Poesía de Eleonora Finkelstein

 

 

 

NIÑOS

 

 

 

1.

 

Igual que Ginsberg, Patti Smith,

 

yo también pensé que eras un chico.

 

Fue la primera vez que te vimos:

 

Allen en el Chelsea Hotel, en los 70, creo.

 

Yo, en una foto, en la década siguiente.

 

 

 

Soñé que dormíamos juntas.

 

Me pegaba a tu espalda

 

y era la noche, como siempre,

 

algo parecido a una cabalgata.

 

 

 

Entonces, me despertaba para dibujar

 

un retrato tuyo con un lápiz negro.

 

Un lápiz como una rienda, que cuando quería

 

se volvía blanco para iluminarte el cuello.

 

Era un camino largo donde pasaban los caballos

 

galopando hacia tu cabeza sin salida:

 

en uno iba montada yo.

 

 

 

En ese mismo sueño me salía del cuerpo

 

y miraba de lejos mi nuca rubia con el pelo revuelto.

 

Estaba dormida sobre un papel que tenía tu cara de chico.

 

 

 

Al otro día y al otro, repetía tus gestos y tus actos.

 

Por ejemplo, me corté el pelo frente al espejo

 

con una tijera desafilada y un cuchillo de cocina.

 

El efecto fue grandioso: escribí poemas.

 

 

 

2.

 

 

 

Por aquel tiempo besé a dos mujeres

 

las únicas de toda mi vida

 

(éramos solo niñas),                                                                       

 

Blanca e Inmaculada se llamaban.

 

—Una de las dos afirmaciones anteriores es falsa—

 

 

 

También, para andar a tu ritmo,

 

tuve un novio gay tan guapo.

 

Un artista trágico, el más guapo.

 

Sus ojos eran igual de verdes

 

y abiertos como lagos.

 

Bautista se llamaba (vaya nombre)

 

y andaba traficando agua bendita.

 

—Una de las dos afirmaciones anteriores es verdadera—

 

 

 

Me adoraron, pero nunca fue suficiente.

 

Ellas lloraron por mí. Pidieron

 

por la salvación de mi cuerpo (¿o de mi alma?).

 

Él, como prueba de su amor, pasó una noche entera

 

acariciándome los brazos destrozados.

 

—Todo lo que afirmo es verdadero y falso al mismo tiempo—

 

 

 

3.

 

 

 

Estas son de las buenas historias de mi vida

 

y digo sus nombres para que me crean a pesar de todo.

 

Porque no era fácil seguir aquellos pasos.

 

El arte nos fregó, dijo Bautista en su lecho de muerte.

 

Blanca asintió: triste pero cierto. Inmaculada

 

se volvió negra, así, frente a nuestros propios ojos.

 

—Es verdad, lo juro, es falso—.

 

 

 

Éramos niños, querida, claro

 

y todavía no ha cambiado nada.

 

Seguimos creyendo en los milagros y somos

 

inestables como sueños. Hipersensibles:

 

estamos hablando de caballos.

 

EL LUGAR MÁS PELIGROSO DE LA CASA

 

 

 

 

 

Dying

 

 Is an art, like everything else.

 

I do it exceptionally well.

 

 

 

Silvia Plath


 

Es muy temprano y ya

 

dejé listo el desayuno.
Tengo un cuchillo enorme en una mano
y no recuerdo qué tenía que cortar.

 

En la otra, sostengo una taza.

 

¿Quién de los dos soy ahora? ¿Soy ella, soy él?

 

El agua hierve y sobre un estante alto
hay una fila de productos de limpieza

 

(fuera del alcance de los niños).
Mejor detenerse ante el peligro:

 

pensar en el orden, la secuencia lógica.

 

Sí, esa manía de la reconstrucción.

 

Siempre tuviste esa manía:

 

¿cómo, cuándo, dónde fue que todo comenzó,

 

quién era yo, quiénes éramos, quién era ella, él?

 

 

 

Pero ahora hay que pensar en la inminencia.

 

Porque, en este exacto momento y lugar

 

todo está a punto de pasar y para siempre. 
¿Ya lo mencioné?

 

Hay una fila de tóxicos listos para ganar la guerra.

 

Pero algo no encaja en este asunto: soy un hombre

 

(porque es imperioso hablar genéricamente)

 

que tiene un dedo ensangrentado
(ya sabes cómo sangran los pulgares)
y me quemé el brazo
tratando de sacar algo del fuego. 
Cosas que pasan. Accidentes,

 

¿quién puede hablar del destino en estos casos?

 


Tengo que hacer memoria, ¿qué tenía que cortar?
A veces creo que si despertara de pronto,

 

a pesar de este aire tan viciado, quizás

 

todo seguiría ahí como el primer día.

 

Lo dudo, siempre me equivoco.

 

¿Y si tomo valor, pego un portazo

 

y salgo a esos lugares abiertos?

 

¿Por qué no? Seguir adelante sin pensar:

 

“les pido mil disculpas, mil sinceras disculpas

 

por tantas molestias y adiós”.

