Poemas de Eugenia Straccali

 

 

 

 

 

 

I.

 

EN EL MEDIO DEL OCÉANO

Pero no resulta tan fácil librarse del alma

 

Mujer que corresponde,
en la esfera antropológica,
al principio pasivo de la naturaleza. Sirena, lamia o ser monstruoso
que encanta o divierte
y alejada de la evolución
como madre,
Magna Mater
informe de las aguas
y del inconsciente;
doncella desconocida,
¿amada?
símbolo de la libido lujuriosa
(impulsiva, afectiva, intelectual y amoral)

 

Animal
mujer-cisne
mujer de pie de cabra,
como imagen del ánima
¿es superior al hombre mismo
por ser el reflejo
de la parte superior
y más pura de éste?
Instintiva y sentimental,
tentadora que arrastra hacia abajo, coincidente con el signo alquímico del principio volátil,

 

 

 

 esto es,
de todo lo transitorio, lo inconsistente,
infiel y enmascarado.

 

Estuvimos ahí
desde la génesis
de todas las cosas,
la tierra se fermentó
y aparecieron membranas
una neblina ocupó el aire adentro
la luz
alimentó la noche.
Nacimos como seres híbridos directamente del suelo.
Brotaron primero:
ojos sin cabeza
cabezas sin cuernos
luego plumas y escamas
diseminadas entre el musgo
mujer arriba
pez abajo.
Las sirenas no hablamos cabalgamos en la superficie del mar somos yeguas ensimismadas con el horizonte y la frontera imposible
(no te asustes, ya me alejé del todo como me pediste)

 

es tan difícil exiliarse de vos tan difícil ahora habitamos lo intemporal de los muertos

 

lanzados a vivir lo cotidiano, las herrumbres de sus cadenas.

 

nuestro amor tiene que atravesar el derrumbamiento para no quedar inerte

 

No te escondas en el fondo del navío
ni te alarmes por lo que pueda sucederte claro que no hay garantías
es pathós primitivo
fuerza abisal:
sirena-caballo.

 

En la “noche de los tiempos” mujeres que caen
caídas
en caída

 

porque lo femenino
es singular.
El amor
es suplencia a ese otro goce que ella puede evocar

 

se encuentra más allá del hombre, más allá del mar.

 

Goce femenino, de sirena blanca,
se lee la frecuencia de su voz en el poema.

 

Un hombre como Ulises
no pudo hablar de lo indecible de las mujeres acuáticas.

 

 

 

Reencuentro

 

Iemanjá
Madre-pez
hay un océano en el centro de la tierra diamante azul donde duerme
una mujer celeste
ella curva el destino de las aguas
en su terraza de coral
arremolina el tiempo
nos hace encontrar en el sueño del mundo Iemanjá, maga
cruzando un límite terrible estamos ¡cuidado!
ella nos trae
nos cobija
siempre
en los pliegues lunares se arman
las entrañas de las olas
lleva un tatuaje de sal en la espalda
y en sus manos se adormecen las serpientes encantamiento
las barcas entran a la cima oscura
con sus antorchas
lumínica sensación
estamos
pidiendo expiación a los espíritus náufragos aquí
somos
las sirenas cantan
escoltan a Iemanjá hasta su altar
llora
flotamos

 

poesía
no hay huída
un abrazo vuelve
Iemanjá desplegó el viento
desplazó el miedo
llamada
se abren las ventanas fluyen las mareas

 

No hay dolor, estás retrocediendo

 

estoy sumergida en aguas profundas

 

queda el amor

 

 

 

 

 

(En: ¿Por qué no hblan las sirenas, Prueba de Galera Editoras, 2019)

 

 

 

 

 

II

 

Mujeres híbridas
en los confines del mundo
también cercanas
cuando la música sagrada se impone aniquilando sus trinos
cuando les construyen féretros barcas con clavos
para que sus velos se abran
como suturas de seda y tiempo.

 

¿Sabías que las sirenas fueron testigos cuando vos te ahogaste como Ícaro?

 

Se rieron frenéticamente
luego se oyó un lamento breve y te desmembraron.

 

Más allá del mar Soy la nada.

 

Musical sollozo
que se extiende
entre landas y pedazos de madera y atraviesa la ciudades de polvo

 

tenés que saberlo.

