Poesía de Leda Quintana

CASA UMBRÍA

 

(Ocho poemas)

 

 

 

CEREMONIA

 

 

 

ábrete al placer de estar preñada de lo

 

que no puede decirse

 

y que ahora sabes (…)

 

 

 

Gloria Gervitz

 

 

 

Escribe

 

este hormigueo en el cuerpo

 

crees que lo vomitaste todo

 

pero hay un líquido oscuro

 

que une tu respiración

 

con tus placas tectónicas

 

y una sombra

 

se siente en tu esófago.

 

No has cenado

 

el volcán se alimenta

 

de eso que no sale

 

la visión de tu madre degollada 

 

en la Casa umbría

 

ves sus ojos de niña y lloras

 

gritas por ella

 

con ella

 

con todas tus abuelas.

 

 

 

La niña da a luz a la madre en su poema

 

y la madre da a luz una casa

 

y todas las casas arden en tu cuerpo

 

por fin puedes ver y luchar

 

contra los nueve monstruos.

 

En el sueño eres escudo que erupciona

 

elevas plegarias

 

por cada uno de sus habitantes.

 

 

 

Te alimentas

 

en la ceremonia del vértigo

 

del temblor que arde

 

en lava que lava la sangre.

 

Encuentras palabras en el huerto.

 

 

 

La memoria es medicina.

 

 

 

 

 

El poema es lo que escribes escondida en la sangre.

 

 

 

 

 

Escribe del fuego de las mujeres de tu familia

 

en la vulva.

 

 

 

 

 

Escribe del frío que perforó la espalda de tu bisabuela

 

 por cargar durante días a su pequeño hijo muerto.

 

Escribe de las astillas en la garganta

 

en el batán de las palabras no dichas

 

moliéndose con el vómito que no llega

 

a ser voz.

 

 

 

 

Escribe nuestra voz.

 

 

 

 

 

PRIMERA CASA

 

 

 

Todas las casas son el inicio y el final y en todas soy el encierro, el polvo, el moho que se extiende junto al silencio entre sus muros abandonados para quedar como la fotografía de los que ahí vivieron.

 

 Cecilia Podestá

 

 

 

 

a mi primo yauyino Víctor Quintana Gago

 

 

*

 

Tenía casi diez años cuando te volví a ver en Yauyos, primo Víctor. Hay una foto en la carretera yauyina de mis hermanos, tú y yo. Tú eras mayor que nosotros. En ese tiempo yo no sabía hablar con palabras. Te hablaba con mi voz de adentro: «Tenemos el mismo color de piel», te dije cuando observé tus brazos marrones tan cerca a los míos. Tú respondías con monosílabos a las preguntas de mi papá. Nos sonreías. La luz del cerro Shashaco resplandecía fuerte en ti por instantes.

 

Sentí el temblor de tu cuerpo en mi cuerpo cuando mi padre nos llevó a mirar el abismo donde murió nuestro abuelo que se llamaba como tú. «La energía de los nombres propios que se repiten en las familias…» ―empieza Piedad― y me cuesta seguir escuchándola.

 

**

 

La energía de tu nombre, primo, fue la casa en la que quisieron vivir nuestras abuelas y tantas mujeres yauyinas engullidas por el mismo ararankaymanta. Tu nombre fue la casa en la que no vivieron las diecisiete hijas e hijos de nuestro abuelo con diferentes mujeres de Yauyos y de otros lares.

 

 

 

¿Tu nombre fue tu primera casa umbría?

 

 

 

¿Y tu nombre, prima?

 

        TENER UNA CASA ES TENER ESCOMBROS DE LO QUE PARA OTROS FUE UNA CASA.

 

 ***

 

En los últimos años pude escucharte a ti, con tu cabeza mirando al suelo, contándome con tu voz de adentro… «Mi mamá murió el día que nací. Mi papá me dejó con mi abuelita, con mi mamita Adriana Casas Gómez. Me crié con mis primos en Yauyos, como hermanitos. Nuestro primo Wilder nunca pudo decirme Víctor, me decía Pacheco. Mis primos de Lima me decían Shashaco».

 

****

 

Cierro los ojos para volverte a ver. Te veo escapar de tu casa. Te veo nadando por el río Cañete…Te veo hacer tu servicio militar en plena época de terrorismo, llegar a Lima, perderte en El Porvenir. Te veo volver a Yauyos. Allí tu mamita Adriana quería curarte las heridas de todas las guerras en tu pecho. Pero te fuiste a cuidar el ganado de la familia de tu madrastra y no volviste. Yo soy hechura de mi madrastra, prima.

