Benedetti

Uno de los escritores más maravillosos y solidarios que he conocido ha sido Mario Benedetti, el gran escritor uruguayo, hoy muy afectado de salud y que, no obstante su avanzada edad, en el lecho de enfermo continúa creando, fiel a su prolífica creación literaria, que ha aportado a la cultura y la imagnación sesenta y siete obras en todos los géneros de la escritura.

 

Un hecho único en estos tiempos de tanto libro banal.

 

Lo había conocido fugazmente en un congreso de escritores en la época de la dictadura chilena, en España, pero donde establecí una profunda amistad con él fue en 1994, cuando residí en Montevideo en calidad de agregado de cultura y prensa de la embajada de Chile.

 

Innumerables ocasiones visité su departamento en la mítica Avenida 18 de Julio con Ejido, ubicado en pleno centro de Montevideo. El trato que teníamos era simple: él me esperaba en su taller rodeado de miles de libros y yo me dejaba caer con un par de botellas de vino tinto, del bueno. Nos quedamos hasta muy tarde practicando esa bella cultura rio platense de la cual cada día carecemos más: platicar.

 

En otras ocasiones partíamos a caminara la Rambla, para terminar siempre en un boliche compartiendo conversaciones interminables.

 

El gran escritor uruguayo es muy cercano a la gente, no sabe de pose ni de farándula, puede acoger y encontrarse con un literato de renombre como con un joven poeta que empieza a dar sus primeros pasos en el oficio de las letras.

 

Benedetti sufría de asma. Para el tenaz invierno uruguayo, partía al verano de las Palmas, España. El último tiempo, por problemas de salud, se fue quedando en su país natal. Hace unos años, fue operado del corazón, y cuando lo llamé para saber cómo estaba, me dijo que después de la operación se le había desaparecido el asma pero quedó con un molestoso hipo…

—¿Es cierto?

—Totalmente — afirmó—. Ya no me molesta el asma.

 

No le resultó fácil su consagración como insigne escritor.

 

Debió auto publicar sus primeros ocho libros, con créditos económicos que personalmente tomaba con los bancos. Luego vino esa pequeña obra maestra, La Tregua, texto que contó con una excelente acogida en Uruguay; sin embargo se trató de un éxito local, que no traspasó fronteras.

 

—Algo debe ocurrir afuera para que te acepten adentro… —dijo.

—Eso de que nadie es profeta en su tierra…— aventuré.

—Existe. Yo lo viví y lo he visto en los demás.

—En ese comienzo, que como todo,¿debió ser difícil?

—Imagina, trabajaba de empleado, era un funcionario más…

—Como los burócratas de La Tregua.

—Exactamente.

 

En Uruguay, un país de apenas tres millones de habitantes pero con una de las mejores calidades de vida del continente, la educación universitaria es gratuita, abundan los profesionales por ese acceso democrático a la enseñanza superior: el problema aparece cuando hay que trabajar. Entonces la gente emigra o, como dice Benedetti, entra al servicio público a vivir de una forma sedentaria, a veces inútil y en es- pera de la jubilación.

 

Uruguay, en proporción a otros países, es donde hay más jubilados.

 

Cuando la dictadura uruguaya lo mandó al exilio de Argentina y Perú, el mismo Benedetti reconoce que ese hecho, por la connotación política y cultural, lo hizo conocido y posibilitó que sus libros fueran tomados en cuenta, aplaudidos, publicados y destacados casi a nivel mundial.

 

Le sucedió ya cerca de los cincuenta años.

 

—Literariamente hablando soy un agradecido de la dictadura…– dice con su típica picar- día.

—En Chile, y entiendo que en otros lugares, también se dio ese fenómeno – arguyó.

—Sí. Conozco algunos casos. Eran otros tiempos, que ojalá no se repitan.