 

 

 

las calles y sus ruidos caprichosos un halcón posado
en el campanario escucha.

 

La brújula quedó en el volcán sumergido. ¿Qué vas a hacer entonces?
estás todavía a tiempo de escapar,

 

los caballos están sueltos

 

y te esperan en la orilla.
Huyendo es posible que te fatigues pronto.

 

(Una cierva dorada mordisquea hierba en la nieve:

 

me duele el pecho de tanto rugido.)

 

No te vayas,
puedo pedírtelo una sola vez la repetición es la muerte.

 

En las tierras bajas
el mundo es nuboso y plano conmigo, somos dragones elevándose al ensueño.

 

Por qué inquieta
ver mujeres danzando por el aire. Nos quieren debajo del agua para que los barcos
aplasten nuestros cuerpos fracturen nuestras alas.
Con musgo entre las piernas sobrevivimos.


 

 

EN LA INTEMPERIE EL POEMA

 

 

 

Yo necesitaba amparo transitorio

 

trazos de luz sobre mi cara

 

no hendidura no púas no cuchillo no estaca

 

no cortes ni fisuras no ultraje no golpe
ni astilla no abuso no marca ni aguja ni lesión

 

 

 

No hay poema que no se abra como una herida

 

acontecimiento
vos yo tus ojos los míos tus errancias
mis desvelos
los regresos inestabilidad del cuarto

 

un jardín agreste
un árbol destruye con sus raíces la casa

 

un gato desaparece en la niebla
otro maulla
intérprete
música oscura
que se esparce
y se esconde en la maleza

 

poesía
territorio de mi exilio nos fuimos del otro.

 

Demasiado pensamiento
hablamos
pensar morir pensar agonizar morir
no sentir hablar con el otro
sin percibir
intuir el amor
no hablar
retirarse al vacío
por donde puede aparecer la despedida no amar

 

ingrávida escribo poesía canción tono
recomienzo

 

el poema atiende lo singular
es una piedra arrojada en un estanque el amor se suspende
instante muerto

 

negruras, temblores del alma, náuseas, poema

 

 

 

no olvides buscar siempre la salida de la madriguera.

 

 

 

 

 

 

 

(En: Para escuchar la música del poema, Buenos Aires Poetry, 2019)

 

 


 

 

Poética de los árboles

 

 

 

 

 

 

 

Huida de loba

 

A quien me pregunta cuántos amores he tenido le respondo que mire en los bosques para ver en cuántas trampas ha quedado mi pelo.

 

Alda Merini

 

 

 

¿No te das cuenta de que aquel árbol

 

es testigo de nuestro ahogo?

 

Las hojas transparentes brillan como cristales para nosotros y escuchan nuestros suspiros.

 

 

 

Nadie va a pasar por acá nada

 

nos salva del lobo blanco,

 

es el viento el que trae el sueño de los amantes

 

espolvorea los párpados con polen de flores níveas

 

 

 

(esta muchacha cuando hechiza es tan alta como los árboles)

 

 

 

Nuestra pena... por causa del vino, la poesía y la noche se tornó irremediable.

 


Te cuento antes de que te duermas del todo:

 

el alfabeto de los árboles era utilizado en el culto

 

de las magas de la Bretaña medieval

 

a juzgar por las marcas del diablo

 

tatuadas en las manos de las brujas.

 

Las varitas mágicas agujas en el espacio

 

durante las horas silenciosas,

 

emanan el fluido que viene de los astros.

 


Estoy ahora en la jaula de las bestias.

 

 

 

Esta mujer sabe el ritmo del demonio

 

entiende de hechicería,

 

es veneno de escorpión maneja el tiempo
moviendo sus dedos como tijeras

 

filo colmillo yugular dulce

 

testimonio es licor en tu paladar lleno de hormigas.

 

Una herida de amor

 

mordida letal abre el torrente negro

 

que tiene en las palmas abiertas al cielo (mapa ancestral).

 

 

 

 

 

Extiende su paño sobre la hierba y lanza su talismán sobre el círculo:

 

escribe, escribe, escribe
con la tinta derramada sangre de sus árboles

 

 

 

poesía creciente

 

palabras febriles para un náufrago que llega y necesita asilo.

