los musgos del mar. Los silenciosos te llevan despidiéndose de ti hasta tu última morada, como si fueras el primer ser que anduviera sobre la tierra llena de sangre, desde Caín y Abel.

 

 

 

22 de octubre de 2012

 

 

 

 

 

Esperad, cárceles nuestras

 

 

 

Ciertamente hemos enviado las llaves del agua a las cárceles, una llave para cada cárcel, que abre una cerradura eterna, acto seguido penetrará la luz a través de las grietas, de las pieles tiradas sobre mantas de lo desconocido.

 

Pero en el camino tropezaron las llaves con puertas pobres y bajas, detrás de las cuales germinan los huesos de los asesinados de todas las épocas y todos los colores. Puertas detrás de las cuales giraban los dedos de la gris infancia alrededor de una mesa petrificada, madre que se explota de rabia, y padre rechazado por su bastón de paja.

 

Esperad, ah cárceles nuestras, tenemos obras extras, tenemos, antes de terminar el viaje, tenemos algo que hace el tiempo más largo, y la luz más lejana.

 

Digo esto, pidiendo perdón a los genes de la libertad, uno por uno.

 

La paz sea para la luna en su altura

 

Y los ataúdes sobre la tierra.

 

 

 

22 de octubre de 2012

 

 

 

 

 

El colegio en ruinas

 

 

 

En la primera escuela de ruinas,

 

dibujó el maestro de cuervos a sus alumnos

 

tumbas en filas, diciéndoles:

 

Llenad cada tumba con el caído adecuado.

 

Cada uno de los alumnos se dirigió a una tumba y se tendió en ella,

 

regalándola al maestro.

 

 

 

25 de octubre de 2012

 

 

 

 

 

La niña armenia

 

 

 

La niña armenia durmió en la sombra del rosal.

 

La niña armenia soñó con un sol cogido de su mano en el baile de bodas.

 

La niña armenia ató su vestido a u árbol que volaba entre dos estrellas.

 

La niña armenia fregó su cintura con un puñado de tierra de la montaña de Aragats.

 

Sacó brillo a su pecho con el aroma del mar.

 

Preguntó a una niña, menor que ella, escondida en su interior:

 

¿Cuándo huiste de la matanza?

 

Se dijo a si misma: La matanza está en mi interior.

 

 

 

La niña armenia abrió su cortina a su vecino.

 

La luz llegó más rápida que el vecino.

 

Flores de granado se precipitaron en sus manos.

 

Las flores le explotaron soltando un líquido rojo.

 

Así se hizo el alba de dos senos.

 

 

 

Llegó la guerra.

 

La armenia gravó su nombre.

 

La guerra

 

en el camino de Alepo.

 

 

 

6 de noviembre de 2012

 

 

 

 

 

Amor

 

 

 

El amor también es una parada azul en el camino de la tarde, como si el fruto de Dios estuviera encima de nuestras cabezas y a nuestro alrededor el fruto de los árboles, que crece paralelamente a nuestros iluminantes espejos, luego salta de ente nuestros dedos una luna, que debajo de su esplendor se abren profundidades y quitan el oxido del tiempo de encima de sus pastos.

 

Y el amor en nuestra escalera hacia los desnudos árboles de los mitos, luego llega nuestro éxtasis, cuando Dios descubra nuestra certeza.

 

Acto seguido, el choque de la tierra contra el cielo, que se parece a los besos, al baile del caballo.

 

El amor es borrar el caducado diccionario, grabar las palabras sobre mantos de púrpura, y llevar, tú y yo, a nuestros muertos de prisa, enterrarlos en la tumba de la canción, y continuar fijándonos en lo que va a venir…

 

 

 

13 de noviembre de 2012

 

 

 

 

 

Ya ha salido su funeral

 

 

 

Ya ha salido su funeral

 

y ha quedado la muerte esperando.

