Fortuna
Por el momento, aparte de esta luz
que te viene desde la mañana a la palma,
a la tornasolada mano,
además del metal que pides sin insistencia,
aparte de esta luz, todo lo demás también de antiguo,
acude ni luminoso ni cálido a tus manos.
Frío y remoto como el sol en la noche joven,
lejano como la voz que llegará un día
y empezará por negarte tan sólo una palabra
un verso.
Y acabará sellándote la boca.
Se cruzará de brazos austera,
la que comió de tu salvaje risa, simplemente,
susurrando a las diseminadas prendas de tu amante,
un cambio de estación.
Lejos, de un lejano lugar adentrado, vendrá
improcedente.
Intraducible.
Poema primordial
En toda costa adolescente pongo un náufrago.
Que hay en la primera luz un argumento,
propósito en los besos, de un océano virgen.
Voraces de toda forma y sentido,
digo escualos de la primera sangre.
El extranjero
Estoy mirando las hojas flotar en la corriente,
las cartas barajadas al azar del viaje,
las bocas abiertas los rostros sorprendidos
y alguno como yo extranjero,
que venía a ver como hervía por fin
el icor en las fuentes, en los ojos,
para comunicarlo al caos.
Una voz en la multitud dijo que merecía lo que viniera,
por estar viendo y contando el vendaval,
por ocultarme y elegir un color más oscuro,
negro al medio, gris en el pináculo y la base,
y evitar que me noten, que me maten los lobos machos.
Y por la ira en sus rostros, inclinada hacia abajo siempre,
hacia abajo, sé que estoy solo, mirando las cosas
pasar en la corriente, vertiendo el meteoro y la yesca.
Horizonte
Con los ojos junto al hierro del jamás secreto,
semejante a una hoz y apegada a la piel
la estrofa gris incompleta y el dorado aro,
por equivocación del color, inaccesibles donde nada
nos atañe.
El día en oleadas se estrella hecho de miradas,
momentos de un mundo que he notado en mi dormitorio
arrancado.
No sé quién añorará el opresor sermón de la memoria
negra que nos alcanza.
El malicioso ayer susurra que te devuelve lo que extraviaste
de algún modo y una infancia acrecentada.
Llegará la ocasión en que ninguna luz atine a despertarte.
Y tu signo, que viniendo fuera vereda, crezca abandonado.
Plenitud
Tengo que juntarlo todo e incendiarlo.
Tengo que juntar un esfuerzo largo y
un latido que se ensancha.
La cólera que guardo confinada, que recela de su suerte,
y mis maneras de amante, desgarbadas, rápidas y atentas.
Tengo que juntar la broma de la noche entre estos párrafos
de sol, con la sombra de un suicida acunado en el turbio firmamento.
Tengo que reunir la mañana y dilatar el amplio corzo,
su sangre apaleada y limpia que, al final, al desbordar se junta.
Pedro Alcarria Viera, nacido en Barcelona -ciudad en la que reside- en el año 1975. Escritor, traductor y guionista radiofónico, fotógrafo para publicaciones científicas en el campo de la historia del arte, colaborador en la radio municipal de la ciudad de Castelldefels y poeta con los siguientes títulos publicados: El dios de las cosas tal y como deberían ser (ArtGerust 2015) y Camada (Ediciones Vitruvio 2021) además de coautor de la plaquette Damnatio Memoriae. También ha publicado sus poemas en revistas como tActe Barcelona, Almiar o Casapaís. Es creador del blog Cocinando chacales.
Semblanza y fotografía proporcionados por Pedro Alcarria Viera.
Escribir comentario