Tres calas sobre Dolores Castro

 

 

 

 

Tuve la fortuna de asistir al homenaje de Dolores Castro que con motivo de sus 85 años se celebró en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes. Del evento, habré de guardar para siempre en mi memoria un momento en particular, cuando ella se levantó y tomó el micrófono para dar las gracias; al resguardo de su altura prístina, presencié el alumbramiento de una verdad que por ser de naturaleza tan punzante requiere, para asomarse y relampaguear en la completitud de su tremor, de tiempo: “Ser mujer, poeta y tener 85 años es un gran logro en este país.”

 

 

 

La imagen cobija mis ojos y me conmueve, y me hace escribir para dar testimonio de que he conocido a alguien con la “fuerza de árbol vivo”, y sólo por eso mi vida ha sido bien/dicha. Pasan los días y releo su poesía, repaso las entrevistas que alguna vez compartimos y pienso que hay muchos motivos para celebrar sus 85 años, pero para mí el principal es el sentido de lo vivido que nutre su obra, sentido que desde sus primeros escritos es indicio de una clara conciencia poética como “remolino de fuego”, eje por el cual el pensar iluminado permite que el corazón se transfigure, se alumbre en su abismo y cobre altura: palabra en vuelo.

 

 

 

Luego vinieron días de zozobra y de duda, ¿cuál de sus textos escoger?, ¿haría una interpretación?, ¿y cómo deslindar una exégesis de una lectura personal con sus infatigables arbitrariedades? En este vaivén, la sospecha que sí iba delimitándose, con cierta insistencia, versaba sobre cómo Dolores Castro al dedicarse a la poesía había comprometido su estancia de forma singular, ¿dónde se mostraban los hilos que habrían de conformar los nudos metafóricos de este pensar iluminado?, ¿en qué poema señalaba el lugar de la poesía en un mundo como el nuestro?, ¿daría a publicación la entrevista de 1992 que no encontró asidero alguno? Sabía de antemano que hacer una selección fracturaría la continuidad de una vida, lo cierto es que no hay espacio para contenerla en su completitud. Con esta certeza, frágil desde su nacer, opté por tres calas: un poema, un ensayo y una entrevista, he aquí su esbozo.

 

 

 

 

 

Un poema

 

El corazón transfigurado (1949)  fue dado a conocer en la primera separata de la revista América, de la Secretaría de Educación Pública, que dirigían Efrén Hernández y Marco Antonio Millán. La crítica señala que por las características de su estructura formal es un poema de largo aliento, aludiendo, supongo, al número de estrofas ininterrumpidas que se inserta en un juego muy particular de verso libre. Cabe resaltar cómo el imaginario poético que se desarrolla se inserta en la tradición clásica y contemporánea a través de múltiples temáticas, menciono algunas: el corazón como sede del pensamiento; el poeta como “pájaro de Dios” o “pájaro roto caído del cielo” propio de la tradición bíblica; el rastro de lo perdido como “la música de esferas afianzadas/ en el dolido corazón del hombre” de clara influencia pitagórica; la paradoja dual de la inmovilidad-movilidad explorada por Los Contemporáneos a través del viaje interior, y que en Castro adquiere el matiz de un venturar que es un retorno y un desprendimiento del origen; la voz del ángel trastocado cuyas alas son “ceniza que se desprende”, propuesta que recuerda al primer canto de Altazor de Huidobro; el estado onírico más allá de la duermevela donde se asiste a una visón prismática de la temporalidad, ruptura del devenir en su trazo lineal que nos sumerge en un silencio “sembrador de espumas”; y por supuesto, reverbera el eco del corazón alumbrado de San Agustín, con todas las complejidades implicadas en su mención, desde el tiempo memorioso hasta la confesión como transición escritural.

