Poema de Jaroslav Seifert

Canción de las Niñas

 

¿Qué hay más hermoso en el mundo

que las niñas?

Ya cuando nacen huelen a manzana

bañada en miel y leche.

 

Y son pequeñitas, hasta los tres años,

después su piel se dora

y una sombra inadvertida

comienza a dibujar su inocencia.

 

Sonríen, aún cándidamente;

y la ola que recorre sus cuerpos

se detiene en sus crestas

y ya no se mueve.

 

Desde ese momento pueden ya enrojecer

pero en sus juegos infantiles

las muñecas siguen jugando con ellas

obligándolas a cerrar os ojos.

 

Ya entonces, sin embargo, “su piel,

huele a hoja remolida

de arce dulce. Y cuando lanzan una mirada

su corazón se enciende.

 

***

Los amantes, peregrinos de la noche,

van de sombra en sombra

                                hacia el banco vacío

despertando a los pájaros.

 

Sólo las ratas, que hacen nido como los cisnes

a la orilla de los lagos, bajo las ramas de los sauces,

les asustan a veces.

 

Ojos de cerradura brillan en el cielo

y cuando los oculta una nube

es que alguien puso la mano en el picaporte

y el ojo que buscaba el secreto

mira en vano.

 

—Yo quisiera abrir las puertas,

                               pero no sé cuáles

y además tengo miedo de lo que hay tras ellas.

 

Pero ya los dos caían juntos,

 y fuertemente abrazados

                           en ese estado de ingravidez

rodaban en convulsiones maravillosas.

 

Y las manchas bailan. Tienen coronas

de estiércol de pájaro, moho y margaritas

                                                              y sus abrigos

son de crepúsculo apagado al anochecer.

 

Pero esos dos, una boca en la otra

están: todavía fuera del mundo

                                 tras las puertas del cielo.

 

—Cuando caigas, agárrate de mi

y no pierdas la pañoleta.

 

***

 

La jovencita Jana Rybárová murió de penas de amor.

Pero hubo algo grande en esa muerte

Fue más poderoso que esa fuerza

que alza las costillas

dejando a los pulmones aspirar la amargura de la vida.

 

Cuando empezaba a silbar nefasta

                                    la llave del gas

agarró con su mano el cabo de lo que ya se iba perdiendo.

 

Y yo busco una palabra menos echada a perder

ara que me exprese

o que ya sólo impregna e] aire,

como aroma disuelto en ese fino aceite

con que las muchachas untaban las cerraduras

cuando se acercaba el novio.

 

Así selló, con el aliento de sus labios,

el recado enviado ya sólo con el llanto

—ese triste mensajero de las amantes fieles-

                                    al presente insensible

 

Hubo algo grandioso en esa muerte

y los aromas del viento,

                       viejos ya de tantos milenios,

no han desaparecido hasta ahora.

 

Suele llamársele amor. Tal vez.

Pero es algo más liviano

y más transparente

que las alas de mosca,

que no pesan nada.

 

 

De la colección: Concierto en la Isla: Alas de Mosca

 

Traducción de Félix Cortez

 

 

Jaroslav Seifert  (Praga, 1901-1986) Poeta checo considerado uno de los más grandes poetas checos contemporáneos; obtuvo el premio Nobel en 1984. Fue activo inspirador de los principales movimientos vanguardistas checos, entre ellos el llamado "poetista". Miembro fundador, en 1921, del Partido Comunista checoslovaco, rompió con él después de viajar a la Unión Soviética en 1929, y fue fervoroso luchador contra la ocupación nazi. Seifert participó en 1920 en la constitución del grupo Deveetsil, de fuerte influjo en la literatura checa posterior, que combinaba la adscripción a los principios de la revolución rusa y a los movimientos futurista y dadá. Con este aliento publicó su primer libro de poemas, Ciudad en lágrimas (1921), para derivar hacia una actitud estéticamente más radical y adversaria de las doctrinas soviéticas en El amor mismo (1923), obra que materializa los principios del "poetismo". En los años siguientes, sin abandonar la colaboración con los movimientos y publicaciones socialistas, profundizó el vanguardismo de su creación poética en títulos como En las ondas (1926), El ruiseñor canta mal (1926), donde ya se percibe una visión del mundo acusadamente pesimista, y Paloma mensajera (1929). En la década de 1930, a medida que la situación política y social se degradaba, derivó hacia el clasicismo y su voz se tornó más clara y contundente. El título que señala dicho giro es Manzana de regazo (1933), con el que el poeta dio por terminada su fase juvenil para convertirse en el gran maestro del verso musical y expresivo, que le granjearía una gran popularidad. Las manos de Venus (1936) y Primavera adiós (1937) son libros que responden a esa tendencia. Bajo ocupación alemana y con el inicio de las confrontaciones militares en Europa escribió versos patrióticos y antifascistas como en Ocho días (1937), Apagad las luces (1938) o El abanico de Bozena Nemcová (1940). La Praga ocupada es la ciudad a la que canta en títulos como Vestida de luz (1940) y Puente de piedra (1945). Continuó escribiendo y publicando después de la guerra, pero, tras pronunciar un discurso crítico contra la política cultural impuesta por el régimen estalinista, fue condenado al ostracismo durante años. Reapareció en 1965 con Concierto en la isla, libro al que siguieron otros como El cometa Halley (1967) y La fundición de las campanas (1967). Poco después se hizo cargo de la dirección de la Unión de Escritores, tribuna desde la que condenó la invasión soviética de su país, en 1968, tras lo cual volvió a encontrarse en dificultades, por lo que hubo de publicar algunos libros en Alemania. Fue firmante de la Carta 77 en favor de los derechos humanos en Checoslovaquia. Sus memorias aparecieron en 1983 con el título Toda la belleza del mundo, y ese mismo año, uno antes de recibir el Nobel, apareció su último poemario, Ser poeta.

 

 

 

Fuente Biográfica: El Barco en llamas, Muestrario de poesía 33.

 

 

 

 

Fuente fotográfica: Deník.cz.

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