 

Ha llegado su funeral hasta la garganta del cielo,

 

mientras un poeta seguía cavando el suelo lunar

 

ha vuelto su funeral

 

pero faltaba una tumba.

 

 

 

28 de noviembre de 2012

 

 

 

 

 

 Una taza de café

 

 

 

Suena una taza de café. La levanto para escuchar tu voz resuelta, como el olor de los árboles después del primer deseo. Le respondo con lo que he aprendido de los blandos y fáciles sonidos nasales. La recibo con mis labios, como el jugo de un recuerdo de un picante marrón, que quizá se parece al rojo de tu pezón, si la noche es inclemente con su gemido en su espera de conquistas perfumadas.

 

Suena la taza de café. Se levanta la habitación para ver con quien hablo y como voy a cuidar la torrente de asombro alrededor de mis sombras, mientras hablo no por capricho ni por aire y repito tu cuerpo dividido entre dos ciudades, que se enfrentan por radio y se abrazan bajo el cielo nocturno, entre dos estrellas que no reconocen los sonidos de los proyectiles.

 

Suena una taza de café. Se estremece la música de Shehrezada, desde la nevada pasada hasta el exiliado sol de octubre. Te agrupo célula por célula, gemido por gemido, poema por poema y me entrego a la fragancia de tu ombligo, por su revelación en nombre de un gran secreto.

 

Suena una taza de café. La guerra anuncia la derrota de todas las partes. Te abrazo. ¿Acaso no te he dicho que he cocinado, para ti, los días venideros con sabor al mar? Vámonos a tomar nuestro café, después de que han terminado la construcción de la estatua de la muerte.

 

 

 

 

 

Aviones

 

 

 

En mis manos hay aviones,

 

que se convierten en palabras e imágenes.

 

Se despegó uno:

 

una nube se estalló en mis palmas,

 

lanzando el pájaro de la lluvia.

 

Se despegó otro:

 

la tierra se estremeció, y el horizonte,

 

que se alzaba un sol olvidado por las ciudades del mar,

 

cantó.

 

He aquí otro,

 

se le rompió el pulso,

 

se lanzaron escombros metálicos,

 

en mis manos cayó un cuerpo, restos de un ser humano.

 

 

 

 

 

Tiempo

 

 

 

En las manecillas del reloj de pared crecen tortugas.

 

El infierno terrestre estaba bostezando a mis espaldas.

 

Yo tenía miedo,

 

y el miedo tiene miedo de mis ojos.

 

Ah, invisibilidad gelatinosa,

 

ten piedad de mi pérdida.

 

Ah, Dios, abrigué el horror de los astros.

 

 

 

 

 

Traducción de Rafaat Atfé

 

 

 

Estos poemas forman parte del libro Muertos en mi corazón, publicado por Alharaka Alshiriya Publications – México, en 2013.

 

Mohamad Alaaedin Abdul Moula es un escritor y poeta sirio. Ha publicado más de doce obras de poesía, prosa y crítica literaria; su primer poemario, Elegías para la Familia de Corazones, se publicó en 1990. Es miembro de la Unión de Escritores Árabes de Siria. Tras años de intimidación, acoso y prohibición de viajar al extranjero, y tras perder su trabajo por negarse a cooperar con las exigencias del régimen, abandonó el país y llegó como escritor invitado a la Ciudad de México en 2011, bajo los auspicios de la Red Internacional de Ciudades Refugio (ICORN).

 

 

 

 

Fuente biográfica: Banipal Magazine of Modern Arab Literature

 

Fuente fotográfica: Facebook

 

 

 

 

Rifaat Atfé o Rifat Atfe (1947-2023), fue un traductor, hispanista y poeta sirio, conocido sobre todo por traducir el Quijote al árabe. Entre sus traducciones figuran obras de grandes literatos en la escena hispana como el premio Nobel Pablo Neruda, Federico García Lorca o Ramón Valle-Inclán.

 

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