
Dialogo de Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato
(El sueño)
Allí están Borges y Sabato, Desisto de la prolija descripción de la crónica (no me importan atuendo, lugar, mobiliario).
Acepto mi deliberada desidia para eludir el detalle. En lugar de observar prefiero entregarme.
Para eso me basta recordar cuántos sueños dejaron escritos.
Nuestra insaciable voracidad, ahora, los conmina a que hablen del Borges y Sabato que soñaron los sueños. Sutil entrecruzamiento de imágenes de dos hombres que saben de la infinita libertad del monólogo (escribir es hablar solos en soledad) y que consienten, un rato, en compartirse.
Borges y Sabato son sus libros, sus reportajes, sus vidas, sus carencias, y también la ceguera y el ojo también y estos diálogos.
Barone:
¿Qué les sugiere la palabra sueño?
¿Qué les parece si hablamos del sueño?
Sabato:
Sí. ¿Qué piensa usted Borges sobre la validez del sueño, quiero decir de la realidad que aparece en los sueños?
Borges:
Es un lindo tema. Empecemos, entonces. Usted primero, que tuvo la idea.
Sabato:
Sobre la realidad de los sueños se viene discutiendo desde hace siglos. ¿Recuerda las Cuestiones Académicas, de Cicerón? (Borges asiente con la cabeza). Lúpulo comenta que vio a Homero en sueños, y cuando despierta comprende que era una ilusión. Cicerón le pregunta por qué cree que fue una ilusión. Lúpulo le responde que porque en el sueño la presencia de Homero tiene menos vivacidad, menos intensidad. Cicerón le contesta que una pesadilla puede ser infinitamente más intensa que algo de la vigilia, de modo que ese argumento es inválido. Pero entonces hay que preguntarse cuál es la prueba decisiva para juzgar si una imagen que se nos aparece es real o no. Un tigre soñado puede ser infinitamente más terrorífico que uno real.
Borges:
La vigilia suele ser lánguida ¿no? Sobre todo en Congresos, presentaciones de libros, tardes de té...
Sabato:
En cambio, el sueño, como la literatura, pueden ser más convincentes.
Borges:
Yo diría que tienen un sabor distinto. Por ejemplo, yo soñé que estaba hablando con dos señoras. Ambas eran altas, morenas, de piel negra. Sin embargo noté que no se trataba de dos señoras sino de una sola persona bicéfala. Ahora, eso, en la realidad, debería ser horrible, porque si en la realidad uno se encontrara con alguien con dos cabezas estaría horrorizado. Pero en el sueño resultó natural y se confundió con tres acontecimientos del sueño. Y sólo cuando me desperté comprendí que había estado al borde de la pesadilla y sin embargo no fue. Posiblemente uno pueda pensar que hay un sabor distinto en el sueño con respecto a la vigilia. Es que en general yo, cuando sueño, sé que estoy soñando... y no sé a qué se lo debo.
Sabato:
Bueno, no es tan difícil de comprender. Si uno está hablando con una señora bicéfala, morena o no, es claro que es un sueño. (Se ríen). No es cuestión de sabor, sino de cabezas.
Borges:
Hay un argumento de Schopenhauer que me parece refutable: escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, y hojearlas, soñar.
Sabato:
Tampoco a mí me convence. El sueño es otro libro, no un libro hojeado. Es un libro donde impera otra lógica y donde el argumento es completamente distinto.
Borges:
Hay otro argumento de Kant, que tampoco me gusta Dice que en la vigilia los hechos tienen consecuencia que incluso pueden durar años. En los sueños, no. En como si no hubieran ocurrido. Pero entonces, para distinguir el sueño de la vigilia habría que espera veinte o treinta años...
Sabato:
Tampoco sirve. La duración, en el sentido bergsoniano, es completamente diferente en los sueños que en la vigilia: un minuto en el sueño puede valer por siglos. Y en el sueño también los hechos tienen con secuencias, que pueden durar siglos, es decir minutos.
Borges:
Además, es posible que hayamos creado la realidad en este momento con todo su pasado. Entonces cuan do Macedonio Fernández decía que el universo y yo nacimos en 1874 era una broma, porque pudo haber nacido un segundo antes. Sabe que el año 1874, digamos, es un acto de fe.