 

 

 

Lo sorprendente de este poemario, siendo el primero publicado, es su cumplimiento cobijado tras la luminosidad, misma que será señal de los derroteros por los cuales habrá de transitar su itinerario poético; por otro, es la limpidez inusitada en su expresión que se apuntala en una construcción de gran complejidad que no se aprecia en una lectura inicial. Asimismo, hay un arrojo propio de quien decide cruzar un dintel, considérense los siguientes versos: “Mi corazón espejo caído de la noche/ es costilla de Adán iluminada;/ ha encontrado el lugar de su costado/ y espiga los sentidos en raíz de tu nombre.” Trato con estos breves apuntes de decir que Castro desde un principio ha tenido claro que toda poética en tanto poiesis es una forma de estar en el mundo, con los otros, con aquellos que son sus próximos y sus semejantes, a pesar de las diferencias.

 

 

 

 

 

Un ensayo

 

Dimensión de la lengua en su función creativa, emotiva y esencial fue publicado por primera vez en la Revista Mexicana de Pedagogía (1989); y posteriormente en Obras Completas a cargo del Instituto de Cultura de Aguascalientes (1991). Este ensayo de fácil lectura es una apuesta de extrema gravedad; escrito a sabiendas de que el público receptor serían maestros o en vías de formación, Dolores Castro ve ante sí la posibilidad de expresar abiertamente la colindancia de ciertas preocupaciones en torno a lo que para ella es cuestión vital: la creación poética.

 

 

 

Algunas de las ideas principales que se exploran en la primera parte del texto intitulada “Conocimiento” son la función de la poesía para descubrir la realidad y el sueño; el juego poco inocente de la poesía que sobreviene en un conocimiento por añadidura y donde la razón se desdobla en una inteligencia creadora; la relación entre lenguaje y poesía; la distinción y maridaje entre la palabra y la palabra poética, que confluyen en el proceso interno que deriva en el poema.

 

 

 

La segunda parte “Participación de la poesía” es avasalladora, participar en el conocimiento poético provoca “una sólida identidad” donde “la experiencia vital se multiplica” llevándonos a comprender “la esencial experiencia de todos los hombres que han expresado el mundo interior y exterior a través de la poesía”. Recuperar su enseñanza es retomar el uso de la lengua en sus diversas dimensiones, mismas que son reflejo de lo que nos conforma como seres de palabra, y como bien afirma Castro ello es “una aventura sin par.”

 

 

 

Una entrevista

 

Poco habré de decir sobre Dolores Castro o la fidelidad de la palabra, quisiera hacer algunos señalamientos que quizá precisen su contexto; lo primero que se notará es la carencia de preguntas, hecho por demás inusitado al efectuarse un ejercicio que esencialmente se construye de forma dialógica. Lo que sí recuerdo era la reverberación, era el silencio derramándose en su pura luz, y yo arrobada mirando con el temor de astillar ante el mínimo gesto ese milagro del pensamiento cuando se incendia. Ella, se adentraba en esa quietud, las pausas entre una idea y otra, semejaban el blanco indicado en un pentagrama donde se deshilvana la arquitectura de las notas. Lo segundo que se advertirá es su brevedad, no puede ser de otra manera cuando se atisba la hondura, cuando se alcanza la transparencia. Tal vez por lo señalado el lector acepte estar frente a una entrevista de inusual limpidez y sea por ello benevolente ante la torpeza de quien ha preferido mantener la fidelidad de la palabra dicha como la forma más alta de expresión humana.

 

 

 

 

 

El corazón transfigurado

 

Es tiempo de las sombras,

 

de las bocas que caen ávidamente

 

en los pájaros, ojos de los hombres;

 

sobre los hombres, pájaros de Dios.

 

Viento menudo, pasajero ciego

 

al rumor de los árboles, al cielo

 

abierto inmensamente como un ojo

 

de Dios,| certero y duro:

 

 

 

Yo soy un pobre pájaro dormido

 

en la tierra de Dios,

 

bajo sus ojos he perdido las alas

 

y mi canto es el canto de las mutilaciones.

 

Habito en una casa transitoria,

 

a la que el viento lleva eternamente

 

como al silencio mismo,

 

en un canto desgarrado y profundo.

 

He quedado tan pobre como el viento

 

que toma y lleva y abandona todo,

 

he quedado tan pobre como el eco

 

bajo los cuatros muros apagado.

