Relato de Samuel Beckett

 

UNO   Sentado una noche a su mesa con la cabeza en las manos se vio levantarse y partir. Una noche o un día. Pues aunque apagada la luz no se quedaba a oscuras. Le venía entonces de la única alta ventana una apariencia de luz. Debajo de ella todavía el banco en el cual se subía a ver el cielo hasta ya no poder desearlo. Si no se asomaba para ver cómo era abajo era quizá porque la ventana no estaba hecha para abrirse o porque no podía o no quería abrirla. Quizá sabía perfectamente cómo era abajo y ya no deseaba verlo. Tan bien que permanecía simple y llanamente allí encima de la lejana tierra viendo a través del vidrio nublado el cielo sin nubes. Tenue luz invariable sin par en su memoria de días y noches de antaño en los que la noche venía puntualmente a relevar al día y el día a la noche. Única luz pues apagada la suya de ahora en adelante aquélla le llegaría del exterior hasta que a su vez se apagara dejándolo en la oscuridad. Hasta que él a su vez se apague.

 

     Una noche pues o un día sentado en su mesa con la cabeza en las manos se vio levantarse y partir. Primero levantarse sin más pegado a la mesa. Luego volver a sentarse. Luego levantarse nuevamente pegado a la mesa nuevamente. Comenzar invisibles comenzar a partir. A pasos tan lentos que sólo el cambio de sitio lo probaba. Como cuando desaparecía mientras aparecía nuevamente en un nuevo sitio. Luego desaparecía nuevamente mientras aparecía más tarde en un nuevo sitio nuevamente. Así iba desapareciendo cada vez mientras aparecía luego nuevamente en un nuevo sitio nuevamente. Nuevo sitio en el lugar en el que sentado a su mesa con la cabeza en las manos. Mismo sitio y misma mesa que cuando Darly murió y lo abandonó. Que cuando otros a su vez antes y después. Hasta que él por fin a su vez. Con la cabeza en las manos semi-deseando semi-temiendo que volviera a desaparecer que ya no reapareciera. O simplemente pidiéndoselo. O simplemente esperando. Esperando ver si sí o no. Si sí o no nuevamente solo sin esperar nada nuevamente.

 

     Visto siempre por la espalda donde quiera que fuera. Mismo sombrero y mismo abrigo que en la época de la errancia. Tierra adentro. Ahora como alguien en su sitio desconocido en busca de la salida. En las tinieblas. A ciegas en las tinieblas del día o de la noche de un sitio desconocido en busca de la salida. De una salida. Hacia la errancia de antaño. Tierra adentro.

 

     Un reloj lejano tocaba la hora y la media. El mismo que en la época en la que Darly entre otros murió y lo abandonó. Toquidos ya claros como llevados por el viento y apenas en tiempo sereno. También gritos ya claros ya apenas. Con la cabeza en las manos semi-deseando semi-temiendo cuando tocaba la hora que ya nunca la medía. Igual cuando tocaba la media. Igual cuando los gritos cejaban un momento. O simplemente pidiéndoselo. O simplemente esperando. Esperando escuchar.

 

     Hubo un tiempo en el que de tiempo en tiempo levantada la cabeza suficientemente para ver las manos. Lo que de ellas había que ver. Una extendida y sobre ella extendida la otra. En reposo después de todo lo que hicieron. Levantaba su finada cabeza para ver finadas manos. Luego la reposaba en ellas en reposo también ella. Después de todo lo que ella hizo.

 

     Mismo sitio que aquél desde el cual cada día se iba a errar. Tierra adentro. Al que cada noche regresaba a dar vueltas en la sombra aunque pasajera de la noche. Ahora como desconocido al que vio levantarse y partir. Desaparecer y reaparecer de nuevo en un nuevo sitio. Desaparecer otra vez y aparecer otra vez en otro nuevo sitio. O en el mismo sitio. Ningún índice de que n el mismo. Ninguna pared señal. Ninguna mesa señal. En el mismo sitio que en el que daba vueltas todo sitio como uno mismo. O en otro. Ningún índice de que no otro. Donde nunca. Levantarse y partir en el mismo sitio de siempre. Desaparecer y reaparecer en otro donde nunca. Ningún índice de que no otro donde jamás. Los gritos. Los mismos de siempre.