 

«Sí, Leda. Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas».

 

*****

 

Mi hijo, mi papá y yo trepamos una roca grande en Pico Loro y nos quedamos atrapados en un abismo. Tú nos fuiste a buscar con nuestro bisabuelo chino, Martín, nos tendiste tus manos y saltamos hasta estar en tierra firme, a salvo.

 

******

 

Volví a sentipensarte en mi ceremonia de enraizamiento en Pachacamac con Awicha, hace casi dos años. Sé que también cantabas con nuestras ancestras y ancestros en una de las ceremonias de ayahuasca con Uku.

 

Rema, rema, curandero, por los ríos de mis penas…

 

Canta, canta, curandero

 

Cura, cura ya mis penas

 

¿Es cierto que una enamorada rompió tu corazón cuando eras adolescente? 

 

«Mi corazón nació roto porque mi madre murió al darme a luz», escribiste en tu carta de despedida.

 

La casa umbría dejó de pronunciar tu nombre.

 

Rema, rema, canoero, rompe, rompe las cadenas

 

Canta, canta primo curandero,

 

Cura, cura ya tus penas…

 

 

 

*******

 

EN SUEÑOS VI QUE VIAJASTE POR LOS MARES DEL MUNDO DE ABAJO HASTA RETORNAR AL CORAZÓN DEL RÍO CAÑETE. ALLÍ TE REENCONTRASTE CON TU MADRE.

 

Que el Wilkamayu traiga las notas para que alegres tu corazón

 

Que el Apu Linli todas las tardes venga soplando su bendición

 

Que el Ch’eqta Qaqa venga trayendo al padre rayo que enseñará

 

Que Mamá Ñusta viene cuidando a mis hijitos en la oscuridad

 

********

 

Mi tía Conshe y la bisabuela María cubren con su manta de flores de Huantán a todos los huérfanos de la familia… Yo volví a la ceremonia para cantar con ellas y con todas las tías abuelas Chaupín…

 

*********

 

Yo escribo para velarte, primo.

 

**********

 

Tu mamita Adriana, Charito, Wilder, mi papi, tus tías, primos, yo… muchos familiares queremos abrazarte, escucharte.

 

Musquykikunata awapusqayki

 

maypi manañam imapas

 

nanay nitaq yarqay qaparinqachu.

 

Huk kusisqa musqu kanqa

 

maypi suyay pacha, kuyaypas

 

suyasqa pachata wachachinqa.

 

Huk musqu

 

sayk’ukusqaykita allichachinanpaq.[1]

 

 

 

MENARQUIA

 

 

 

Yo vaginante

 

transeúnte

 

militante

 

más que hija de mis padres hija de mi propio país

 

sismándome cismándome a intervalos

 

 

 

Elvira Hernández

 

 

 

Veo a mi madre de niña sentada a la orilla de la laguna contemplando a las ciudadelas emerger a la superficie desde un tejido verdoso y escuchando a los seres pequeños que viven debajo de sus aguas.

 

 

 

Entro en trance. Veo cómo el agua del pozo de Huasta se tiñe con la sangre de mi madre adolescente. Ella sigue jugando a inventarse caminos con hojas y trompos de eucalipto. Mi abuela, a su lado, recoge las papas para el tocosh mientras le cuenta de su primer sangrado.

 

 

 

Mi abuelo corta mi visión con su amenaza doble:

 

 

 

«Si algo te pasa, te ahogo en estas aguas por no escuchar los consejos de tu madre».

 

«Si algo le pasa a mi hija, te mato por no saber aconsejarla».

 

 

 

 

LA INFANCIA PUEDE SER UN POZO DE HERIDAS

 

 

los rituales de la savia

 

rebasan al lenguaje

 

María Belén Milla

 

 

 

 

Hay heridas que se reabren o siempre quedan abiertas. Hay heridas antiguas con pus. Hay heridas que duelen más cuando empiezan a sanar… Otras por fin se convierten en costras gracias a la sangre de drago que se derrama muchos años después de los cortes.

 

 Hay golpes como ríos subterráneos coagulando tendones, hombros, rodillas, espaldas y que siguen doliendo décadas después, golpes como del amor de Dios, como si la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma.

 

 «Solo puede lushpirse el tocosh que te sanará si lo tomas con el corazón abierto», te susurra al oído tu abuela Rosalía en la infancia.

 

 

 «Solo puede recibirse el agua, el alcohol, el llantén, la frotación con molle, si uno ve el golpe que dio o que recibió», te dice tu bisabuela Fili en sueños.

