
Guerra de flores
para Claribel y Bud
En otra América donde
el recuerdo es una guerra de flores
detrás del telón de silencio,
reposa un calor gris más pesado que el acero
donde el jaguar rojo descansa
y el tigre azul de la profecía
hace añicos el mundo
con una poderosa maza
de lirios y orquídeas doradas,
destrozando la noche en mil pedazos y usando
los fragmentos de oscuridad para
reconstruir la mañana,
luminosa con lagos
y lepidópteros.
Devaluadas están las antiguas monedas
de chocolate y plumas esmeralda.
Una tos de acero golpea nuestros
pulmones exteriores: los árboles.
El General estruja una gardenia
en la palma de su guante de cuero.
El Cardenal bendice las jaulas de pájaros,
las bandas de música, los juegos de béisbol y
los interminables desfiles de pétalos de papel.
El recuerdo es una guerra de flores,
una sangrienta guerra de flores.
En otra América donde
El helicóptero acorazado profana
El manto azul de las montañas.
Donde los únicos mariachis son
orquestas de esqueletos que usan
sus cajas torácicas como marimbas.
Un rosario para María Sabina
Mujer hecha de lenguaje.
Mujer alfabetizada por un Alfa
y Omega de setas y malas hierbas.
Mujer cuya carne es un códice viviente.
Una mujer de léxico etnobotánico.
Mujer reloj que aplaude con exactitud
la medida metronómica de su canción,
cuyas oraciones están envueltas en una
hoja de plátano como un tamal aromático.
En la tierra crecen niños y payasos
que nos hacen reír;
lloramos en nuestra catarsis.
Mujer payaso primordial, sabes
que hay asombro en nuestra risa,
que hay dolor en nuestra hilaridad.
Un Cristo mazateco está crucificado en la
cruel cruz de un cactus, su sangre está en la
cosecha de café, su cuerpo en el maíz;
brilla como un Apolo mesoamericano.
Mujer colibrí que chupa el
dulce néctar de la enfermedad expulsándomela del cuerpo.
Mujer que con una escoba de hierbas
barre las nerviosas montañas.
Mujer que está bordada con hilos de neblina
en el huipil del amanecer.
Mujer que masca una cuenta de brillante
sonido en el rosario de la lengua.
Mujer cuya lengua es el estrecho de Bering.
Mujer cuya lengua es un puente terrestre.
Lo cruzamos hacia la tierra de la salud.
Lo cruzamos hacia la tierra de la salud.
Lo cruzamos hacia la tierra de la salud.
Amor en la estación de las lluvias
En la ciudad de los piratas, en la desembocadura.
del río escondido,
nos acostamos con la cabeza cerca
del ventilador eléctrico
para que no se nos fría el cerebro.
Nos quedamos medio dormidos
como en el pegajoso abrazo de los
muslos míticos de las sirenas.
Con el sudor construimos viviendas.
y nos internamos en sus estancias.
Antes del amanecer, fumamos
cigarrillos con sabor a vainilla
traídos del otro lado de la frontera,
al tiempo que la fuerza ecuatorial de
la lluvia
ametralla el tejado de zinc;
oímos, o creemos oír,
a las termitas del tiempo lineal
devorando en la costa Atlántica
los poblados de madera.
Un extraño en el paraíso
“He venido a apagar los fuegos del infierno
y a quemar la promesa del paraíso”
—Rabia Al Basri
No creo en el cielo como lugar
pero si fuera cierto tendría que
entrar como inmigrante ilegal, sin
documentación y con un pasaporte falso.
Al fin y al cabo, ya estoy casado con un ángel
así que debería tener derecho a la tarjeta verde.
En el examen de ciudadanía,
tendría que fingir que el blanco es mi
color favorito, mientras planeo en secreto poner
al rojo vivo la ciudad celestial,
mordiéndome la lengua mientras escucho los sermones
de santos santurrones.
Pero si tú estuvieras allí, como seguramente
estarás, apretaría los dientes y
me dejaría llevar, leyendo por las noches en secreto
los libros prohibidos a la luz de una linterna.
Avelino y la gringuita arqueóloga
La noche, y las hambrientas estrellas verdes
sangran sus rayos de aguacate sobre el lecho
donde la gringuita sueña con Avelino,
el capataz de la excavación.