 

     Luego tantos toquidos y gritos sin que hubiera reaparecido que quizá ya no reaparecía. Luego tantos gritos desde los últimos toquidos que quizá ya no habría. Luego tal silencio desde los últimos gritos que quizá ya no habrá más. Como quizá el final. O quizá solamente un remanso. Luego todo como antes. Los toquidos y los gritos como antes y él como antes ya allí ya ausente ya allí nuevamente ya nuevamente ausente. Luego el remanso nuevamente. Luego nuevamente como antes.

 

     Así antes y otra vez. Y paciencia esperando el único verdadero fin de las horas y de la pena tanto de sí como del otro es decir suya.

 

 

 

DOS   Como alguien que posee toda su cabeza nuevamente fuera en fin sin saber cómo se habría encontrado tan poco tiempo antes de preguntarse si poseía toda su cabeza. Pues de alguien que no posee toda su cabeza ¿se puede razonablemente afirmar que se lo pregunta y que además se encuentra bajo pena de incoherencia se obstina en este rompecabezas con todo lo que le queda de razón? Por lo tanto fue bajo la especie de un ser mas o menos razonable cómo emergió por fin sin saber cómo en el mundo exterior y no habría vivido más de seis o siete horas del reloj antes de comenzar a preguntarse si poseía toda su cabeza. Mismo reloj cuyos toquidos daban la hora y la media cuando en su reclusión y por lo tanto primero naturalmente para tranquilizarlo antes de ser finalmente una fuente de preocupación ya que no más claros ahora que cuando acallados en principio por sus cuatro paredes. Luego buscó consuelo pensando quien al caer la noche se apresurara hacia el ocaso para ver mejor a Venus y no encontró ninguno. Sucedía lo mismo con el único sonido diferente que anima su soledad el de los gritos mientras subsistía perdiendo sufrimiento a su mesa con la cabeza en sus manos. Sucedía lo mismo con la procedencia de los toquidos y los gritos en tanto que tan ilocalizable al aire libre como normalmente desde el interior. Obstinándose en todo eso con todo lo que le quedaba de razón buscó consolación pensando que su recuerdo del interior dejaba qué desear y no encontró ninguna. A su pena se agregaba su caminar silencioso como cuando descalzo recorría su suelo. Así todo oído de peor en peor hasta cejar hasta escuchar de oír y ponerse a mirar a su alrededor. Resultado finamente estaba en un prado lo cual por lo menos tenía la ventaja de explicar su caminar silencioso antes un poco más tarde como para excusarse de incrementar su turbación. Pues no tenía recuerdo de ningún prado desde cuyo corazón mismo no fuera visible algún límite desde el cual siempre a la vista algún lado un confín cualquiera como una cerca u otra forma de frontera que no debía franquearse. Circunstancia agravante al mirar de más cerca la hierba ésta no era de la que creía acordarse es decir verde y en la que pacían los diferentes herbívoros sino larga y de color grisáceo incluso blanca en partes. Luego buscó consolación pensando que su recuerdo del exterior dejaba quizá qué desear y no encontró ninguna. Así todo ojos de peor en peor hasta cejar de ver de mirar alrededor de él o con atención y ponerse a pensar. Con ese fin a falta de una piedra sobre la cual sentarse como Walther y cruzar la pierna no encontró algo mejor que quedarse allí de pie inmóvil lo cual hizo después de dudarlo brevemente y por supuesto que inclinar la cabeza como alguien abismado en sus pensamientos lo cual hizo también después de dudarlo otra vez brevemente.

 

   Pero pronto cansado de hurgar en esas ruinas retomó su paso a través de largas pálidas hierbas resignado a ignorar dónde estaba y cómo llegó o a dónde iba y cómo regresar el sitio del cual ignoraba como había partido.

