Siete cantos del poeta del ángel
Nunca fui sino una cosa híbrida.
Mitad cielo. mitad tierra.
Con la luz de Mira-Celi dentro de las dos órbitas.
Jorge de Lima
CANTO PRIMERO
Si algún hermano de sangre (de poesía)
Mago de dobles colores en su manto
Testificó su ángel en múltiples cantos
Yo, la del alma tan sufrida de inorcncias
¿El mío no lo cantaría?
Y antes de este amor
¡Qué paseo entre sombras!
Tantas lunas ausentes.
Y veladas fuentes.
Qué asperezas de tacto descubrí
En las cosas de contexto delicado.
Anduve
En dirección opuesta a los grandes vientos.
Con los pájaros más altos, mi mirada
De nuevo se incendiaba. ¡Ah, fui siempre
La de las visiones tardías!
Desde siempre camino entre dos mundos
Pero tu rostro es aquel donde me vela
Donde me sé ahora desdoblada.
CANTO SEGUNDO
Si te anuncio lágrimas y haberes
Es para que te encantes con mi canto.
Un tiempo me guardé
Tiempo del dolor aquel
Donde el amor fue mar de muchas aguas.
Si te anuncio todavía
Es porque siempre en piedra fui tallada.
En sal me consumí.
Y perecedera
Ha sido mi forma:
Estos dedos lunares, estas manos
Y todo lo que no fue tocado en ti.
¿Me quieres renunciando, humildemente
O íntegra y tan sola en estos cantos?
Tuve resurrección y hasta prellantos
Y alegrías enteras.
Y muchas madrugadas
A solas confeséme
A aquella hermana taciturna y más amada.
Casi todo lo vi. Casi todo lo anduve.
CANTO TERCERO
Y largamente amé a las criaturas.
Los oídos se abrían. Frágiles ramas
Mis oídos, aceptaban ternuras.
Unas vueltas a la vida me contaban
Pactos, adolescencias, heroísmos.
(Tesitura fragilísima
Extendiéndose sobre la piel más fina).
¿Acaso no fui cómplice de los míos?
¿De esos venidos de la noche y turbados
Por sus propios destinos?
iQué terrible equívoco antes de ti!
E inútiles vigilias y pobrezas
Y castigos mayores, ¡como cilicios
En la carne! Tramas, tramas.
¿Qué se había hecho de ti? No eras en mí.
CANTO CUARTO
¿Y por qué me escogiste?
En menores direcciones me plasmé.
Entre una pausa y otra fui cantando
Unas reminiscencias, unos afectos
Y cargaba atónita mi gesto
Porque d la cosas que no sé.
Oí continuamente muchas voces.
Unas d fuego y agua, tan intensas,
Otras crepusculares.
Y entendía
Que era preciso hablar de una ciencia;
De una extraña alquimia:
EI hombre es solo, pero en esencia constelar.
Su sangre en oro se trasmuta.
En la piedra resucita.
Se eleva en el mercurio.
Y su verdad es póstuma y secreta.
¡Ah, vanidad y penumbras en mi canta!
Mi decir es de bronce
Y esa tela de plata
A mí misma me asombra.
CANTO QUINTO
Yo no supe hablarles de amor a los hombres.
(Amor hecho de júbilo aparente).
Ni supe replantar en lo que era tierra
Una misma simiente.
Tuve en el pecho la mantra más secreta
Y no pude hacerla vibrar, aliento, lira,
Cuerda divina en su velo cierto.
En vano elaboré todos mis sueños.
Y súbito me tomas y me ordenas
La soledad más honda:
Estos cantos ahora, algunos poemas
Un amor tan perfecto e indecible
Oír que no es tumulto ni tormento.
(Y si el hombre castigado fue en la carne
El verbo dice más del sufrimiento).
¿Qué nombre te daré si en mí te forjas?
¿Si tu bautismo es el mío y yo solo te supe
Cuando supe de mí?
CANTO SEXTO
La noche en verso torpe me alcanzaba.
Las cosas insufridas
Sufridas se volverían
Si yo descansara la mano sobre de sus vidas.
Unas tardes rnis ojos repensaron
Una blancura de aguas pretendida.
Tan leve caminé sobre las aguas
Que la memoria fue casi inmerecida.
¿Dónde estabas entonces? Ni me soñabas.
Me tendí sobre un tiempo que vendría
Y un ciclo de visiones me revelaba
Que fui recordada en el odio de los dioses.
En alto vuelo de ave, la olvidada.
y porque paz y vuelo me faltaban
Yo desee perderme y tanto más
Cuanto fueron las pérdidas destinadas
A aquellos incapaces de algún llanto.
Perennidad y vida, ¿dónde estabas?
CANTO SÉPTIMO
Tenía en la frente la llaga
Y la espalda calcinada, en agonía.
En la tiniebla de mí misma deliraba.
Y los párpados en brasas
No sabían de tu claridad.
Porque mi alma toda se perdía
Y una vida terrena comenzaba
Su círculo de ceniza
Su casa.
Ángel, ala,
Mano poderosa sobre de mi mano
Que el verso nunca más transfiguraba.
Prisma solarizado
Trascendencia primera
Dulcísima presencia.
Alta noche
Lo que fue tiniebla en mí
En ti resplandecía.
Traducción de Francisco Cervantes
Estos poemas fueron tomados de la Revista de la Universidad de México, volumen XXXIX, nueva época, número 32, diciembre de 1983.
Hilda Hilts: Nació en San Pablo, en 1930. Hija de una femme fatale y de un hombre que padecía esquizofrenia paranoide, su acomodada posición económica le permitió pasar varias temporadas en Nueva York y París. Al regresar se estableció en el bohemio barrio paulistano de Sumaré, donde frecuentó el demi-monde literario. En 1950 publicó su primer libro de poesía, Presságio, que fue celebrado ni más ni menos que por la gran Cecília Meireles. A comienzos de los años sesenta conoció al escultor Dante Casarini y juntos se mudaron a la Fazenda São José, en Campinas. Allí Hilda inició la construcción de la Casa do Sol, donde residió hasta su muerte. Su extraordinaria tetralogía de narrativa obscena se compone de Cuentos de escarnio, La obscena señora D, Cartas de un seductor y El cuaderno rosa de Lori Lamby. Su obra fue galardonada con los premios literarios más importantes de Brasil. Falleció en 2004 en Campinas, Estado de São Paulo, Brasil.
Fuente biográfica: Libros del Zorro Rojo
Fuente fotográfica: Museu da imagem d do som
California.
Francisco Cervantes: Nació en Querétaro, Querétaro, el 1º de abril de 1938; muere el 23 de enero de 2005. Narrador y poeta. Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Querétaro. Fue profesor de la UAQ, especialista en Lengua y Literatura Portuguesa. Tradujo a Fernando Pessoa, João Gaspar Simões y José Regio. Colaboró en Ágora, El Universal, Estaciones, La Gaceta del FCE, Novedades, Plural, Revista de la Universidad de México, Sábado, Situaciones y Vuelta. Becario de la Fundación Guggenheim, 1977. Miembro del SNCA, 2000. Premio Xavier Villaurrutia, 1982, por Cantado para nadie. Premio Querétaro Heriberto Frías, 1986. Orden Río Blanco, 1986, otorgada por el Gobierno de Brasil; Orden Infante dom Henrique, 1999, en grado de comendador, por el Gobierno de Portugal.
Fuente Biográfica: Enciclopedia de la Literatura en México
Fuente fotográfica: INBAL
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