Gemma Córdoba

CENIZAS

 

Caí al precipicio de tus cenizas,

viendo que no podía evitarlo.

La bruma me encontró desnuda,

al descubierto.

 

Sacudida en el camposanto aquel día,

ángeles grisáceos que oran por esos amantes,

del alma viva.

 

Duró, lo que duró una gota

en calar los huesos de otra época.

No conocen las ánimas

la temperatura de ese fuego.

 

En nuestra despedida,

exhala mi garganta un verso que no oyes.

Tus caricias se pierden

entre las tumbas que has cercenado.

 

Tú, que eres agua y temblor,

y te atreviste a barrer cada uno de mis rincones,

cementerio de ataduras,

pequeño páramo olvidado.

 

Sucumbí ayer,

y no estuviste en mi entierro.

Rezo donde murió aquel amor

con el que sueñan las niñas.

 

 

TORMENTO

 

¿Puede un atisbo de luz

conceder un milagro?

No me des penas, te lo ruego.

Aléjate, deseo dormir así.

Desnuda, extendida en mis sábanas,

ignoro toda realidad.

Tus manos en mi cuerpo duelen,

las náuseas acampan en la anchura

entre la desesperanza, el terror y el deseo.

¡Quiero morir!

que me consuma esta oscuridad

ahora,

cuando te alejas reluctante,

lleno de orgullo.

Cierro los ojos,

nada se desdibuja ante mí,

 

si me quedo, si me dejo…

si te beso, si accedo,

si me subyugo, si me disfrutas.

Hiero los límites de mi resistencia.

No hay estela liviana en mi conciencia

en este mar, donde me sumerjo

agónica, atormentada.

 

Te repito:

¿Puede un atisbo de luz

conceder milagros?

 

 

EN OTRO TREN

 

Libérame de mis cadenas.

Cuanto más te pienso,

mayor es mi oscuridad.

Desvarío.

Cuando hay sombras en mis pupilas

y, emerge esa segunda voz,

atronan mis caderas.

 

En las paredes

mis demonios te rinden homenaje.

Enmudezco,

dedico las llamas a tu cuerpo,

me atrapan las mañanas.

 

Todos los trenes

se aferran a tus verbos

en ellos viajan mis sentidos,

por un presentimiento,

te dejo ir.

 

Me atormenta tocarte.

Agranda las puertas

en este destino

que no logra entrar en mi vientre

y salir como descosido por mi boca.

 

Ciega,

de olvidarme de mi misma.

 

 

EL INFINITO

 

El calor de la fría piedra de los siglos refleja la estabilidad,

aquella de la que carece el paso de los años que todo lo cambia.

Infinito perfecto que rodea las gárgolas de tu silencio,

monstruos añejos e indómitos que hablan de la vida.

Rosario que asusta si se toma a grandes sorbos,

atragantándote la confesión por la prisa y la sed,

que no se afronta en sacramento alguno por la cobardía a nacer de nuevo.

Aprender a bailar en las cosas de cada día,

donde nada importa si hay cuatro pies izquierdos.

Los arcángeles son los que nos elevan esta vez,

escribiendo con descaro líneas torcidas en los azulejos del templo.

Ahora que estás perdido en mi mirada,

es la que deja arder las fachadas y no tiene en cuenta lo que no hicimos,

porque el sol amanece en tu beso.

 

 

AROMA A DELIRIO

 

Existen las hadas, los deseos, las quimeras, los cuentos,

toda la variedad mágica en tu dedo índice,

aquel con el que la arena de nuestro reloj dirige el ascenso de las nubes,

nos hila, conecta durante el suceso angosto de la realidad medida.

 

Piedra centenaria que reconoce tu presencia,

el gesto de tu abrazo que arrulla.

Desvarío árido de las horas de coche,

testarudo apéndice, necesaria compañía,

en esta tierra que alumbra la razón,

conocimiento extinto entre el remolino de emociones,

expuestos sentidos a tu tacto sincero e íntimo.

 

Ocaso en derrota flamígera y de rutilante estertor,

pastos agostados, secos de la espera,

petricor maloliente que sucumbe en la hoguera de la sapiencia,

amalgama expositoria de nuevo sesgo,

humilde hogaza del labriego,

olor a pecho expandido de deseo,

brazo que consume las veredas de tu nombre,

repasa la comisura de tu alegría,

se acerca, acaricia, persigue,

expone la juventud en el albergue de paso.

La aurora respira cuando amaneces en ella.

 

 

 

 

Gemma Córdoba (1976) es pedagoga, profesora bilingüe y posee un doctorado en innovación y bilingüismo.

Su amistad con personalidades como Joseph Renzulli (el que realizó el estudio triádico de la inteligencia) ha favorecido su desarrollo como escritora.

En este momento escribo guiones cortos para cine y está en medio de una novela ambientada en el siglo Xlll.

Actualmente, es actriz de doblaje, realizando audiolibros, Como una sirena que me abraza, Juan Andrés Pastor Almendros, Mi ascenso, tu muerte, de Miguel Ángel Rosique.

Sus intereses se ajustan también al campo de la locución colaborando con esRadio en el programa Por fin es jueves, como coordinadora en la sección de teatro.

Los demonios de la memoria constituye su primer poemario.

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por la autora.

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Comentarios: 1
  • #1

    Julián Bernardino (sábado, 26 septiembre 2020 09:56)

    Creo que la poesía debe generar emociones en quien la lee y, si es así, los poemas son buenos. Gemma Córdoba escribe poemas muy buenos, que consigue porque ama profundamente la poesía y nos deleita a todos con ellas. Gracias Gemma.