 

   Así iba ignorando todo y con ningún fin a la vista. Ignorando todo y además sin deseo alguno de saber ni a decir verdad sin ninguno de ninguna clase y por consiguiente sin remordimientos tan sólo hubiera deseado que cesaran de una buena vez los toquidos y los gritos y lamentaba que no. Toquidos ya apenas ya claros como traídos por el viento pero no sopla nada y gritos ya claros ya apenas

 

 

 

TRES     Así estaba antes de quedar inmóvil nuevamente cuando en sus oídos desde lo más profundo de sí oh cómo sería y aquí una palabra perdida terminar allí en donde nunca jamás. Lego largo silencio largo simplemente o tan largo que quizá ya nada y luego nuevamente desde lo más profundo de sí apenas un murmullo oh sería y aquí la palabra perdida allí donde nunca antes. En todo caso sea lo que sea que haya podido ser terminar y así una y otra vez acaso no estaba ya allí mismo en donde se encontraba inmóvil en el mismo sitio y doblado en dos y sin cesar en sus oídos desde lo más profundo de sí apenas un murmullo oh sería tal y así una y otra vez ¿no se encontraba ya si se da crédito a sus ojos allí donde nunca? Pues incluso alguien como él al encontrarse una vez en un sitio semejante ¿cómo no se hubiera estremecido al volverse a encontrar lo cual él no había hecho y habiéndose estremecido buscando consolación pensando diciéndose que habiendo encontrado el medio de salir de ello entonces podía volverlo a encontrar para volver a salir una vez más lo cual tampoco había hecho? Allí entonces todo este tiempo en donde nunca antes y a dónde quisiera que buscara con los ojos ningún peligro o esperanza según el caso de salir alguna vez de allí. Era necesario pues como si persistiera ya en una dirección ya en otra o por el contrario ya no moverse según el caso es decir según esa palabra perdida que si resultaba negativa como desgraciado o malvenido por ejemplo entonces evidentemente a pesar de todo lo primero y en caso contrario evidentemente lo otro es decir ya no moverse. Como a título de ejemplo el lío en su mente supuestamente hasta ya nada desde lo más profundo que apenas de vez en vez oh terminar. Sin importar cómo sin importar dónde. Tiempo y pena y sí mismo por decir algo. Oh terminar todo.

 

 

 

Traducción de Antonio Marquet

 

 

 

 

 

Sobresaltos fue tomado de la publicación realizada por la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco en 1990.

 

 

 Samuel Beckett (13 de abril de 1906 – 22 de diciembre de 1989) novelista, guionista, traductor y dramaturgo. Oriundo de Dublín, Irlanda. Su formación en el hogar y en la escuela se rigió por la religión protestante, su familia perteneció a la clase media de Dublín: su padre William Beckett, era aparejador, y su madre, May Roe, enfermera, ambos profesaban la religión protestante. Su madre siempre estuvo muy al pendiente de Samuel por su inestable salud.

 

Samuel acudió a la Earlsford House School, en el centro de la ciudad. Simultáneamente adelantó clases de música y luego ingresó a la Portora Royal School, donde permaneció hasta graduarse. Samuel ingresó al Trinity College de Dublín, donde obtuvo la licenciatura en lenguas románicas. Durante esta etapa Samuel se desempeñó con excelencia en el deporte: rugby, tenis y cricket, fue considerado la “biblia del cricket”. También fue muy bueno en el ajedrez, situación que recreó a menudo en sus obras futuras.

 

Luego de obtener el título fue  profesor en París, y autor del ensayo crítico sobre Marcel Proust. En este lugar conoció a James Joyce, del cual fue traductor y construyeron una fuerte amistad. Volvió a su antigua alma mater para doctorarse. Luego de un tiempo se desempeñó como traductor de francés, pero abandonó el trabajo para iniciar un viaje por Francia, Alemania e Italia, en estos lugares tuvo que desempeñar diversos oficios para completar el poco dinero enviado por  su padre.

 

La situación fue aún más crítica cuando su padre murió en 1933, supuso un golpe emocional y económico para el escritor, en 1937 se estableció definitivamente en París. En este lugar, logró obtener un puesto como colaborador en la École Normale Superieur, y también pudo conocer al escritor James Joyce, para quien trabajaría como asistente. Joyce leyó su primer cuento, Conjetura, escrito en 1929, Joyce le dio importantes halagos sobre este. A partir de ahí Beckett publicó más relatos, poemas y ensayos.