 

Ha gastado la lluvia mis angulosos bordes,

 

mis huesos han bebido de las constelaciones

 

habito como musgo en las manos del tiempo

 

y siento mi ceniza que se desprende y cae.

 

 

 

Soy un pájaro roto que cayera del cielo

 

en un molde de barro;

 

soy el juego de un niño;

 

apenas soplo, lodo y su saliva;

 

soy el barro que guarda

 

este pájaro herido en la caída;

 

soy el caído pájaro que canta

 

en su dolor y en sus limitaciones;

 

soy todo lo que vuela, la ceniza,

 

el muro, el viento, el pájaro, el olvido.

 

 

 

Hundido, por inasible viento de sus manos

 

hiriendo en las entrañas del vacío,

 

en el principio el verbo.

 

Arranca la dolorosa flor de sus creaturas,

 

en el principio el verbo,

 

su corazón el mar, y herida

 

de su corazón el cielo.

 

El tiempo y el espacio balando su belleza,

 

la música de esferas afianzada

 

en el dolido corazón del hombre,

 

que es su vida la música de un viento,

 

las sombras desgarradas bajo su voz alienta

 

que le dio la envoltura

 

de su mortal figura,

 

en el principio el verbo.

 

 

 

El aire lame mis heridos huesos

 

como enorme animal enloquecido;

 

el cielo, espada azul sobre mis ojos;

 

penetra desmembrado y fugitivo.

 

Mis manos se hundirán en el silencio

 

y he de caer filtrada

 

en el íntimo torso de las aguas.

 

Porque el silencio es sembrador de espuma

 

sobre el haz de las cosas;

 

en su pausada siesta, mis oídos

 

florecerán hundidos,

 

y ya pronto,

 

tórtola abandonada al corazón,

 

dando pequeños saltos de ceniza

 

en su gris perecer, doblando el cuello,

 

ha de saltar eternamente siervo

 

sobre la yerba humilde.

 

 

 

Porque el silencio es sembrador de espuma

 

sobre el haz de las cosas,

 

hemos de fermentar en el silencio;

 

y ya mis ojos, desolados ciervos,

 

también del corazón irán huyendo

 

con el espacio hermano ciego.

 

 

 

El tiempo niño de la voz de vuelo

 

tomó mi cuerpo, trompo de ceniza,

 

sobre sus muslos, ríos escapándose

 

junto a mi fe burlada.

 

Más allá de la duda,

 

quedó mi corazón en voz de queda

 

afianzado en el aire, sordo y mudo,

 

con sordera de mar que apenas grita,

 

con sordera

 

de fugaz condición perecedera,

 

sonidos deslenguados

 

que le han dado a mi cuerpo

 

el visionario amor y la ternura ciega

 

del tiempo niño del afán que rueda.

 

 

 

El tiempo niño de la voz de vuelo

 

tomó todas las flores de la sangre,

 

 

 

La rosa pisoteada bajo el caballo negro

 

alzó sus rotos pétalos

 

y gira con ojos delirantes

 

reposada y eterna.

 

Las cuencas deshojadas de su voz

 

son pétalos girando eternamente.

 

Toda la eternidad es la paloma

 

suspendida de un hilo sin principio

 

y persigue su sombra

 

hacia el fondo, escondida

 

en la rota figura de los cuerpos,

 

toda la eternidad una paloma.

 

 

 

El tiempo niño de la voz de vuelo

 

quiso dejar su viento y detenerse,

 

abandonó mi mano en su carrera.

 

Ahora, y sin calor, a la distancia,

 

la manzana veloz de su latido

 

es una sola y desprendida flor

 

de una desconsolada primavera.

 

 

 

Un fino viento toca dulcemente

 

adormecida flauta de los días;

 

reverdecen los álamos, el viento,

 

y aquí mi corazón, junto con ellos.

 

 

 

Toda la eternidad una paloma

 

suspendida de un hilo sin principio,

 

toda la eternidad ya no le basta

 

al corazón para su inútil vuelo,

 

ya no mide los muros

 

si es para limitar sus esperanzas.

 

 

 

Una estrella que llora su soledad de espejo,

 

un puñado de plumas temblorosas,

 

así mi corazón, el viento llega

 

a dormir por las noches en su cuenca.

