Poema 1
Pensarse en la broma de horas oblicuas. Enlazar la vida a un desierto de sueños imaginarios, oscuridades invertidas, artífices crueles de la melancolía maleable de un ocaso que se resiste a su horizonte. Lentamente se aproxima la noche de la sinrazón, como volutas de humo en el hemisferio cansado de un mundo sumergido. El soñador escribe en su viaje las cartas para soñar la muerte, porque la rotación interna solo puede existir en el plano inconsútil de una epifanía innombrable. Y el testigo, eterno condenado, siempre ausente de su nombre, soñándose en el abismo de la soledad disgregadora, se resiste a flotar en la savia del árbol cósmico, y así poder negar su raíz, desgajándose en llanto sobre los cielos emanados. Porque, de no nacer nuevamente de la metástasis del ovo melancólico, ¿a quién contaríamos que recorrimos el camino de la miseria y la sangre; que la mayor proeza del silencio fue fracasar en el intento de nombrar las cosas; que nada existe y que, por esto, podemos caer hacia arriba, ver la esfera del dolor y beberla como agua, agua que es el fuego trasgresor del propio alumbramiento? Y sí, nació muerto, pero no lo sabe.
Poema 8
Puede que la noche, como tantas otras cosas, se pierda en el océano de mi alma de sufí. Y que los días negros, cual llamas arcillosas, extraviadas gaviotas de un mar indolente, vuelvan a la noche a llorar sus esteros de astros perdidos y barcos de papel. Mil veces he partido a conquistar el silencio, la sorpresa cautiva de una bala otoñal, en la ruta que parte de la mano al delirio, de otros tantos caminos que me llevaron a amar. He vuelto a morir en mi viaje de selvas, he vuelto cansado de una tierra sin sol, he visto señales de fuego en el alba, delfines nadando hacia un mar interior. He visto a mi alma soñar la partida, la guerra olvidada y el fuego en la voz. Y hoy remonto el camino que conduce a mí mismo, al claustro paterno, al rastro de ayer, encontrando que el río se ha secado en mi ausencia, a pesar de que en la herida no cesó de llover.
Poema 18
¿Dónde están las noches de aquella visión centellante que en el líquido fluir de un metal antiguo se agriaron en su oxido doliente? ¿Dónde están los espacios sagrados, aquellos que evitamos para no escuchar el murmullo de la tierra, su lamento salino, su herida, su demanda? ¿Dónde nacerán los nuevos sueños, ahora que las ballenas, encalladas en las costas del pensamiento, reclaman su injusta muerte, su asfixia terrible en el atardecer del mundo? Arden hoy en la garganta de la vida nuevas formas que agitarán el futuro, heréticos sueños lúbricos para intentar inútilmente trocarnos en la luz que nos creó. Esta es la tragedia de un mundo calcinado, el desierto antiguo donde todo aguarda y comenzará de nuevo. Negro cubo habitado por la esquirla maldita de un viaje ilusorio que, tocando a su fin, supura delirios de eternidad en su lejano hemisferio en decadencia. ¿Somos solo remanentes de un orgasmo creador? ¿Pruebas ineficaces de un fraguador de galaxias de artificio? ¿Somos silencios arrojados a la periferia sin luz, inservibles máquinas espirituales? Somos torpes engranajes de carne que no supieron girar en el corazón del sol. Desechos agónicos de un sueño sin tiempo, tristes mitos olvidados de una leyenda fallida, espejos rotos de la mente alógena. Somos ideas en desuso de un dios que se extinguió.
Poema 23
A Runa.
He mirado en sus ojos, cuando ya se moría, me miraba serena con sus ojos de loba, y en una sutil mueca de la ceja al colmillo me daba permiso para apagar su ser. Sus ojos contenían la lluvia de mis años, sus sueños infinitos, los bosques que añoré, y ella detenida, ausente, casi fría, me preguntaba en silencio después de tanta vida por qué apagaba el sueño que no había alcanzado a tener. Y, por un breve lapso, me aterró la respuesta, que nunca realmente podremos responder. Me dolió como un grito que me arrancara la vida, ella era mi calma, mi hogar encendido, mi guardiana del sol. Su pelaje de fuego fue la luz de mis días, su ladrar anunciante fue el credo de un dios. Era cierta la risa que ocultaba su hocico, me miraba en silencio, se dejaba matar. Ya su cuerpo no estaba donde estaba su brío, no brillaba en su pecho su bravura de amar. He matado a mi perra para que no sufriera, la he soltado al silencio, la he visto partir, y se ha ido corriendo por el fuego del alma, me miró desde lejos, me invitaba a seguir. Y dejó sus tesoros a la orilla del viento; una vieja pelota, un pedazo de mar y aquel hueso secreto que enterró en la memoria el día que la luna nos habló en el portal. Y al fin en la aurora recordó a su jauría, su memoria rendida a un mundo de luz, se inflamó de ternura en un brinco del alma y, ya libre del tiempo, remontando su senda, regresó hacia a mí.
(Tomado del libro El espasmo y la quietud. Del escritor y poeta Panameño Gorka Lasa. Arcana editores, Poesía, Panamá 2019)
GORKA LASA (Panamá 1972). Escritor, poeta y artista visual. Ha publicado más de seis libros, entre ellos; El espasmo y la quietud (2019), Aldebarán (2017), El equilibrio de los hemisferios (2013), La Claridad (2011), Cantos de la legión arcana (2010), Viaje a la lejanía (2007) y, forma parte de numerosas antologías y volúmenes colectivos.
Es director y socio fundador del Grupo Editorial 9Signos. Miembro de la Sociedad de editores y autores para la gestión de derechos intelectuales SEA Panamá. Miembro de la Asociación de Escritores de Panamá y de diversos colectivos internacionales de escritores y poetas. Estudió humanidades y ciencias del comportamiento humano en el Panamá Canal College y en Costa Rica. Es egresado de Creación y Teoría Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá. En 2016-2018 cursa estudios de Simbología en el campus virtual de la Universidad de Barcelona. Paralelamente ha realizado estudios de antropología, mitología, filosofía y psicología transpersonal. Su trabajo figura en publicaciones literarias y páginas especializadas de Internet de Panamá, Argentina, España, Marruecos, Rusia, Portugal, Alemania, Rumania, Serbia, India, Perú, México, Nicaragua, Francia, El Salvador y Chile entre otros. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, rumano y ruso. Ha sido jurado en certámenes poéticos como el Premio Nacional de Poesía Stella Sierra, el Premio Nacional de Poesía Esther Maria Osses y el Premio Nacional de Poesía Gustavo Batista Cedeño. Ha recibido premios, reconocimientos e invitado a representar a Panamá en festivales poéticos y congresos literarios internacionales.
Para más información sobre autor y su obra, puede visitar su página en internet:
www.gorkalasa.com
Semblanza proporcionada por el autor.
Fotografía de Pascual Borzelli.
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