Sabato:
Recuerde lo que dice Bertrand Russell, sobre los agujeros en una media gastada. Dice que puede haberse hecho el Universo hace un segundo, con medias agujereadas. Nada de todo esto, pues, da argumentos en favor de la realidad diurna contra la nocturna.
Borges:
Hay un argumento del mismo tipo, pero estético, en El Genio del Cristianismo, de Chateaubriand. Dice que es absurdo suponer que la creación, que en aquel momento era muy importante, empezó de modo rudimentario. Es decir, que no hubiera pájaros sino huevos, no árboles sino semillas. Decía que el mundo empezó ya con árboles milenarios. Si no, tendríamos un mundo miserable. Pero, es claro, ese es un argumento de orden estético.
Sabato:
No comprendo por qué ha de ser más miserable un huevo que un pájaro. Pero, en fin, por asociación de ideas, siempre me ha hecho sonreír esa refutación de la creación del mundo en seis días. Usted sabe, ese argumento de la evolución de las especies, de los megaterios... Si existe un Dios capaz de crear un mundo, no veo qué inconveniente existe lo cree con restos de megaterios.
Borges:
Philiph Gosse escribió un libro titulado Omphalos, en el que afirma que cuando Dios creó el mundo lo creó con un pasado, y que ese pasado no era imaginario. Es decir, no empezó sacando de la nada árboles y animales. Entonces le hicieron bromas, diciéndole que Dios había escondido los fósiles para engañar a los geólogos.
Sabato:
Y para poner a prueba la fe de los presuntuosos.
Borges:
En todo esto aparece el problema del tiempo. Bueno uno lo acepta verbalmente. Pero luego se pregunta: ¿qué sucedió antes del primer instante? Y ¿antes de antes del primer instante? Así hasta el infinito.
Sabato:
Creo que eso proviene de aplicar nociones del pensamiento hecho para un mundo finito a algo que es esencialmente infinito. Y aplicamos nuestro principio de contradicción, nuestra lógica aristotélica a realidades que seguramente tienen otra lógica. Pero volviendo al sueño, Borges, digo que es imposible demostrar que la realidad de los sueños es una ilusión, inferior a la realidad de la vigilia. Ya ve todos esos argumentos que examinamos: "no sirven para nada. Hay también el argumento de la coherencia. Es cierto sueños son más incoherentes. Pero, ¿por qué toda realidad tiene que ser coherente? De nuevo estamos aplicando una lógica de la coherencia, que hemos descubierto en nuestra vida diurna, para un universo que no cumple con esa lógica.
Borges:
Tampoco el olvido. Cuando uno quiere recordar algo, primero tiene que olvidarlo, y luego la memoria lo trae. El sueño es una forma de ese olvido.
Sabato:
Es bueno olvidarse cada doce horas. ¿Usted cree que se podría sobrevivir sin esos olvidos?
Borges:
Sería la monotonía, el tedio...
Sabato:
Creo que sería la desesperación y la locura. Sin sueños no se podría vivir. Tampoco sin ficciones.
Borges: (Murmurando)
Almuerzos, tés, comidas periódicas, desayunos... Sin a plato de sueño sería intolerable ¿no? (Sonrien).
Sabato:
Sigamos con el análisis, si le interesa.
Borges:
Sí, me gusta la idea.
Sabato:
Descartamos entonces los argumentos de intensidad y de coherencia. Pero observe que lo mismo se puede decir de los accesos de locura o del éxtasis de un santo. ¿Qué grado y qué género de realidad ven los locos y los místicos? También en uno de esos diálogos de Cicerón se menciona un acceso de locura, el de Tulitano, que exclamaba: "¡Ulises, te estoy viendo!" ¿Qué sabemos si de verdad no lo veía?
Borges:
Hay un argumento: lo que otros ven. En el sueño se está solo, en la vigilia se comparte ese sueño colectivo, pero creo que tampoco es una prueba.
Sabato:
Así es, tampoco es válido ese argumento. En el sueño puede haber otros, hay siempre otros, que están compartiendo esa realidad.
(Borges dice algo que no se descifra bien en la grabación).
