Arte Popular

El primer principio fundamental que tenemos que establecer al tratar este asunto es que el fin del arte no es divertir; y que todo arte que se propone como diversión y, que persigue ese fin, debe ser de clase inferior y probablemente perjudicial. El fin del arte es tan serio como el de todas las demás cosas bellas: el cielo azul, el verde césped, las nubes, el rocío…, o son inútiles, o tienen un fin mucho más elevado que proporcionar diversión. Por más o menos deleite que sintamos en ellas, no es el deleite que sentimos en dar o recibir una sorpresa momentánea. Sería asunto de alguna dificultad metafísica definir las clases de placer, pero es perfectamente fácil para cualquiera de nosotros comprender que hay diferencia genérica entre el placer que sentimos por ver una comedia y el que sentimos por observar un amanecer. No es que no haya una especie de Divina comedia -un cambio y una facultad dramáticos- en todas las cosas bellas: la alegría, la sorpresa y los incidentes se confunden en la música, la pintura, la arquitectura y la misma belleza natural, de una manera establecida y duradera, con la perfección del eterno color y de la eterna forma. Pero siempre que el deseo del cambio se hace fundamental, siempre que nos preocupamos sólo de nuevos tonos, nuevos cuadros y nuevas escenas, desaparece para nosotros toda posibilidad de disfrutar de la naturaleza del Arte y ocupa su puesto en un amor de niño a sus juguetes. La continua advertencia por una nueva música (como si la novedad fuese su virtud)significa, en realidad, que nadie se preocupa de la música; el continuo deseo de nuevas exposiciones significa que no nos ocupamos de los cuadros, la continua demanda de libros nuevos significa que nadie se cuida de leer.

 

No es necesariamente y en todas las épocas la apelación a lo nuevo significase esto: porque en toda Escuela de Arte siempre habrá un ansia excedente y un ardoroso anhelo de ideas recién germinadas. Pero especial e inflexiblemente significa eso cuando el interés está únicamente en la novedad; y la gran obra que conocemos y está en posesión nuestra se olvida, mientras que la nueva obra mediocre, porque es extraña y de algún interés personal, se convierte anualmente en asunto de diligente observación y discusión.

 

John Ruskin

 

Traductor desconocido

 

(Londres,1819 - Brandtwood, Cumberland, 1900) Escritor, crítico de arte y sociólogo británico. Educado dentro del más estricto de los puritanismos, escribió su primera obra (Pintores modernos, 1843-1860) para defender el paisajismo de Joseph Turner. Más tarde su esteticismo moral, relacionado directamente con el idealismo de Thomas Carlyle, le llevaría a vincularse con el prerrafaelismoy a reaccionar contra el materialismo de la era victoriana, denunciando los peligros inherentes al desarrollo de la revolución industrial, aproximándose al socialismo y a las nuevas utopías sobre planificación urbana y asociando la reflexión artística con las iniciativas prácticas y las disquisiciones morales. Acertado estudioso de los problemas sociales inherentes a la civilización moderna(Sésamo y las flores de lis, 1865; La moral del polvo, 1866; La Biblia de Amiens, 1880-1885), fue en cambio un deficiente economista (Economía política del arte, 1857). Como escritor, John Ruskin destaca su estilo impresionista y rapsódico, con ocasionales momentos de extraordinaria lucidez visionaria. Fue profesor de historia del arte en Oxford en el decenio 1869-1878 y en 1883-1884.

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