 

 

CHAUPÍN

 

 

Yo morí en un accidente terrestre rumbo a Yauyos. En esa carretera angosta y pura trocha hemos muerto cientos de paisanos… Mi cabeza llena de sangre rodó hasta la casa familiar de Barrios Altos. Beta crió sola a nuestros hijos y también a algunos de mis otros hijos, en Yauyos y luego en Lima. Ella consteló mi cabeza en su pecho más allá de su muerte[2].

 

E n f e r m o   &   v i v o

 

sin      ojos

 

sin      manos

 

sin      boca

 

sin      oídos

 

sin      narices

 

sin      cabeza

 

sin      riñones

 

sin      pulmones

 

sin      vejigas

 

sin      corazón.

 

 

 

Simplemente

 

con un eterno hígado

 

que es devorado

 

por este oscuro tiempo.

 

 

 

SEGUNDO RECLAMO

 

EL TIEMPO DE SATURNO

 

 

 

El poder del encendido

 

Varó a los gigantescos Ikarus […]

 

Lejanas espumas fueron al abordar la oscuridad

 

 

 

Pablo Salazar-Calderón

 

 

 

A la memoria del poeta peruano Rudy Pacheco & del grupo Cultivo (Rudy, Virginia Benavides, Juan Ramón Carrasco, Renato Salas, Eduardo Braga)

 

 

 

 

¿Qué sabes tú

 

que solo eres luz,

 

de la muerte que sigue

 

luego de devorar a los hijos recién nacidos

 

de vomitar a los pocos vástagos salvados

 

como versos y bilis de las horas muertas?

 

 

 

Tú me reclamabas, hermano,

 

por las horas que le quitaba a la poesía

 

revisabas mi mochila llena de libros

 

y trabajos de mis estudiantes

 

movías tristemente la cabeza

 

y me expulsabas de tu reino.

 

 

 

Hermano, tú eras Saturno,

 

pero no vivías en el Olimpo,

 

la morada en la que morías cada noche conmigo

 

y con los demás dioses caídos

 

era un colchón de pasto y de rocío,

 

un parque lleno de malezas y chapitas de cervezas

 

que nunca fueron azules

 

y que crecían como flores silvestres cada madrugada.

 

 

 

Allí todos los que nos reuníamos éramos ciegos

 

y caminábamos abrazados al abismo.

 

Afuera de nuestro parque

 

―incluso en la alborada―

 

reinaba una oscuridad

 

llena de explosiones.

 

 

 

Tus hermanos, los titanes,

 

eran hermosos y violentos

 

se besaban entre ellos

 

hacían el amor en templos hindúes

 

y tocaban los cuerpos de sus amantes de turno

 

como la música de una sonaja de degollados.

 

 

 

 

El Perú estaba en escombros,

 

nuestro lenguaje era una ciudad fantasma,

 

como decía Miguel,

 

una casa umbría, escribía Martín Adán,

 

una casa que no podía decir nada

 

y tampoco escuchaba su propia voz.

 

 

 

Mi hermano Saturno volaba

 

al corazón enfermo de la ciudad

 

se incendiaba como Ícaro

 

agonizaba y resplandecía

 

en sus miles de versos.

 

Sus alas carbonizadas

 

eran fuertes, pero un día se enfermaron

 

y a los pocos meses amanecieron muertas.

 

 

 

Las poetas sobrevivientes y yo

 

nos peleamos con el tiempo, con ese tiempo,

 

más tarde en nuestros vientres se cultivó la Lluvia

 

y un dioscuro que siempre dibuja y canta.

 

 

 

Mis hermanas y yo

 

escribimos dentro de cajas de fósforos

 

abrazamos los latidos muertos de Saturno

 

y enterramos sus cenizas

 

en nuestras gargantas

 

que fraguan ahora nuestra propia luz.

 

 

EL POZO DE HUASTA

 

 

 

 

Puede cambiarse de ciudad,

 

mas no puede cambiarse de pozo

 

I Ching - El libro de las mutaciones

 

 

 

 

En el fondo de las aguas

 

del pozo de Huasta

 

viven mis hijos muertos.

 

 

 

Durante años corté la cuerda,

 

escondí las cubetas,

 

hui a la capital,

 

caminé partida

 

y sin ojos

 

para no ver los ecos

 

de sus voces púrpuras

 

en la niebla limeña.

 

 

 

El ruido de la guerra me silenciaba

 

yo me tapaba los oídos

 

para no escucharlos

 

ni escucharme.

 

 

 

Ya han pasado muchos años…

 

ahora soy una anciana,

 

una maestra rural jubilada

 

que vende tocosh en Neoplásicas.