Sabato:
Pero el famoso argumento de "los otros tampoco sirve si se piensa un poco. Acá tenemos esta mesa, que estamos viendo todos. Pero supongamos que yo cierro los ojos: no la veo. Puedo poner en duda su existencia. Si me dicen que los otros, sin embargo, la están viendo, tampoco basta, porque así como no veo la mesa tampoco veo a los otros. Si me arguyen que por lo menos los oigo, si me quedo sordo tampoco sirve ese argumento. Y si me cortan las manos y me quitan el sentido del tacto tampoco puedo sentir la mesa con ese sentido. En tal extremo: ¿cuál es el valor de los otros? Filosóficamente, nulo. Aquí estamos ya casi en la misma situación que en el sueño. La realidad de ese mundo no es inferior porque sea uno solo quien la sienta.
Borges:
Lo único que existe es el soñador. Hay un argumento de Bertrand Russell: vamos a suponer que no hay universo, que no hay antepasados, que no hay infancia. El mundo existe en un momento, luego empieza a existir y compartimos el pasado. Posiblemente, Sabato, el momento en que yo dije esto ya pertenece al pasado.
Sabato:
Los razonamientos de Berkeley, pues, son irrefutables. Aunque, como dijo Hume, no admiten la menor refutación y no producen la menor convicción. ¿Es así, Borges? Usted es el memorioso.
Borges:
They admit of no refutation and produce no conviction.
Sabato:
Eso es. Por eso Hume sostiene que la existencia de la mesa, es decir de la realidad entera, es un acto de fe, de belief, en su lenguaje.
Borges:
Él decía que era un filósofo cuando pensaba, pero todos los días, cuando se movía entre sus semejantes y caminaba por las calles de Edimburgo, dejaba de ser un filósofo y era un alucinado, como los demás. La filosofía corresponde a un estado de meditación solitaria.
Sabato:
Todo este problema está vinculado al problema del infierno. Sé que a usted le interesa mucho también.
(Borges mueve lentamente una mano, en gesto de afirmación, y en silencio se inclina hacia el lugar donde está Sabato).
Sabato:
El alma, aunque encarnada, y, por lo tanto, obligada seguir las vicisitudes de su cuerpo, pertenece a un orden ontológico distinto: no está ni en el espacio ni en el tiempo astronómico. Si por algún procedimiento puede, aunque sea transitoriamente, "salirse" del cuerpo, entonces se pondría fuera del espacio-tiempo. No habría para ella ni antes ni después. Ahora bien: todos sabemos que durante el sueño hay gente que ve o siente lo que va a suceder en el futuro. Eso puede explicarse admitiendo que durante el sueño el alma puede escapar a su cuerpo. Libre de su prisión de carne y tiempo, puede así viajar por el cielo intemporal, donde no hay ni antes ni después, y donde los hechos que más tarde sucederán o parecerán suceder, a su propio cuerpo abandonado, están ahí, eternizados como estatuas de la felicidad o el infortunio. De este modo, para el que tenga el arte de interpretarlos, porque no siempre esas visiones son claras, los sueños son no sólo vestigios del pasado sino visiones o símbolos del porvenir.
(Borges se ha quedado escuchándolo con el mismo interés literario con que acostumbra escuchar o contar historias fantásticas, pero probablemente con la misma incredulidad de fondo. La expresión de Sabato es de apasionada seriedad).
Borges: (Serio)
Pero ¿usted no cree, Sabato, que el cielo y el infierno son invenciones verbales?
Sabato:
Como que son realidades, aunque eso no quiere decir que sean realidades tan candorosas como las que se le enseñan a los chicos en las iglesias. Las pesadillas, las visiones de los locos que "se ponen fuera de sí" (fíjese qué significativa es esa antigua expresión), las visiones de los poetas son realidades, no son amontonamientos de palabras. Los que veían pasar a Dante por las calles de Ravena, silencioso y flaco, comentaban en voz baja, con una especie de sagrado recelo: "Ahí va el que estuvo en el infierno". Yo creo que Dante vio, como todo gran poeta, con terrorífica nitidez, lo que el común de las gentes apenas entrevé. Lo que el hombre común borrosamente alcanza a ver en esa pequeña muerte transitoria que es el sueño.
Borges: (Que lo ha escuchado con apacible incredulidad)
Yo estoy cómodo pensando que el cielo y el infierno son hipérboles.