Se descubrió observándolo a ratos
perdidos durante el día largo y abrasador,
haciéndole difícil concentrarse en etiquetar
los artefactos; y al mediodía peló una
naranja con la hoja de dos pies de largo
de su machete, como si fuera una navaja,
y lo ofreció unos gajos que le calmaran la sed.
El año pasado en Chichén Itzá había cambiado
las lecciones de maya por las de inglés. Cuando no trabajaba
para los arqueólogos, trabajaba en los campos, o en cuadrillas de
peones camineros a cambio de un sueldo miserable.
La noche, y las estrellas verdes y hambrientas
sangran sus rayos de aguacate y ella da vueltas
y vueltas, reviviendo aquella escena del machete.
Ahora lo ve examinando no ya una
naranja, sino el mismo sol para ver si está lo suficiente
maduro para dárselo de comer, su rostro de Luna
ancho y radiante bajo el borde irregular
de su destartalado sombrero panamá. De repente,
arranca el orbe solar del cielo y
con un certero movimiento lo corta en dos
dividiendo su luz en mil húmedos colores,
una miríada de pigmentos que empapan su
vestido de algodón blanco como jugo de fruta derramado.
Actividades americanas primigenias
La culpa que nunca supiste que tenías
como un Wendigo del bosque.
Un hacha de piedra que te parte el cráneo
símbolo de la tierra robada, algo
que nunca has comprendido conscientemente.
Mira al pequeño Howard Philips mientras escucha
los delirios moribundos de su sifilítico padre,
en libros leídos en la Logia Negra
de alguna oscura variante masónica,
antes de que la sífilis lo enloqueciera el todo.
El niño de cabellos rubios alza la vista de la
ventisca de la pantalla para decir: ¡ya están aquí!
La culpa que nunca supiste que tenías,
Es seguramente la raíz oculta de todo lo que temes.
Por ahí viene algo verdaderamente maléfico
como un espectáculo de carnaval ambulante
que viene cruzando la vasta llanura del medio oeste,
uno de los caballos de hierro más oscuros.
Mira el fuego de las fabriles chimeneas
zigzaguear en torno a un viejo tren de la guerra civil.
Nathaniel, ¿qué letra escarlata habrías
llevado cosida al abrigo?
¿Qué abolida maldición te habría liberado?
Ah, no hay negocio comparable al de Poe.
Esa culpa que nunca supiste que tenías late
por debajo de las tablas del suelo de tu sociedad.
Canción del chamán
¿es esto un sueño
que estoy soñando?
¿es esto un sueño
que estoy soñando?
o solo estoy
soñando que estoy
en un sueño?
¿es esto una canción
que estoy cantando?
¿es esto una canción?
que estoy cantando?
¿o soy solo una canción
que alguien está cantando?
estoy bailando
con las palabras
las palabras son
como una esposa
las palabras son como
un cuchillo
el bisturí
sanador de un cirujano.
¿es esto una piedra
que hago rebotar en el agua?
¿es esto una piedra
que hago rebotar en el agua?
¿o soy solo una piedra
que está rebotando
en una ola?
© of the original poems by Bill Lewis
© of the Spanish versions by Rafael Peñas Cruz
Bill Lewis, The Shaman Poet/El poeta chamán
Selección de poemas incluidos en la antología bilingüe inglés/español publicada por Goat Star Books y traducidos por Rafael Peñas Cruz.

Bill Lewis (Maidstone, Kent, 1953). Es un poeta inglés, artista, narrador y poeta y mitógrafo. Fue miembro fundador del grupo conocido como The Medway Poets y, también conocidos como los poetas punk. Más tarde, también miembro del grupo artístico Stuckists. Bill ha desarrollado un lenguaje que va más allá de aquella explosión creativa primigenia, escribiendo un corpus de poesía que aborda el mundo moderno desde el punto de vista de un poeta de clase trabajadora que mezcla mitologías antiguasy uevas para interpretar tanto la Gran Bretaña moderna como el mundo más allá. Bill Lewis the shaman poet / El poeta chamán, publicado por la editorial Goat Star Books es una antología de su obra en edición bilingüe inglés/español. Todos los poemas incluidos en esta edición fueron publicados en su versión original en los libros Sparrowhawk and Other Poems, This Love Like a Rage without Anger, The Long Ago and Eternal Now e In the House of Ladders. Esta es la primera vez que sus poemas se publican en español en forma de libro.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Daisy Zamora.
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