Poesía de Mónica Velasco

Beit Lahia

 

 

 

Llovía sobre Beit Lahia,

 

sobre su nombre imantado

 

de sed y de desierto.

 

Llovía

 

con una lluvia muy gris

 

cargada de insomnio, con

 

una lluvia sin agua.

 

Animales y niños

 

sin flor en los labios,

 

con labios de sal,

 

con mar en la boca

 

salada de lluvia.

 

Llovía una hora

 

cercana a la noche

 

porque es noche siempre

 

en la hora más alta.

 

Noche que cae como

 

cuerpo dormido,

 

como tierra reseca

 

en los ojos más tristes.

 

 

 

Llovía sobre Beit Lahia,

 

al norte de Jabalia.

 

Había sido oasis entre las dunas,

 

cercano a la colina de la antigua Bethelia,

 

pero se hizo la noche

 

sobre campos muy verdes,

 

sobre campos tan verdes

 

como hojas de higuera.

 

Pero se hizo la noche

 

y la lluvia fue fosa

 

y como heridas de sangre

 

cayeron las fresas.

 

Todo el campo fue noche,

 

también noche la carne.

 

Quizás en la noche se duerman los niños,

 

quizás una nana adormezca a los muertos.

 

 

 

Todo el campo fue noche.

 

Ahora cesa la lluvia.

 

 

 

Una estela de plata

 

ilumina los ojos que miran al cielo

 

-sordamente, sin tiempo,

 

circular el espacio-.

 

 

 

Un ángel se posa en los labios

 

al este de Beit Lahia,

 

cercano a la colina de la antigua Bethelia.

 

Un ángel pregunta si es nieve

 

esa aurora prendida en sus manos.

 

Un ángel abraza ese ruido tan sordo.

 

Su belleza peligra a los pies de la tierra

 

y su voz, ya sin voz,

 

solamente es ternura.

 

Solamente la paz en mitad de la noche,

 

donde duermen los niños

 

y quizá una nana adormezca a los muertos.

 

 

 

En la hermosa Beit Lahia,

 

cercano a la colina de la antigua Bethelia.

 

 

 

                    (Próxima publicación)

 

                   

 

 

 

          Comulga el ave con el aire,

 

el vuelo en el vuelo

 

y la distancia no persigue nada.

 

Un océano de luces, vertical.

 

La rama flota en su música.

 

Recorta los perfiles solo el ojo

 

en la mirada.

 

         

 

*****

 

 

 

          Entrégate esta noche,

 

¡oh, noche!

 

en tu azulada carne horizontal,

 

entrégate a mi largo pensamiento.

 

Deja caer tu espeso bosque constelado

 

sobre este navegar nocturno

 

por tus horas.

 

 

 

                   

 

Tatuaje en el Marais

 

 

 

Perfilo con mis dedos

 

el horizonte de tus hombros:

 

hacia allí vuela mi boca.

 

Mis yemas van bajando

 

en su tranquila labor

 

por la blancura del brazo:

 

aquí encuentro mi islote.

 

Mi decidida mano

 

arrastra por tu piel

 

el mar, el fuego, vientos

 

que empujen las velas…

 

Aquella noche

 

dibuje en tu cuerpo

 

tus mejores años

 

y los míos.

 

 

 

                    De Llumantia ilíquida

 

 

 

 

 

Bosque

 

 

 

Cabellos rojizos y pardos.

 

Lianas enmarañadas

 

por la lluvia de la noche.

 

Almizcle en la corteza, resina,

 

rumor sobre las copas,

 

golpe de alas,

 

crujido de la luz entre las ramas.

 

Algunas bestias hozaron la tierra,

 

cavaron surcos, dejaron

 

su rastro o su piel sobre mis hojas.

 

Junco enfangado en la charca,

 

reptiles y Ofelias desnudas,

 

nenúfares dormidos y algún rosal

 

sobre la piedra.

 

 

 

Agua más limpia viene del arroyo,

 

casi invisible en las raíces del sauce.

 

Se hunde hasta mi vientre y yo

 

me curvo en la respiración,

 

como los astros.

 

 

 

         

 

Origen

 

 

 

Dejadme sola con los lirios.

 

En el silencio de mi voz

 

combada hacia los astros,

 

tejidos mis tobillos a la raíz

 

del olivo, en la maraña de la tierra.

 

Mi cuerpo silba en la cometa.

 

Los cabellos, levantados

 

por el polvo de la vida.

 

Siento la ubre de las hembras

 

en mis dedos alargados,

 

el roce del polen en las campanas.

 

El vello de mis brazos es arpa

 

para el viento.

 

El cuello sostiene los aromas

 

vencidos por la lluvia,

 

la verdad de las jóvenes bocas,

 

el néctar de las nupcias.

 

Mis labios emiten códigos indescifrables.

 

Flores de cerezo anidan mi frente.

 

Gorriones y jilgueros en cascada

 

coronan las sienes,

 

me trenzan los cabellos.

 

 

 

Dejadme este bosque purísimo,

 

las ciervas recién paridas

 

detrás de los helechos,

 

el blanco de la lechuza y sus ojos,

 

el amor en la garganta.

 

 

 

El sol se filtra entre los robles

 

y ya seca mi ropa.