 

Mi corazón espejo caído de la noche

 

es costilla de Adán iluminada;

 

ha encontrado el lugar de su costado

 

y espiga los sentidos en raíz de tu nombre.

 

 

 

Toda la eternidad aposentada

 

y el hueco de tus venas mi aposento.

 

 

 

Toda la eternidad en el pequeño

 

ademán de tu paso;

 

la fruta de tu voz es mi alimento

 

y toda mi figura desgarrada

 

es rota flor, abierta primavera

 

que en la tierra angustiosa de tu nombre

 

bebe desde sus hojas una lluvia de fuego.

 

 

 

Toda mi eternidad aposentada

 

y el hueco de tus venas mi aposento.

 

 

 

Porque el amor es el dolor del viento,

 

todo un viento de llanto se me ahoga

 

en ardoroso grito;

 

porque el amor es el cantar del viento

 

que en un desorbitado remolino

 

muestra su corazón de polvo y fuego;

 

porque mi corazón es el sendero

 

herido de tu paso

 

que florece en el fuego de tu viento,

 

y mi canto tu aliento que florece

 

en un regocijado remolino de fuego.

 

 

 

En un viento de vides se deshoja

 

la soledad de todos los caminos

 

este sueño es un sueño desprendido

 

con raíz de humildad

 

y fuerza de árbol vivo,

 

y este sueño es la sombra que se muere

 

con la primera estrella matutina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dimensión de la lengua en su función creativa, emotiva y esencial

 

 

 

Conocimiento

 

En los límites de la vida humana determinados por el espacio y por el tiempo, la poesía abre una ventana desde donde ilumina las limitaciones nuestras, pero también descubre nuevos espacios habitables, intemporales: esplendores de la realidad, caminos del sueño, vasos comunicantes entre la realidad y el sueño. Al iluminar nuestras limitaciones descubre el inexorable paso del tiempo y la estrechez de nuestros horizontes, pero también alumbra cada momento y su experiencia insustituible en la conciencia del ser.

 

 

 

En el modo de conocer a través del lenguaje de la poesía, ejercido en la conciencia a través de las palabras, está la experiencia esencial de nombrar, y la de comunicarse. Es por tanto la experiencia más humana del hombre.

 

 

 

Porque como afirma Heidegger, la poesía parece un juego y no lo es, en el juego cada hombre se olvida de sí mismo y en la poesía los hombres se reúnen sobre la base de su existencia poniendo en juego todas las energías y todas las relaciones, ya que la libertad suprema de los poetas para manejar el lenguaje no es arbitraria ni caprichosa sino suprema necesidad.

 

 

 

El conocimiento a través de la poesía es una aventura de la inteligencia, la imaginación y la creatividad. La inteligencia creadora, que nombra e ilumina. Que se lanza a lo desconocido para nombrar y configurar, porque en la poesía conocer y expresar están íntimamente relacionados. La poesía da nueva vitalidad a las palabras, y esta vitalidad nace de una verdad, de una vivencia fundamental que se relaciona con el pensamiento, y la emoción de todo lo que existe en el mundo, dentro y fuera del hombre. Porque el conocimiento objetivo y el subjetivo son absolutamente interdependientes para el poeta.

 

 

 

En la conciencia existe la vibración esencial de la realidad. Es por esto que Rubén Darío puede decir:

 

 

 

                    ¡Torres de Dios, poetas!

 

                    ¡Pararrayos celestes que resistís las duras tempestades,

 

                    como crestas escuetas,

 

                    como picos agrestes,

 

                    rompeolas de las eternidades!

 

 

 

Si el lenguaje es para la poesía vehículo para realizar esa aventura del pensamiento emocionado, esa nueva creación del mundo o configurada ordenación a través de las palabras, ¿qué son las palabras para el poeta? Escuchemos lo que dice Pablo Neruda sobre ellas: “¡Amo tanto las palabras!, las inesperadas, las que glotonamente se esperan, se acechan hasta que de pronto caen. ¡Vocablos amados! Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces: son espuma, hilo, metal, rocío…”

 

 

 

Entre los halos luminosos de las palabras, el relampagueo del amor y el entusiasmo y el nivel de cercanía o lejanía del espacio de donde proceden, Neruda se expresa con tal confianza que les confiesa el amor de quien quiere, en su afán por unirse al amado, terminar por devorarlos, y así se liquida el problema: “ Las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas como frutas, como ágatas, como aceitunas… y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, las trituro.”

