Mansión Artaud

Con lepra en la garganta,

he oído

el canto de los ruiseñores.

 

Era el incendio

en la cueva del ausente

hacia atrás, golpeándome.

 

Tajos, franjas, cenizas

sobre el limo.

¿Y quién no deja dormir

en mármoles finales

el suicidio del cuervo?

 

Gira el teatro

arañando la sangre

sin olvidar apenas

el esplendor litúrgico.

 

Devueltos, al fin,

blancos portones

devolviendo el soplo,

latiendo clausura.

 

Para pintar

la borra de las miasmas

cuando hace frío

y aúlla en la carne.

 

¿Qué? ¿Quién?

Con lepra en la garganta.

He oído.

 

Barniz donde se pierde

el despojo,

la insistencia y el crimen.

 

¡Vuelvan, vuelvan los iluminados!

Será aún el pródigo

amanecer

que imanta las horas.

Sobrenada este declive.

 

Magnético rayo

escalando el vacío

-irrefragable nacimiento-

hasta el vacío.

 

Según las caras de la esfinge,

tallarán nuestra cara.

Pero ella misma agrieta

los reflejos.

 

Heredad vista de cerca.

¿De un solo golpe,

la ilusión?

Los clavos en la sangre.

 

A despertar.

A combatir.

A encender perpetuamente.

 

Luz que diluvia.

Rebélense los huesos

del milagro.

MANUEL LOZANO

(Buenos Aires, 1965)

 


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