Diario para mí sola

[Martes] 11 de enero de [19]55

 

 

[…]

Por fin es domingo. Charles está enojado pues lo desperté de nuevo debido a mi insomnio. Ese episodio me atonta, vuelvo a quedarme dormida y [me] despierto demasiado tarde como para vestirme convenientemente. Me siento con el cuerpo hinchado, no logro desprenderme de ese sentimiento de incomodidad de mi cuerpo, que me seguirá aun bajo la influencia de la mescalina. El sentimiento de que mi cuerpo es inadmisible, indecente, que está hinchado, que no debe mostrarse. Tuve que volver a peinarme en el baño varias veces, también mi peinado era una obsesión (desde muy joven), sueños donde me despeinaban en la calle. Tan pronto como mi estado mejora, me siento a gusto pues olvido mi apariencia o incluso la disfruto.

Bajo el efecto de la mescalina, el paso (artificial) en algunas horas del estado de gracia (todo es simple, todo comienza) al estado de preocupación, de carencia, de vergüenza, es curioso. Revela la plenitud del ser, tal vez su núcleo. Jean no siente ninguna preocupación, nada desagradable. Domingo 9 (enero de 1955), Jean y yo nos encontramos frente a la casa de M. de la calle Séguier, hacia las 10:10 horas.

Tomamos la mescalina, una ampolleta cada uno a las 11:15 h. De nuevo el efecto tarda en aparecer en mí.

Experimento mucho más aún ese sentimiento de vacío, de asco de mí misma, también de sofoco. Intenso malestar, me siento acorralada. Me gustaría salir, irme. Me levanto y voy al corredor. Entonces, al perder mi camino viví el único momento válido. Parece salir fuego de todos los puntos donde miro en la oscuridad. Pero creo que es un fuego fatuo, para engañar, dar miedo, dar la impresión del mal en el escenario, en las ferias, los clubes. Sin embargo, es impresionante, tal vez porque me perdí en el pasillo. Las imágenes así alumbradas por una luz metálica eran, no obstante, menos intensas y me abandonaban más rápido. Pronto no hubo más. El contraste es curioso (aunque no me haya dado cuenta del paso insensible, creo) entre esa especie de juego mágico (nos ponemos el pañuelo, parece) y el momento en que ya no funciona, en que el encanto ya no surte efecto, ya no vemos nada. Por primera vez, nos damos cuenta de ese vacío gris interior que es como una cámara oscura con un poco de gris por acá y por allá. Si nos fijamos bien, los grises son interesantes. Lo que no es así (acabo de constatarlo manteniendo los ojos cerrados, protegidos), (el tercer día después de la tercera dosis) de manera habitual.

Significaba que aún había en mí algo de la droga.

En suma, mi observación ha sido esporádica e irregular, entrecortada por distracciones. El impacto de la droga no ha sido muy fuerte como para intimidarme, y bajo su efecto la mente y la voluntad están un poco más dispersos (la presencia de los otros también molesta) de suerte que observaba sin tener siempre presente mi reloj. Por otra parte, el tiempo parece fundirse, una hora pasa y apenas parece un minuto.

[…]

 

[Lunes] 17 de enero de [19]55

 

Releí los Paraísos artificiales. Ayer y antier, las Confesiones de De Quincey. Esos textos habían permanecido impenetrables para mí. Mi breve e imperfecta (por el disgusto) experiencia de la mescalina (2 y 3 de enero y el domingo 9) hace que cada matiz de los Paraísos me afine los sentidos. Baudelaire lo dijo todo, lo vivió todo. Comprendió lo esencial, extrajo resonancias raras (“Correspondencias”). Lo que no escribió (que yo sepa) es cómo se situó su experiencia de la droga. Lo hace notablemente sobre De Quincey, incluso sobre Poe. Nadie lo pensó acerca de Coleridge. Sería en vano. Aparte de las “Correspondencias” sus poemas no le deben nada a la droga. Dice muy bien que el hachís quita por un lado (voluntad) lo que da por el otro (imaginación).

          [Ocho] días después de la experiencia aún no he encontrado mi equilibrio.

 

Mescalina 55 [Fragmento]

Henri Michaux, Jean Paulhan y Edith Boissonnas

Prefacio y edición de Muriel Pic (con la colaboración de Simon Miaz)

Traducción de Hugo Alejandrez

 

Canta Mares, 2020

Edith Boissonnas (1904-1989) nace en Baden, Suiza. Poeta, traductora y crítica de arte. Frecuenta los medios literarios de la posguerra en París y colabora con frecuencia en La Nouvelle Revwe francaise. Gallimard ha publicado su obra poética, aún inédita en español.

 

 

Semblanza tomada del libro Mescalina 55, publicado por la editorial Canta Mares en el mes de agosto del año 2020.

Hugo Alejandrez, profesor de francés desde 2000, hizo el Doctorado en Letras en la UNAM sobre la influencia libertina en cierta poesía francesa a lo largo de tres siglos. Ha publicado algunos artículos sobre poetas franceses como Théophile de Viau y Arthur Rimbaud. Asimismo, es editor y traductor en la joven editorial mexicana Canta Mares. Ha sido beneficiario del programa de ayuda a la traducción del Centre National du Livre de París por Bajo escucha. Estética del espionaje, de Peter Szendy, y El entretiempo. Conversaciones con la historia, de Patrick Boucheron.

 

 

Semblanza proporcionada por la Editorial Canta Mares

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