 

 

 

Y al encontrar estos fragmentos y otros del mismo texto de Neruda recordamos las afirmaciones de Cintio Vitier en su ensayo sobre Lenguaje figurado. La poesía no es figura sino sustancia; no es ilusión, sino realidad; no es lenguaje indirecto, sino directo, no es eludir, sino afirmar, no es amaneramiento, sino conocimiento. Por todas estas razones la expresión poética es toda una aventura.

 

 

 

Pero continuemos con Neruda. Una vez que cumplió hasta el fin con su amor antropofágico por la palabra, ¿qué hace?: “Las liberto, las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola.”

 

 

 

También nos advierte toda la precisión que requiere la poesía: “Todo está en la palabra. Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita dentro de una frase que no la esperaba y que la obedeció.”

 

 

 

¿Qué contienen las palabras? Ánforas de experiencia humana las palabras contienen todo lo necesario para expresarnos. Neruda dice: “Tienen sombra, transparencia, peso, plumas. Tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces. Son antiquísimas y recientísimas, viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada.”

 

 

 

Con estas palabras, con la responsabilidad y la libertad del empleo de estas palabras hemos de expresarnos en la poesía.

 

 

 

Expresarse es pues emplear las palabras en un encuentro consigo mismo. Es dar curso al pensamiento y a la emoción de pensar para que el sentimiento no brote en forma oscura y violenta. Expresarse es configurarse por dentro, y poder contemplar lo que conteníamos una vez que se ha concretado por medio del lenguaje.

 

 

 

Un poema es una configuración del lenguaje que expresa experiencias, vivencias, estados de ánimo y es por esto que el lenguaje con el que se expresa tiene ritmo, vibración, sonido melódico y expresa algo que es del reino de la intuición, de la imaginación. Expresa algo que en su origen es subjetivo y personalísimo, pero por la índole de su verdad se convierte en objetivo y universal.

 

 

 

Un ejemplo claro podría ser este poema de Jorge Luis Borges: “Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad”:

 

 

 

En las trémulas tierras que exhalan el verano,

 

el día es invisible de puro blanco. El día

 

es una estría cruel en una celosía,

 

un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.

 

Pero la antigua noche es honda como un jarro

 

de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,

 

y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,

 

el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.

 

 

 

El humo desdibuja gris las constelaciones remotas,

 

lo inmediato pierde prehistoria y nombre.

 

El mundo es unas cuantas imprecisiones.

 

El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.

 

 

 

Tono, ritmo y acentuación nos producen la imagen de un estado de ánimo. La estructura semántica del poema nos da el contenido objetivo que se complementa sólo con los demás elementos acústicos de la expresión que antes mencionamos. Ambos son inseparables tal como el significante y significado de las palabras.

 

 

 

 

 

Participación de la poesía

 

Al leer o al escuchar el poema de Borges, participamos de su experiencia (participar significa hacer que otros tomen parte en lo que tenemos dentro). Si mediante el conocimiento poético se puede lograr una sólida identidad, mediante la lectura de los poemas y la participación en la poesía nuestra experiencia vital se multiplica: ya no nos movemos en los limitados años de nuestra edad, ni en los estrechos horizontes que la acompañan, sino en la esencial experiencia de todos los hombres que han nombrado y expresado el mundo interior y exterior a través de la poesía. Es así como creceremos en edad y sabiduría, en conciencia y capacidad de expresión esencial.

 

 

 

La expresión como conquista humana es algo que debe recomenzar cada persona, ante el reto de la comunicación, con el mundo, con los demás, o consigo misma; encontramos en este esfuerzo logros en la poesía popular y en la culta. Poesía que nace vinculada con la música y la palabra, poesía para leer en silencio. Pero toda ella ya sea expresión sencillísima o muy compleja, proviene de la misma necesidad de comunicación fundamental.