 

¿Quedará todavía alguien vivo en esta casa?

 

Pero debo intentar ser razonable, recordar, qué, qué,

 

qué tenía que cortar y si la llave del gas quedó cerrada.

 

No entiendo por qué asoman esos animales
embalsamados entre los azulejos y toda esa sangre de mi dedo

 

que ya está formando un charco. ¿Eres el león decapitado,

 

la leona decapitada o algún otro animal que terminó en esta selva? 
No entiendo qué hacen aquí estas cabezas como trofeos,

 

con sus melenas, sus ojos de vidrio humano y mostrando los colmillos,

 

si nunca preferimos ese tipo de decoración

 

como castillo medieval de medio pelo.

 

Cerrojos cofres rejas herrajes negros barrotes.

 

Esas cosas de clase media.
Porque siempre estás con la mente en cualquier parte.

 

¿Verdad que este vacío podría ser una gran broma

 

o crees que el asunto alguna vez quedará claro?

 

 

 

Qué manía con eso de los significados.

 

Siempre tuviste esa manía

 

¿Quién podría cargar a pulso esos baúles?

 

Tú menos que nadie con esos huesitos de pájaro.

 

Amor, ¿sigues allí o te extinguiste?

 

¿Me recuerdas qué tenía que cortar, si cerré la llave del gas,

 

si nos queda veneno? Es que tengo tan mala memoria.
Y creo que el sueño puede llegar en cualquier momento.

 

¿Quién podría culpar al destino en estos casos?

 

 

 

 

 

BREAK ON THROUGH

 

—héroes y villanos from the other side—

 

 

 

If the doors of perception were cleansed

 

everything would appear to man as it is, infinite.

 

For man has closed himself up,

 

till he sees all things thro' narrow chinks of his cavern.

 

William Blake

 

 

 

 

 

No se trata de Blake, Jim
sino de cómo llegamos a Blake
filtrados por tus visiones de USA,
tan amada, tan mal llamada América.

 

Sinécdoque de los pequeños héroes familiares,

 

 amos de nuestras vidas del más allá: el rock, esa poesía,

 

 la tele en blanco y negro de la primera infancia, las movies.

 

Nosotros, nacidos después de los 60,
atravesando demasiado tarde las playas de California
donde había que brillar y brillar

 

porque la luz te derrotaba los ojos.

 


There, in the other side, quizás se pueda
estar muerto y vivo al mismo tiempo.
Ser humanos y jóvenes y voladores y pasar
al otro lado, donde está el Reino de los Cielos,
donde viven nuestros ángeles semidesnudos, Jim,
donde se engendran también esos demonios obesos,

 

perfectos villanos de Ciudad Gótica,

 

you know what I mean...

 


Un poco de esto, algo de aquello.
Impuros de la impureza misma, somos.
Mixtos, de carne y hueso y deseo. Negros
del Más Allá. Eso somos.
Tus pesadillas ya están aquí, Waspy,

 

cold white brother riding our blood,

 

pero no somos tus pesadillas.

 

Somos los Negros del Más Allá, dije.
Trepamos, atravesamos, desmoronamos a cada paso

 

los muros que te quitan el sueño.

 


Hagamos un trato: quédate con Disney y Las Vegas y Atlantic City.

 

Quédate con Washington, por algún tiempo.

 

Déjanos Frisco y Nueva York y  la 66 de principio a fin,

 

por Jack y porque nos lleva encaminados.

 

Quédate con tus putas y tu peluquero

 

(a propósito, deberías cambiar de peluquero)

 

Al final, no sé si ellos o nosotros

 

o alguien de una generación cualquiera
esté dispuesto sinceramente a morir tan joven

 

por saltar esa pared de 8.000 millones de dólares y 2000 millas

 

(accidentes geográficos included, que abaratan el precio).

 

God bless America! God save

 

America’s money too!

 

Lo que se quiere es otra cosa,

 

los Negros del Más Allá queremos otra cosa:

 

ir y venir, ir y venir, ir y venir

 

eso queremos, y burlarnos de tu peinado.

 

 

 

Pero, OK, en igualdad de condiciones:

 

el paisaje real vs. tu escenografía.

 

Esta es la mejor road movie de nuestras vidas:
Escaparemos a México con nuestros amigos. Después
cruzaremos de nuevo. Aunque nos cierren el paso.

 

Aunque haya funerales prematuros

 

y no aplique la Quinta Enmienda.
Aunque muera nuestra madre vieja sin alcanzar a despedirse,

 

Kaddish, Kaddish, como reza el poeta,

 

el que escuchó a Whitman preguntar por el asesino

 

de las chuletas de cerdo.

 

Ir y venir, ir y venir, ir y venir. Eso queremos.

 

 

 

Siempre estamos en una línea de frontera, date cuenta.