 

Va cesando la música en mi pelo.

 

Se adormecen los pájaros.

 

Los hombros son lecho

 

de algún erizo ahora

 

y en mi pecho reposan las libélulas.

 

El vientre,

 

matojo de encinas,

 

nudo fértil,

 

es origen.

 

 

 

El envés de las hojas

 

 

 

El envés de las hojas

 

me habla más del amor

 

que su dorso.

 

Cuando el viento levanta

 

su lado más íntimo,

 

el que carece de brillo,

 

el que asemeja

 

la cara oculta de la luna,

 

siento que la luz toda

 

se adentra al nervio más humilde,

 

al menos precioso

 

y que se hace el milagro.

 

 

 

                   

 

Soledad

 

 

 

Y se llenó el bosque de pájaros,

 

las cúpulas, de pájaros.

 

Pasaron sobre mí antorchas, siglos

 

de pájaros.

 

Cantaban su canción polifónica.

 

 

 

Solo uno acompañaba mi tarde

 

en el tejado.

 

Su canto era el mío y era solo.

 

Dejó que se marcharan,

 

como piedras.

 

Volvió a cantar después.

 

Solo su canto solo.

 

Más allá de la niebla.

 

                   

 

 

 

Hay algo en el amor

 

 

 

Hay algo en el amor

 

que no nos pertenece. Que es fuga.

 

Algo como esta luz diaria

 

que no es nuestra tampoco.

 

Como el calor que deja el cuerpo

 

en las estancias, entre las sábanas.

 

Que se evapora y resiste de algún modo.

 

 

 

Respiro. Cuerpo de átomos el aire

 

me acontece y es la dicha.

 

El solo aire, tu dicha

 

en mi respiración.

 

A cambio sé que venceremos.

 

La fuga de tu aliento sobre el mundo

 

se curva entre las flores,

 

amenaza a la muerte,

 

sortea precipicios y ya solo

 

el viento puede ser

 

lecho de especias,

 

resistencia fecunda

 

de la vida.

 

 

 

         

 

Más allá

 

 

 

Desvelar el secreto de los símbolos.

 

Desnudarse.

 

Quedar a la intemperie de lo vivo,

 

como animal de aire.

 

Sentir el hueso, la materia.

 

Sentir que tú traspasas

 

su fina capa y trasciendes.

 

Que por tus plantas, la vida subterránea

 

es energía de astro,

 

humus, kilómetros de espesa raíz,

 

de piedra mineral.

 

Que por tu vientre, la fuerza

 

es núcleo. Celebración.

 

Que por tu pecho, las flores

 

y en las manos, su palma,

 

una luz como de ramas se hila con las copas.

 

 

 

Todo es un bosque a la escucha.

 

En la danza.

 

Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro.

 

Su vuelo levanta tu frente

 

más allá de las cumbres.

 

Más allá de la nieve.

 

Del rumor inaudible. Más allá.

 

 

 

                    De Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro

 

 

 

 

Mónica Velasco (Salamanca, España, 1979). Poeta y profesora de Lengua Castellana y Literatura. Colaboradora en revistas de estudios filológicos y culturales con reseñas literarias, entrevistas y artículos.

 

Poemas suyos aparecen en revistas como las americanas Nueva York Poetry Review, Repertorio

 

Americano, suplemento cultural El Duende, Papeles del Martes, las digitales Njoy Magazine, A poema abierto de la USAL o Crear en Salamanca y en antologías, como Femenino Plural (EDIFSA), De la intimidad, (Ed. Renacimiento) o Antología de Poesía Cultural España-Indonesia, o la reciente publicación Poesía por Palestina entre otras.

 

Ha participado en diferentes convocatorias de los anuales Encuentros de Poetas Iberoamericanos, congresos como Ab Ipso Ferro, Encuentro hispano-árabe de Poesía, y recitales internacionales (En el Lugar de los Escudos (México) o Artepoesía por la Paz).

 

Colabora con la Asociación del profesorado El Legado de las Mujeres por la difusión de la figura y obra de autoras a lo largo de la Historia. Imparte talleres de escritura creativa, participa activamente como ponente en presentaciones de autores de toda la geografía, en encuentros literarios con estudiantes en centros de enseñanza y numerosos recitales.

 

 

 

Ha publicado las obras Trazos. En torno a Anglada – Camarasa, ed. Amarante (2018), poemario conjunto con el Premio Nacional Antonio Colinas, LLumantia ilíquida (2019) y su edición bilingüe español- inglés Llumantia Ilíquida – The Wavering Blaze (2022), Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro de la Colección Poesía de Diputación de Salamanca (2022) y el poemario A ti, que eres el amor, dentro del acto Poeta ante la Cruz (2024). En breve verán la luz sus dos últimos poemarios.

 

 

 

Reseñas a su obra se han publicado en ABC Artes&Letras, El Norte de Castilla, Diario El Progreso de Perú, revista de crítica literaria latinoamericana La Cerbatana, Diario de Ávila, La voz del Sur, Café Montaigne o Culturamas.

 

 

 

La Fonoteca de Poetas Contemporáneos The Books Movie incluye textos con su voz.

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Mónica Velasco

 

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