 

Ella es feroz

 

porque tiene complicidad con las sombras

 

solo podés oler su fragancia terrible.

 

No queda vestigio del cálido verdor de otro amor,

 

verano en que juntos bebimos

 

la suave fugacidad de la tarde copa solar

tal vez en el designio sutil de las miradas que imantaban la noche:

ensueño venéreo liviano

 

oculto, el madero ardido te quema la lengua

 

no hables entonces no hables no mientas.

 

 

 

Tampoco hay herida ya raíz del duelo

 

el árbol asciende quebranto lineal de un tiempo de barro que fue peor

 

 

 

¿qué tenemos? la espera la brevísima historia de una lágrima y un poco de espacio entre el bosque y el mar turquesa el cristal.

 

 

 

Dejemos que las palabras perezcan del todo hay otro lenguaje que surge

 

en el crepitar del fuego o en la llama que se abre pálida.

 

 

 

Lucero muerto en el lago...
estás súbitamente arrepentido pero este árbol ya es ceniza
no respira, crepita su corazón

 

bajo la tierra lombrices, hormigas, avispas, enrededaderas carnívoras

 

invaden su cuerpo de cicatrices

 

su corteza lleva grabada las letras del abecedario de todos los árboles de este bosque sin tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(En: El alfabeto de los árboles, Ediciones En Danza, 2017)


 

 

Murciélagos

 

                                

 

Dormimos entre murciélagos 

 

nada nos asusta

 

perdimos el miedo a las catástrofes a la intemperie a la muerte a los insectos

 

 

 

menos al amor 

 

 

 

frontera que se abre

 

como este cielo de septiembre

 

como mi cuerpo en la penumbra.

 

 

 

Dónde están los murciélagos durante el día 

 

son nocturnos, yo insomne

 

duermen mientras el sol se expande sobre el mundo

 

como los ciervos salvajes, los leones, los tigres, los leopardos

 

 

 

pero ellos son ciegos 

 

 

 

cómo podrían defenderse del ataque de los gatos o las aves de rapiña 

 

durante las horas de luz 

 

 

 

se esconden en parajes oscuros

 

colgados en las torres de las iglesias 

 

en los rincones y pasajes subterráneos 

 

en las pequeñas aberturas debajo de los tejados 

 

en los altillos de las casas que dan al bosque;

 

 

 

también en la altura fría de las pirámides 

 

se ven con sus cabezas pendiendo 

 

con sus oídos 

 

 

 

hundidos estamos

 

en un silencio ancestral que nos cobija.

 

 

 

Nosotros conocemos que existe una enorme caverna 

 

donde se ocultan miles de murciélagos del sol y su brillo

 

aferrados a las rocas,  los unos a los otros, 

 

en apiñados racimos 

 

en las tinieblas y sus fauces.

 

 

 

Somos mi amor los viajeros que tropiezan 

 

con las cabezas de los murciélagos 

 

como ellos estamos sorprendidos, deslumbrados por el reflejo de las antorchas

 

revoloteamos inquietos 

 

chocamos con las caras de los que no saben de nuestro deseo

 

 

 

como mariposas noctámbulas 

 

impactamos las pantallas de las lámparas. 

 

 

 

Dormimos entre murciélagos 

 

no hay temor a sus alas 

 

hay flores que abren sus pétalos de noche

 

allí cuando los lirios exhalan sus aromas.

 

 

 

Te amo, tal vez compartimos el mismo corazón salvaje

 

misterio del alma que transmigra

 

una y otra vez

 

que no se aparta

 

memoria que sabe y no recuerda

 

que la ternura a veces viene del animal, no del humano.

 

 

 

Dormimos entre murciélagos

 

ya no hay cazador               ya no hay presa

 

habitación de piedra y tiempo

 

polen esparcido en el aire

 

voz que me nombra y se disuelve

 

 

 

Mientras tanto

 

para siempre

 

en el continuo de la vida

 

juntos

 

amor

 

animal

 

metamorfosis

 

poesía.

 

 

 

  

 

 

 

 

 

Aquelarre I

 

 

 

Brumas en la bruma.  

