Poemas de Jules Supervielle

En el espacio y en el tiempo

 

 

Henos aquí a los dos como ante el mar

Bajo el salino avance de los recuerdos

 

De tu sombrero aéreo a tus talones cas1 en punta

eres ligera y sensible

 

como si los pájaros estriados por la luz de tu patria

remontasen la corriente de tus sueños;

 

¡Ah! querrías echar puentes de sol entre países que

separan los océanos y los climas,

 

y que se ignorarán siempre.

Las noches de Montevideo no serán nunca coronadas

de celestes rosedales pirenaicos,

 

los montes de Janeiro quemantes siempre y jamás

consumidos no empalidecerán bajo los dedos delicados

de la nieve francesa,

 

y tú no podrás oír, si no es en tu corazón, la marea

de las avenas argentinas,

 

ni formar un solo amor con todos los amores que

escalonan tu alma,

 

Y cuyos miles de humos no se unirán jamás en la espiral

de un solo humo.

 

Que tus rápidos párpados se resignen, oh desesperada

del Espacio!

 

No te aflijas, tú, cuyo tormento no remonta como el

mío hasta las edades que tiemblan detrás de los horizontes,

 

tú no sabes lo que es una ola muerta hace tres mil

años y que renace en mí para morir aún,

 

ni la alondra inmóvil

desde hace muchas décadas que se vuelve en mí una

alondra nueva,

con un corazón rápido, rápido

 

presuroso de acabar:

no te aflijas tú que ves en la noche una amiga a quien

maravilla tu sonrisa afilada por el crepúsculo

 

en la noche armada de estrellas innumerables y

hormigueante de siglos,

 

que me fuerza para medir su violencia

a echar la cabeza para atrás,

como hacen los muertos, amiga mía,

como hacen los muertos.

 

(Traducción de A. Presbich)

 

 

Gravitación

 

La mirada del astrónomo

toca en el fondo perdido

entre el follaje del mundo

a cierta estrella en su nido,

una estrella descubierta

que de sí misma inexperta

sometida a esa mirada

efímera de un mortal

canta sola en la hondonada

del cielo una canción dulce

y grave, perecedera

en el vértigo abismal.

 

Hilos de plata o platina

tanto embrollan lo infinito

que el rayo de la retina

suscita allí leve ruido,

lejos ronda a lo vivido

interroga a las tinieblas

fabricantes del olvido

y a las estrellas cegadas

cuya órbita en el espacio

fija es como la esperanza

y la desesperación.

 

Los peces, las. violetas,

las alondras y los lobos

guardan su voluntad presta

a volver hacia nosotros;

leopardos que se mueven

con tigres y con panteras

en su maleza interior

como en la jaula dan vueltas,

y las fieras fabulosas,

el alma llena de riesgo,

por entre las nebulosas

se asoman de su destierro.

 

Bajo la gran marejada

que se eleva y le desciende

bambolea y se despunta

el cenit como un trinquete,

el universo a la tierra

en su corazón la mece

entre el ardiente rumor

de océanos planetarios

y la luna que se acerca

a espiar nuestras ideas

descubre arenas y rosas

al atraer las n1areas.

 

(Traducción de Corpus Barga)

 

 

Tierra

 

Tierra pesada que se disputan los arco-iris y los cadáveres

Y estatuas de nariz roída, bajo el oro incansable del sol,

Y los vivos que protestan levantando sus brazos hasta las nubes

Cuando en tus ataderos silenciosos les ha llegado el turno.

-Ah! tú cobras caro a los aviadores por su licencia de veinticuatro horas,

Les arrancas el corazón a tres mil metros de altura,

El corazón que se creía una flor en la selva celeste.

¿Por mucho tiempo seremos los pastores de tu aprisco de nubes,

De tus montañas megalómanas y ríos cazadores de luna,

Y tus océanos rengos que vienen con aire de avanzar

Y titubean en las playas

Menos ágiles que esos niños que juegan en la arena?

¿Dentro de ciento noventa mil años, existirá todavía el trueno,

El rayo y los cuatro vientos que giran sin remisión,

Los hombres desnudos estarán todavía encadenados en sus generaciones,

Y seguirán de hinojos en su aron1a las rosas penitentes?

