¿Por qué escribí El perro sin plumas y El río?

¿Por qué escribí El perro sin plumas y El río?

 

Estaba viviendo en Barcelona, había acabado de publicar Psicología de la composición, convencido de que no escribiría poesía nunca más. En aquella época estaba muy preocupado por el problema sociológico del arte. Soy recifense, mi familia por el lado paterno tenía plantaciones de azúcar y por el materno, intelectuales, mi padre era Carneiro Leão*. Nací en Recife y me crie en el ingenio, pero siempre tuve contacto con la capital, adonde nos mudamos definitivamente cuando cumplí diez años. Llegó la revolución del 30, mi padre, que era partidario de la situación, fue perseguido por el gobierno revolucionario que ocupó Pernambuco. Atacaron su ingenio buscando armas. Él se disgustó mucho y se deshizo de la plantación para ejercer de abogado en Recife. De modo que aquellos nombres que invadieron mi infancia, Jaqueira, Capibaribe, todo lo que allí he vivido, me marcaron, mucho. Nací en la casa de mi abuelo materno frente al río, en Jaqueira. Y todos nosotros siempre estábamos dando vueltas, jugando, por el Capibaride.

 

Estaba convencido, por aquel entonces en Barcelona, de que no iba a escribir más, había llegado a un punto tal de intelectualismo con Psicología de la composición que no tenía sentido seguir por ese camino. Al mismo tiempo, estaba muy preocupado con el aspecto de la comunicación en la obra de arte, su utilidad, su carácter sociológico. Un día estaba hojeando una revista de economía política muy prestigiosa, O Observdor económico financiero, que recibía el consulado. Había un artículo que divulgaba una estadística de que la expectativa de vida en la India era de 29 años, mientras que en Recife era de 28 años. ¡Fue una conmoción tremenda para mí! Todo el mundo acompañaba con gran susceptibilidad el problema de la India, ignorando completamente el de Recife. Entonces escribí El perro sin plumas, hablando de esa gente desnutrida de Recife, usando ese lenguaje al que estaba habituado, un lenguaje más metafórico, el mismo de Psicología de la composición y de mis libros anteriores. En El Perro sin plumas intento retratar con ese tipo de lenguaje una realidad social. Por eso en el poema existe, digamos así, esa ambigüedad, un lenguaje hermético hablando de la miseria y de los males del capitalismo. Sentí que esa no era la forma ideal para tratar este tema.

 

De Barcelona fui a Londres donde estuve más de dos años. Alrededor de 1955 volví a Brasil. Y fue ahí, con un grupo de amigos entre los que estaba Vinícius, en un almuerzo

 

en Itamaraty, que una colega nuestra, una mujer muy inteligente y sensible elogió El Perro sin plumas. Así, de repente, me surgió aquella idea: Berta, tú no viste nada, vas a ver cuando el río hable. De ese comentario nació el origen de El río, el monólogo del Capibaribe. En esa época estaba aquel concurso del centenario de São Paulo y Vinícius, que participaba con su pieza Orfeu da Conceição, me dijo: João, te vas a presentar, ¿verdad? Puedo decir que fue en ese monólogo del río donde conseguí escribir sobre la realidad social, usando un lenguaje más directo, sin aquel hermetismo de El Perro sin plumas. Y El río ganó el concurso.

 

De Poesia Sempre, 1994.

 

*Antônio Carneiro Leão (Recife, 1887-1966). Educador, profesor, editor y escritor. Promovió, como Secretario de Educación, una de las mejores reformas de la enseñanza en Pernambuco. Dirigió el Centro Brasileiro de Pesquisas Pedagógicas en la Universidad de Brasil. Fue Miembro de la Academia Brasileira de Letras.

 

 

El perro sin plumas

Paisaje del Capibaribe

 

I

 

La ciudad es atravesada por el río

como una calle

es atravesada por un perro;

una fruta

por una espada.

 

El río unas veces parecía

la lengua mansa de un perro,

otras el vientre triste de un perro,

otra el otro río

de acuoso paño sucio

de los ojos de un perro.

 

Aquel río

era como un perro sin plumas.

Nada sabía de la lluvia azul,

de la fuente color de rosa,

del agua del vaso de agua,

del agua del cántaro,

de los peces de agua,

de la brisa en el agua.

 

Sabía de los cangrejos

de lodo y herrumbre.

Sabía del fango

como de una mucosa.

Debía saber de pulpos.

Sabía seguramente

de la mujer febril que habita las ostras.

 

 

Aquel río

jamás se abre a los peces,

al brillo,

a la inquietud de la navaja

que hay en los peces.

Jamás se abre en peces.

 

Se abre en flores

pobres y negras

como negros.

Se abre en una flora

sucia y más mendiga

como los mendigos negros.

Se abre en manglares

de hojas duras y crespas

como un negro.

 

Liso como el vientre

de una cachorra grávida,

el río crece

sin estallar nunca.

Tiene, el río,

un parto fluente e invertebrado

como el de una cachorra.

 

Y jamás lo vi hervir

(como hierve

el pan que fermenta).

En silencio,

el río arrastra su fecundidad pobre,

grávido de tierra negra.

 

En silencio se da:

en capas de tierra negra.

En botas o guantes de tierra negra

para el pie o la mano

que hunde.

 

Como a veces

pasa con los perros,

parecía el río estancarse.

Sus aguas fluían entonces

más densas y lentas;

fluían como las ondas

densas y lentas

de una cobra.

 

Él tenía algo, entonces,

del estancamiento de un loco.

Algo del estancamiento

del hospital, de la cárcel, de los asilos,

de la vida sucia y pesada

(de ropa sucia y pesada)

por donde se vino arrastrando.