 

Dejan la cabeza en un lugar
y sube el agua con sus pies a ver
varias rocas huellas de naranja
que mañana no estarán aquí
casi medio hojas en el fuego
se lanzaron a la calle
los hermanos del amor.



 

Las brujas esperamos 

 

se arman constelaciones sobre la roca

 

los animales se paralizan, nos miran

 

manadas doradas como esfinges en las escaleras 

 

anfiteatro que encierra los sonidos de las bestias.

 

 

 

El mar telón de fondo

 

una bruja aúlla y tiembla

 

su trance  detiene el soplo de Bóreas

 

otra bruja gira en el aire brumoso 

 

su desnudez fascina

 

bailarina 

 

extiende sus alas transparentes

 

se ríe sola mientras crece un grito 

 

llamado lujuria 

 

melodía de ángeles terribles 

 

ruido de mandíbulas hambrientas.

 

 

 

Las hechiceras viejas

 

tras haber extraído una a una

 

las médulas a los cuernos de cabra, 

 

les dan un corte en la punta 

 

los llenan con cera para que pase el aire 

 

pastores y cazadores se esconden asustados

 

suena un cuerno de buey sin agujeros 

 

una bruja ciega lo sujeta con una sola mano

 

todo se agita en la espersura.

 

 

 

Hay ahora un silencio que aturde

 

 

 

histeria

 

el aquelarre comienza

 

van llegando mujeres crepusculares y labios  morados

 

sus ojos no miran

 

no te miran

 

qué lengua hablan hablamos hablo

 

 

 

son dialectos que vienen de abajo

 

cuerdas vocales de seda

 

sus pieles parecen de miel tibia

 

tienen muslos de mármol

 

dedos y extremidades de buitres

 

pezuñas y garras 

 

son harpías

 

demonios 

 

 

 

latidos de la noche

 

silbidos que salen de las entrañas de la tierra

 

 

 

llegan hordas de brujas insomnes

 

corren desaforadas al ritual

 

cuidado

 

aquelarre

 

es posible que te sacrifiquen 

 

 

 

los viñedos desprenden sus uvas y tiñen el valle

 

una marea de sangre se derrama 

 

perfume animal

 

hembras rodando entre la tinta de las flores

 

van pisando frutas en la estampida

 

algunas se bañan en los huecos del lago 

 

breves deshielos de invierno

 

traen en sus manos carne fresca de cordero

 

 

 

aquelarre

 

 

 

cinco brujas, agrupadas bajo un roble 

 

tañen instrumentos 

 

gaita, doble flauta, violín, lira y laúd

 

 

 

poesía visión oráculo astros desastre natural

 

 

 

soy bruja        miro y escribo 

 

nada me asusta

 

nada me asusta

 

se suspende la nevada

 

demasiado fuego

 

 

 

las hogueras son palacios en la noche

 

en la cumbre solo estrellas

 

cayendo

 

llamas

 

que separan las galaxias

 

 

 

una hechicera joven

 

tiene un cuchillo en su boca

 

babea sangre 

 

 

 

si no hay locura no hay amor

 

si no hay vino tampoco

 

 

 

te dejás matar 

 

el círculo se cierra

 

los demonios miran hacia fuera y las brujas hacia adentro.

 

 

 

 

 

 

 

(Soy bruja, inédito, 2019)

 

 

Eugenia Straccali nació en La Plata en 1970. Poeta y dramaturga. Es docente e investigadora en Teoría y crítica literaria de la Fahce en la UNLP. Escribió: Antígona ningún dios respira sobre el mundo (2006); Editorial Al margen, Electra, ¿es posible matar a un muerto? (2010) Editorial Al margen; Abismadas (2016); Ninfas (no musas) (Buenos Aires Poetry, 2017); El alfabeto de los árboles (ediciones En danza, 2018); ¿Por qué no hablan las sirenas? (2019) Ediciones Prueba de Galera; Para escuchar la música del poema, Buenos Aires Poetry (2019); coordinó y prologó las antologías Atlas de la poesía argentina "La poesía a través de los astros" (EdULP, 2017) y Atlas de la poesía argentina II "Hacia una poética de los archipiélagos" (EdULP, 2019).

 

 

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por la autora.

Fotografía de Leonardo Massar.

 

 

 

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