Sabato:
En otras palabras, usted, a sus propios cuentos los considera como invenciones verbales y no como descubrimientos de una realidad... (Ha cambiado su expresión y ahora sonríe). Aunque se resista, en este momento es descubridor de otras realidades.
Borges:
Bueno, yo tendría este argumento: mientras estoy creando soy ante todo insignificante.
Sabato:
¿Para dejar su modestia a un lado, como argumento filosófico, también Dante o Milton?
Borges: (Se sonrie)
Bueno, pienso que ningún acto mío es merecedor de ser premiado o castigado eternamente.
Sabato:
El infierno puede existir eternamente sin que usted sea castigado eternamente.
Borges:
Recuerdo algo cuando estuve con los mormones en Utah. Uno de los teólogos que conversaba conmigo había llegado a la conclusión de que en el cielo uno seguía evolucionando y que posiblemente al cabo de siglos de siglos le fuera concedido el don de ser Dios y crear un mundo propio, con su zoología, botánica sobre todo estética y ética. Y esa es la posibilidad última para los mormones.
Sabato: (Sonriendo con ironía)
A ellos, que son buenos negociantes, algo así como poner un negocio por su cuenta, ¿no?
Borges:
Pero es una linda idea. (Su mirada se pierde). Crear un mundo propio... (Hay una pausa. Una bandeja con vasos y tazas nos somete a la realidad del café y del agua).
Sabato:
Sin ser mormón ni esperar siglos, creo que es lo que hacen ciertos grandes artistas: crear un mundo propio, con sus hombres y animales, con su ética y su estética...
Barone:
Yo a veces traigo aquí preguntas de otros, inquietudes de artistas que saben de estas charlas y quieren aportar algo. Por ejemplo, el otro día hubo una discusión entre pintores sobre si existía la creación absoluta, o solamente la interpretación...
Borges: (Interrumpiéndome)
No creo en la creación absoluta, porque no hay nada absoluto: ni colores, ni líneas, ni formas... Y un argumento a favor sería que si usted se imagina la cantidad de animales que hay y que los monstruos están hechos de la combinación de esos animales, se pensaría que el jardín zoológico fantástico es más numeroso que el de la vigilia. Sin embargo, no pasa eso. Porque, fíjese, que casualmente centauros y dragones han sido imaginados siempre. En cambio, hay mayor cantidad de hormigas que de monstruos. Quiere decir que la posibilidad de combinaciones, que deberían ser mayores que el número de individuos, no lo es. Siempre se tiende a imaginar los mismos monstruos, a repetirlos.
Sabato
Creo no entenderlo, pero quizá es porque estoy cansado. Pero tal vez tenga algo que ver con lo que usted acaba de enunciar, la tesis de Plotino: las ideas platónicas son en número limitado, y las combinaciones tampoco son infinitas. Después de cierto tiempo se repiten: el eterno retorno.
Borges:
Si, es lo que afirmaba también Hume: el número de elementos que componen el universo es limitado, y las combinaciones deben necesariamente repetirse.
Sábado que concluye. Voces que callan, sombras que abandonan la casa y otra sombra (yo) demorándose en esta sala, sospechosamente. Me quedo con la ingenua esperanza de seguir escuchando sin que estén ellos.
Esta conversación se llevó a cabo el 1 de Marzo de 1975, fue grabada y transcrita por Orlando Barone.
Este dialogo pertenece al libro Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Diálogos, publicado por Emecé Editores, Buenos Aires, Argentina, 1976.
Fuente fotográfica: Borges todo el año
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, mejor conocido como Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires y murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra. Fue un escritor argentino que transitó por la poesía, el ensayo y el cuento, siendo este el género donde sería más prolífico y alcanzaría la gloría universal. Es reconocido como uno de los escritores más importantes del siglo XX.
Hijo del abogado argentino con ascendencia portuguesa, Jorge Guillermo Borges, y la traductora uruguaya Leonor Acevedo Suárez, Jorge Luis Borges nació en una casa con una gran biblioteca y donde se hablaba español e inglés, por lo que rápidamente se hizo bilingüe y lector ávido. Más allá de los libros, la primera educación que recibió fue en 1905 por parte de una institutriz inglesa. Con tan solo nueve años, ya había redactado un ensayo sobre la mitología griega, escrito un cuento titulado La visera fatal y traducido El príncipe feliz del irlandés Óscar Wilde. Para esa misma fecha, Borges fue inscrito en una escuela de su barrio de Palermo, donde fue atormentado por sus compañeros debido a sus conocimientos y su timidez.
