MUERTE DE UN POETA
Rojas, qué poema imposible
estará fraguando su mente
en estos dos meses de agonía,
qué pacto insondable
con las sombras?
Dijeron que se hallaba
en estado de sopor.
Dijeron que le quedaban
dos días de vida.
Pero yo me dije: el que supo vadear
las aguas de lo Oscuro
no se va a hundir tan fácilmente
en el río Aqueronte.
No va a cantar victoria la Muerte,
no va a izar sus negros pendones todavía.
Y es así como Gonzalo Rojas,
hondamente caído al fondo de sí mismo,
pero colgando de una hebra
de esta vida,
le dijo a la Muerte:
Un poco de paciencia, amiga mía,
no se ponga nerviosa,
déjeme terminar este poema
como Dios manda.
Y se pasó dos meses pergeñándolo,
mientras los médicos iban
y venían de su cuarto,
sin entender por qué
ese hombre seguía respirando.
Puso el último verso
en la postrera estrofa de su vida
y el tiempo se detuvo
en la fecha precisa:
veinticinco de abril de dos mil once.
Estoy listo le dijo a la Muerte.
No tengo nada más que hacer
en este rumbo.
Miró con ternura
su cuerpo tendido en la cama,
se dio un beso en la frente,
y desapareció en el infinito
con una sonrisa en los labios.
LA FUNCION
Para Chari y Francisco José Cruz
El actor en el centro del escenario
se apresta a declamar el monólogo de Hamlet
Hace una venia y saluda a los asistentes
En este punto observa con estupor
que en las butacas no hay nadie
Lo cierto es que la sala está repleta
aunque él la ve vacía
El actor tampoco existe para la audiencia
que enfrenta un escenario desierto
Ahora Hamlet sostiene una calavera en la mano
En el recinto resuena el verso canónico:
“Morir, dormir, no hay más”
Entonces descubre que las palabras
no salen de su boca sino de la calavera
“¿Qué sueños vendrán
cuando liberados de esta mortal atadura
hallemos la paz?”
Los espectadores exigen que empiece la función
Algunos reclaman en voz alta otros silban de pie
El director entra por la puerta de atrás
y trata de calmarlos
Dice que el actor ha desaparecido
Lo han buscado por todas partes
pero nadie sabe dónde está
Frente a la sala vacía
la calavera sigue meditando en la muerte:
“ese país no descubierto
desde cuyas fronteras
ningún viajero regresa”
HALLOWEEN
Deambulo solo
a altas horas de la noche
Las calles desiertas
mojadas por la lluvia
son espejos negros
que reflejan los esqueletos
de los árboles
Que la ciudad esté vacía
no deja de sorprenderme
porque mi mente está poblada
de personajes
Veo
calabazas iluminadas
con ojos triangulares
y sonrisas sin dientes
Adentro Afuera
¿Quién puede saber
la diferencia?
Miro las vitrinas
de mi pasado
en busca de disfraces
que ponerme
de disfraces que sacarme
¿Quién me viste?
¿Quién me desviste?
Mis pesadillas no están
en mi interior
pernoctan afuera de mi cuerpo
a veces en el aire
a veces en las paredes
En el mundo exterior
andan brujas y zombies
diablos y vampiros
que pasan por mi lado
Fingen que no existo
Dicen que mi fantasma
se aparece en las calles
de Iowa City
cuando estoy
en Santiago de Chile
Dicen los que espían
por las ventanas
con las luces apagadas
que me ven
deambulando solo
en las noches de Halloween
Toco el timbre de una casa
Una luz se enciende
Alguien abre la puerta
Entonces
el capuchón negro
la máscara blanca
el cuchillo en la mano
¿Trick or treat?
FUTBOLISTAS DESAPARECIDOS
Después de haber hollado el frágil césped
de esta efímera tierra, de esta cancha
en la que alguna vez todos jugamos,
los futbolistas desaparecidos
están pisando un campo inmarchitable
en la región de donde no se vuelve.
Juegan allí un partido sempiterno.
Con la pelota inventan una danza,
una voluta, un arabesco, un triángulo.
Toma el balón Garrincha, se lo pasa
de taco a Ferenc Puskas que acelera
y lanza al arco: super atajada
del arquero Yashin, la araña negra.
Guiseppe Meazza inicia el contraataque.
El divino Zamora emprende el vuelo
y desvía un misil vertiginoso.
Stanley Mathews la cede a Fritz Walter:
éste gira, dispara y da en el poste.
Salta Obdulio Varela y de cabeza
la coloca en el rincón de las ánimas.
Las estrellas fugaces, los cometas,
los asteroides copian en su curso
cada jugada de los futbolistas.
El Gran Arbitro rige esta contienda.
Los hinchas van llegando puntualmente.
LA SUPREMA SOLEDAD
A don Miguel de Unamuno
Tres mil
personas murieron
en el atentado a las Torres Gemelas
Más de cien mil en la guerra de Irak
Doscientas mil
en el tsunami de Indonesia
Y aún así
no existe la muerte colectiva
No partimos al unísono
No compartimos la muerte con nadie
Cada una de las víctimas
que se desintegraron en Hiroshima
murió su propia muerte
Todos esos difuntos multitudinarios
no están menos desvalidos
que el vagabundo que expiró
debajo de un puente
acompañado sólo
por el rumor del río
Óscar Hahn Garcés: Nació el 5 de julio del año 1938.
Estudió Pedagogía en la sede regional de Arica de la Universidad de Chile. Ahí se tituló como Profesor de castellano.
El año 1959 recibió el Premio Poesía de la Federación de Estudiantes de Chile y en 1961 ganó el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile por el libro de poemas "Esta rosa negra". En 1962 publicó el libro de poemas "Agua final".
En 1972 obtuvo el grado de Master of Arts de la Universidad de Iowa, Estados Unidos.
Al volver a Chile, comenzó a realizar clases en la U. de Chile, sede Arica. Sin embargo, tras el golpe de Estado de 1973 partió a Estados Unidos exiliado.
Obtuvo el grado de Doctor en Filosofía en la Universidad de Maryland. El año 1981 publicó el poemario "Mal de amor", el que fue prohibido en Chile por la dictadura militar.
Premio Nacional de Literatura 2012, en 2001 recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. En 2003 fue distinguido con el Premio Altazor en la categoría poesía. En 2006 recibió el Premio Casa de América de Poesía (2006) y más adelante el Premio de poesía José Lezama Lima (2008), ambos por el libro "En un abrir y cerrar de ojos".
Fuente de semblanza y fotografía: Universidad de Chile
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