Resumen de la infancia

Ante todo, es preciso ordenar la infancia

como un país disperso, hallar las fechas

de su límite: la dulce iniciación

en la desobediencia, la cerradura

que por necesidad puse a mi alcoba

o la primera mujer que se guardó la noche

entre sus telas estériles, sus párpados.

Y descubrí de pronto que nadie compartía

mis costumbres: la muerte había entrado antiguamente al patio, a la bodega,

y yo crecía sobre un osario familiar.

No sé por qué, porque sí, por pura

gana, cambié las órdenes para la cena,

el sitio de los adornos, el precio

de las plumas; odié el muro

que cercaba la viña y el camino de orina

a los establos. Y ya no pude vivir más,

no podía establecer mi edad, mi oficio, destruir la seguridad de cada día

o levantar los párpados hacia la luz

de afuera: un hombre pasaba sin llorar bajo la lluvia, las aldeanas

completaban su cuerpo entre la hierba,

pero debía conservar la herencia intacta, conocer los secretos del ganado,

calcular la distancia entre mi seca seguridad y la aventura.

Así empecé

a soñar solamente con la llave,

con la bahía donde nadie hubiera

a despedirme, con migraciones de pájaros

azules. No era la pegajosa soledad

lo que buscaba sino una familia

diseminada en la distancia, una

hora de paz bajo los árboles, una hoja

sin odio entre mis manos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JORGE ENRIQUE ADOUM

(Ecuador, 1926)

 



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