 

 

 

Podemos todos participar en la poesía con las coplas de la poesía popular. Esta por ejemplo:

 

 

 

Mi amor es como el conejo

 

sentido como el venado

 

no come zacate viejo

 

ni tampoco muy trillado

 

sólo zacatito tierno

 

por la punta serenado.

 

 

 

O destacar alguna metáfora significativa:

 

 

 

Mi novio me dio un pañuelo

 

con orillas de llorar…

 

 

 

O la sabrosa forma de emplear las palabras casi comiéndoselas:

 

 

 

Anoche estuve soñando

 

que le di un beso a la luna

 

y me quedé saboreando,

 

como aquél que come tuna

 

la boca coloradeando.

 

 

 

O este insólito diálogo entre el mar y el cielo:

 

 

 

El mar canta sus querellas,

 

el cielo, al oír sus cuitas

 

le decía con frases bellas,

 

con palabras exquisitas:

 

si tú me das tus estrellas,

 

yo te ofrezco mis conchitas.

 

 

 

La participación en la poesía popular puede ser el punto de convergencia, o la puerta de entrada, desde la infancia, y los primeros escritos, al amplio horizonte de la expresión poética, a la poesía culta. Como ejemplo, revisemos algunos textos de niños, de Ángel Aguirre García fragmentos sobre La noche, que empieza expresando algo escolar: “La noche llega con la traslación de la tierra sobre su mismo eje…”, pero después agrega: “la noche nadie la puede evitar, puesto que en eso nadie va a intervenir… La noche es sumamente oscura, la noche se ve como si uno la pudiera agarrar… como si pintaran el cielo por su alrededor…”

 

 

 

En este texto encontramos una verdadera lucha por la expresión. La concepción de la noche como algo tan grande que no se encuentra cómo decirla. Comparemos este texto con el de otro niño: “la noche era fría, pero hermosa, su cielo azul con estrellas y su luna brillaba más en el firmamento.” Aquí hay una expresión clara, entusiasta, pero no advertimos que haya luchado por decir eso, es una descripción, no una necesidad de entender la grandeza de la noche y poder traducirla en palabras. Tenemos un tercer poema, de una niña de ocho años, del mismo tema:

 

 

 

Yo quisiera ser como tú, noche

 

oscura amiga de todos.

 

Cielo, yo quisiera ir a ti

 

a ver tu hermoso teatro de estrellas

 

con tus famosos actores el sol y la luna

 

yo quisiera ser como tú,

 

lámpara descompuesta.

 

 

 

Aquí se ve que la autora ya conoce algo sobre la poesía, intuye formas, tiene orden, incluso llama teatro al ámbito donde la noche es y quita a la noche su poder, la domina desde sus ocho años cuando la llama “lámpara descompuesta”. Evaluemos los tres poemas ahora, tal como sugiere Fernando Pessoa:

 

 

 

El poeta superior dice lo que efectivamente siente: (el primer niño citado). El poeta inferior dice lo que cree que debe de sentir (la noche era fría pero hermosa, etcétera). El poeta medio dice lo que decide sentir: la noche teatro de estrellas, la noche, lámpara descompuesta.

 

 

 

En la expresión poética la grandeza de la concepción, la lucha y la victoria sobre el lenguaje, la verdad con que se expresó, la atmósfera que se crea, el tono con que se dice han de ser fundamentales tanto para concebir un buen poema, como para aquilatar el poema que otro escribió.

 

 

 

Celestín Freinet afirma que el principal obstáculo para el desarrollo de lo poético está en la escuela, y considera que la poesía es materia fundamental en el mundo de hoy que requiere el empleo de la intuición y de la imaginación para resolver sus principales problemas. Así como el espíritu de lucha y el dinamismo en el pensamiento que impulsará la acción, y la palabra esencial, significativa. Considera que esta obstaculización se da en la falta de inquietudes del maestro que establece una rutina mediante la cual esquematiza y facilita un aprendizaje superficial, restándole así vitalidad y emoción al conocer y coartando la libertad del alumno. Porque por otra parte se limita a enseñar lo que puede ser fácilmente evaluable.