 

El consagrado autor es de una línea social y política inalterable, asunto extraño en tiempos de advenedizos. En Chiapas, hace un tiempo, el comandante Marcos se declaró fanático de la obra literaria del gran escritor de Tacuarembó. Lo señaló en días en que su fama era superlativa y los intelectuales de izquierda buscaban a través de los medios su cercanía, sea con adulaciones y promesas de visitas al idealista mexicano: él rayó la cancha, Benedetti era su ídolo literario.

 

Es común ver a intelectuales abrazando causas sociales, apareciendo aparatosamente difundido por medios, recibiendo galardones y recono cimientos, sin embargo, en sus vidas cotidianas, de relaciones básicas y elementales con las personas, de luchadores e izquierdista sno tienen nada: es una pose para ocupar espacios de notoriedad pública y, en el rebote, hacer fama con una bandera que no llevan firme.

 

Mario Benedetti es otra cosa, es de una sola línea. Es auténtico. Mientras estaba con él atendió telefónicamente a quien lo requirió, comprometió su presencia en actos sencillos y no acusó problemas de tiempo para escribir un esperado prólogo de un libro inédito.

 

—No hay que estar en las nubes — espeté.

—Hay que ser consecuente — corrige-. Yo también anduve muchas veces como esta gente, en- tiendo sus necesidades.

—¿Y cómo le iba cuando recurría donde algún “connotado”?

—Mal — se ríe de forma muy natural y honesta-. No me daban “bolas”.

Reinaldo Marchant y Mario Benedetti
Reinaldo Marchant y Mario Benedetti

El multifacético escritor uruguayo abrazó la causa de los deshabitados de forma verdadera, sin considerar lo “políticamente correcto” ni los provechos personales. Sus ideales y utopías lo han marginado de premios internacionales, que merece de sobra, de invitaciones y reconocimientos. Benedetti no se ve de forma común en otros escritores. A veces, a modo de broma, cuando me despedía, le decía: ¿qué libro presenta esta semana, Mario?, en relación, naturalmente, a su prolífica labor literaria, que jamás ha estado seca y sin vida. Uno ve la lista de los Premios Cervantes y Benedetti está por encima de muchos hace décadas. Por obra y calidad. No existe género literario que Mario Benedetti no haya incursionado. No sólo ha recitado sus poemas con grandes músicos sino, además, ha participado en dramaturgia, en películas inspiradas en sus textos, etc. La facilidad creativa de Benedetti no se ve de forma común en otros escritores. 

Incluso por estos días acaba de publicar un nuevo poemario ¡de amor! Generoso, hicimos juntos la primera Antología de escritores chilenos y uruguayos, que coquetamente se tituló: “Santiago/Montevideo, Primer Vuelo”. Este libro lo presentamos en Chilecon el Presidente Julio María Sanguinetti, en la Sala Ercilla de la Biblioteca Nacional, y en la Sala Vaz Ferreira de Montevideo, con la presencia de los autores antologados.

 

En el año 1996, por una indicación mía, el gobierno de Chile le otorgó la máxima distinción que concede a los artistas que con su talento han desarrollado un aporte artístico fuera de lo común: “La Condecoración Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral en Grado de Gran Oficial”. Es un tanto largo el nombre, pero de este modo se denomina.

 

Para la ceremonia de entrega, nos acompañó la enorme poeta uruguaya, Idea Vilariño, y el embajador de Chile Augusto Bermúdez, y destacadas figuras culturales, diplomáticas y políticas de Uruguay.

 

La vasta producción literaria de Benedetti siempre ha corrido a contra pelo. La clara identificación de hombre genuinamente de izquierda lo llevó, incluso, a publicar con editoriales menores.

 

Los dueños de los monopolios editoriales claramente no lo integraron a sus sellos y, también, lo privaron de galardones, por calidad superaba a escritores que nadie ahora los recuerda.

 

Junto a Juan Carlos Onetti y Eduardo Galeano, Mario Benedetti forma parte de una delantera uruguaya extraordinaria. Sus libros y su grandiosa humanidad, perdurarán como un inmarchitable reflejo de un artista de talento único.

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