 

Algo del estancamiento

de los palacios corroídos

comidos

por el moho y el musgo.

Algo del estancamiento

de los árboles obesos

que chorrean los mil azúcares

de los comedores pernambucanos,

por donde se iba arrastrando.

 

(Es en ellos,

pero de espaldas al río,

que “las grandes familias espirituales” de la ciudad

empollan los huevos gordos

de su cháchara.

En la paz redonda de las cocinas,

están viciosamente revolviendo

sus calderas

de pereza viscosa.)

 

¿Sería el agua de aquel río

fruta de algún árbol?

¿Por qué parecía aquélla

un agua madura?

¿Por qué sobre ella, siempre,

iban a posarse las moscas?

 

¿Aquel río

saltó alegre en alguna parte?

¿Fue canción o fuente

en alguna parte?

¿Por qué entonces sus ojos

venían pintados de azul

en los mapas?

 

 

Traducido de la Antologia da Poesía Brasileira Contemporânea.

Selección, organização e notas de Carlos Nejar.

 

Imprensa Nacional – Casa da Moeda, 1986.

João Cabral de Melo Neto (Recife, 1920-1999). Durante su infancia vivió en el ingenio de su familia en Recife. Con diez años, su familia se mudó a esa ciudad, allí realizó sus estudios e ingresó en Abogacía. Frecuentaba el Café Lafayette, punto de encuentro de los intelectuales de esa zona pernambucana, entre ellos Gilberto Freyre, Manuel Bandeira, Paulo Freire. Fue, en la efervescencia de esos diálogos, donde perfiló su oficio, su deseo de escribir poesía. Más tarde, la familia se instaló en Río de Janeiro.

 

Se inscribió en Río en un concurso para la carrera diplomática. En 1945 empezó un largo periplo como diplomático por diversos países –España, Francia, Senegal, Portugal, entre otros. Durante esos años escribió la mayor parte de su obra. Regresó definitivamente al Brasil en 1987.

 

Fue miembro de la Academia Brasileira de Letras desde 1969.

 

Escribió los siguiente libros de poesía: Pedra do sono, 1942; O engenheiro, 1945; O cão sem plumas, 1950; O rio, 1954; Quaderna, 1960; Poemas escolhidos, 1963; A educação pela pedra, 1966; Morte e vida severina e outros poemas em voz alta, 1966; Museu de tudo, 1975; A escola das facas, 1980; Agreste, 1985; Auto do frade, 1986; Crime na Calle Relator, 1987; Sevilla andando, 1989.

 

La Editora Nova Aguilar publicó su Obra completa en 1994.

 

Recibió numerosos premios, entre ellos, el Prêmio Olavo Bilac, de la Academia Brasileira de Letras, 1955; Prêmio de Poesia del Instituto Nacional do Livro; Prêmio Jabuti, de la Câmara Brasileira do Livro; Prêmio Bienal Nestlé, por el conjunto de su Obra; Prêmio Camões, 1990; y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, 1994.

 

Su poética instaura en la poesía del Brasil un criterio estético inédito. Repetía: Soy un poeta intelectual, no uno lírico. Soy un poeta constructor, constructivista, y no un poeta espontáneo. Para mí la poesía no es una válvula de escape, es el deseo de construir algo que no tenga nada que ver conmigo. Así configura un nuevo perfil de la lírica, al despojar el poema, como dijo el crítico Alfredo Bosi, de trazos superfluos y cadencias sentimentales.

 

Cabral ha sido, y es, un eslabón fundamental dentro de la poética brasileña del siglo XX. Él sobresale como el poeta objetivo, contenido en su dicción, en su técnica y abre el campo para una búsqueda de normas que no existía en la poesía brasileña. Instaura el camino de la expresión directa, rigurosa, con una exigente economía verbal. No en vano todos los movimientos posteriores, entre ellos el concretismo, lo reconocen como a un maestro. El nombre de João Cabral sirve de puente para unir el pasado inmediato con las nuevas experiencias. Augusto de Campos, uno de los creadores de la poesía concreta, dice del poeta de Recife: Es un arquitecto del verso, construye su poema a golpes de vidrio y cemento.

 

Semblanza proporcionada por Agustina Roca.

 

Fotografía tomada de la página Sesc Paraná.



 

 

Agustina Roca (Buenos Aires). Poeta, escritora, traductora. Libros de poesía publicados: Rituales (Ed. R. Alonso, 1981); El ojo del llano (Libros de Tierra Firme, 1987); Rimbaud, cómic ilustrado (Era naciente, 1999); Sonámbulas (Viena Ediciones, 2007), XXXI Premio de Poesía Vila de Martorell; Balada para mi madre, finalista del Premio de Poesía 2007 (Ayuntamiento de Mora, 2009); El Escenario (Celya Editorial, 2013), XI Premio Internacional de Poesía León Felipe. Figura, entre otras, en las siguientes antologías: Poetas argentinas (1940-1960). Selección y prólogo Irene Gruss, (Ediciones del Dock, 2006); La doble voz: poetas argentinas contemporáneas. Alicia Genovese. (Ed. Biblos, 2008); Palabras de Mujer (Ayuntamiento de Mora, Toledo, 2009); Poemas y poetas argentinos. Selección y prólogo Noni Benegas, Dp. Cultura de la Embajada Argentina (Huerga & Fierro Editores, 2014). Ha prologado: Debí decir te amo, de Juan Gelman; Corazón coraza, de Mario Benedetti; Leyendas, de G.A. Bécquer.Semblanza y fotografía proporcionados por la traductora.

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