 

Beckett tuvo que experimentar la ocupación alemana, en ese momento decidió en 1942, unirse a la Resistencia, pero tuvo que huir de la Gestapo gravemente herido para refugiarse en el sur de Francia, en este lugar tuvo todo el tiempo necesario para escribir su novela Watt. Ahora bien, al culminarse la Segunda Guerra Mundial, se entregó de lleno a la escritura: realizó la trilogía novelística Molloy, Malone muere y El innombrable, y en suma fue el responsable de la creación de dos piezas de teatro. Aunque utilizaba el inglés como lengua literaria, a partir de 1945 la mayor parte de su producción se escribió en francés, y él mismo las tradujo al inglés.

 

Luego del tiempo Beckett no pudo asumir esta responsabilidad, así que surgió una dificultad para encontrar traductor y en buena medida editor, esto no se resolvió hasta 1951, cuando su compañera, Suzanne Deschevaux-Dumesnil, que luego fue su esposa, encontró uno para Molloy. Esta novela fue realmente un éxito, y en especial dio pie a la representación de Esperando a Godot en el teatro Babylone de París. Su obra estuvo muy influencia por la nueva estética de Eugène Ionesco, en ese sentido, mostró una ruptura con las técnicas tradicionales dramáticas.

 

La obra más significativa y exitosa del novelista irlandés fue Esperando a Godot (1953). Una tragicomedia dividida en dos actos, y pertenece al teatro de lo absurdo. La pieza trascurre en una carretera rural, en donde Vladimir y Estragón, esperan a un tal Godot, con quien al parecer han concertado una cita, sin que se sepa el motivo, pero pasan los días y Godot no llega. Mientras esperan nacen diálogos de todo tipo, aunque con pobres niveles de comunicación. Luego de este gran momento en su carrera como dramaturgo, Beckett fue contratado por la BBC, en donde dirigió su obra radiofónica All That Fall  y también realizó guiones para cine y televisión, incluso estuvo en varios programas de radio.

 

Otra de las piezas importantes de Beckett es, Días felices (1963), esta contiene una  original puesta en escena. La crítica caracterizó el teatro de Beckett como un teatro de tonos existencialistas, preocupado por la exploración de la radical soledad y el desamparo de la existencia humana, esto también se encuentra presente en su prosa, austera y disciplinada, aunque llena de un humor satírico. Gracias a su excelente trabajo fue premiado en el año 1969 con el Premio Nobel de Literatura. En este se mencionó la importancia para el nacimiento de la experimentación literaria y el teatro del absurdo.

 

Luego de recibir el Premio Nobel continúo con su trabajo incesante. Sobre todo en el campo del teatro, publicó sus últimas obras y antologías de escritos o poemas hasta bien entrados la década de los 80. Pero su trabajo se vio interrumpido el 22 de diciembre de 1989 cuando el escritor irlandés Samuel Beckett murió en un sanatorio de París, a causa de enfisema, fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse.

 

 

 

Semblanza tomada de la página historia-biografía.com

 

Antonio Marquet. Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en Teoría Psicoanalítica por el Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis (CIEP). Realizó estudios de especialización en las Universidades de París, Washington y Colombia; en la Asociación de Lenguas Extranjeras, de Texas; en el Instituto Francés para América Latina, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y en el Colegio de Bachilleres, de la Ciudad de México. Fue investigador en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM (1976-1980) y profesor en la UAM, donde tiene a su cargo el área de Literatura. Ha colaborado en los periódicos Excelsior y El Día, en los suplementos "El Gallo Ilustrado" y "La Cultura en México", y en las revistas PluralNexosUniversidad de MéxicoFuentesTerritorios y Topodrilo.

 

Antonio Marquet Montiel es crítico literario y traductor, utiliza el método psicoanalítico para analizar textos de escritores mexicanos y extranjeros como Agustín Yáñez, Jorge Esquinca, Elías Nandino, Juan Rulfo, Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Hugo Argüelles, Luis Zapata, Severino Salazar, Vargas Llosa, Lezama Lima, Beckett, Wilde, Emile Jacobs, Jean Genet, Styron y otros.

 

 

 

Fuente bibliográfica: Enciclopedia de la Literatura en México.

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