Ya para 1914, su padre abandonaría el curso que dictaba sobre psicología debido a una ceguera incipiente. Para recibir tratamiento viajó a Europa con su familia, pasando primero por Ginebra mientras culminaba la Gran Guerra, luego por Barcelona y terminando en Palma. En Sevilla y en Madrid, Borges se contagiaría del movimiento ultraísta, que llevaría años más tarde a Argentina tras volver a Buenos Aires en 1921. Aquí se relacionaría con Macedonio Fernández y Leopoldo Lugones, dos de los intelectuales más importantes de la época. En 1923, Jorge Luis Borges publicaría su primer libro, la antología poética Fervor de Buenos Aires, que circularía entre su círculo social más íntimo. Luego publicaría dos poemarios más en 1925 y 1929, y colaboraría en la revista Sur junto a Victoria Ocampo y Adolfo Bioy Casares, donde publicaría varios relatos propios y traduciría algunos de otros. Para 1935 publicaría su primer libro de cuentos, Historia Universal de la infamia, y al año siguiente Historia de la eternidad, una compilación de ensayos. En los años posteriores, los días de Borges serían tristes debido al fallecimiento de su querida abuela Fanny y de su padre Jorge Borges, tras una tortuosa agonía.
En 1938, Jorge Luis Borges conseguiría un cargo en la biblioteca municipal Miguel Cané, y luego de tres años de profunda lectura y colaboraciones con Bioy Casares, publicaría El jardín de senderos que se bifurcan, con el cual ganaría el Premio Nacional de Literatura. En los años posteriores seguiría colaborando con Bioy en textos policiales, como lo escrito bajo el seudónimo H. Bustos Domecq, y la antología de Los mejores cuentos policiales. En 1944 ganaría con su libro Ficciones el Gran Premio de Honor concedido por la Sociedad Argentina de Escritores. En 1946, Borges se haría un eterno detractor del peronismo cuando este subió al poder.
Para 1949, Jorge Luis Borges publicaría otro de sus grandes títulos, El Aleph, y al año siguiente sería nombrado presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Luego dictaría clases en la Universidad de la República de Uruguay y en la Universidad de Buenos Aires. Asimismo, sería director de la Biblioteca Nacional, tras la caída de Perón, y miembro de la Academia Argentina de Letras, mientras iba quedándose ciego lentamente igual que su padre. Después de que sus obras fundamentales fueran traducidas al inglés, el italiano, el francés y el alemán, Borges compartiría el Premio Internacional de Literatura con Samuel Beckett. Gracias a este galardón, su obra fue traducida a al menos nueve idiomas más.
Al año siguiente dictaría una serie de conferencias en la Universidad de Texas. Para 1967 se casaría con Elsa Astete Millán, cuando ya tenía 68 años. En un primer momento, los dos vivieron con su madre y luego solos, hasta 1970, cuando se divorciaron luego de no haberse comprendido nunca. Por estas fechas, Borges dictó conferencias en la Universidad de Harvard a propósito de la poesía y publicó El informe de Brodie. En 1973, luego de varias distinciones en Estados Unidos, fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos aires. Ese mismo año se jubiló como director de la biblioteca. Dos años después, moriría su madre, Leonor Acevedo, con 99 años. Entonces Borges se dedicaría a viajar alrededor del mundo con una antigua estudiante suya, María Kodama, quien primero fungió de secretaria de este y luego como esposa. La Real Academia de la Lengua Española le otorgó el Premio Cervantes en 1980, junto al poeta Gerardo Diego. En los años siguientes recibiría el premio Ollin Yolitzi, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y el Premio Konex. En 1986, sabiendo que tenía Cáncer, Borges se retiró a Ginebra para morir en tranquilidad. En junio de este mismo año, Jorge Luis Borges moriría a sus 86 años debido a un enfisema pulmonar y a un cáncer hepático, dejando sus derechos de autor a María Kodama. Siendo candidato durante más de treinta años, se cree que la Academia Sueca no le otorgó el Premio Nobel de Literatura debido a su posición política, que lo llevó a relacionarse con Augusto Pinochet. Pese a ello, es reconocido como uno de los autores fundamentales del siglo pasado, sin el cual la Literatura no sería la que hoy conocemos.