 

 

 

Retomemos la utilización de la lengua en su dimensión creativa, emotiva y esencial. Aventurémonos en la experiencia del conocimiento a través del lenguaje. Que esto, además de proporcionar el gozo de la inteligencia y la emoción que se conjuntan en una aventura sin par, nos dará nuevas vías para conocer el mundo subjetiva y objetivamente y disfrutarlo abriendo ampliamente esa ventana que nos permitirá iluminar nuestras propias limitaciones, adquirir conciencia, tener identidad y ser personas de palabra.

 

 

 

 

 

Dolores Castro o la fidelidad de la palabra

 

El día era gris y el viento calaba. La casa se encontraba en un recoveco de la ciudad solapada entre las calles. A la puerta, una higuera con el tronco retorcido, algunas flores desparramadas por el piso. Recordé el primer encuentro en una oficina de gobierno con el ruido de las máquinas de escribir y el barullo de voces; la voz dulce, las manos nudosas, el cabello cano y los ojos, pozos llenos de estrellas; ¿usted es la maestra Dolores Castro?

 

Ya en su casa pasamos a su biblioteca y tomamos café, hablamos sobre la poesía. Le acababa de editar el gobierno del Estado de Aguascalientes sus Obras Completas. Sus palabras me embriagaron de pura luz y salí con el alma quemada por esa música que a ella le nació desde chica. La entrevista que se da a conocer sigue un ritmo propio de quien ofrenda cómo discurre su pensamiento, quizá por eso mi silencio, mi falta de preguntas:

 

 

 

Esa música por dentro me empieza, quizá porque era una niña muy quieta y enfermiza. Cuando llegaba una visita me daban una silla bajita y me ponía a ver por la ventana. Primero contemplé sin una conciencia de querer escribir y la emoción me fue llenando. Como a los siete años tenía una gran necesidad de expresarme. Me puse a dibujar y vi que para eso no servía, hasta que un día descubrí la escritura.

 

          Recuerdo que estaba en segundo año de primaria y me pidieron una composición sobre la primavera. La escribí por esa necesidad y me saqué el primer lugar, pero no por eso pensé que pudiera hacerlo. Otra cosa que influyó en mí fue el hecho de que mi padre era un hombre muy crítico y sarcástico, lo que derivó en que mis poemas fueran irónicos, primero por temor y luego por miedo al ridículo.

 

 

 

Escribir es un testimonio, tenía miedo de dar ese testimonio de mí porque la palabra compromete. Todavía entre los campesinos mexicanos encontré uno que decía: "Yo soy feo como la noche, pero a mí, mi padre me enseñó a tener palabra. Cuando hago un trato empeño mi palabra y mi palabra es ley." Si uno no tiene palabra no es. No se puede decir que uno es escritor y que sólo se compromete a la hora de escribir, es necesario ser un hombre de palabra al escribir y al ser. El escritor no sólo tiene que inventar, crear o recrear sino comprometerse con la vida en general. Reconocer un valor es comprometerse y comprometerse no es algo que se parezca a un discurso político.

 

 

 

El poeta es un cobijo de palabras y sus palabras, su desnudez. La poesía da conocimiento porque se introduce en el instante de contemplación, se mira con una mirada amorosa, con una mirada que comunica a una persona con un objeto o con otra persona desde lo más íntimo y ver desde lo más íntimo es conocer.

 

 

 

La poesía como dice Heidegger: "es una forma de adquirir conciencia", es una forma de ir desde afuera hacia adentro. De ninguna manera sirve como evasión sino como concentración y eso es también una forma de conocimiento de uno mismo, de otro y de las muchas formas de ver la vida.

 

          El hecho de advertir lo que ocurre dentro y fuera de uno y apropiárselo desde: "el óleo sacramental de nuestros huesos", como dice Ramón López Velarde, es incorporarlo a la experiencia y a los actos futuros.