 

 

 

LA VIDA DE LOS INSECTOS

 

 

 

1. (Día del Señor)

 

 

 

Ese domingo bajábamos por los cerros

 

(donde la gente es rica y feliz)

 

en un Volkswagen bajábamos

 

pero no del todo,

 

patinábamos, en verdad,

 

sueltos y saltarines,

 

como si el viejo Volks se hubiera

 

convertido en trineo.

 

Íbamos igual

 

que aquellos niños de Eliot

 

pero por montañas sin nieve,

 

rojas y azules.

 

 

 

2. (Rezo por vos)

 

 

 

¿Cómo bajar?

 

Todos en misa, como siempre dijo.

 

Y era cierto:

 

tantos culpables reventando las iglesias.

 

Más de diez en veinte

 

cuadras a la redonda. Qué ciudad tan especial.

 

 

 

Debería rezar susurró—, mi madre está muriendo.

 

Todos estamos muriendo

 

(“With a little patience”, pensé)

 

“con un poco de paciencia”, recité.

 

En cuanto a rezar, tengo mis dudas:

 

un poema es una oración.

 

 

 

3. (El primo Gus fumaba grass)

 

 

 

Guíame pidió—, nací en una ciudad ajena.

 

A mí, a una recién llegada.

 

Le di tales señas que terminamos

 

en la cima del mundo. Bien.

 

¡Guíame! rogó, ahora con los ojos en blanco.

 

(¿Estaba rezando?)

 

 

 

Pero yo miraba las luces allá abajo como almas

 

y la luna allá arriba como a la hostia consagrada.

 

(Qué buen pot pensé).

 

Primo le dije—, no puedo guiarte,

 

pero debo confesar algo incómodo:

 

últimamente rezo casi todo el tiempo.

 

Me parece que creo en Dios.


 

 


 

 

1959

 

 

 

 

 

A mi mamá, antes

 

 

 

Partamos por un close up

 

a esa foto tuya

 

que me habría encantado conservar

 

pero que se nos perdió de vista

 

con tantas mudanzas.

 

Era el 59 y andabas por la vida

 

con 59 de cintura.

 

Y usabas pantalones, claro

 

(aunque no se alcancen a ver).

 

Y fumabas.

 

Ya sé que te ibas a divorciar

 

(aunque tampoco se alcance a ver).

 

Increíble, súper rubia, sentada y mirando a la cámara

 

con esos anteojos negros en forma de alas

 

y esa remera rayada tan op-art.

 

 

 

Esa es mi madre pero no era mi madre todavía.

 

La cabeza apenas inclinada y echada hacia atrás.

 

Un poco de Marilyn, otro poco de las chicas del Che.

 

Demasiada luz, demasiado foco,

 

un toque de revolución

 

contra la multitud de fondo

 

(apenas linda, algo fea)

 

desdibujada de solo mirarte.

 

 

 

Esa única imagen entre todas

 

es un lugar donde volver,

 

más allá de los muros,

 

de los idealistas a toda costa.

 

A medio camino y está bien:

 

entre el teatro y el partido.

 

Más allá de las idas y las vueltas.

 

Del Sputnik, la máquina y el Beat.

 

Del Bebop y de Engels y de Marx.

 

Del “opio de los pueblos” y tanto libro

 

y la Guerra Fría y Stanislavski y Elia Kazan.

 

 

 

Ahí estás, fija y perfecta, en esa vida eterna,

 

entre algunas referencias de aquel mundo

 

y un solo de trompeta de Miles,

 

ahogado, que se va llevando la corriente

 

y nos deja sin batallas.

 

A medio camino y está bien.

 

Porque últimamente nadie sabe

 

dónde queda el horizonte y yo tampoco.

 

Se dice que Dios,

 

aun después de muerto,

 

es la fe de cada uno. Y está bien.

 


Eleonora Finkelstein es poeta y editora. Nació en Mar del Plata, Argentina, en 1960. Estudió Literatura en la Universidad Nacional de Mar del Plata y Teatro en el Conservatorio de Arte Dramático de esa ciudad. Trabajó como actriz y profesora de teatro durante 10 años. Es autora de los libros Hamlet y otros poemas / Hamlet and other poems (1997 y 1999. Edición bilingüe, Fairfield University, Estados Unidos), Las naves (Las dos Fridas, Chile, 2000), Delitos menores (Melusina, Argentina, 2004 y 2016), Todo se transforma (Valparaíso México, 2017), Grandes inventos (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2018) y Partes del juego (Editorial Lilliputienses, España, 2018). Es autora, además, de numerosos artículos y traducciones. Ha sido parcialmente traducida al inglés, francés e italiano. Actualmente se encuentran en preparación las ediciones bilingües de Delitos Menores y Todo se transforma, en inglés e italiano respectivamente. Desde 1991 reside en Santiago de Chile, donde se desempeña como editora y directora de publicaciones de RIL editores. Es co-fundadora y directora de Ærea. Revista Hispanoamericana de Poesía, y de sus colecciones de poesía y traducción.

 

 Fotografía y semblanza proporcionadas por la autora.


Escribir comentario

Comentarios: 0