Baladas de los Mares del Norte

 

 

 

Vive más tiempo y verás

 

 

Vive más tiempo y verás,

me dijo ese hombre.

Vive más tiempo y verás

lo que significa enterrar a tus muertos.

Vive más tiempo y verás

como tu propio cuerpo se agota y decae.

Vive más tiempo y verás

como tu sonrisa ya no invita, sino esconde.

 

Ahora sos joven y es imposible de imaginar.

Ahora sos fuerte y astuto

y reís sin esfuerzo de los otros.

Pero vive más tiempo y verás.

Espera solo un poco.

Los largos días de verano

no van a ser los mismos.

Tus noches también van a cambiar.

 

Vive más tiempo y verás,

me dijo el hombre.

Verás como tus amigos

se han traicionado,

los has traicionado incluso.

Verás como no lograste cambiar nada

y el mundo es tan aborrecible

como cuando llegaste a él.

 

Vive más tiempo y verás

que las faltas se pagan con creces

y el dolor no es una hipótesis.

Verás como la voluntad desaparece.

Como las miradas te evitan.

Como a nadie le importa lo que hagas.

Solo espera y vive más tiempo.

Verás.

 

 

 

East Village

 

Los perros en la nieve,

las calles en coma,

el chofer que vacila

en el semáforo en verde

de la seis y la A.

 

La mañana rígida

por el mordisco del cielo.

Tus botas hieren

la presunta castidad

del invierno en Alphabet City.

 

Y las ventanas indiferentes,

nacidas ciegas

en rostros de ladrillos rojos.

Los árboles reclinados

que se niegan a hablarte.

 

¿Alguien ha visto a Thomas?

¿Alguien ha visitado

la tumba de Melville?

¿Y nosotros?

La ciudad, ¿nos recuerda aún?

 

 

Intuyo que fuimos

aquellos perros en la nieve,

jugando ignorantes

con el último invierno

que nos ofreció el East Village.

 

 

 

 

 

Wilcock

 

Los días son atrevidos

y quieren olvidar tu nombre,

                               Wilcock.

 

Desde las cuevas de Matera

hasta las tumbas de Roma,

 

lo elevé cien veces al verano

para traerte desde la muerte.

 

En veladas iglesias rupestres,

frente a frescos y precipicios.

 

En el polvo por el que marchaste

vestido de Caifás con Pasolini.

 

 

 

En Roma, el Young English Poet

brillaba al sol, y en las sombras,

                                       Shelley.

 

Forcé las puertas para visitarse.

Tuve que deletrear tu nombre.

 

Y volví a ver a Pier Paolo de pie

frente a la tumba de Gramsci.

 

No se detuvo ante la tuya.

Lo habían matado tres años antes.

 

Solo yo llego desde aquella tierra

que abandonaste una y otra vez.

 

 

 

Los días son atrevidos

y quieren olvidarte, Wilcock.

 

Puede que triunfen.

 

 

 

La mujer de Nolsoy

 

El agua salada salpica la cubierta

y el viento del norte te aparta el rostro

de la desolada isla de Nolsoy.

 

Es una corta cabalgata desde Torshavn

hasta el campanario y el rústico

caserío desperdigado en la ladera.

 

Cuando bajás en el muelle de concreto,

estás empapado y temblando.

Es mediodía y pocos te acompañan.

 

Nolsoy tiene doscientas almas,

acantilados de lava negra y rocas

descolgadas de su peñón sobre la hierba.

 

Tiene la tumba de Leif y Gertrud Hansen

en un camposanto junto al mar, y tristes

barracas de cemento con las persianas bajas.

 

Hay grandes cuervos, ovejas solitarias

y pantanos en los parajes que llevan

a un supuesto faro en el extremo sur.

 

No hay tiempo en Nolsoy; nunca lo hubo.

No hay árboles ni palabras resonando

en sus callejuelas cuesta arriba.

 

Algunos dicen que en sus casas se ocultan

sicos y pintores que componen

obras que no podemos comprender.

 

Otros, que en Nolsoy hay un café

cuyas ventanas miran al peñón y al muelle

y en donde espera ella, la mujer del poema.

 

 

 

 

 

Errarás

 

 

Infértil errarás

por los vertederos de la vida

y de las geografías

las comisuras resecas

maldiciendo lo que te maldijo.

 

Infértil árbol

citarás grandes nombres y otros

para pretender una estirpe

simular que es tuya

errarás y errarás en vertederos.

 

Errarás.

 

Errarás y nadie te verá

y los que sientan tus pelos

vomitarán en sus manos

felices de olvidarte

pequeña sombra apátrida.

 

 

 

Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista.

Ha publicado la novela Los viajes de Rimbaud (Editorial Vinciguerra, 1996), la antología bilingüe Poesía Beat (Buenos Aires Poetry, 2017) y el poemario Canciones de los Mares del Sur (Buenos Aires Poetry, 2018). Acaba de editar y prologar Luisa Futoransky: Los años argentinos (Editorial Leviatán, 2019).

Fue seleccionado en la antología de poesía Buenos Aires no duerme (Eudeba, 1998) y ganó el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). Curador del portal de arte y literatura Ablucionistas, colabora en varias revistas literarias de América Latina y sus poemas han sido publicados en Argentina, México, Colombia, Chile, Venezuela, España, Francia y Marruecos, y traducidos al francés, el italiano y el árabe.

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por el autor.

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