Poemas, poesía de Severo Sarduy

Islas

 

Estos son los paisajes que nos han vigilado: una ciudad y el ruido del alto aire conta ella, unos pequeños dioses dibujando distintos universos en torno al centro de la nada, otros planeando las palabras.

 

I

 

Como la vida su magia va mostrando y lo desconocido nos ataca.

La luz en varias redes descompuesta: las islas invisibles de la luz.

Los demonios del agua acometiendo contra sí mismos han crecido en el aire implacable rumor. Ganados por la muerte pasan y nos miran. La amplitud y la angustia de su vuelo, su alboroto no os descubre la cifra.

 

II

 

El breve mar con destructora música invocando la helada quietud.

La ciudad de que la luz redescubre sigilosa.

El ave gritando toscamente hacia un círculo que el agua se desdibuja

Todo su amplia vigilia lo gobierna, (a tientas sus secretas señales conjuro, sus palabras invoco) menos el agua amenazando desde un duro jardín, menos el agua.

 

III

 

El hombre está solo frente a la luz soñada por Dios.

Los gritos de las bestias del cielo, las extrañas voces de los ángeles, las aguas de la tierra por él han sido nombradas.

He aquí que él descubre soñado y acepta su señal: la furia de los ángeles, la nada, el olvido de Dios.

 

La ventana

 

Se ofrece como un pozo

de insondable rumor. Ascendiendo

fresquísima su turbia, impalpable amplitud.

Invitador, perene

su vacío devora.

-Tras su alta pupila, Él,

vigilante y preciso; ajeno como siempre,

escrutador de júbilo, preparando

mi estancia para todos los círculos-.

Escuchad tras su centro abierto paladeo.

Su tremante oquedad, su caos,

no os conturba? No os consume

la ausencia de honda lucha celeste?

 

Estos poemas fueron tomados de la revista Ciclón, volumen 2, número 3. La Habana, mayo de 1956.

 

 

Poema

El Amor es impar. La sangre afuera

sube hasta el arquitecto sitio y clama

martiriza el lenguaje de los días y los

otoños blancos que suelen amanecer.

 

Una rosada caracola inhibe para más tarde y

nunca despertar, una rosada

viva y ancestral caracola apenas húmeda que

proclama el silencio que no muere.

 

Eso es el Amor en su sitio. Iridiscentemente

allí se ven tejidos de crisálidas, fugas

de arúspices, alas y tráqueas de cristal y nombres.

Se va ha despertar hoy los cerrados y lácteos jardines,

las poliédricas palomas que blancamente se inquietan

de sustos ignotos, vagos, huecos, limpios sustos que el

Amor prorrumpe. Era necesario amarte Amor para que amaras

entre cerradas geometrías, sangre de árboles y carrozas

fosforescentes de aguas.

Una rosada caracola inhibe y azuleada sorprendes bajo el

agua redonda, el vuelo rosado, la actitud adultamente negra.

Oh Amor apenas mío!    

 

Estos poemas fueron tomados de la revista Ciclón, volumen 1, número 4. La Habana, julio de 1955

 

 

Fabulas

 

Liviana, por un oscuro vuelo asciendes. No te detiene

el vendaval, la espesa luz del cielo te sustenta.

 

Vibra en sus paraísos tu cuerpo. Las sombras del Edén,

las claridades tu quebrantado corazón invocan.

 

Se empadronan los valles rumorosos, los reinos que te

alejan de la ciudad cuando tu breve cuerpo quiebro. Le-

ve resalte de la luz propicia tu quejumbroso vuelo.

 

Ni el aire que iluminas, ni tu rumor, sino tu canto es

lo que amo cuando las Puertas se abren gravemente y en-

tras a la ciudad. Un silencio increado te precede.

   

Poema

 

Un pájaro de sueño nos circunda

desde la gris comarca donde el miedo

tiene su centro sonriente y húmedo.

 

Un pájaro de nada que parece

una baraja de mágica diciendo

la verde astrología de los niños.

 

Desde su infancia hueca nos persigue

y su ecuación de olvido y de cordaje

nuestra memoria para siempre amarra.

 

Girasol

 

La textura provoca el tacto.

Tu luz en el aire su onda quiebra

y la onda

regresa hacia otra luz.

 

Solo en su helado tránsito

de imprevisto temblor

rectifica tu muerte

un frecuente crujir de duro vuelo.

 

Iridiscente, franca, sugiérese tu flecha.

 

Ah, tu desorden.

Tu respaldo ancestral, tu sangre se repiten.

 

Historia

 

Por el rumor del agua convidado

un ángel en su cielo se aventura

 

Buscando el río. Breve luz lo hechiza.