Maldita, nos envileces a fuerza de retenernos,

Tú nos revuelcas en el barro, hechicera, para llan1arnos barro,

 

Tú nos destrozas y deshuesas, y haces papilla de nuestros cuerpos,

Y alimentas tu fuego central con nuestros más tín1idos ensueños.

Pero, ¡cuidado!, que pronto has de ser la pobre vieja del espacio,

Y de lo más lejano del cielo se te verá venir haciendo ademanes

Y oiremos decir a la tropilla de soles jóvenes y apuestos:

-Es ella todavía, la rotosa de los tres cuartos,

Con el vientre al revés y la cabeza fría,

La propietaria de las cuatro estaciones,

La vieja sórdida hilvanada en sus longitudes.

Y más rápidos que tú se escaparán los soles

Abandonando grandes carcajadas de risa durable

Que acabarán por ser playa crujiente de astros.

 

¡Cuidado! sorda y muda de conveniencia,

Líbrate de la cólera de los hombres elásticos,

Y el complot que maduran esos callados fumadores de pipa,

Que ya están hartos de tu gravedad y de tus objeciones,

¡Cuidado! no te planten un par de cuernos en la frente,

Y se embarquen un alba en infinita emigración

Atraídos por la canción de una marinera celeste

Cuyo largo rumor ya está colonizando la noche.

De los tres mástiles se volarán algunas olas hacia las bordas,

Irán al cielo, aldeas, lavanderas y abrevaderos,

Campos de trigo en la sonrisa de sus amapolas,

Jirafas embaladas en algodón de nubes,

Un elefante escalará la cima nivosa del aire,

Los peces lucirán en el agua celeste,

Y muchas barcas subirán basta la sonrisa de los ángeles,

Caballos de la pampa han de trotar de prado en prado

Sobre la hierba tibia de las constelaciones,

Y vosotros mismos, esqueletos de las primeras horas del mundo,

Os maravillaréis de encontraros de nuevo

Con esta carne que hizo vuestra dulzura en la vida,

Un corazón renacerá en vuestras costillas tenaces

Que esperaban pacientemente el remoto milagro subterráneo,

Y vuestras manos ondularán como las margaritas al viento.

 

(Traducción de Antonio Vallejo)

 

Estos poemas fueron tomados del libro Antología de la Moderna Poesía Uruguaya (1900-1927), publicado por El Ateneo, Buenos Aires, 1927.

 

Jules Supervielle. (Montevideo, 1884 - París, 1960) Poeta, novelista, escritor de relatos cortos y comediógrafo uruguayo en lengua francesa. De familia de origen vasco afincada en Uruguay, quedó huérfano de padre y se vio favorecido por una doble nacionalidad. El hecho de contar con una fortuna en Uruguay le permitió no escribir jamás para el público ni por dinero.

 

Pasó su vida entre Europa, París, donde cursó sus estudios, y América del Sur, donde permaneció durante la Segunda Guerra Mundial. Escribió en francés, aunque estuvo más influido por la poesía sudamericana que por la francesa. Hay cuatro temas fundamentales que tocó en todos sus trabajos: el estado anímico del poeta frente a la presencia continua de la muerte, las reflexiones cósmicas en busca de los vínculos con el Universo para escapar del absurdo, un doble anhelo por lo criollo y lo francés y la evocación de los espacios abiertos y salvajes de la pampa.

 

Entre sus obras líricas destacan Poèmes (1919), Gravitations (1925), El forzado inocente (1930), Les amis inconnus (1934), La fábula del mundo (1938), Poèmes de la France malheurese (1941), 1939-1945 (1945), Oublieuse mémorie (1949), Nacimientos (1951) y El cuerpo trágico (1959). Sus relatos están escritos en un tono humorístico y suelen ser míticos, bíblicos o fantásticos, como L´Arche de Noé (1938) o Premiers pas de l´univers (1950).

 

 También escribió novelas como El hombre de la Pampa (1923) o El ladrón de niños (1926), que también adaptó al teatro y fue un gran éxito. Como dramaturgo destaca la obra Bolivar (1950), libreto para una ópera que escribió con M. Milhaud con música de D. Milhaud, La bella del bosque (1932) y Robinson (1949), estas dos últimas, piezas que constituyen un escape al mundo de la fantasía.

 

 

 

Fuente biográfica: Biografías y Vidas. La Enciclopedia en Línea

 

Fuente fotográfica: Bloodaxe Books

 

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