Fuente biográfica: Historia-Biografía. com
Ernesto Sabato Ferrari. (Rojas, Buenos Aires –Argentina–, 24 de junio de 1911 – Santos Lugares, Buenos Aires –Argentina–, 30 de abril de 2011). Escritor y pintor.
Hijo de padres emigrados italianos, estudia Física en la Universidad de la Plata (Buenos Aires) y participa activamente con los jóvenes comunistas viajando a Bruselas, Moscú y París, donde completa su formación y trabaja con Irene Joliot-Curie. Continúa sus estudios en la Universidad de Massachusetts. De vuelta a su país imparte clases de Física en la Universidad de la Plata, pero se ve obligado a dimitir por cuestiones políticas.
En la década de los cuarenta comienza a colaborar en la revista Sur, donde conoce a Jorge Luis Borges, a las hermanas Victoria y Silvina Ocampo y a Adolfo Bioy Casares. En 1945 publica la colección de ensayos breves Uno y el Universo, su primera obra. En este año abandona su vocación científica para dedicarse por completo a la literatura. En 1947 trabaja para la UNESCO y empieza a escribir su gran obra, El túnel (1948).
En 1955 dirige el periódico El mundo argentino y en 1958 es nombrado Director General de Relaciones Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, cargo que ocupa durante menos de un año.
Entre sus ensayos destacan: Hombres y engranajes (1951), Heterodoxia (1953), El escritor y sus fantasmas (1963) y Sartre contra Sartre (1968). Como novelista, las obras que le dan a conocer internacionalmente son Sobre héroes y tumbas (1962), Alexandra (1967) y Abaddón el exterminador (1974).
Su pensamiento político se ha visto reflejado en su vida y obra. Por su defensa de derechos y valores contrarios a la política dictatorial argentina, es elegido en 1984 presidente de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), que redacta el Informe Sabato, conocido en España como Nunca más.
A lo largo de su carrera recibe varios premios como el Miguel de Cervantes de Literatura en 1984 o el Menéndez Pelayo en 1997. En 1998 publica su libro de memorias, Antes del fin. En el año 2000, el diario Clarín publica por Internet La resistencia, que posteriormente se edita como libro y en el 2004 publica su último libro España en los diarios de mi vejez.
Debido a su ceguera, en los últimos años de su vida a penas casi lee ni escribe; se dedica a la pintura y otras aficiones. También participa en diversos cursos y homenajes que se le dedican, como el del III Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Rosario (Argentina) en el 2004.
Fuente Biográfica: Instituto Cervantes
Orlando Barone. Escritor y periodista. O viceversa. Su libro Diálogos Borges-Sabato (Emecé-Planeta), único encuentro publicado entre ambos escritores, fue traducido a varios idiomas y es reeditado regularmente. Publicó el volumen de cuentos Debajo del ombligo (Editorial Schapire), Premio Fondo Nacional de las Artes 1972 para autores noveles, y su novela La locomotora de fuego (Galerna) fue finalista del Premio Plaza y Janés de España en 1991. Sus ficciones narrativas obtuvieron el primer premio del certamen Literario La Nación en 1987. Sus crónicas #Puerto Libre# integran el libro Argentina, Primer Mundo (Fondo de Cultura Económica). Su libro más reciente, Imperdonables, reúne sus mejores crónicas periodísticas. Nació en La Boca, a media cuadra del Riachuelo. Es hincha de Boca. A pedido del pintor Pérez Celis escribió dos leyendas en los murales que el maestro diseñó en el estadio. El Museo de la historia del club, en La Bombonera, tiene grabados en la pared unos versos suyos sobre el barrio. Participa del programa 6,7,8 en canal 7; publica en revista Debate y en los diarios El Argentino y Miradas al Sur; y escribe una carta diaria en radio del Plata, en el programa de Liliana López Foresi. Su itinerario como periodista es largo e incorregible. Dice sobre sí mismo: #Estudié. Pero no lo suficiente. Leí. Pero no lo suficiente. Aprendí. Pero no lo suficiente. Y vivo, pero no lo suficiente. Espero que cuando muera tampoco muera lo suficiente.
Fuente Biográfica: Penguin libros
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