Asciende lentamente. Los dorados

 

cabellos caen sobre espesas alas

de hierro. Y desanda paso a paso

 

el reino conquistado. A sus espaldas

la claridad soñada se descubre.

 

   Estos poemas fueron tomados de la revista Ciclón, volumen 2, número 6. La Habana, noviembre de 1956

 

Sonetos

 

   Glacial, glacial. Con puertas congeladas.

Círculos fríos se arman y rehacen.

Farallones de hielo. Las heladas

cúpulas de los mares se deshacen.

   El silencio. Lo gélido. La nada.

El agua en nieve. Nieve en los cristales.

El agua en dureza. En los metales

por la nieve, la nieve abroquelada.

 

   Todo lo blanco rompe su belleza.

En el aire los hielos detenidos.

Los tendones crispados. Los sentidos

 

   cerrados en la muerte y su dureza.

Cruje el diente. Los ojos se han hundido

hasta el eje central de la cabeza.

 

       +

 

   Caiga tu reino. Cubra su deshielo

el muro de ángeles que sitúa el sueño.

Sea el crujir de su ruina único dueño

de mi extraño dominio por el cielo.

 

   Tu ardiente costa se desplome al suelo.

Arme el olvido su sepulcro oscuro,

su espesa loza mueva. Su conjuro

cierna desolador sobre ti el duelo.

 

   ¡Cuánto gemir en tu ciudad! Descienden

los muros vegetales-sepultado

jardín de cal-flores de piedra ascienden.

   Tus implacables golpes de conciencia

bajo los nervios me han abandonado

en la zona glacial de la demencia.

 

 

Esos poemas fueron tomados de la revista Ciclón, volumen 4, número 1. La Habana, enero-marzo de 1959

 

Severo Sarduy nació en Camagüey, Cuba, el 25 de febrero de 1937. Su padre era ferroviario, cuando Severo tenía cuatro meses la familia se mudó a Colonia María, en la parte central de la isla. Allí vivió hasta que en 1941 en que la familia regresó a Camagüey. Estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey y Medicina en La Habana pero eran los últimos años del de Batista y los estudiantes universitarios estaban continuamente en huelga contra el régimen hasta que cerraron la Universidad de La Habana.

Cuando triunfó la revolución Sarduy empezó a colaborar con el periódico Revolución, y en la parte de Arte y Literatura del Diario Libre.

En 1959 se le concedió una beca para especializarse como crítico de arte en Madrid. Todavía no había pasado un mes cuando un incidente político entre Cuba y España le impidió seguir su curso y decidió viajar a París, y después Ámsterdam, Italia, donde conoció a François Wahl, el que fue su compañero para siempre. En septiembre el gobierno pidió a los estudiantes que regresaran y Severo Sarduy, al decidir quedarse en París fue declarado contrarrevolucionario.  Comenzó a estudiar Artes en la Escuela del Louvre y en Alianza Francesa. En 1961 comenzó a trabajar en Radio Francia Internacional, colaboración que mantuvo durante treinta años. Estuvo vinculado al círculo de pensadores y escritores que hicieron la revista Tel Quel y trabajó como lector en Editions du Seuil.

En 1963 se publicó su primera novela, Gestos y en 1967 su segunda novela De donde son los cantantes. Paralelamente publicó un libro de ensayo: Escrito sobre un cuerpo.

En 1971 viajó a la India, que dio lugar a su novela Cobra y ganó en 1972 el Premio Médicis. Su pasión por los viajes lo llevó a residir en múltiples lugares: Indonesia, Ceilán.

Sarduy se dedicó también a la pintura y realizó diversas exposiciones.

En 1990 empezó a trabajar en Gallimard y fundó la colección La Nouvelle Croix du Sud.

En 1992 publica el libro de poemas Un testigo fugaz y disfrazado y Un testigo perenne y dilatado.

Murió el 8 de junio de 1993 a causa del Sida. Está enterrado en París.

 

BIBLIOGRAFÍA

Novela:

Gestos. 1963

De donde son los cantantes. 1967

Cobra. 1972.

Maitreya. 1978.

Colibrí. 1984.

Cocuyo. 1990.

Pájaros en la playa 1993

 

Ensayo:

Escrito sobre un cuerpo. 1969.

Barroco. 1974.

La simulación. 1982

El cristo de la Rue Jacob.1987.

Nueva inestabilidad. 1987.

Ensayos generales sobre el barroco. 1987.

 

Semblanza tomada de la página escritores.org

 

   Fotografía tomada de la página Centro Virtual Cervantes. Fotografía de Antonio Gálvez en 1971  

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