 

 

 

Concibo la Poesía como una forma de vibrar al mismo tiempo que el lenguaje y de lo que existe, y poder expresarlo. En esta forma de vibrar se presenta la vivencia poética y la expresión poética. La expresión debe ser lo más fiel a la vivencia para dar un mensaje propio.

 

          La vivencia poética se da en los momentos de lucidez donde uno contempla o ve desapasionadamente en el sentido utilitario y ve apasionadamente en el sentido emotivo: algo. Desde la pasión misma se llega a vibrar con lo esencial de ese momento.

 

 

 

La expresión poética no es lo mismo que manejar el lenguaje sino expresarse. Recuerdo a Efrén Hernández que decía: "Hay momentos en que dan ganas de mandar al diablo todo, a la tostada todo o expresarlo". La expresión es un derramamiento de algo que colma de emoción, por eso debe ser fiel. En cuanto se convierte en algo que sólo tiene que ver exclusivamente con la retórica entonces es como un café frío. Después hay un momento crítico, donde hay que quitar lo que se llama excipiente en medicina, es decir, todo lo que le sobra.

 

 

 

En todo escribir, el lenguaje como herencia. Mi lenguaje es el lenguaje de mi madre y muchas veces hasta me sorprendo usando algún arcaísmo propio de la gente de Zacatecas. Para mi expresión, elijo las palabras de acuerdo a mis emociones más profundas, las palabras únicas y necesarias para hacer un poema. El lenguaje se apropia del poeta en la vivencia poética y el poeta se apropia del lenguaje en el momento de la expresión poética. El poema es un producto de la fidelidad a esa vivencia y vuelve a decir lo que soñamos o vivimos o pudimos entrever y que queda ahí como un testimonio. El poema al encarnar el instante lo hace perdurable y a la vez crea la conciencia de la temporalidad. Quien recrea el instante da cabida al tiempo.

 

 

 

Los poetas no son una raza en extinción. El hombre canta porque le es absolutamente imprescindible. La Poesía no puede desaparecer porque si el lenguaje es lo más humano, la poesía es lo más alto del hombre ya que toma a la palabra en toda su dimensión estética y de imagen, en la precisión necesaria como para que no se pueda decir de otra manera. Como canto y configuración más alta que permite entender con emoción el mundo sin dar cabida al olvido.

 

 

 

Esa visión, que no siempre dura, es la visión poética del instante. Eso no puede desaparecer en un mundo tan caótico y dividido en partículas que pierden significación. Una persona que de pronto puede unir, unirse y ser capaz de comprender el mundo desde la partícula más pequeña, pero la más arraigada a lo espiritual, desde la concepción de que uno es divino y humano, salva lo humano del hombre, quizá por eso el poeta es un viento.

 

 

 

 

 

 

 

El presente texto forma parte del libro, Dolores Castro: Crecer entre Ruinas

 

Editado por el Gobierno del Estado de México y la Universidad Autónoma Metropolitana (2015)

 

 

 

 

 

 


Texto publicado por primera vez en La Colmena. Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México. Núm 59, julio.septiembre 2008, pp. 10-19.

 


Mariana Bernárdez, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, es poeta y ensayista, tiene maestría y doctorado en Letras Modernas y maestría en Filosofía; imparte seminarios y talleres en diversas instituciones bajo el tema de “poesía y conocimiento”, su obra ha sido traducida al inglés, catalán, portugués, italiano y rumano. Entre sus títulos recientes de poesía destacan: Escríbeme en los ojos. México: Ed. del Lirio, 2013; traducido al portugués por el poeta Nuno Júdice, Lisboa: Ed. Glaciar, Casa América da Latina Portugal y Ecochoice Portugal, 2015. En el pozo de mis ojos, México: Papeles Privados, 2015. Aliento. Prólogo de Antonio Colinas. México: La Cabra Ediciones y Secretaría de Cultura /DGP, 2017; traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa: Ed. Glaciar, PBC y Ecochoice Portugal, 2018; y la reedición de Nervadura del relámpago Estado de México: FOEM. Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. Gobierno del Estado de México. Colección Letras/Poesía, 2020. 

 

 Semblanza y fotografía proporcionadas por la autora.

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