 

 

 

Nunca aprendí a cocinar

 

pero hago mazamorras

 

para los enfermos de cáncer.

 

 

 

Todas las noches

 

viajo hasta el pozo de Huasta,

 

me sumerjo en sus aguas

 

para ver a mis hijos muertos

 

abrazarlos y pedirles perdón,

 

recomponer sus pedazos

 

y unir cada uno de sus vestigios

 

en una sola boca de Luz.

 

PRIMER RECLAMO

 

 

 

mi nombre es Pólux el gemelo,

el inconcluso, el inacabado. Pólux la mitad

Marianna Espezúa

 

 

Hermano, en tu agonía, 

repetías que yo era un sol

Tú intentaste ser Ícaro

y no te importó incendiar tus alas.

«La iluminación se cultiva en el viaje»,

me dijiste en un sueño.

 

El poema es la boca del tiempo 

nos cercena las médulas y nos escribe

una inmolación que, a veces, es celebración

y otras, solo silencio

y oración.

 

Ícaro ama las frágiles puertas, me repetías

la noche que caímos al mismo jardín.

 

Tú, Rudy, eras Saturno, el poeta del tiempo,

tus hijos nacieron muertos

o los desgarraste con tus fauces 

en larga y feroz masticación

o vomitabas a los vástagos

que moraban vivos entre tus tripas

en forma de cientos de poemas inéditos

cobijados en cajas de cartón

nauseabundos y puros como la bilis

de las horas de ese tiempo.

 

¿Tú qué sabes, hermana?

―me gritabas―

tus mejillas explotaban

 

Acaso tú sabes

 

 

 

 



[1] ESCOLIOS PARA “PRIMERA CASA”

 

El Ararankaymanta (el hombre lagarto) es una referencia a un texto del mismo nombre de José María Arguedas. La cita «TENER UNA CASA ES TENER ESCOMBROS DE LO QUE PARA OTROS FUE UNA CASA» es del poemario Escombrario de Nicolás López-Pérez; «Yo soy hechura de mi madrastra», es un parafraseo de un texto de Arguedas; y, «Sí. Me mataron los murmullos…», pertenece a Pedro Páramo de Juan Rulfo. Asimismo, los versos «Rema, rema, curandero… Rema, rema, canoero…» son parte de «La canoa», canción de Kike Pinto; mientras «Que el Wilkamayu traiga las notas para que alegres tu corazón…», de «Mira cómo cura», composición musical de Alonso del Río.

 

Los versos finales en kursiva y en quechua son las dos estrofas finales del poema «Musqu awaqlla (Tejedora de sueños)» del poemario del mismo título de Gloria Cáceres; la traducción de dichos versos es la siguiente: «Tejeré tus sueños / donde nunca más / grite el hambre y el dolor. / Será un sueño feliz / donde el amor y la esperanza / fecunde la tierra prometida. / Un sueño que mitigue / tu cansancio. // Quiero tejerte un país / donde los ríos se extiendan / y fecunden la tierra / de amor y esperanza».

 

 

[2] Mi abuelita Beta no rezaba rosarios, ni repetía mantras, formaba figuras con las pepitas negras de la calabaza que parecían sacadas del oráculo de Chaupi.

 

 

 

 

LEDA QUINTANA RONDÓN

 

Limeña de raíces andinas (Áncash y Yauyos) y chinas. Su vocación pedagógica, literaria y poética está muy vinculada a sus vivencias de infancia en la comunidad rural andina de Huasta (Áncash, Perú).

 

Ha coordinado una Muestra de poesía peruana escrita por mujeres de las últimas décadas para Ínsula Barataria (2017). Su poesía ha sido difundida en muestras poéticas  como La palabra como arma. Repensando el 8M en poesía (Lumpérica cartonera) y en mediatecas, revistas de poesía y cultura, blogs diversos, como Santa Rabia Poetry, Vallejo & Co., Ojo zurdo (Perú); La comparecencia infinita (Chile); Telúrica (Colombia); Liberoamérica, entre otros. Ha participado en algunos Festivales de Poesía como Jauría de Palabras (Santa Cruz, Bolivia 2022 y 2021), Caravana de Poesía (Arequipa y Huaraz, 2017 y 2019), Chepén Chepén (2016), entre otros.

 

 Ha publicado en poesía La casa umbría (Rancagua: Astronómica) y Constelaciones (Lima, Madrepora. La purita carne-Colección La purita carne.

 

Una versión inicial de su poema “El pozo de Huasta (que aparece en La casa umbría y en Constelaciones) fue traducido al portugués en el blog meninasvamosaovira.

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Leda Quintana

 

 

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