Monólogos

Monólogos

 

1

 

A cada uno su propia vida va cercando.

Cada hecho engendrando un semejante,

cada causa un efecto, y esas celestes

máquinas, gobernadas desde adentro,

prosiguen. Hora extraña! En la profunda

casa ya todos duermen. Al nacer ya caímos

en la trampa. A sufrir, a errar! Vamos!

Niño! No esperes recorrer los caminos

del jardín. Sólo hay uno

por el que irás y en donde, entre la yerba,

el lagarto enseña su lengua roja, y se esconde.

 

2

 

Siempre vuelven al pórtico los viejos

mercaderes. Tanto diste, recibes

tanto. No, no es dable

aguardar un enorme iris, un consuelo

inaudito. Esperaba que se fuera

la visita y salir con mamá. Menudas

felicidades! Está echada la suerte.

Que no venga el que aguardas

junto a la luz, y como un borracho,

vuelque la mesa de la medianoche!

 3

 

Uno que va a morir dijo: me gustaría

ese pueblecito. Un moribundo

piensa en un pueblecito: sería bueno

vivir allí. ¿Dónde jamás viviera

antes? Alguien que no espera la dicha

y está cumplido, piensa que es suficiente

el pueblo de sillones polvorientos,

el pueblo del espiritista y del protestante

(buena gente), solamente alguien

que no espera la dicha

puede ver un tamaño real en el desnudo

y el gran oro en que brillan

esas piedras que no pueden detener el ocaso.

 

4

 

Miraba el sauce enorme. Es precisa

una consumación. Todos quisiéramos

comernos nuestros días cual pan inacabable

y que eso fuera todo. Pero es precisa

una consumación. Algo más que la muerte

a esa loca mitad que es cada vida,

otro interlocutor más comprensivo.

Gracia piden los dones… Y la culpa

quedárase sin rabo, como perro de calle?

Amemos en exceso, el cumplimiento

de la luz. El presagio regresa

y ama el polvo, mientras que, locamente,

se yergue el manantial del sauce, enorme.

 

5

 

Hora distinta! Exacta madurez!

Nada añade el orgullo al peso sacro

de las cosas. Miraba el jardinero

saliendo del verdor con ojillos de pájaro,

picoteando el sombrero de alas anchas.

¿Ese reflejo verde en las mejillas

fiel lo cumple? No más! Y de una vez comprendamos

que entra en lo desconocido y participa

del deseo de ser, como la luz,

algo más que lo que gana o lo que pierde.

 

6

 

El moribundo piensa

en un pueblo. Polvo, luz desierta.

En el blancor, el perro

pasa junto al portal vacío. Apacible

leer. Se alegrará de vernos.

Últimos caldos, sopillas! Tintineo

de pasillo a mitad de mañana

¿tan temprano? Querrá hacernos

sus cuentos. (Vastas zonas no tocan

ganancia, eterna pérdida, abren mudas

pequeñas magnitudes de deseo,

fragmentos que no siguen, cuerpos tuyos

de animal en la luz). En lo desnudo

el niño abre la puerta, en el absoluto

desnudo.

 

7

 

                                                San Juan, Cap. 11

 

Cese el omnipotente funeral,

la procesión de adentro aulladora

que es un ahora y siempre todo ahora

y no se puede echar un día atrás.

 

Se puede una montaña descuajar,

mudarse en hombre un niño, en oro el mar,

puedo el trueno el rugido trasvolar

una nube negra, alción, tormenta o sal.

 

Pero el día que fue no cambiará.

Cese el juicio incesante, el tribunal

del oro cese, callen las culpas lázaros

 

que nos cargan la espalda. Rompe, mece,

Señor, burla la cuenta, has el milagro.

Van cuatro noches el cadáver hiede.  

Poema tomado de la revista Orígenes, Número 37, Año 1955

Fina García Marruz. Poeta cubana nacida en La Habana en 1923.

Publicó sus primeros poemas en la década de los años cuarenta siendo parte del grupo «Orígenes» al que también pertenecía su esposo Cintio Vitier.
En 1961 obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales dedicándose desde entonces a la investigación literaria, colaborando con distintos medios en el campo de la poesía, el ensayo y la críticas literaria.
Su poesía ha sido traducida a diferentes idiomas obteniendo varios  alardones entre los que se destacan:
«La Orden Alejo Carpentier, la medalla «30 Aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba»,  la «Medalla Fernando Ortiz», «El Premio de Poesía Pablo Neruda» en 2007, el  XX Premio Reina Sofía  de Poesía  Iberoamericana en 2011, y el Premio Federico García Lorca en 2011.
Entre sus publicaciones figuran: «Visitaciones» en 1970, «Viaje a Nicaragua» en 1987 y «Créditos de harlot» en 1990 con el que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica.

 

Semblanza tomada de la página, A media voz.

 

Fotografía extraída de la página Cubadebate. 

 

 

 

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